DE LA PESTE NEGRA AL CORONAVIRUS
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DE LA PESTE NEGRA AL CORONAVIRUS

LAS EPIDEMIAS QUE LOS LIBROS NOS CUENTAN

  1. 112 páginas
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DE LA PESTE NEGRA AL CORONAVIRUS

LAS EPIDEMIAS QUE LOS LIBROS NOS CUENTAN

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Con una narrativa clara y contundente, Marco Antonio Mendoza Bustamante nos lleva de la mano por diversos pasajes presentes en la literatura universal, que hacen referencia a la manera en que la humanidad ha superado a lo largo de la historia diversas pandemias semejantes a la del coronavirus que azota al mundo en este siglo XXI.Acompañado de diversas reflexiones acerca de las constantes del comportamiento humano ante las pandemias en la historia, el autor nos invita a redescubrir diversas joyas literarias como Diario del año de la peste de Daniel Defoe, El último hombre de Mary Shelley, La máscara de la muerte roja de Edgar Allan Poe, La peste escarlata de Jack London y La montaña mágica de Thomas Mann, entre otras.

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Información

Año
2020
ISBN
9786078469956
Edición
1
Categoría
Literature

Las pandemias en la historia

Desde la antigüedad, las pandemias han marcado el curso de la historia como un enemigo silencioso e invisible que acecha a nuestra especie. Son múltiples las referencias de estos acontecimientos que nos muestran la fragilidad humana, el valor de la solidaridad y la fortaleza que nos ha permitido sobrevivir y progresar como parte de un sistema de vida en el que los virus y las bacterias son elementos indisolubles del entramado biológico.
Recordemos, por ejemplo, la peste antonina desatada allá por el siglo II d.C., cuando el Imperio romano atravesaba su época de esplendor. De nada sirvió el poderío y la gloria del César ante los embates de esta enfermedad que cobró la vida de más de cinco millones de personas y puso a prueba la organización social y política del Imperio. Incluso el sabio emperador Marco Aurelio moriría a causa de la viruela en el año 180 d.C.
Esta pandemia, también llamada la plaga de Galeno –célebre médico, quien reformuló la medicina hipocrática cuando enfrentó este mal– se extendió por todo el Imperio que en aquel entonces era tan inmenso que se pensaba que el orbis terrarum (globo terráqueo) era igual que el orbis romanus (mundo romano); se extendía desde los límites de los ríos Rin y Danubio hasta las inconmensurables arenas del Sahara, ocupando gran parte de lo que hoy es Alemania, Inglaterra, España, Portugal, Suiza, Italia, Croacia, Montenegro, Albania, Bulgaria, Grecia, Rumania, Siria, Turquía, Armenia, Palestina, Israel, Egipto, Libia, Marruecos y Argelia. Desde luego que una pandemia de estas proporciones contribuyó a definir el destino del mundo occidental.
Siglos más tarde, en el año 541 d.C., la peste de Justiniano se apoderó de Constantinopla, una metrópoli de casi 800 mil habitantes, ocasionando la muerte de 40% de su población. De ahí se extendería a todo el Imperio contagiando también al mismo Justiniano, quien, a diferencia de Marco Aurelio siglos atrás, logró recuperarse. Fueron tan fatídicos los efectos de dicha pandemia que murieron cerca de 4 millones de personas y llegó un momento, según los relatos de la época, en que el número de muertos superaba a los sobrevivientes.
Para el siglo XIV, la peste negra se propagó por toda Europa a través de barcos que transportaban ratas o piojos infectados. Cobró la vida de 30 millones de personas entre los años de 1347 y 1353, y de nuevo los decesos equivalieron a casi el 40% de la población total del continente.
En una época en la que la humanidad aún no desarrollaba la ciencia moderna, se buscaban toda clase de explicaciones sobrenaturales a este mal. Finalmente se concluyó que el contagio se debía a las secreciones de los enfermos, a los cuerpos en estado de descomposición y al agua estancada, por lo que, para protegerse de ella, los médicos hacían uso de máscaras llenas de infusiones aromáticas. Esta pandemia, que se cree tuvo su origen en Asia y llegó a Europa gracias al comercio marítimo, fue fundamental para catalizar el comienzo del Renacimiento que permitió la transición entre la Edad Media y la Edad Moderna, en la que las artes y el estudio de las disciplinas del conocimiento contribuyeron a que floreciera la humanidad.
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Paul-Fürst, doctor Sachnabel de Roma, c. 1659.
Hasta el día de hoy, la peste negra sigue en la conciencia histórica de la humanidad por sus efectos. Éstos se prolongaron a través de los siglos, incluso durante el siglo XIX se presentaría nuevamente matando a más de 12 millones de personas, y no sería sino hasta 1920 que se le daría por extinta. Sin embargo, todavía en la década de los 50 se registraron algunos casos aislados.
El siglo XX, marcado por el progreso tecnológico en el que ser humano conquistó el espacio, acortó distancias y abatió fronteras a través de las nuevas tecnologías de la información. Las pandemias también se hicieron presentes dejando una profunda huella en la vida de nuestra sociedad. La gripe española, ocasionada por el virus H1N1, afectó principalmente a personas jóvenes de entre 20 y 40 años de edad. Esta pandemia surgió en la base militar de Fort Riley, Kansas, Estados Unidos, y debido al desplazamiento de soldados a Europa a causa de la primera Guerra mundial logró esparcirse por todo el mundo. Adquirió su nombre porque fue España quien publicó información sobre la pandemia, mientras que los países involucrados en el conflicto armado la censuraban.
En tanto la pandemia se apoderaba de la humanidad y las grandes potencias del mundo se encontraban en plena guerra, México y Rusia vivían sus revoluciones, contribuyendo a agravar esta etapa nada gloriosa de la humanidad. En nuestro país, las muertes ocasionadas por la Revolución mexicana se vieron incrementadas por cientos de soldados que morían abandonados a su suerte a casusa de una misteriosa fiebre.
En 1958 una nueva epidemia, que se conocería como la gripe asiática, causada por el virus H2N2, surgiría y cobraría la vida de cerca de dos millones de personas. Se trataba de un virus cuyos efectos podrían ser similares a los del actual coronavirus, ya que en plena Guerra Fría este virus –también procedente de Asia, concretamente de la provincia de Yunnan, al sureste de China– se extendió por varios rincones del planeta y se convirtió en un reto en materia de salud pública. Ésta fue quizá la primera pandemia enfrentada desde un enfoque global, toda vez que para entonces existía la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuerpo colegiado de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) encargado de las políticas de prevención, promoción e intervención mundial en materia de salud, que fue creado en Ginebra en el año de 1948; lo que permitió la clasificación internacional de estos virus, el desarrollo de vacunas anuales adecuadas a la mutación y la implementación de una política de vacunación efectiva contra enfermedades infecciosas, así como una constante vigilancia epidemiológica en todo el mundo.
Otras pandemias a menor escala –pues no fueron globales–, se harían presentes como sería el caso de la risa de Tanganica, en el actual territorio de Tanzania, surgida en 1962; la gripe de Hong Kong de 1968, que mató a cerca de un millón de personas, y el brote de ébola de 1976, que registró una tasa de letalidad de 83% en Sudán y Zaire.
La década de los ochenta estaría marcada también por su propia pandemia, ese fue el caso del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) que ha causado la muerte de más de 30 millones de personas en todo el mundo, una cifra que sigue creciendo puesto que aún no se conoce ningún medicamento que lo cure o una vacuna que lo prevenga, ya que se adquiere por transmisión sexual.
Veamos que el común denominador en éstas y otras pandemias que se han registrado a lo largo de la historia, es el impacto social que ocasionan a grado tal que han tenido la capacidad de modificar el destino de la humanidad.
Sin embargo, a diferencia de otros padecimientos, el covid llega a un mundo globalizado. Contrario a la sociedad que enfrentó la peste negra, la nuestra es una sociedad del conocimiento, de la información y de la hipervigilancia. Todos los días, en todo momento, la humanidad se encuentra expectante y es bombardeada por todo tipo de información que permite dar seguimiento en tiempo real a este padecimiento que ha sembrado la muerte y la desesperación en todos los rincones del planeta. Las redes sociales juegan un papel fundamental en el impacto social, económico y psicológico que el coronavirus tendrá en la vida de la humanidad y en su conciencia histórica, a grado tal que, seguramente, será recordada como la pandemia del siglo XXI.
El coronavirus fue reportado por primera vez en diciembre de 2019, cuando la Comisión Municipal de Salud de Wuhan, provincia de Hubei, China, notificó un grupo de casos registrados en esa ciudad con afectaciones por un nuevo tipo de virus. Se trata pues de una extensa familia de virus causantes de enfermedades respiratorias que van desde el resfriado común hasta síndromes graves, en ese caso es una variante denominada covid-19. Durante las primeras horas de 2020, la OMS estableció un equipo de apoyo a la gestión médica en China; sin embargo, en los siguientes meses el virus se propagó por todo el mundo causando el colapso del sistema de salud en diversas naciones imposibilitadas para atender todos los casos registrados.
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Diferentes tipos de coronavirus.
Hasta los primeros días del mes de junio de 2020, cerca de siete millones de personas habían sido contagiadas y alrededor de 400 mil perdieron la vida en el mundo. Tan sólo en México se registraron hasta esos días 110 mil contagiados y cerca de 14 mil muertos, cifra que se actualiza día a día, y que sólo fue superada por países como Estados Unidos con cerca de un millón y medio de contagios, Reino Unido con 285 mil, Brasil con 251 mil, Italia con 235 mil, Francia con 153 mil y España con más de 240 mil.
El impacto de este nuevo virus será registrado por la literatura como ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad. Las letras han dado cuenta de la manera en que nuestra especie ha enfrentado y superado este tipo de pandemias. Son innumerables las referencias que se pueden encontrar, desde La Ilíada –escrita por Homero en el año 762 a.C.– hasta Guerra mundial Z, de Max Brooks, publicada en 2006, entre muchas otras a las que se hará referencia a lo largo de este libro. Son por igual innumerables las obras producidas durante el confinamiento de alguna de las pandemias; por ejemplo, Ernest Hemingway escribió su novela Fiesta, acompañado por su esposa y su amante mientras cuidaba a su hijo que había adquirido tosferina; William Shakespeare escribió El rey Lear durante la peste en el siglo XVII, e Isaac Newton formuló su teoría de la gravedad tras haber pasado meses encerrado en casa durante la peste en 1665.
Es la literatura el receptáculo de la memoria de la humanidad, en ella se deja constancia de los estragos y efectos de las pandemias en la sociedad, ya sea documentadas desde un punto de vista histórico, como novela, relato o simplemente como producto de la imaginación a través de la ciencia ficción. Sin importar el género literario del que se trate, las pandemias que los libros nos cuentan dan testimonio de los retos que la especie humana ha enfrentado y superado invariablemente, dejando evidencia de una lección de esperanza y fe en momentos complejos que, en su justo tiempo, pasarán a la historia como ha ocurrido desde la antigüedad.

La Ilíada

Son los cobardes los únicos que en la refriega retroceden. El valiente, por el contrario, lucha a pie firme, ya hiera o ya sea herido.
HOMERO
En griego, la palabra ilion, que da título a esta obra maestra de la literatura universal, significa “Troya”, célebre ciudad presuntamente ubicada en el estrecho de los Dardanelos, en el noreste de la península de Anatolia, actual Turquía, escenario de la guerra entre los micénicos –ancestros de los griegos– y los troyanos. La guerra se originó a consecuencia del rapto de Helena de Esparta por el príncipe Paris de Troya.
Uno de los episodios de esta guerra –que pudo haber ocurrido alrededor del siglo XII a.C.– fue descrito por Homero siglos después en La Ilíada y en La Odisea. Los hechos narrados fueron considerados como reales, a grado tal que el historiador Herodoto consideraba que este suceso bélico era el origen de la animadversión ente griegos y persas, incluso los romanos se decían descendientes de los troyanos que habían logrado escapar a la destrucción de la ciudad. No existen argumentos científicos o históricos que demuestren la veracidad de los hechos narrados en La Ilíada de Homero; sin embargo, han sido múltiples las excavaciones realizadas en busca de la ciudad de Troya que presuntamente fue localizada en el siglo XVIII por el arqueólogo Heinrich Schilemann.
En la antigua Grecia existían los aedos, artistas que cantaban epopeyas o componían poesía épica, tradición literaria en la que se inscriben La Ilíada y La Odisea. Ambas obras han sido atribuidas a Homero –quien nació en algún lugar de la costa de Asia Menor–, aunque incluso desde la época clásica se dudaba de que hubieran sido escritas por la misma pluma. La Ilíada es un poema épico que describe el asedio a Troya para liberar a Helena, esposa del rey Menelao, quien fuera raptada por el príncipe Paris. La obra se compone de 24 cantos con 15 mil 693 versos hexámetros o hexápodos, que narran diez años de batallas entre troyanos y aqueos. Después de nueve años de guerra, una epidemia llega al campamento de los aqueos. Es el adivino Calcante quien presagia que la peste no terminará hasta que Crises sea devuelta a su padre.
No está el dios quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, sino a causa del ultraje que Agamenón ha inferido al sacerdote, a quien no devolvió la hija ni admitió el rescate. Por esto el que hiere de lejos nos causó males y todavía nos causará otros. Y no librará a los dañados de la odiosa peste, hasta que sea restituida a su padre, sin premio ni rescate, la joven de ojos vivos, y llevemos a Crisa una sagrada hecatombe. Cuando así le hayamos aplacado, renacerá nuestra esperanza.
Cuando Agamenón renuncia a Crises, decide raptar a Briseida, esclava de Aquiles, lo que provoca la ira del guerrero, quien se niega a volver a la lucha, aunque envía a su mejor amigo, Patroclo, a pelear en su lugar. Héctor mata a Patroclo, y Aquiles, atormentado por la rabia y la pena, se lanza a buscarlo para quitarle la vida. Héctor, sabedor de que no puede vencer a Aquiles, decide luchar y muere. A causa de los malos presagios y la peste, Agamenón comienza a replegarse y envía a sus soldados de regreso a sus lugares de origen; sin embargo, un sueño en el que Zeus le revela que debe continuar con el asedio a Troya hace que se interrumpa este éxodo y continúe la épica batalla.
¡Atrida! Creo que tendremos que volver atrás, yendo otra vez errantes, si escapamos de la muerte; pues, si no, la guerra y la peste unidas acabarán con los aqueos. Mas, ea, consultemos a un adivino, sacerdote o intérprete de sueños –pues también el sueño procede de Zeus–, para que nos diga por qué se irritó tanto Febo Apolo: si está quejoso con motivo de algún voto o hecatombe, y si quemando en su obsequio grasa...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Copyright
  4. Índice
  5. Las pandemias en la historia
  6. La Ilíada (Homero)
  7. Decamerón (Giovanni Boccaccio)
  8. Diario del año de la peste (Daniel Defoe)
  9. El último hombre (Mary Shelley)
  10. La máscara de la muerte roja (Edgar Allan Poe)
  11. La peste escarlata (Jack London)
  12. La montaña mágica (Thomas Mann)
  13. La tierra permanece (George R. Stewart)
  14. La peste (Albert Camus)
  15. Némesis (Philip Roth)
  16. El húsar en el tejado (Jean Giono)
  17. Soy leyenda (Richard Matheson)
  18. El amor en tiempos del cólera (Gabriel García Márquez)
  19. Ensayo sobre la ceguera (José Saramago)
  20. De la ficción a la realidad; libros que no predijeron el covid-19
  21. Epílogo
  22. Fuentes de consulta
  23. Sobre el autor