Santos y bandidos
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Santos y bandidos

Historia de los Robin Hood de Sudamérica

  1. 120 páginas
  2. Spanish
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Santos y bandidos

Historia de los Robin Hood de Sudamérica

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Tomando la posta del historiador británico Eric Hobsbawn, Jorge Bazán recrea la vida y la muerte de muchos conocidos y otros ignotos bandoleros que se levantaron en armas contra el poder constituido y que fueron canonizados al margen de la Iglesia por aquellos pueblos que sufrieron la opresión de los poderosos. HIstorias cortas de lealtades y traiciones, de cuchillos afilados, de fusiles humeantes, de cabezas cortadas y sangre derramada.

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Información

Año
2022
ISBN
9789878033051
Categoría
Historia
Categoría
Historia social

Plácido Jara

Plácido Jara (En el centro)
Casi en los albores mismos de la nacionalidad, el Paraguay tuvo en el Dr. José Gaspar Rodriguez de Francia (1766-1840), al mayor ideólogo y principal dirigente que logró la independencia de su país a pesar de las pretensiones de las Provincias Unidas del Río de la Plata, del Imperio del Brasil y la Corona Española. Su influencia en la toma de decisiones políticas trascendentes arranca en 1811, y su desempeño como Dictador Perpetuo desde 1814 hasta su muerte
Hombre de muchos defectos, que los tuvo, (“Yo el Supremo” Augusto Roa Bastos), durante su gestión cerró las fronteras del Paraguay, y generó uno de los procesos de crecimiento más importantes y sostenidos del continente, que luego continuó con el gobierno de Carlos Antonio López, padre del mariscal.
Para discutir en profundidad el “suma y saldos” de su gobierno, deberíamos cotejar varios volúmenes, inmiscuirnos en un largo contrapunto y aún así no nos pondríamos de acuerdo. Lo que nadie duda, es que logró que el Paraguay creciera de tal manera que se constituyó en un “mal ejemplo” para la Pérfida Albión, para esa Gran Bretaña que no podía tolerar el desarrollo independiente de nación alguna que tuviera el tupé de negarse a importar sus manufacturas con valor agregado incorporado a cambio de la exportación de materias primas. Por ello los países “súbditos” como Argentina, Brasil y Uruguay se aliaron contra el Paraguay, lo derrotaron, asesinaron a casi toda la población masculina, le robaron parte del territorio, destruyeron su infraestructura industrial y lo condenaron a la pobreza.
Al finalizar la guerra de la Triple Infamia (1864-1870) el Paraguay era una nación devastada, endeudada, con enormes dificultades para organizarse institucionalmente. Tal es así que entre entre guerras civiles y golpes de estado, entre 1870 y 1900, sólo tres mandatarios concluyeron su mandato y entre 1900 y 1932, lo pudieron hacer sólo dos presidentes. Era una época de hacha y tiza en la que los liderazgos se erigían merced al arrojo y la valentía de muchos que merecían el bronce, cuando el patriotismo de aquellos héroes superaba todos los límites. Y Plácido Jara era uno de ellos.
El Dr. Herib Caballero Campos (12) cuenta que Plácido nace el 5 de octubre de 1884, en la colonia Pirayú, a 53 kilómetros de Asunción. Era hijo de Juan Andrés Jara, un ex-combatiente de la Guerra Guazú (Guerra grande-Triple Alianza), y su madre, Doña Rafaela Rolón de Jara, hija del coronel Juan González, héroe de la misma contienda. A los 20 años, siendo afiliado al Partido Liberal, participó de la Guerra Civil de 1904, y luego haría lo propio en los enfrentamientos posteriores de 1911-1012. En 1915 se casó con Doña Ramona Escobar y se fue a vivir cerca de la cordillera de Mbaracatú 8, al este de la Región Oriental dedicándose a la producción de yerba mate. Cuenta Caballero Campos que a su casa se la conoció como Oga Lata (casa de lata en guaraní) por tener techo de zinc.
Historiadores paraguayos lo presentan como: “Extraña mezcla de señor feudal, guerrillero, arandu ka’aty (ciencia de los yerbales), arandu kuatia y patriota, de linaje guerrero hijo de un ex-combatiente de Lomas Valentinas y nieto de otro héroe de la Guerra Grande, se instaló en la lejana Itanarâ, en el Alto Paraná (hoy departamento de Canindeyú). Allí era dueño de tierras, plantaciones y hombres. Tenía, en el monte, una insólita biblioteca”.
“Cada vez que llegaban noticias de algún alzamiento armado, Plácido y su gente limpiaban sus armas y se lanzaban al camino. Era liberal, pero en sus filas se alistaban todos los que amaban el olor de la pólvora y la gloria del requecho luego del triunfo”.
En 1922, al estallar otra guerra civil en el Paraguay, Jara se une al sector rebelde encabezado por los coroneles Adolfo Chirife y Pedro Mendoza, pero ese sector alzado del Ejército es derrotado por las fuerzas gubernamentales en 1923.
Recordemos que en la famosa Guerra del Guano, o Guerra del Pacífico (1879-1884), Bolivia había perdido su salida al mar a favor de Chile, por lo que las grandes multinacionales petroleras Standard Oil y Shell se fijaron el objetivo de sacar su petróleo a través del Río de la Plata, pero para ello debían poseer puertos operables sobre el río Paraguay, para utilizar la hidrovía.
Si nos fijamos en el mapa territorial de Bolivia, podremos observar que en extremo este del país, en el departamento de Santa Cruz de la Sierra, existe sobre el río Paraguay un puerto boliviano que se denomina Busch en honor al Tnte. Cnel. Germán Busch, héroe de la Guerra del Chaco (que fue además presidente de la nación entre el 13 de julio de 1937 al 23 de agosto de 1939).
Se encuentra en un lugar casi tripartito entre Brasil, Bolivia y Paraguay. Muchos se preguntarán ¿ por qué no se utilizó ese acceso a la hidrovía Paraguay-Paraná para salir al Atlántico en lugar de ir a la guerra?. Ocurre que por entonces no existía la infraestructura requerida para tal fin. Se trata de una zona pantanosa, que necesita de un dragado importante y resolver algunas cuestiones hídricas que tienen que ver con los enormes meandros del río, que dificultan la navegación de buques de cierto calado. Hoy por hoy Bolivia ha tomado la firme decisión de invertir lo que sea necesario para lograr el objetivo, por una decisión política del presidente Evo Morales luego del fallo adverso de la Corte de la Haya de 2018, que determinó que Chile no está obligado a negociar con Bolivia la amputada al mar.
Esa pretensión suponía extender los dominios bolivianos a través del Chaco Boreal. Es por ello que contaron con la financiación de uno de los magnates de la explotación del estaño, Simón Patiño, que facilitó la suma de 25.000 libras esterlinas para llevar a cabo la penetración que sí o sí iba a desembocar en un conflicto armado.
El Chaco Boreal abarca una superficie de aproximadamente 650.000 km2. Es decir más o menos el territorio de Francia. Está limitado al este por el Río Paraguay, desde Asunción, pasando por Concepción, Puerto Casado, Fuerte Olimpo y Bahía Negra. Al norte y noreste por el Río Parapití y al sur por el Río Pilcomayo.
Estaba todo listo, pero las condiciones del desplazamiento de tropas desde el altiplano chocaban con un problema logístico: Las enormes distancias en suelo agreste y seco y la falta de agua en un territorio con temperaturas de 50°C que convertía a la región en un virtual infierno. Por ello, el presidente de Bolivia Daniel Salamanca envió misiones de exploración previas a la posible invasión que se planeaba, con la misión de establecer fortines enlazados. El mandatario no buscaba iniciar una guerra, pero quería poder negociar con el Paraguay en mejores condiciones, aunque la cuestión del agua seguía siendo clave.
En 1928 Plácido Jara había sido amnistiado por el presidente José Guggiari (1928-1932), y la situación con Bolivia se iba deteriorando. Casi en el centro del Chaco Boreal, el 20 de marzo de 1931 una patrulla exploradora del Ejército paraguayo descubrió una laguna bastante importante, que fue bautizada como Pitiantuta. Su valor estratégico era por entonces inconmensurable, y por ello se fundó en sus orillas hacia el sureste el fortín Carlos Antonio López.
El 25 de abril de 1932, un avión de reconocimiento boliviano, también divisó la laguna, y de inmediato dió aviso a las autoridades militares. Es así que el 15 de junio, sin consultar con Salamanca, la cúpula uniformada ordenó la ocupación de la laguna, y la destrucción del fortín Carlos Antonio López, lo que convirtió a Bolivia en país agresor y la guerra se hizo inevitable.
Las aventuras revolucionarias de Plácido Jara le habían costado casi todo su patrimonio. El establecimiento en Itanará, en la zona norte del Departamento de Canindeyú, quemado y desbaratado como represalia por las tropas del gobierno, hizo que tuviera que viajar a la vecina provincia de Formosa, donde trabajó durante un tiempo como comerciante con el seudónimo de Terencio González Rolón. Así aprovechó y se movió en la zona noroeste del Río Pilcomayo, donde estableció relaciones comerciales con los bolivianos. Por ello pudo conocer las características de la zona, lo que lo iba a beneficiar al comienzo de la guerra.
Por sus antecedentes y liderazgo, de inmediato fue convocado a Asunción donde el propio Jefe de Estado Mayor del Ejército, General Rojas, mediante Orden Reservada escrita del 14 de octubre de 1932, le ordena la formación de un escuadrón irregular con el fin de operar en la retaguardia boliviana para : “Cortas las comunicaciones del enemigo (hilos telegráficos); destruir caminos; quemar puentes; abrir zanjas; echar árboles; batir los convoyes de camiones y carros; arriar la mayor cantidad de cabezas de ganado hasta las líneas paraguayas; destruir potreros, aguadas; incendiar instalaciones. No presentar combate con fuerzas superiores en ningún caso”.
De esa forma se creó el Escuadrón “Benjamín Aceval”, con apenas 120 hombres que fueron reclutados en los yerbales de Alto Paraná, en la frontera con Brasil, y que fueron movilizados a Asunción en julio de 1932, por el maestro rural y además Teniente del Ejército Marciano Rodriguez. Otros que se acoplaron a la movida fueron, de Formosa, el médico Tomás Bergottini, también el Dr. Miguel Ortiz de Laguna Blanca, el ganadero Juan Carlos Alberto, y los comerciantes José Moger, Virgilio Jojot y Emilio Robert, casi todos de ascendencia paraguaya.
Existe el mito que por ser llamados macheteros, el escuadrón sólo luchaba con esas largas y filosas herramientas rurales, lo cual no resulta razonable. Como afirma el historiador paraguayo José Luis Martínez Paláez, si el General Rojas los convocó y les dió las instrucciones del caso, es poco probable que no los haya provisto de fusiles y revólveres.
Para el cumplimiento de la misión, le asignan un cuadrilátero estratégico de unos 80 km de largo por unos 30 km de ancho, del cual no podían salir, que se encontraba entre los fortines bolivianos ubicados en Esteros, Muñoz, Cuatrovientos, y Río Pilcomayo. Para llegar a esa zona, salieron desde Asunción en una barcaza, y llegaron remontando el Río Pilcomayo hasta Puerto Frers (Km 70 Ruta General Bruguez), hoy Estancia Rancho Alegre. De allí caminando hasta Buey Cabayú, y siguiendo a caballo hasta cercanías el Fortín Delgado, alcanzaron Estero Patiño hasta Fortín Gral Aquino. En ese territorio y zonas aledañas existían, según el historiador paraguayo Sindulfo Barreto, 70.000 cabezas de ganado vacuno, en una extensión de casi 485.000 hectáreas, explotadas por unos 50 ganaderos argentinos que habían cruzado con sus animales el río, pero carecían de título sobre esas tierras, porque ya el laudo arbitral del Presidente Hayes de los EEUU (1878), posterior a la Guerra de la Triple Alianza, había establecido que la tropas argentinas debían replegarse al sur del Río Pilcomayo, reconociendo soberanía paraguaya a la zona delimitada al sur del Río Verde. Desde 1918, parte de esa zona estaba ocupada de hecho por los bolivianos. Para ubicarnos, Puerto Frers quedaba frente a la localidad formoseña de Laguna Blanca. La sinuosa línea de combate estuvo al inicio entre Yacaré, Murillo y Nanawa. Y Jara debía moverse con su gente, claro está, al oeste de esa línea. Porque de eso se trataba. De hacer lo que el Ejército regular no podía hacer en la retaguardia boliviana, que era, entre otras cosas, hostigar los fortines, cortar comunicaciones, quemar puentes, etc., en función de las directivas del General Rojas. Y también incautar la mayor cantidad de animales para evitar que hicieran lo propio las fuerzas enemigas, que requerían de carne fresca para la tropa.
Se sabe que Jara llegó a elaborar un plan para cortar la única vía de salida de las tropas bolivianas ubicada en Muñoz (hoy General Díaz) y que hubiera significado la debacle del Ejército del altiplano que estaba destacado muy lejos de los centros de aprovisionamiento. De haberse aplicado la temeraria estrategia propuesta por Jara, tal vez se habría acortado la guerra y evitado que corra más sangre, pero esa opción fue desechada sin mayores consideraciones.
De todas maneras, por orden expresa del gobierno paraguayo, Plácido Jara realizó misiones de espionaje y hostigamiento durante la Guerra del Chaco, comandó un grupo de combatientes, identificados como “Los Macheteros de la Muerte”. Autores bolivianos ubican en 800 hombres los que componían la brigada, cifra tal vez desmesurada. Conocedor como pocos de la geografía chaqueña, daba golpes de mano casi de improviso, apareciendo de la nada detrás de las líneas enemigas luego de atravesarlas casi como un fantasma sin ser visto y aprovechando picadas que solamente “Los Macheteros” conocían. El historiador de Chuquisaca Alejandro Cerrudo Santelices, afirma que Plácido Jara y sus irregulares fueron enviados antes de la Batalla de Boquerón con la misión de impedir que el ejército boliviano pudiera llegar a abastecerse. Y aquí encontramos las distintas versiones.
Ese crucial enfrentamiento bélico tuvo lugar entre el 9 y el 29 de setiembre de 1932. Santelices denuncia que los macheteros “ultimaban a los grupos de sanidad, masacraban a los enfermeros y a los heridos sin ninguna noción de humanidad”.
Igual argumento utilizaron distintos diarios paceños de la época. Roberto Querejazu Calvo, autor de “Masamaclay”, la descripción de la Guerra del Chaco, señala a su vez que luego de los ataques a los sucesivos fortines bolivianos, las huestes de Plácido Jara fueron derrotados por el escuadrón del por entonces Mayor Germán Busch por lo que en precipitada fuga tuvieron que asilarse en la Argentina donde según él fueron hechos prisioneros. Esa versión no es compartida por historiadores paraguayos y me permito desecharla por la documentación existente.
El General de Brigada paraguayo Carlos José Fernández, escribió “La Guerra del Chaco”, que se compone de 6 tomos, y que desde el punto de vista del autor es el relato más completo de la descripción de las hostilidades, desde el inicio hasta el final de la guerra.
Este autor, que participó como combatiente en la contienda como Tnte Coronel, fue Comandante del 1° Cuerpo de Ejército. Había nacido en Arroyos y Esteros en 1894, y falleció en Buenos Aires en 1982. Al finalizar la guerra alcanzó el grado de Coronel y fue ascendido post-mortem a General de Brigada por Decreto del Presidente Luis González Macchi en 2001.
Otros autores bolivianos nombran a Plácido Jara con los despectivos motes de “filibustero”, “asesino”, “ladrón”, “salteador de caminos” y hasta de “fugitivo” de la justicia argentina. No existen documentos fehacientes donde figure que los hombres de Jara fueron detenidos en este país. Además si bien el término de “asilado” del comandante Plácido Jara puede ser compatible con su deseo de finalizar sus días en Argentina, ello sólo puede explicarse por los problemas políticos derivados de su vinculación con el Partido Liberal paraguayo.
Pero en cuanto a los relatos falaces esgrimidos por ambos bandos en pugna sobran los ejemplos. Por ejemplo el ex- médico militar boliviano Dr. A. Ibañez Benavente, en su libro “Sed y sangre en el Chaco”, denuncia las exacciones cometidas por sus compatriotas bolivianos en contra de los indígenas, acusándolos de haberlos corrompido a la vez en sus prácticas y en sus cuerpos, iniciándolos en la masticación de coca, violando a sus mujeres y transmitiendo así enfermedades venéreas en el Chaco, además de contaminar los poquísimos los pozos de agua con bacilos del cólera !!!. Si fuera cierto, ¿ello no sería acaso un crimen de lesa humanidad, una acción violatoria de todos los principios básicos que rigen entre los seres humanos aún en tiempos ...

Índice

  1. Portadilla
  2. Legales
  3. Eric Hobsbawm y sus bandidos
  4. Martina Chapanay
  5. Antonio María
  6. El “Gauchito” Antonio Gil
  7. Juan Moreyra
  8. Joaquín Murrieta
  9. El Clinudo “Rodríguez”
  10. Juan Bautista Vairoletto
  11. El “Pelayo” Alarcón
  12. Plácido Jara
  13. Regino Vigo
  14. Virgulino Ferreira da Silva
  15. Carlos Prestes
  16. Butch Cassidy
  17. Segundo David Peralta
  18. Isidro Velázquez
  19. El Capitán Venganza