Presidente vitalicio: Rafael Cadenas
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Colombia y Venezuela: 20 testimonios.
© 2013 Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana
© 2021 Fundación para la Cultura Urbana
ISBN edición impresa: 978-980-7458-09-2
ISBN edición digital: 978-84-124858-0-6
Producción editorial: Diajanida Hernández
Corrección: Rosa Linda Ortega
Fotografías: Susana Soto Garrido
Foto de Magdalena Herrera: Daniela Boersner
Diseño de portada: John Lange
Diseño de colección: ProduGráfica
Este libro se publica en coedición con la Fundación Cultural Colombo Venezolana
Número 106
Colombia y Venezuela:
20 testimonios
Faitha Nahmens
Germán Salazar, Carlos Celis Cepero, Soledad Mendoza, Mariahé Pabón, José Campos Biscardi, Doris Parra, Jaime Clavijo, Hermann Gómez, Valentina Marulanda, Eduardo Carrillo, Marta de La Vega, Magdalena Herrera, Rocío Guijarro, Marina Alarcón, Mabel Cartagena, Maritza Pineda, Ezequiel Serrano, Karina Gómez, Mónika Rug, Claudia Calderón
Índice
Presentaciones
Introducción
El odontólogo
Germán Salazar: la fiesta a pedir de boca
El arquitecto
Carlos Celis Cepero: Caracas y su trazo a torcer
La editora
Soledad Mendoza: los libros de la identidad
La periodista
Mariahé Pabón: la noticia como morada
El artista
José Campos Biscardi: el Ávila para llevar
La enfermera
Doris Parra: un corazón sin arrugas
El empresario
Jaime Clavijo: la audacia es capital
El emprendedor
Hermann Gómez: la filantropía desde el enchufe
La filósofa
Valentina Marulanda: el verbo lírico
El todero
Eduardo Carrillo: un hombre muy curioso
La profesora universitaria
Marta de La Vega: la vida con razón
La librera
Magdalena Herrera: venezolana al pie de la letra
La política
Rocío Guijarro: el pensamiento en teoría y práctica
La financista
Marina Alarcón Guzmán: la mujer que calculaba
La benefactora
Mabel Cartagena: labor social con diplomacia
La Miss Venezuela
Maritza Pineda: la belleza sin límites
El músico
Ezequiel Serrano: saxo, producción y demás notas
La productora artística
Karina Gómez: actriz y organizadora de buen rollo
La diplomática
Mónika Rug: amor sin fronteras
La concertista
Claudia Calderón: partitura del joropo común
Presentaciones
Presentamos con gran satisfacción, dentro de la serie de los inmigrantes, uno de sus principales capítulos: Colombia y Venezuela, territorios que no solo comparten un mismo origen, sino que mantienen una relación de hermandad que pocos países limítrofes pueden exhibir.
En estos veinte personajes se expresa el esfuerzo, espíritu positivo y voluntad con los que la colonia colombiana ha contribuido a la construcción y desarrollo de nuestro país. Y a través de ellos se pretende rendir homenaje a los cientos de miles de colombianos que cada día nos acompañan en el compromiso de fortalecer esta unión. Después de leer sus testimonios, recogidos con sabia paciencia por Faitha Nahmens y retratados por Susana Soto Garrido, no nos cabe duda de que el venezolano por elección contrae vínculos tan definitivos y sólidos como los de los nacidos en esta tierra.
Es un orgullo contar en esta oportunidad con la participación de la Fundación Cultural Colombo Venezolana, que de manera generosa y decidida nos acompaña como coeditora.
Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana
Fantasma
La Fundación Cultural Colombo Venezolana, como parte de su contribución al fomento y auspicio del intercambio cultural entre Venezuela y Colombia, se complace en presentar los veinte perfiles que conforman el presente libro, historia de vida de estas personalidades colombianas que, con amor y entrega, hicieron de Venezuela más que un lugar de residencia y desarrollo personal: la adoptaron como suya y construyeron con éxito un camino de logros, cada quien en su campo y profesión.
Faitha Nahmens, reconocida periodista de amplia trayectoria, es la conmovedora entrevistadora de todos ellos, quien nos lleva de la mano para mostrarnos, muy de cerca y con pasión, los detalles de su arribo a Venezuela, el proceso de integración, sus sueños, las metas, así como su decisión de continuar apostando por este país.
Con estas entrevistas queremos rendir un homenaje a estos veinte colombianos de origen, pero venezolanos por adopción, y a la vez hacer un reconocimiento al trabajo y al esfuerzo desempeñado a punta de voluntad por construir su vida entre nosotros y sentir a Venezuela como país hospitalario e integrador.
Frank Briceño Fortique
Presidente Fundación Cultural Colombo Venezolana
Fantasma
“La experiencia de Colsanitas en Colombia ha trascendido fronteras, y en Sanitas Venezuela hemos seguido sus pasos para desarrollarnos juntos como organización. Hemos ampliado nuestra oferta de servicios integrales de salud, cubriendo las expectativas de los usuarios y sus familias, así como de las empresas venezolanas. Hemos fortalecido relaciones con nuestros aliados en la prestación de los servicios, generando también oportunidades de empleo y desarrollo en el país.
En este andar hemos afianzado los nexos, pues colombianos y venezolanos trabajamos juntos con espíritu de colaboración entre diversas áreas y confianza entre colegas, lo cual ha permitido compartir experiencias, criterios, y siempre aprender del otro.
En definitiva, esto nos ha permitido ser reconocidos por la calidad, seriedad y compromiso en la labor que desempeñamos, fortaleciendo así nuestra identidad y prestigio como organización”.
Sanitas Venezuela, S.A.
Empresa de Medicina Prepagada
Fantasma
A mi hijo, una vida con la mía que, entre guiños y amor, entrelazan palabras
A Valentina Marulanda, siempre en el corazón y la inspiración
A Ben Amí Fihman, su vida, todo Exceso, es el mensaje
A Idalide García Mendoza, coraje con el mejor arroz
Introducción
Gemelas no idénticas cosidas desde 1830, y desde entonces en el ejercicio insoslayable de la vecindad, influyendo una en la otra y observando que el paralelismo geográfico se vuelve simetría si trazamos rayas horizontales de una nación a la otra –García Márquez, tan “nuestro” dijo que los llaneros de aquí y de allá son lo mismo, igual los costeños–, Colombia y Venezuela, mismos dioses, mismo Bolívar, mismo idioma –salvo las diferencias típicas, guineo y cambur, fríjoles o frijoles– están destinadas a ser inseparables y, desde esa perspectiva, a remontar cualquier despropósito que se produzca en un lado u otro en desmedro de su realidad de vecinos. De tan cerca a veces solo nos vemos por partes, pero, cada ojo con su tema, no cesamos de buscarnos y, mejor aún, de hallarnos. En el intercambio comercial de vaivenes, en los caminos verdes de unos límites difusos, en las crisis de turno, en el juego de espejos en el que se reflejan las ocurrencias y las raíces culturales y políticas que, per se, contrastamos. Cuando nos relevamos en eso de ser meta o ideal la una de la otra, según las circunstancias. Colombia está aquí. Y Venezuela está allá. Y ambas, en relación estrecha; cual yin y yang.
Cada país con sus heridas: una longeva, la de la guerrilla, agazapada entre sus tantas montañas, Colombia; y con un rimero de cicatrices, o acaso es la misma que se reabre cada cierto tiempo, Venezuela, las dos naciones se reparten los lugares comunes. Colombia sería pasión y afán, instituciones y verbo bien conservados; habría dicho Bolívar que es “una universidad”. Con una larga bonanza petrolera y el trópico acaparado en su norte, un sueño de modernidad que ha dado saltos inmensos, así como también terribles frenazos, y el realismo mágico de allá enseñoreado aquí, haciendo burla del descorche y la espuma, Venezuela, la risueña, sería “un cuartel”. Pero ¿esos apelativos nos identifican o nos encasillan? ¿Es esta la fotografía? Este libro de entrevistas a colombianos de diferentes oficios, intereses y condiciones, radicados hace buen tiempo en Venezuela, quizá debía ayudar en el trazo del perfil de lo que somos. Felizmente, creo, más bien, no solo no convalida estigmas o descarta estereotipos, sino que, mejor aún, permite descubrir que la identidad es un proceso en movimiento y de orfebrería cotidiana, que es un espacio abierto en el que caben todos los rumores junto a los amores, que es una seductora invitación de la agenda personal de cada quien. Las pistas de lo que somos ambos países, con cada conversación, comenzaron a multiplicarse a la ene, como un delta se abrieron en nuevas simbologías y se volvieron más complejas, incluso se cruzaron y prestaron, y no solo por efecto de la mudanza y la adaptación. En cualquier caso, estoy persuadida, y así también los colombianos que ofrecieron gentilmente sus testimonios, de que nunca como ahora la posibilidad de interacción, reinvención, incluso fusión –en período de prueba durante la Gran Colombia–, luce más real, con todo y la coyuntura política actual.
Nuestra mirada amoldada a leer las imágenes fluctuantes de la tele puede determinar en segundos, por ejemplo, y sin haber estado allí jamás, que la manida escena del carro que da saltos y parece que lo lleva el viento, por aquellas calles empinadas, se sitúa en la ciudad estadounidense de San Francisco. No tenemos recuerdos tan claramente identificados de Cali o Medellín –incluso de Boconó o Carúpano–; el ...