El poder del dolor
eBook - ePub

El poder del dolor

Cómo partir de la frustración y alcanzar la fortaleza

Paloma Rosado Sanz

  1. 224 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

El poder del dolor

Cómo partir de la frustración y alcanzar la fortaleza

Paloma Rosado Sanz

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

Este es un libro que nos habla del dolor como poder y recurso, y nos ofrece guías para transitar los tramos penosos y las pérdidas. Si algo necesitamos hoy son pistas sobre cómo acoger y dotar de sentido al dolor. Es precisamente en esa experiencia cuando se reconoce a las personas sabias por su capacidad para movilizar un nuevo potencial. Ellas están en el presente real y, al tiempo, confían en algo más grande que nos sostiene y nos guía a todos. Paloma Rosado se adentra en uno de los aspectos más incómodos de nuestra existencia: el dolor emocional. Sin tratar de aleccionar ni amaestrar, busca iluminar –un poco– un territorio misterioso que interpela al alma. El libro se divide en tres partes: Creación y vida, Destrucción y muerte, en el que plantea diversas situaciones de pérdida (crisis, enfermedad, vejez, muerte, pérdida de un hijo, viudedad…), y los diversos modos de afrontarlas, y Regeneración y renacimiento, que reflexiona sobre el tránsito desde la pérdida hacia la plenitud. Complementan el libro una serie de ejercicios prácticos de meditación y una bibliografía seleccionada para conocer más sobre el tema.

Preguntas frecuentes

¿Cómo cancelo mi suscripción?
Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
¿Cómo descargo los libros?
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
¿En qué se diferencian los planes de precios?
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
¿Qué es Perlego?
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
¿Perlego ofrece la función de texto a voz?
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
¿Es El poder del dolor un PDF/ePUB en línea?
Sí, puedes acceder a El poder del dolor de Paloma Rosado Sanz en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Medizin y Krankheiten & Allergien. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Año
2019
ISBN
9788428562065
Edición
1
Categoría
Medizin

Parte II

Destrucción y muerte


Cuando la vida nos golpea, el yo limitado se desajusta y se tambalea porque el viento sopla a favor del ser esencial que nos habita aunque no lo percibamos. Ojalá podamos situarnos entonces entre los lúcidos que ante el dolor saben dejar caer sus identidades –o al menos ciertas formas–, renunciando a la energía que estas suministran. Ojalá aprovechemos alguna de las oportunidades que da la vida para ahuecar el corazón y aligerar el ego, generalmente a través de pérdidas, crisis, frustraciones, golpes, demolición o muerte.
Si la semilla se entierra en la oscuridad y recibe agua, se hincha, se rompe y se transforma para que un fino tallo salga a buscar la luz.

4

La pequeña muerte

que es crecer empequeñeciéndose

Podríamos definir a Jack Kornfield como un buscador. Criado en una familia judía, se graduó en Estudios Asiáticos y se hizo monje budista para años más tarde ser padre de familia, psicólogo, maestro de meditación y escritor. En uno de sus libros recoge lo que supuso para él experimentar «la postración de la apertura» que le fue impuesta en el monasterio de Tailandia donde vivía. Cada vez que iba a entrar en la sala de meditación tenía que hacer ese gesto de humillación con el cuerpo –ponerse de rodillas y agachar la cabeza hasta tocar con ella las manos apoyadas en el suelo–. Pero tras las primeras semanas de práctica uno de los monjes más antiguos le corrigió: no lo estaba haciendo bien, tenía que postrarse cada vez que se encontrase con uno de sus mayores. En ese contexto tal mensaje significaba que tenía que postrarse ante cualquier monje que llevase más tiempo que él en el monasterio, es decir, todos. Y así lo hizo. Con algunos era sencillo, pues los consideraba hombres sabios y liberados, pero el problema llegaba cuando tenía que hacerlo ante un joven arrogante o un campesino que no parecía sentirse muy comprometido con la vida monástica, aunque sí satisfecho por la seguridad que le reportaba. Pero un día decidió buscar lo que tenían de respetable y valioso las personas con las que convivía y empezó a postrarse ante las arrugas que marcaban una dura vida de trabajo en uno, el vigor y la juventud de otro, la ligereza y aceptación de un tercero... y empezó a postrarse también ante la vida del lago, al entrar en su cabaña... «tras un tiempo, la postración se convirtió en mi vía –era lo que hacía–. Si algo se movía, me postraba ante ello»4. Había transformado en belleza y afecto lo que antes le provocaba rechazo y menosprecio.
La verdad es que a partir de un cierto punto, crecer en la vida significa hacerse pequeño en lugar de grande; empequeñecer lo suficiente para dejar entrar y reconocer como propio lo que parece ajeno, lo que creemos que no es «yo». Crecer es volverse flexible y humilde para inclinarse ante la vida y su misterio. Crecer no es incorporar más «yo» sino un poquito más «tú», más de todo. Esa es la increíble grandeza de la pequeñez y la naturalidad. Es reconocerse a uno mismo en todas partes, en todos y en la naturaleza. Acoger en el corazón sin exclusión, sin distinciones. Crecer es la dilución del concepto «alteridad» para ser uno con todo en un movimiento creativo y de vida. Y a ello nos invita tanto el amor como el dolor, aunque el segundo con mayor premura. Ambos nos plantean la pregunta esencial con la que los seres humanos convivimos: «¿Quién soy yo?», es decir, «¿cuál es mi esencia?», «¿qué me define?». Una incógnita a despejar a lo largo de los años aunque, si aguzamos bien el oído, tal vez podríamos avanzar más e intuir el eco de su respuesta cuando contactamos con nuestra desnudez. Una respuesta que no pasa por ser esto, aquello o lo otro sino únicamente por experimentar hondamente «yo soy», «yo existo», «la vida me habita y pasa a través de mí». Antes es posible que hayamos conectado con otros interrogantes también relevantes para el ser humano como: «¿Qué quiero hacer?», «¿junto a quién deseo permanecer?», «¿de quién busco estar lejos?», «¿cómo elijo vivir?». Porque en medio de las turbulencias y las prisas, el ser desnudo que sigue cantando en nuestro interior no puede acallar su vibración y resuena a la altura del corazón, a la espera de ser intuido. Si escuchamos sus notas, su ritmo y su mensaje no hablan de «querer llegar a» sino de «lo que es ahora», del espacio fecundo y guiado en el que estamos inmersos a cada momento y en el que convivimos.
Como ya hemos dicho, para abrazar humildemente lo que hay basta con soltar, con reducir gradualmente las identidades que creemos ser. Al ir ahondando en ese gesto generalmente descubriremos que sonreímos más, escuchamos mejor el canto de los pájaros y captamos mejor los afectos en el diálogo con los otros. Conseguiremos resistirnos menos a lo que se nos acerca a cada momento, a aquello que salta a nuestra experiencia, ya sea alegría o tristeza, claridad o confusión, belleza o enojo. Pero no nos engañemos, este crecimiento no sucede como un desprenderse sencillo, sino que es una pequeña muerte. «La reforma del ego es más rigurosa que el retiro a una región solitaria, un ashram o un monasterio»5, aclara acertadamente la filósofa francesa Marie Madeleine Davy.
La clave está en ver como natural que todo lo que acontece son formas sagradas que la vida crea, para ser abrazadas en el altar de nuestra presencia. En palabras de Eduardo Galeano: «Se incorporará a los códigos penales el delito de la estupidez que cometen quienes viven por tener o ganar, en vez de vivir por vivir sin más. Como canta el pájaro sin saber que canta, y como juega el niño sin saber que juega»6. Desde ahí veríamos el color de las cosas y no solo las rigideces de nuestros pensamientos, habitaríamos el mundo y no solo nuestro mundo, viviríamos más despreocupados y gozosos, tendríamos menos dogmas e ideologías y más experiencias. Confiaríamos en lo que nos impulsa y nos dirige tal como se nos hace presente a cada instante, en lugar de perseguir un sueño falaz.
Si nos aligeramos gracias a la humildad seremos bendecidos con sus frutos, dulces y nutritivos, aunque de maduración lenta, es cierto. Cuando brotan, amar la vida es fácil y nos sentimos capaces de «aceptar lo que es, aceptarnos como somos y aceptar a todos los que son»7, en sintonía con el Gran Alma. Porque para el corazón sencillo amar la vida es natural, al igual que amar lo que se presenta a cada momento, aunque lleve el rostro de un sentimiento difícil o un hecho trágico. Y también amar y respetar lo que somos y a los demás tal como son, incluyendo a aquellos que no nos gustan mucho o que nos han lastimado o herido en algún momento.
Movimiento, evolución, metamorfosis. Yo he sido esposa y he dejado de serlo; he criado a mi hija y la he entregado al flujo de la vida y he sufrido por ella cuando su padre dejó este mundo sin poder darle siquiera un abrazo. He sido exitosa y fracasada, he calentado mi corazón con amor y he experimentado la pérdida... Convivo con el misterio de la vida y el anhelo de crecer en amor y aceptación, empequeñeciéndome. Porque si hoy apareciera ante mí el genio de la lámpara mágica y me concediera tres deseos elegiría crecer en aceptación del presente, crecer en humildad y crecer en presencia liberadora. Todo es lo mismo.

5

Las crisis como oportunidad

de transformación

Como decíamos al principio, en el viaje de la vida se encadenan en alternancia tiempos de ascenso y tiempos de descenso, vivencias de expansión y otras de retracción, amor y dolor. En el juego de la vida tiene su momento el ganar e incorporar y su momento el soltar y desprenderse. A ello se añade que hoy vivimos circunstancias en las que muchas personas entran en contracción, temor, crisis en definitiva. Tiempos en los que nos resulta imperioso buscar otra mirada y otros valores. Lo viejo no sirve y lo que está por venir e inventar es incierto. La semilla se encuentra enterrada en lo oscuro de la tierra, se diluye su forma conocida y aún no sabe en qué se va a convertir. Crisis como oportunidad, dicen los chinos, crisis como transformación. Al parecer esto de vivir va de continuos ciclos de morir y renacer.
Y quizá entrar en crisis sea uno de los mejores momentos para ensayar nuevas respuestas vitales ante la adversidad. Porque la crisis encierra esa posibilidad de actualización y de movimiento interior a la que parece prestarse menos la dicha. Así, con el fin de fomentar esa mirada amplificadora me gustaría destacar cuatro propósitos para esos tiempos de cambio:
1. Educarnos en el servicio a la vida. Padecemos graves infecciones, por no decir gangrenas, en el cuerpo social y en nuestra interioridad: la competencia, la lucha, la imposición, la envidia, la exclusión y todas las pasiones bajas que gobiernan el yo y también la vida colectiva. «Maldita sociedad y maldito sistema», proclamamos. No nos falta razón. Algo anómalo, anti mamífero, mercantilista y sin corazón gobierna el actual montaje sociopolítico y trata de seducir al yo limitado que hay en cada uno. Y lo hace con las tentaciones clásicas de placer, poder, prestigio o reputación, para comprar nuestra alma (que nunca ha estado en venta, pero hemos logrado olvidarlo). Cuesta ser un resistente del espíritu y seguir escuchando su canto en nuestro interior. Ojalá el poder fáctico fuera el del espíritu y los grandes gobiernos y las grandes decisiones correspondieran a hombres y mujeres que conocen la sabiduría que no es solo de este mundo porque lo trasciende. «El espíritu al poder» –proclamamos en más de una ocasión con Garriga– para elegir a los que gobiernan los asuntos mundanos, para intentar poner el acento en los que están más libres de sí mismos y menos sobornados por sus propias pasiones y tentaciones, a los más luminosos y maduros entre los seres humanos.
En este entorno, el tratamiento sanador que cada uno puede tomar requiere de reeducación, de eliminar dogmatismos y fomentar la atención y la consciencia con meditación; educación en el amor, la felicidad, la pérdida y no tanto en el logro; contacto con lo afectivo y no solo con lo ejecutivo; cultivo de valores que enfaticen lo cooperativo y fraterno. Todo para ayudar a manifestarse al ser esencial que somos, más allá de nuestras formas e identidades.
Además en este proceso ayuda de forma vigorosa el contacto regular con la naturaleza. Los paseos silenciosos por el monte y la montaña o la exposición al sosiego del mar. Sin afán de conquista, sin la búsqueda de un resultado deportivo, simplemente exponiéndonos a nuestro hábitat natural para dejarnos hacer, para captar el latido de la vida en todo y en todos, como formas sagradas que nos acompañan en la existencia y nos invitan a despertar o profundizar.
2. En las pequeñas cosas, proceder integrando las dos polaridades. Los seres humanos entramos en contacto con el mundo a través de dos sofisticados sistemas. Uno nos permite oír, ver, tocar, oler y saborear lo que el mundo quiere ofrecernos: los sentidos nos facilitan el contacto con todo lo que acontece fuera de nosotros. Tanto el placer como la aflicción. El otro, el sistema motor, es el que nos permite intervenir, actuar y cambiar lo que oímos, vemos, tocamos, olemos y saboreamos. En cierto modo podríamos considerar a uno como pasivo y al otro como activo, conviviendo en una tensión equilibrada o inestable, según el momento, y compartiendo un papel protagonista en la elaboración de los sentimientos y las emociones que nos guían cada día.
Y es en ese espacio en el que cada uno nos identificamos con ciertas virtudes y defectos, ciegos a los contrarios que también cobijamos. Si nos consideramos tiernos no solemos percibir la crueldad que también reside en nosotros, y lo mismo sucede con la valentía y la cobardía, la generosidad y el altruismo, la amabilidad y la agresividad... Sin embargo la realidad, que es rica y compleja, hace que las dos polaridades convivan en nosotros y necesiten ser reconocidas y expresadas para proceder sin automatismos y con armonía. Es como si fuéramos un funambulista avanzando por el fino alambre del elegir permanente que implica la vida adulta, y a cada paso tuviéramos que elevar o rebajar un lado u otro de la pértiga para mantener el equilibrio. Y como en tiempos de crisis parece que permanecemos más atentos a nuestros ademanes y equilibrios, por eso es una preciosa ocasión para experimentar el proceder que se tenga menos ensayado en el viaje de la vida.
Así, quien se sienta cotidianamente inclinado a no combatir y a huir de la dificultad –entumeciéndose y rumiando en sus adentros–, tal vez podría probar a levantarse las mangas de la camisa, explorar las pistas del movimiento activo y salir al mundo a colaborar con su energía, en un proceso de transformación que requiere del intercambio de ideas de los inconformistas. Y sin embargo, quien se sienta inclinado a repetir una dinámica de batalla y reyerta, edificada sobre una inquebrantable fuerza de voluntad, puede probar a adentrarse en la empatía, la afabilidad, la confianza y la belleza del discurrir de las pequeñas cosas.
3. En las grandes batallas existenciales, practicar el abandono tras haber luchado generosamente. Cuando la vida se pone especialmente exigente hay movimientos, tanto interiores como exteriores, que fortalecen aún más el nudo que nos aprisiona y también otros que consiguen ir liberando la tensión, ya que poseen un trasfondo resolutivo aunque a simple vista no resulte obvio. Mi querida amiga Melba Lopes –una sabia misionera india– resumía a la perfección este gesto vital cuando se refería a cómo ella misma enfrentó un grave problema de salud en el pasado: «luché mientras tuve energía física y paz interior. Pero en el momento en que noté que me faltaba uno de los dos supe que era la hora de abandonarme y confiar». Posiblemente la educación y práctica de una espiritualidad oriental le facilitaron esa oscilación tan compleja para los occidentales, pero no por ello quiero dejar de destacarlo como un propósito bueno y provechoso para cualquier adulto.
4. Dotar de sentido a la frustración. A lo largo de su obra, el psiquiatra Viktor Frankl desarrolló en detalle su visión del ser humano doliente, el del hombre y la mujer que osa entrar en la aflicción dotándola de sentido. Según relata Frankl, esta ardua tarea se puede apoyar: en la energía de la acción, el trabajo o el cumplimiento de un deber; experimentando y cultivando el amor y la contemplación que nos define como seres de espíritu o transformándonos a nosotros mismos en un proceso de dolor asumido con asentimiento activo. Tres caminos que plantean la cuestión del sentido de la propia existencia y que nos recuerdan una de las frases que se pueden leer en el Museo Viktor Frankl de Viena: «la vida hace preguntas. Nosotros las respondemos ejerciendo nuestra responsabilidad».

6

Enfermar sanamente

En las obras de la literatura pueden encontrarse abundantes ejemplos de existencias que fueron interferidas por una enfermedad grave. También en el cine, la música o las artes plásticas. Los casos incluso pueden hallarse en las vidas reales de sus creadores. Al parecer Van Gogh padecía un trastorno bipolar, García Márquez un cáncer linfático y Ava Gardner sufrió dos ataques cardíacos. Y es que una revisión rutinaria puede presentar un diagnóstico oncológico o una visita al especialista puede confirmar la sospecha angustiosa de sufrir alzhéimer, sida o ébola, por poner algunos ejemplos. Entonces se pierde la sensación de que cada mañana nos sostendrá un cuerpo saludable, capacitado para ejecutar nuestros deseos o la de que seguiremos viendo cumplir años a nuestros hijos, apoyándoles en sus pequeñas y grandes conquistas. Y es en esos momentos, tras el shock inicial, cuando los más despiertos pueden tornar el golpe del diagnóstico en el valioso catalizador d...

Índice