Psicodélicos y salud mental
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Psicodélicos y salud mental

Aplicaciones terapéuticas y neurociencia de la psilocibina; LSD; DMT y MDMA

  1. 384 páginas
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Psicodélicos y salud mental

Aplicaciones terapéuticas y neurociencia de la psilocibina; LSD; DMT y MDMA

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Información del libro

Irene de Caso explica de forma comprensible y amena los actuales avances neurocientíficos relacionados con las drogas psicodélicas, así como sus aplicaciones clínicas y vivenciales. José Carlos Bouso, PhD, Director Científico, ICEERS.Conozca los usos terapéuticos de las sustancias psicodélicas clásicas y los empatógenos como herramientas revolucionarias de neuroplasticidad y salud mental. Descubra cómo la psilocibina, la DMT o la MDMA promueven estados mentales profundamente reveladores capaces de reestructurar nuestros modelos internos del mundo, reconsolidar memorias traumáticas y mejorar nuestras relaciones sociales.¿Cómo afectan al cerebro? ¿Qué características hacen de estas sustancias potentes catalizadoras del proceso psicoterapéutico?Conozca la neurociencia de sus poderosos efectos y cómo pueden ayudar a mejorar de forma significativa y duradera síntomas graves: adicciones severas, depresión resistente a fármacos convencionales, ansiedad o estrés postraumático.Esta guía ilustrada describe los estudios clínicos más recientes y significativos en terapias psicodélicas y será de gran interés para todos los profesionales de la medicina y la salud mental que busquen comprender la vanguardia de las aplicaciones clínicas de estas moléculas, así como para las personas interesadas en conocer mejor el potencial de las terapias asistidas por psicodélicos y sus mecanismos de acción.

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Información

Editorial
ArgoNowta
Año
2022
ISBN
9788418943232
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INTRODUCCIÓN

CRISIS DE SALUD MENTAL

¿Cómo comenzar este libro? Cierro los ojos y respiro profundamente, encontrando ese centro silencioso dentro de mí que hasta hace unos años no sabía que existía. Y me pregunto, ¿hubiese descubierto algún día su existencia si nunca hubiese probado los psicodélicos? Sinceramente, lo dudo. ¿Cómo empezar a buscar algo si no sabes que existe?
Ahora que el mindfulness y la meditación han alcanzado el estatus de «moda» en occidente, muchas personas están descubriendo esa otra forma de estar y sentir, ese centro, a través de esta vía. Pero indudablemente, en esta zona del planeta al menos, el inicio de este fenómeno está fuertemente ligado al movimiento contracultural de los años 60 generado por el uso recreativo del LSD. Incluso hoy en día, cuando la mayoría de la gente ya ha oído hablar de la meditación, hay muchas personas, entre las que me incluyo, que tan solo empezamos a comprender su valor tras haber vivenciado la experiencia psicodélica.
De repente, se siente un profundo entendimiento de clichés espirituales previamente vacíos de significado. Se siente la unidad de la humanidad. Del «todo». Y una profunda calma, obtenida al agudizar las sensaciones relacionadas con la respiración, prestar atención al presente y ralentizar el diálogo interno. Pero a diferencia de la meditación, con la que, por lo general, se requieren años de práctica antes de alcanzar una experiencia reveladora de tal magnitud, con los psicodélicos, a menudo, es tan sólo una cuestión de tomar la dosis adecuada en el entorno adecuado.
No es sorprendente que experiencias de esta índole tengan el potencial de brindar un bienestar psíquico a la persona, aunque, como veremos, este no es siempre el caso y, a diferencia de la meditación, la experiencia psicodélica también tiene el potencial de promover altos niveles de ansiedad, pánico e incluso brotes psicóticos, sobre todo cuando se hace un uso abusivo o se lleva a cabo en entornos no seguros. Como con tantas otras decisiones en esta vida, se trata de evaluar la relación riesgo-beneficio y de actuar de forma responsable. Y en mi opinión, para muchas personas, el beneficio supera el riesgo.
A pesar de que en nuestra sociedad han desaparecido las hambrunas, se ha reducido drásticamente la muerte por enfermedad y la violencia, y tenemos acceso constante a agua potable y supermercados repletos de comida, no cabe duda de que nos enfrentamos a una grave crisis de salud mental. Según el INE, antes de la pandemia en España ya se suicidaban diez personas al día. ¡Diez veces más que las muertes por accidentes de tráfico!
Los traumas, la soledad, el estrés crónico. La falta de significado. Millones de personas viven secuestradas por sus emociones, poseídas dirían algunos. Incapaces de controlar sus conductas. Por supuesto, en mayor o menor medida, todos experimentamos esto. ¿Pero por qué algunas personas son más resilientes y tienen una mejor regulación emocional que otras? ¿Qué necesita el ser humano para sanarse las heridas y vivir plenamente?
Las múltiples técnicas psicoterapéuticas, la psiquiatría e incluso el recién llegado y bienvenido mindfulness, no parecen ser suficiente. Aunque son muchas las personas que se han beneficiado de ellas, estas herramientas fallan para un preocupante número de personas. La psicoterapia es cara y requiere mucho tiempo, y los psicofármacos frecuentemente tienen efectos secundarios desagradables. Pero incluso con dinero, tiempo y sin experimentar efectos secundarios, hay gente incapaz de liberarse de una sensación constante de profundo miedo o sufrimiento. ¿Pueden sustancias altamente estigmatizadas y asociadas con el mundo del desmadre nocturno ser la nueva herramienta que tanto necesitamos?
Como veremos, es posible que ésta sea en efecto la situación en la que nos encontramos. ¿Pero a qué sustancias nos referimos exactamente? ¿Qué psicopatologías son las que se pueden tratar con estas moléculas? ¿Cómo debemos usarlas? En esta obra vamos a centrarnos en dos tipos de sustancias cuya investigación en entornos psicoterapéuticos ha explosionado en la última década. Se trata de los psicodélicos clásicos y de la MDMA.
Para empezar, en este capítulo revisaremos de manera muy breve la historia de cómo cada una de estas sustancias fueron descubiertas y utilizadas previamente a su ilegalización. Para una lectura más profunda sobre este fascinante recorrido, es recomendable el libro de esta colección escrito por Antón Gómez-Escolar Sanz, mientras que esta obra dedicará principalmente su espacio, a revisar los estudios más recientes que apuntan al prometedor potencial psicoterapéutico de estas sustancias, describir sus efectos subjetivos y explicar la neurociencia asociada a ellos.
Para facilitar la comprensión de este último objetivo, he creído necesario incluir un capítulo de neurociencia introductorio, en el que estudiaremos la anatomía y el funcionamiento de una neurona (receptores, neurotransmisores, potencial de acción, etc.). También estudiaremos la forma en la que se integra toda la información recogida por los sentidos para permitir una experiencia consciente, enfocándonos en el rol fundamental que juegan el tálamo (una estructura subcortical), la corteza cerebral y el aprendizaje. Estudiaremos también la forma en la que, guiados por nuestros miedos y nuestros deseos, tomamos decisiones, y la forma en la que la actividad cortical se organiza en redes funcionales. Así, cuando más adelante nos embarquemos en las teorías postuladas por la comunidad científica sobre cómo estas sustancias alteran los estados ordinarios de conciencia y por qué tales alteraciones pueden conllevar efectos terapéuticos, podrán entenderse bien los conceptos mencionados. Aquellos lectores con un conocimiento avanzado de neurociencia podrán saltarse este capítulo si lo desean, mientras que aquellos que no lo tengan, podrán regresar fácilmente a él cuando necesiten revisar los conceptos neurocientíficos presentados a lo largo de la obra. ¡Espero que disfruten de este viaje desde el interior neuronal hasta el comportamiento humano!
Antes de adentrarnos en este material, creo conveniente hacer un aviso importante. Si bien la neurociencia sin duda avanza, seguimos teniendo muchas más preguntas que respuestas. A pesar de ello, aunque sea de forma reduccionista y limitada, no cabe duda de que poco a poco vamos acercándonos a una versión más acertada, o por lo menos más detallada, de aquello que antes desconocíamos, y donde antes encontrábamos un vacío de conocimiento, va expandiéndose un universo de datos, teorías y, por supuesto, nuevas preguntas. Como podremos apreciar a lo largo de la obra, y como intuitivamente puede imaginar cualquiera, la complejidad a la que nos enfrentamos al intentar estudiar el cerebro y, más específicamente la relación cerebro-mente, es prácticamente infinita. Ni que decir tiene cuando además añadimos a esta díada la salud mental. Con esto quiero advertir que la información presentada en este libro, particularmente aquella relacionada con los mecanismos de acción de estas sustancias, ofrece tan solo teorías que, como tales, son susceptibles de cambiar a medida que la investigación avance. A menudo tendremos que hacer un intenso ejercicio especulativo a la hora de interpretar los resultados, pero así es como avanza la ciencia cuando el campo que estudia es tan profundamente complejo y desconocido como lo es el cerebro. Dicho esto, espero ser capaz de transmitir, de una forma clara y acertada, el conocimiento que he acumulado a lo largo de los años acerca de la neurobiología y la neurociencia cognitiva psicodélicas.

EL DESCUBRIMIENTO, PROHIBICIÓN Y RENACER DE NUEVAS HERRAMIENTAS EN PSICOTERAPIA

Hoy en día la mayoría de los ciudadanos de a pie relacionan sustancias como el LSD, las setas mágicas o el famoso éxtasis con entornos recreativos. Y, aunque cada vez más personas están aprendiendo sobre sus aplicaciones terapéuticas, pocas saben que fue en un entorno clínico donde primero aparecieron, escapándose eventualmente de los laboratorios, camino al mundo del ocio, y culminando en su posterior ilegalización y estigmatización. Es por esta razón que el reciente retorno de estas sustancias a los laboratorios se está denominando «el renacer psicodélico», pues ya en el pasado hubo extensas investigaciones que estudiaron su potencial psicoterapéutico, investigaciones que fueron detenidas abruptamente con la llegada del Acto de Sustancias Controladas y el inicio de la guerra contra las drogas, promovida por Nixon a principios de los 70. Primero el LSD y más adelante la MDMA fueron colocadas bajo la misma categoría que la heroína, la categoría de la Lista 1, en la cual se incluyen sustancias supuestamente desprovistas de usos médicos, consideradas peligrosas incluso bajo supervisión y con un alto potencial de abuso.
Esta clasificación estuvo principalmente motivada por razones políticas y sociales, en lugar de estar basada en la evidencia médica, ya que los efectos producidos por el consumo del LSD estaban revolucionando a la sociedad y amenazando el orden social. Los jóvenes comenzaron a manifestarse en contra de la guerra de Vietnam y la cultura materialista de la época, aunque tampoco sería justo ignorar que su uso descuidado, que se estaba expandiendo por la sociedad, estaba causando frecuentes accidentes y experiencias traumáticas en los usuarios. Sin embargo, los estudios llevados a cabo con LSD bajo condiciones controladas apuntaban a un importante potencial médico que, intencionada o accidentalmente, fue ignorado por los legisladores al clasificar al LSD en la Lista 1. Pero no nos adelantemos y volvamos al inicio de esta fascinante historia.
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Albert Hoffman sosteniendo una representación de la estructura molecular del LSD.
La dietilamida del ácido lisérgico, conocida como LSD, fue sintetizada por primera vez por el químico Albert Hoffman en 1938, cuando este trabajaba en los laboratorios de la farmacéutica Sandoz en Basilea, Suiza. El objetivo de la investigación era encontrar un tratamiento para las migrañas, por lo que andaban buscando una molécula con propiedades vasoestimulantes en el cornezuelo (un hongo que infecta al centeno). Sin embargo, cuando estudiaron esta molécula en animales, no encontraron los efectos deseados, tan solo una cierta agitación comportamental, y descartaron seguir investigándola.
Pero cinco años más tarde, por alguna misteriosa razón, esta molécula seguía presente en la mente del químico. Hoffman tenía el «peculiar presentimiento» de que aquella molécula escondía alguna propiedad interesante. De hecho, retrospectivamente, Hoffman cuenta como «no fue él quien eligió al LSD, sino que fue el LSD quien le encontró y le llamó a él», y el 16 de abril de 1943 procedió a repetir su síntesis, a pesar de que la política de Sandoz establecía no retomar la investigación con sustancias previamente descartadas.
Fue durante los últimos procesos de síntesis cuando Hoffman empezó a sentir las primeras sensaciones inusuales. Una cierta agitación y mareo invadieron su cuerpo, obligándole a interrumpir su trabajo e irse a casa a descansar. Una vez ahí, tumbado en el sofá, describió sentir una cierta intoxicación que calificó como no desagradable, y al cerrar los ojos un «flujo de imágenes fantásticas, de formas extraordinarias con un intenso juego caleidoscópico de colores» ocupó su mente, llegando a la conclusión de que debía de haber absorbido por su piel una pequeña cantidad de la sustancia con la que había estado trabajando.
Intrigado sobre cómo una molécula podía tener un efecto psicoactivo tan potente, tres días más tarde se aventuró a tomar 0.25mg, una cantidad aparentemente minúscula, de manera controlada y ba...

Índice

  1. Portada
  2. Créditos
  3. Índice
  4. Prólogo
  5. Capítulo 1. Introducción
  6. Capítulo 2. Introducción a la neurociencia
  7. Capítulo 3. Aplicaciones clínicas de los psicodélicos y la MDMA
  8. Capítulo 4. Dentro de la experiencia psicodélica: fenomenología y neuroimagen
  9. Capítulo 5. Neurobiología, caos y remodelación psicodélica
  10. Capítulo 6. Fenomenología, neurobiología y propiedades psicoterapéuticas de la MDMA
  11. Capítulo 7. El futuro de la psicodelia
  12. Glosario de términos
  13. Bibliografía
  14. Anexo. El estatus legal de las drogas psicodélicas en el mundo
  15. Glosario de términos legales
  16. Contraportada