Friedrich Nietzsche
Lou von Salomé
Paul Rée
Documentos de un encuentro
Selección, prólogo y notas de Ernst Pfeiffer
Prólogo
El encuentro al que el presente libro sirve de medio de expresión, tiene lugar en el año 1882. Pero los textos que conducen a él, reflejando su desarrollo se extienden a lo largo de toda una década.
El intercambio espiritual y amistoso entre Nietzsche y Rée en los años anteriores a su encuentro con Lou v. Salomé comienza con una fase de la evolución de Nietzsche que él mismo ha llamado su «librepensamiento», y en tanto que comunidad espiritual termina con su conclusión.
Nietzsche encuentra a Lou v. Salomé cuando se dispone a rebasar un «trópico». El final de Sanctus Januarius en La gaya ciencia enuncia este paso. El encuentro coincide pues con un inicio creativo. El nombre que quiere darle Nietzsche a la conquista de Lou está determinado en su origen.
En este libro se aúnan el destino espiritual y humano de Friedrich Nietzsche bajo una luz sumamente poderosa. Pero hay que señalar también que el encuentro no podía tomar para Lou v. Salomé el carácter que le hubiera sido propio en un momento particular del itinerario de este. El mismo Nietzsche ha confirmado diversas veces que Lou v. Salomé le hizo frente en sus respuestas. Habría que retroceder a una etapa anterior y fundamental de su vida para comprender esta oposición. Más tarde, Lou Andreas Salomé definió con precisión su estado interior y su comportamiento: «Era infalible, algo me debía fascinar en el carácter y las palabras de Nietzsche, que sólo se expresaba raramente entre él y Paul Rée». «Sólo:... siempre desconfié de caminar precisamente en una dirección de la que debía desprenderme para encontrar la claridad. La fascinación y la aversión interior son inseparables».
Conviene todavía considerar un tercer aspecto biográfico. En la época en que se conocieron, Lou v. Salomé insiste en el hecho de que «sólo Rée» cuenta para ella tanto «humana» como amicalmente. Esta decisión que enriquecería la vida de este con una plenitud que jamás había esperado, se vio confirmada a lo largo de los años que duró su amistad.
Las convergencias y divergencias entre los destinos que aquí se han perfilado provocan los acontecimientos de los que el libro da cuenta; y los azares, los malentendidos y las intervenciones del exterior aparecen casi como medios dramáticos que aceleran un desarrollo trágico.
Los documentos que presenta el texto ponen de nuevo al lector ante la «vivencia de Lou» de Nietzsche. La pregunta, al revés, de qué significó la vivencia de Nietzsche para Lou v. Salomé y su evolución posterior no puede encontrar respuesta en este libro. Paul Rée, aún después de haberse separado de Nietzsche y posteriormente de Lou v. Salomé, continuó siendo siempre el mismo: un moralista, en el sentido de los moralistas franceses, un pesimista, un positivista y como a él le gustaba definirse, un ateo. Según palabras de Lou v. Salomé, su pesimismo se vio sometido a una refutación sistemática durante todos los años que duró su común relación amical. Después de la separación, cuya causa es ajena a sus relaciones amicales, fue sin duda confortado por la certeza y la verdad de su intuición. La vida que llevó como médico de los pobres en el Engadina se sostiene sobre una base humana y moral que no podría ser objeto de crítica.
1875-1885
[«Aquí ha llegado, para permanecer todo el verano, un amigo de Romundt, persona muy reflexiva y dotada, schopenhaueriana, que se llama Rée». Nietzsche a Rohde, Basilea, 5.5.1873.]
Friedrich Nietzsche a Paul Rée en París (Basilea, 22 de octubre de 1875)
Querido doctor: me alegró tanto leer sus Observaciones psicológicas que no pude tomar en serio su Incógnita de la muerte. Recientemente encontré dicho escrito al hojear una serie de novedades literarias e inmediatamente reconocí algunos de los pensamientos que le son propios, y a Gersdorff le sucedió lo mismo, todavía recientemente este me citaba: «poder compartir el silencio equivale a un mayor signo de amistad que el poder compartir una conversación, como decía Rée». Usted continúa estando presente en mi recuerdo y en el de mis amigos y teniendo en las manos su valioso manuscrito, nada me resultó más doloroso que la obligada renuncia a escribir cartas a causa de un fuerte dolor en los ojos.
Lejos de mí alabarle o abrumarle con cualquier tipo de «esperanzas» que yo pudiera tener en su persona. ¡No! Si jamás llegara a publicar otra cosa que estas máximas tan edificantes y si esta obra fuera realmente la póstuma, tanto mejor: cuando se ha alcanzado tal grado de independencia, se tiene derecho a pedir que le dejen a uno en paz con alabanzas y esperanzas. Únicamente quisiera advertirle que en el caso de que tuviera intención de publicar, puede usted contar siempre con mi editor, señor E. Schmeitzner en Schlosschemnitz. Se lo digo sobre todo, porque lo único que no me ha gustado de su obra ha sido la última página en la que los títulos del señor Hartmann van desfilando uno tras otro; creo que los escritos de un pensador no deben mezclarse con los de un pseudopensador, ni siquiera en la última parte.
Con mis mejores deseos para su salud y el ruego de que acepte amablemente mi agradecimiento por haberse decidido a publicar sus máximas, con lo que habrá mostrado que el bienestar espiritual del prójimo le preocupa,
soy y quedo suyo
Friedrich Nietzsche
Paul Rée a Friedrich Nietzsche en Basilea (París, rue Cochin 7, 31 de octubre del 75)
Querido profesor: en vano busco las palabras para describir la alegría que me ha proporcionado su carta. También me alegro de que no haya podido ver la exteriorización de mi alegría: ya que hubiera visto a un hombre dando saltos en su habitación como un sátiro y gesticulando como un loco. Había dos motivos para esta alegría: en primer lugar, usted me llegó a ser tan querido en Basilea y al mismo tiempo lo había colocado tan alto que me sentía casi desconsolado ante la imposibilidad de acercarme más a usted como hubiera querido (y todo por mis numerosas niñerías, ¡pero así son a veces las cosas!). No podía perdonarme el haberme comportado sin tacto. (La sentencia: quien siente haberse comportado sin tacto, no nos lo perdona jamás —irrumpió entonces al reflexionar sobre mí mismo—). Desde entonces he pensado muy a menudo en usted, lamentándome una y otra vez de no poderle considerar como un amigo. Pero desde ahora lo haré si esto no le disgusta. Luego, la aprobación que expresa su carta me resulta tan extraordinaria, tan sumamente valiosa: me han llegado varias alabanzas y críticas sobre mi libro, pero por una parte venían de personas que no podía considerar críticos competentes, por otra las relaciones personales me hacían sospechosa tanto las unas como las otras y uno mismo es ciertamente el mejor, pero también el peor crítico que puede existir. Sólo a partir de hoy tendré plena confianza en mí mismo.
Adiós por esta vez. ¡Cuánto deseo que todo le vaya bien! Por favor salude cordialísimamente al señor Overbeck y a Gersdorff de parte de su reconocido y adicto Paul Rée
[Breve visita de Paul Rée a Basilea. Faltan las cartas preparatorias.]
Paul R...