Estudios geográficos y naturalistas, siglos XIX y XX
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Estudios geográficos y naturalistas, siglos XIX y XX

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Estudios geográficos y naturalistas, siglos XIX y XX

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Estudios geográficos y naturalistas, siglos XIX y XX presenta nueve capítulos que rescatan, analizan e interpretan la memoria histórica en torno a la serie de trabajos geográficos y naturalistas que en los siglos XIX y XX fueron desplegados por diversos actores de las ciudades mexicanas e incluso por extranjeros después de la Independencia y hasta su consolidación después de la Revolución Mexicana. A lo largo de siglo y medio, los actores de la ciencia en varias regiones del país reorganizaron el entramado científico en distintas ocasiones dependiendo de las circunstancias políticas, sociales y económicas para hacer frente a las demandas del Estado y la sociedad, para lo cual se fundaron universidades, instituciones, laboratorios, colecciones, comisiones y agrupaciones, que se acompañaron de explicaciones en torno a la importancia del aprovechamiento de los recursos ambientales.

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Información

Año
2023
ISBN
9786073058544
Categoría
Geografía

Capítulo 1. Exploración y descripción del territorio minero mexicano en el siglo XIX1

José Alfredo Uribe Salas2
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Introducción

En años recientes la historia de la ciencia ha puesto en el centro de sus consideraciones el concepto de territorio como una herramienta, tanto teórica como conceptual, capaz de desbordar los límites fronterizos del pensamiento geográfico (geografía física, teoría del análisis regional o de la geografía crítica), y que busca explicar las relaciones vinculantes de los fenómenos naturales en su dimensión espacial y los acontecimientos sociales en el curso de la época moderna. El debate académico sobre el concepto es largo y prolijo por la intervención de variadas disciplinas que han arrojado una pluralidad y diversidad de pensamientos y opciones metodológicas para desbrozar el escenario que aquí se denomina “relaciones vinculantes en su dimensión espacial” (Bosque Maurel, y Ortega Alba, 1995; Diego Quintana, 2004; Goncalvez Porto, 2001). En ese proceso de construcción de conocimientos también se encuentra implícita la circulación de estos en espacios de negociación entre distintos actores locales que, en su temporalidad histórica, se apropian del territorio y lo modifican dependiendo de la escala de interacción motivada por múltiples intereses. Se trata, y ese es el punto, de una construcción histórica, social y simbólica preñada de conocimientos empíricos (temporales y circunstanciados) que ayuda a la comprensión e interpretación de una realidad física humanizada (Auge, 2008; Harvey, 2004; Hiernaux, 1999; Hiernaux y Lindon, 1996: 89-109; Santos, 2000).
En ese sentido, el presente trabajo se propone analizar tanto el conocimiento como la práctica científica de los naturalistas e ingenieros de minas del siglo XIX que exploraron el territorio mexicano, lo describieron y lo conceptualizaron en un dilatado proceso de adecuación. Se parte de la premisa de que fueron ellos quienes emprendieron el reconocimiento “sistemático” de los territorios del México independiente, y los que formularon por primera vez descripciones acotadas de los territorios geográficos y etnográficos, las particularidades de flora y fauna de determinados nichos ecológicos, y la naturaleza y estructura de sus recursos minerales. Su práctica científica desde la llamada Historia Natural contribuiría a formular los cimientos de diversos sistemas de conocimiento de la realidad natural y social, y procesos de socialización del saber, cada vez más amplios, a través del establecimiento de instituciones de educación, asociaciones, museos, bibliotecas, periódicos y revistas3 (Uribe Salas, 2015: 105-130; Díaz de Ovando, 1998: vols. I, II, III; Morelos, 2012).
¿Quiénes integraban a ese sector social de escritores, editores y lectores, y las redes de intereses y compromisos que forjaron? ¿Cuál era su formación académica, desempeño profesional, aportes a la circulación de saberes y/o concreción de objetos conceptuales y tecnológicos? ¿Cuál fue el papel que ejercieron en la organización empresarial y en los procesos técnico-científicos de producción? Existe ya una literatura que busca dar respuestas a las interrogantes planteadas (Bazant, 1984; Paz Ramos y Benítez, 2007; Morelos, 2012; Flores, 1989, 2015; Gámez y Escalante, 2015; Uribe, 2015), pero se requieren de otros estudios dirigidos a conocer y explicar que el conocimiento es siempre el resultado de la conjugación de múltiples saberes locales que se encuentran circulando a través de cuerpos, objetos y textos, provenientes de diferentes fuentes, espacios y culturas.
En la aproximación a esa problemática he considerado a un grupo representativo de naturalistas e ingenieros mexicanos integrado por profesionales de botánica, mineralogía, paleontología y geología, que participaron en diversas instituciones de educación, asociaciones científicas, comisiones oficiales y proyectos gubernamentales. A ese grupo pertenecieron Trinidad García de la Cadena (1811-1886), Antonio del Castillo (1820-1895), Gumesindo Mendoza (1829-1883), Miguel Velázquez de León (1830-1890), Francisco Díaz Covarrubias (1833-1889), Santiago Ramírez (1836-1922), Alfonso Herrera (1838-1901), Antonio Peñafiel (1839-1922), Manuel María Villada (1841-1924), Jesús Sánchez (1842-1911), Mariano Bárcena (1842-1899), Manuel Urbina y Altamirano (1844-1906), José Ramírez (1852-1904), José Guadalupe Aguilera (1857-1941), Gabriel Alcocer (1864-1916), Jesús Galindo y Villa (1867-1937), Ezequiel Ordóñez (1867-1950), entre otros. Este grupo de profesionales de la ciencia recorrieron el extenso territorio mexicano, interactuaron con los saberes y experiencias locales, y sus estudios fueron publicadas en los periódicos y revistas más importantes y de mayor circulación en México, entre las que destacan, desde luego, el Boletín de la Sociedad de Geografía y Estadística de la República Mexicana; La Naturaleza. Periódico Científico de la Sociedad Mexicana de Historia Natural; Anales del Museo Nacional de México; El Minero Mexicano; Anales del Ministerio de Fomento de la República Mexicana; Memorias de la Sociedad Científica Antonio Alzate; Anuario de la Academia Mexicana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, correspondiente de la Real de Madrid; Anales de la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México; Boletín de Agricultura Minería é Industrias publicado por la Secretaría de Fomento; Boletín del Instituto Geológico de México, entre muchos más (Berberena y Blok, 1986: 7-26; Ayala, 1993; Saldaña y Azuela, 1994: 135-172).
Las revistas y periódicos que hemos enumerado fueron un agente activo en la propagación de conocimiento sobre diversos tópicos de la naturaleza (geográficos, botánicos, geológicos, mineralógicos, sistemas hidráulicos, técnicas y tecnologías, etcétera), y ayudaron a forjar intereses y relaciones diferentes entre quienes editaban, escribían y leían (Chartier, 2005: 11-12). Ese entramado de intereses comunes colocaría a los hacedores de la modernidad científica en inmejorable posición frente al Estado, el más interesado en dar cauce al ensanchamiento de las actividades productivas, y con los empresarios, que demandaban innovaciones organizacionales y técnico-científicas para sus actividades y negocios.
El presente trabajo busca delinear tres rutas de aproximación a la escala de interacción social de los problemas planteados: diversidad, entrecruzamiento e hibridación de los saberes; el concepto de territorio en la obra de los naturalistas e ingenieros, y el papel de los ingenieros en los procesos de innovación técnico-científica. La propuesta metodológica sigue los lineamientos expuestos por Henri Lefebvre quien considera que el espacio es un producto que vincula el espacio físico, las relaciones sociales y las mentalidades (Lefebvre, 1992).

Diversidad, entrecruzamiento e hibridación de los saberes

Los naturalistas e ingenieros mexicanos fueron, en el largo siglo XIX, el mayor vínculo entre el territorio y las actividades mineras. El ingeniero militar Luis Robles Pezuela4 (Cárdenas de la Peña, 1979: 277) aseguró en 1866 que
una de las ciencias de más útil aplicación en nuestro país es la geografía… Dueños de una extensión de más de ciento catorce mil leguas cuadradas (200.000,000 hectáreas), bañadas al Este por el Atlántico y al Oeste por el Pacífico; limitados al N. por terrenos inmensos, ricos por lo general en los tres reinos de la naturaleza; ceñidos al S. por una parte estrecha del continente, en donde se encuentran ríos navegables que convidan a establecer una fácil comunicación interoceánica; y dotados ampliamente por la naturaleza de una inmensa variedad de climas, parece que no sería necesario más de la voluntad para hacer de nuestro territorio el país más rico del mundo. Pero para poder explotar con ventajas estos elementos, es necesario conocerlos, ponerlos en acción; en suma, sembrar para cosechar. Sin el gasto de fuertes sumas empleadas en comisiones científicas que se ocupen en hacer levantamientos geodésicos, en situar puntos astronómicos, en ejecutar nivelaciones, en hacer observaciones meteorológicas y reconocimientos geológicos y de historia natural, nuestra geografía no podrá adelantar sino muy lentamente” (Robles Pezuela, 1866: 9-10).
El ingeniero de minas Antonio del Castillo asentó en el inicio de La Naturaleza, la necesidad de estudiar la historia física de la tierra, ya que en el caso de México sólo “algunos de nuestros distritos mineros y sus alrededores” eran conocidos, pero la vasta extensión de su territorio “está esperando que los iniciados en las ciencias descifren por las medallas de la creación sepultadas en capas, las épocas a que pertenecen” (La Naturaleza, 1870: 4-5). Y en el ámbito de la mineralogía sugería la exploración de todos los estados mineros del país y la integración de colecciones, pues “aún nos falta la descripción mineralógica de muchos de nuestros distritos mineros” (La Naturaleza, 1870: 1-5).
En esa interacción produjeron una diversidad de saberes, artefactos conceptuales y técnico-científicos, que circularon a través de la prensa escrita en varias localidades. El periódico La Naturaleza, por ejemplo, recogió entre 1870 y 1914 cerca de cien artículos especializados sobre temas de mineralogía y geología como resultado del trabajo de exploración e investigación que se realizó en la mayor parte del territorio nacional (Tabla 1).
Tabla 1. Distribución espacial de los trabajos mineralógicos y geológicos publicados en La Naturaleza.
Estado de la República Mexicana Número de estudios
Estudios generales a la República Mexicana 21
Hidalgo 8
Puebla 7
Guerrero 8
Jalisco 3
Colima 1
Michoacán 7
San Luis Potosí 5
Nayarit 2
Durango 2
Estado de México 8
Baja California 1
Guanajuato 6
Sonora 1
Chihuahua 3
Zacatecas 1
Veracruz 3
Oaxaca 1
Morelos 2
D.F. 4
Querétaro 1
Fuente: La Naturaleza, 1869-1914.
A través de su adiestramiento profesional en los estudios geológico-mineros realizados en el Colegio de Minería, la Escuela Imperial de Minas y, finalmente, en la Escuela Nacional de Ingenieros, el grupo de ingenieros mexicanos redescubrieron nuevas vetas minerales y yacimientos de cobre, plomo, zinc, hierro en territorios hasta entonces vírgenes o poco trabajadas, circunstancia que cambiaría el rumbo de la minería mexicana abocada a los metales preciosos, oro y plata, en el centro del México, por los de uso y demanda industrial que se impuso al final del siglo ubicados mayormente en el norte del país (Uribe Salas, 2000: 311-330; Uribe Salas, 2013: 117-142). Pero quizá lo más significativo para el avance del conocimiento haya sido la conjunción de técnicas y saberes universales con el escrutinio de la propia realidad que produjo un entrecruzamiento e hibridación de los saberes.5 El zoólogo Jesús Sánchez recoge con precisión ese fenómeno epistemológico cuando dice que: “Al fijar los hechos, al aplicar los principios, al examinar las teorías, al discutir los resultados, al presentar los ejemplos, hemos procurado referirnos a nuestro país, sirviéndonos, ya de nuestros estudios propios, ya de los practicados por nuestros compañeros y compatriotas” (Sánchez, 1887-1890: 41).
En ese proceso de exploración del territorio elaboraron descripciones detalladas de lo que veían y encontraban, apoyados en los saberes locales. Sin ser botánicos o zoólogos dieron cuenta de las particularidades de la flora y la fauna de los lugares recorridos (Bárcena, 1895: 39-67; Castillo, 1849: 336-340; Ordóñez, 1894: 54-74; Puga, 1892: 86-96); experimentaron los afanes disciplinarios de la geografía y la geología histórica y la humanización de los territorios por la acción de la sociedad (Ordóñez, 1890-1891: 113-116; Ordóñez, 1890-1891: 239-242); dieron cuenta de los fenómenos sismológicos y la historia de las erupciones volcánicas (Bárcena, 1874: 240-248; Bárcena, 1887: 5-40; Ordóñez, 1894-1895: 183-196); realizaron estudios de cuevas y cavernas para responder preguntas sobre las fuerzas que lo originaban y la edad de la Tierra (Uribe y Valdivia, 2015). Pero el mayor interés de los naturalistas e ingenieros mineros mexicanos serían los procesos de mineralización, como resultado de la descomposición de la materia orgánica del suelo, y la conversión del nitrógeno orgánico en nitrógeno mineral, especialmente nitrato y amonio (Bárcena 1874-1876: 35-37; Bárcena, 1877-1879: 268-271; Castillo, 1864: 564-571; López Monroy, 1888; Vega y Ortega y García Luna, 2014: 147-169).
Mejor capacitados en los estudios geológico-mineros, avanzaron en la descripción topográfica del territorio, los sistemas hidrográficos, las aguas mineralizadas y termales (Ramírez, Orozco y Berra, Cuatáparo, Manero, 1875), el origen de rocas y minerales, las propiedades de criaderos de azogue, ópalos, obsidiana, diamantes, linacita, bismuto, arsénico, cal hidráulica, criaderos de carbón, minas y criaderos de hierro, tobas calizas, noticia y descripción de las masas de hierro meteórico, y de piedras meteóricas caídas en México, estudios químicos de los minerales mexicanos, criaderos de grafita o plombagina, conteniendo las especies minerales dispuestas por orden de su composición química y cristalización, con arreglo al sistema del profesor Dana, observaciones sobre combustibles minerales, tintura alcohólica de resina de Guayacán, empleada como reactivo para reconocer los óxidos de manganeso y los carbonatos alcalinos, observaciones sobre las pegaduras que producen las mezclas binarias de selenio, antimonio, plomo y bismuto, y un largo etcétera (Aguilar y Santillán, 1898: 1-148; Olavarría y Ferrari, 1901: 1-170; Crespo y Martínez, 1903: 65-168).
La exploración y descripción del territorio mexicano llevó a los ingenieros de minas a interesarse por problemas y cuestionamientos propio de las disciplinas de la geología y la paleontología. En los estudios geológico-mineros que efectuaron en afamados distritos y pequeños centros de minería, repartidos en la extensa serranía mexicana, los ingenieros mexicanos se hicieron de las herramientas conceptuales de la estratigrafía para determinar las formaciones sedimentarias y la presencia de rocas eruptivas, y en diferentes estudios describieron y dataron la presencia de sustancias químicas y minerales con los parámetros del tiempo geológico de su formación; se sometió a discusión la presencia de los pórfidos ce...

Índice

  1. Introducción
  2. Capítulo 1. Exploración y descripción del territorio minero mexicano en el siglo XIX
  3. Capítulo 2. Por los derroteros de los estudios geográficos y la cartografía de las costas mexicanas del siglo XIX y principios del XX
  4. Capítulo 3. El desarrollo institucional de la Cátedra de Botánica de la Ciudad de México, 1821-1867
  5. Capítulo 4. México en el proceso de estandarización científico-técnica del siglo XIX. El caso de los meridianos de referencia
  6. Capítulo 5. Dos naturalistas suizos en México (1855-1882)
  7. Capítulo 6. La práctica botánica de Alfredo Dugès a través de la red de naturalistas decimonónicos
  8. Capítulo 7. Adolphe Boucard (1839-1905) y las apropiaciones de la naturaleza mexicana
  9. Capítulo 8. Geología y nuevos materiales de construcción: el suelo de Guadalajara en la mira del inventor Genaro Vergara, a finales del siglo XIX
  10. Capítulo 9. La difusión y la divulgación de las ciencias naturales en El Ateneo. Revista Estudiantil (Saltillo, Coahuila, 1920-1939)
  11. Fuentes
  12. Aviso legal