Número 48
Argentina y Venezuela:
20 testimonios
Alejandro Martínez Ubieda
Horacio Jorge Becco, Manuel Bemporad, Marta Mosquera Eastman, Ethel Rodríguez Espada, Lido Guarnieri, Jorge Portilla, Adolfo Salgueiro, Ricardo Mitre, Lázaro Recht, Susana Strozzi, Ana María Fernández, Fernando Yurman, Ernesto Borga, Raúl Lotitto, Roberto Eliaschev, María Elena González Deluca, Víctor García, Estela Aganchul, María Isabel Bertone, Blanca Strepponi
Alejandro Martínez Ubieda
Politólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela y candidato a magíster en Desarrollo y Ambiente de la Universidad Simón Bolívar.
Fue coordinador, primero, y director, luego, de Relaciones Internacionales del Congreso de la República entre 1982 y 2002. Ha ejercido la coordinación general de conferencias de la Unión Interparlamentaria, Parlamento Andino, Parlamento Latinoamericano y Parlamento Amazónico, realizadas en Venezuela, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Suriname y Guyana.
Como secretario ejecutivo del Parlamento Amazónico, diseñó el proceso de redacción de la Ley de Diversidad Biológica entre 1997 y 1999.
Fue presidente de la Reunión de Expertos del G-15 sobre Conocimientos Tradicionales y Aprovechamiento Sostenible de la Diversidad Biológica, celebrada en Caracas en 2002.
Se ha desempeñado como consultor para organismos como la Unión Europea, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo y la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica.
Presentación
El tono que imanta a este libro de Alejandro Martínez Ubieda, Argentina y Venezuela: 20 testimonios, proviene de la experiencia decantada de sus protagonistas. Emigrar es asomarse al vacío, al desasosiego, pero también es conocer la maravilla de la condición humana en su más meridiano esplendor. Estas voces se adentraron en nuestro laberinto por razones políticas o por el azar, pero en todos los casos hallaron la mano amiga del mejor venezolano, el que nos enorgullece.
A diferencia de los anteriores de la serie, ya publicados –España, Alemania, Italia–, la inmigración argentina es más reciente. Salvo excepciones, los entrevistados por Martínez Ubieda en su mayoría llegaron en la década de los 70, cuando las persecuciones de la dictadura militar austral hicieron del exilio una razón de vida o muerte. Siempre interesantes, algunos de los diálogos llegan a conmover hasta las lágrimas, quizás estas voces confesionales se entregaron a la confidencia, seducidos por la actitud entrañable del entrevistador, un hombre sacudido por la hondura de los relatos. Gracias a todos.
Fundación para la Cultura Urbana
Prólogo
Abandonar el lugar donde se nace y crece es una experiencia que no todos los seres humanos tienen en la vida. Quienes tienen la vivencia irremediablemente quedan marcados. A veces para bien, a veces no tanto. El destierro es una ambivalencia que puede estar acompañada de las mejores oportunidades, pero siempre, aun en las situaciones más fulgurantes, implica al mismo tiempo una pérdida fundamental: la del entorno primigenio, la de los primeros recuerdos, la de parte de la memoria.
Si alguien ha descrito con maestría el sentimiento de quien el destino ha privado de su terruño, ese que subyace en esta colección de sagas personales de desterrados, es Jorge Luis Borges –suerte de emblema austral– quien en su poema «El forastero» retrata a quienes desde lejanas tierras escogieron Buenos Aires para cobijarse:
El forastero
Despachadas las cartas y el telegrama,
camina por las calles indefinidas
y advierte leves diferencias que no le importan.
Y piensa en Aberdeen o en Leyden,
más vívidas para él que este laberinto
de líneas rectas, no de complejidad,
donde lo lleva el tiempo de un hombre
cuya verdadera vida está lejos.
En una habitación numerada
se afeitará después ante un espejo
que no volverá a reflejarlo
y le parecerá que ese rostro
es más inescrutable y más firme
que el alma que lo habita
y que a lo largo de los años lo labra.
Se cruzará contigo en una calle
y acaso notarás que es alto y gris
y que mira las cosas.
Una mujer indiferente
le ofrecerá la tarde y lo que pasa
del otro lado de las puertas. El hombre
piensa que olvidará su cara y recordará,
años después, cerca del mar del Norte,
la persiana o la lámpara.
Esa noche, sus ojos contemplarán
un rectángulo de formas que fueron,
al jinete y su épica llanura,
porque el Far West abarca el planeta
y se espeja en los sueños de los hombres
que nunca lo han pisado.
En la numerosa penumbra, el desconocido
se creerá en su ciudad
y lo sorprenderá salir a otra,
de otro lenguaje y de otro cielo.
Antes de la agonía,
el infierno y la gloria nos están dados;
andan ahora por la ciudad, Buenos Aires,
que para el forastero de mi sueño
(el forastero que yo he sido bajo otros astros)
es una serie de imprecisas imágenes
hechas para el olvido.
No es fácil describir la experiencia que ha significado esta inmersión tan particular en el alma de quienes, habiendo nacido en la Argentina, han hecho de Venezuela su casa definitiva.
En primer lugar, debo descubrirme: hay quienes disfrutamos como un placer, como una curiosidad insaciable, la posibilidad de asomarnos a la vida de personas que tienen distintas raíces y creencias. Conocer las visiones de aquellos que se formaron en culturas que nombran los objetos de otra manera –aun cuando puedan compartir el idioma– es siempre una forma de abrirse al mundo, de contrastar nuestras propias razones para nombrar las cosas de una determinada manera, de comprender las diferencias.
En el caso que nos ocupa –esa garra larga que da término a la América del sur y que tiene nombre de plata–, haber conversado con personas de distintas ciudades –unos porteños, otros cordobeses o tucumanos, otros santafecinos o patagónicos, todos argentinos–, de distintas profesiones, de diferentes temperamentos, unidos sólo por el hecho de haber abandonado su patria para instalarse en un nuevo país, ha sido, por decir lo menos, realmente emocionante.
Ciertamente, abordar esta tarea a partir del inmenso afecto por Argentina fue sólo el comienzo. A poco, fueron apareciendo aspectos que no estaban en el imaginario primigenio de la iniciativa. Mucho más que un intercambio racional, más allá de las razones concretas que cada uno de los entrevistados tuvo en su momento para abandonar la patria que hasta ese momento consideraba la única, la elaboración de este libro fue un ejercicio en el que el recuerdo, en todos y cada uno de los casos, habilitó emociones que estoy seguro movilizaron lo más íntimo de quienes tuvieron la amabilidad extrema de abrir, en varios casos a un desconocido, sus circunstancias, los giros de sus vidas antes y después de asentarse en nuestro –y en este «nuestro» vamos todos– país.
Todos los entrevistados tienen una trayectoria relevante para Venezuela y, sin embargo, en muchos casos sus logros formales o profesionales se abordan sólo de manera tangencial, enfatizando el tránsito humano de su llegada al país. Estas páginas enmarcan conversaciones en las que, como si de una terapia sin terapeuta se tratara, fluyeron memorias, recuerdos y reflexiones que, en no pocas ocasiones, obligaron a entrevistado y entrevistador a reprimir, en aras de la formalidad, una expresión de sorpresa, de incertidumbre, alguna disparidad de la emoción, y, en casos extremos, una lágrima.
Para quienes hemos tenido una ...