Ciencia o pseudociencia
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Las redes sociales, los medios de comunicación y otro sinfín de conductos nos bombardean con mares de información en el día a día. Las afirmaciones y titulares que inundan nuestras pantallas y cerebros muchas veces son alarmistas, confusas y contradictorias. Discernir entre los hechos científicos y las creencias o mitos pseudocientíficos resulta imperativo, pues en ellas basaremos decisiones que afectarán directamente nuestra salud, alimentación y calidad de vida. Mediante este libro divulgativo y ameno, un grupo de científicos del Centro Nacional de Biotecnología se unen para proporcionarte instrumentos prácticos que te faciliten no solo analizar la información de manera crítica, sino también tomar decisiones bien informadas acerca del mundo que te rodea y de tu propio bienestar.

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Información

Editorial
Plataforma
Año
2022
ISBN
9788418927317

PRIMERA PARTE Las apariencias

1. El efecto placebo

«Algunos pacientes, aunque conscientes de que su condición es peligrosa, recuperan su salud simplemente por su satisfacción con la bondad del médico».
HIPÓCRATES

Los «milagros» existen

¿Qué es un milagro? Hablamos de un suceso poco probable y maravilloso que se escapa, en muchos casos, de lo que dictan la lógica y la estadística. Nos referimos, más concretamente, a la curación o mejora espontánea de enfermedades en personas que no han recibido ningún tratamiento para paliar su dolencia y de las que, por lo tanto, no se esperaría su curación.
Como en el bíblico «Lázaro, sal fuera»,c por el cual Jesucristo resucitó a un difunto, cada día, y en todo el globo, ocurre una curación o alivio espontáneo de los síntomas de ciertas enfermedades. No se trata de un hecho de naturaleza divina como en este pasaje bíblico. Ni tampoco hablamos de algo tan extremo como la resurrección de un muerto. Pero sí de temas tan respetables como el alivio espontáneo del dolor, mejora de la ansiedad o depresión, mejora de los síntomas de los resfriados o el síndrome del intestino irritable, que cada año generan costes millonarios a la Seguridad Social y al bolsillo de los pacientes.
Hablamos del efecto placebo (EP). Algo mucho más común de lo que pudiéramos pensar inicialmente y del que poco a poco vamos recabando información y empezando a entender. Sin embargo, su naturaleza aparentemente «milagrosa» no deja de fascinarnos, ya que, si no es de origen divino, alguna explicación científica tiene que haber detrás de semejante maravilla. Y en el momento que se comprenda la naturaleza del EP en su totalidad y se logre reproducir a voluntad, se pondrá al alcance de la humanidad una nueva y potente herramienta terapéutica.

El placebo, (los) EP y su reverso tenebroso

El hecho de que un paciente se someta a un tratamiento específico está rodeado de multitud de factores que influencian su camino a la curación. El primero y más evidente es el beneficio derivado directamente del tratamiento en sí. Sin embargo, hay otros efectos que pueden intervenir en el proceso curativo (figura 1-1). Entre ellos, el más destacado es el EP.
Figura 1-1. Los múltiples efectos de un tratamiento en la mejora del paciente (adaptado de INFAC). Vector de fondo creado por freepik - www.freepik.es.
Un placebo es una substancia inocua que se administra a un paciente en vez de un medicamento. Su nombre procede del latín y originalmente significaba «yo complaceré», y no en balde, ya que el placebo puede producir efectos positivos para la salud a pesar de que químicamente sea una sustancia neutra. El conjunto de estos efectos es lo que se conoce como el EP.1,2 Para ser estrictos, deberíamos decir que no hay un único EP, sino varios. Cada uno de los efectos positivos en algún aspecto de la salud que se producen a causa de la administración del placebo es un EP en sí mismo. Aunque para simplificar, hablaremos de aquí en adelante del EP como el conjunto de estas mejoras para una dolencia determinada.
Sin embargo, esa capacidad de la mente para aliviar sus dolencias, tan sorprendente como maravillosa, también tiene su reverso tenebroso. Son el efecto nocebo y efecto lessebo.1,3,4 De la misma manera que una persona se puede «sugestionar» a favor de su salud, el efecto nocebo usa los mismos mecanismos en detrimento de esta. El caso más claro es del hipocondríaco. Se siente enfermar y nota todos los síntomas secundarios de un medicamento que se acaba de tomar, tan solo leyéndolos en el prospecto, aunque realmente no le estén afectando. Mientras que el efecto nocebo permite percibir una serie de síntomas desagradables cuando realmente no hay justificación para estos, el efecto lessebo lo que no permite es notar la mejoría que deberíamos sentir al tomar un medicamento o un tratamiento que sí funciona. Si el paciente se autoconvence de que la medicación que está tomando no le es útil, o bien, que es un placebo, esta medicación puede dejar de funcionarle debido al efecto lessebo.

Historia del EP: desde la prehistoria hasta los ensayos clínicos

Aunque el EP se dio a conocer popularmente a través de los ensayos clínicos de nuevos medicamentos en el siglo XX, se podría decir que es tan antiguo como la propia medicina.5 Desde la prehistoria hasta la época medieval, las enfermedades se entendían como castigos divinos, efectos demoníacos o posesiones de espíritus. En la mayoría de los casos el sacerdote y el médico eran la misma persona.
Aunque ya se empezaba a tratar a los enfermos con ciertos extractos naturales, el mayor peso del proceso curativo se basaba en un ritual mágico. De hecho, los rituales que envuelven a muchos de los procesos curativos de la antigüedad están directamente vinculados con la aparición y potenciación del EP, a través de la sugestión, como en las culturas precolombinas, entre otras, donde el uso de alucinógenos en las curaciones era algo común.
En Asia, concretamente en la India y China, la salud y la enfermedad eran producto del equilibrio (o la falta de él) entre la energía y fluidos corporales (humores). En la India, la medicina se basaba en los textos sagrados llamados Ayurveda, que recogen sus conocimientos médicos desde el siglo VII a. C., y hablan de tres tipos de humores corporales: kapha, pitta y vata. Los rituales para llevar nuevamente estos tres humores al equilibrio eran la base de todo tratamiento de la enfermedad.
Mientras, en China la medicina tradicional que se desarrolló desde un milenio antes de nuestra era hasta el 1600 d. C. entiende la enfermedad como un desequilibrio de la energía vital (qi), que está influenciada por las fuerzas yin (relajantes) y las fuerzas yang (estimulantes). Para restablecer el equilibrio se dispone de un amplio abanico de tratamientos: extractos de hierbas, meditación, ejercicios, masajes, etc. Entre todos ellos destaca la acupuntura, que ha sido el tratamiento más usado durante 2500 años y que propone la inserción de agujas sobre puntos definidos del cuerpo para regular o restablecer los flujos de energía. Hay que resaltar que esta «energía vital» es una propuesta filosófica; no está explícitamente definida y no se indica cómo se podría cuantificar. Es decir, que no tiene nada que ver con el concepto de energía de la física, bien definida y cuantificable.
En el antiguo Egipto ya se distinguía entre el médico (que trataba con hierbas), cirujano (que operaba) y hechicero (que practicaba rituales), pero en todos los casos la revelación del tratamiento venía a través de un sueño donde el dios Imhotep lo explicaba.
En la antigua Grecia, Hipócrates (460-377 a. C.), considerado como uno de los padres de la medicina occidental, profundizó en los conocimientos de la naturaleza del cuerpo y de la enfermedad. Así, en uno de sus principales tratados de medicina defendía la capacidad natural de curación de los cuerpos y que el papel del médico era ayudar al paciente a restablecer su salud por sí mismo.
En Roma destacó Galeno de Pérgamo (130-216 d. C.), que dejó más de doscientos tratados de medicina, en los cuales se explicaba que la salud era resultante del equilibrio entre la sangre y otros fluidos como la bilis negra, la bilis amarilla y la flema. En su extensa obra señaló que, más que el tratamiento en sí, era muy importante la confianza del paciente en el médico a la hora de obtener éxito en la curación. Otro ejemplo de la vital importancia del EP en la medicina clásica.
En el Renacimiento se intensificó el estudio de las enfermedades. En los siglos XVII y XVIII afloraron una serie de terapias y métodos propuestos como curativos, como el uso de «magnetismo animal», la electricidad, los metales y la homeopatía. El «magnetismo animal» o mesmerismo, en honor a su creador Frank Mesmer (1733-1815), postula que los seres vivos generan unos campos magnéticos repartidos por el cuerpo mediante cientos de canales y que el desequilibrio de esos campos magnéticos produce la enfermedad.6
Mesmer empezó a hacer sus curaciones con imanes, hasta que en 1774 creyó observar que otro ser vivo con un magnetismo fuerte podía curar con sus propias manos a los enfermos sin necesidad de imanes. En 1784, una Comisión Real creada en Francia por Luis XV concluyó que no había evidencias de esos canales, ni del flujo magnético y que las curaciones eran resultado de la imaginación. Sin embargo, las ideas de Mesmer, de la liberación de esos bloqueos energéticos o desequilibrios como fuente de sanación y liberación del alma, fueron la chispa inspiradora de la hipnosis como terapia.
Las investigaciones de electroestimulación de Guillaume Benjamin Amand Duchenne (1806-1875) dieron paso a la electricidad como método terapéutico. La electrocéutica es el método de curación mediante la administración de corrientes eléctricas, como la farmacéutica cura mediante la administración de fármacos.7 Amparados en este nuevo método terapéutico se han realizado tratamientos eléctricos para dolencias de lo más dispares, utilizando desde sutiles cosquilleos eléctricos hasta severos electrochoques. Para el alivio de dolores musculares y artrosis se ha empleado electroestimulación suave a través de la piel (TENS), mientras que los electrochoques se han usado principalmente para mitigar convulsiones y enfermedades psiquiátricas severas. Incluso, el manejo de los impulsos eléctricos ha sido fundamental para la creación de marcapasos que permiten sobrellevar problemas cardiacos. Aunque algunas de estas metodologías son de contrastada eficacia, en otros casos, como el TENS, se sospecha que sus bondades son fruto del EP.8,9
Siguiendo la línea del magnetismo y la electricidad animal tan de moda en el siglo XVIII, el médico Eliseo Perkins (1741-1799) diseñó un instrumento en forma de compás con diferentes tipos de metales en una de sus puntas: el denominado Tractor Perkins. Se suponía que, al pasar la punta metálica del compás por las zonas doloridas del paciente, este sentía un alivio automático, ya que el metal desviaba la electricidad acumulada en la zona, causante del dolor. Perkins estuvo usando y vendiendo su invento hasta que otro médico, John Haygarth (1740-1827), comprobó la eficacia del artilugio sustituyendo la punta de metal por madera y comprobando que no había diferencias en el tratamiento. Esa investigación la hizo pública en el libro La imaginación como causa y cura de los desórdenes del cuerpo, donde demostraba que el éxito de ese tratamiento se debía al EP.10
Entre estos nuevos métodos el más conocido actualmente es la homeopatía. Creada por Samuel Hahnemann (1755-1843), se basa en la premisa de que «lo parecido cura a lo parecido», donde el elemento curativo está extremadamente diluido. La veremos con más detalle en el capítulo 2. Como dato anecdótico, simultáneamente a estas nuevas terapias, Carlos II de Inglaterra también creó la suya propia. Elevó el EP al privilegiado sistema de curación del «toque real»: un toquecito de su regia mano y sano. Así, el monarca trató a más de noventa mil de sus súbditos. Este método se practicó en Inglaterra hasta final del siglo XVIII y en Francia hasta el siglo XIX.
Mientras tanto, ...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Introducción
  6. PRIMERA PARTE. Las apariencias
  7. SEGUNDA PARTE. Los fundamentos de nuestras dificultades
  8. TERCERA PARTE. Guía para el ciudadano
  9. Referencias
  10. Notas
  11. Colofón