Comprender la naturaleza del trauma
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Comprender la naturaleza del trauma

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Comprender la naturaleza del trauma

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Esta obra pretende acercar al lector al concepto de trauma, mostrando que este es mucho más que uno o varios episodios de acontecimientos extremos, y que está presente en lo común de nuestra experiencia de una forma más frecuente de lo que quizás alcanzamos a ver; afectándonos individual, social y globalmente y abarcando un amplio espectro de nuestra existencia.Profundizando en su naturaleza, se realiza un recorrido por los diversos aspectos implicados que nos permiten reconocerlo y validarlo, como son las definiciones de sus síntomas y secuelas, o las situaciones potencialmente traumáticas que pueden acontecer en las diferentes etapas de la vida. A su vez, se exploran algunos de los elementos comprometidos en los procesos de sanación, presentando herramientas y recursos de utilidad para su transformación.

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Información

Editorial
Hakabooks
Año
2022
ISBN
9788494794360
Categoría
Psicología
Categoría
Psicoterapia
SEGUNDA PARTE
Cómo se construye el trauma
«Se necesita una determinada forma de excavar,
un cierto
tipo de arqueología interna,
para llegar a descubrir nuestra totalidad
,
aunque esté muy bien cubierta bajo capas de opiniones,
de
cosas que nos gustan y nos disgustan
y por la
densa niebla de los pensamientos
y hábitos inconscientes y automáticos
,
por no mencionar el dolor».
Jon Kabat-Zinn
CAPÍTULO III
RECONOCER EL TRAUMA
Cuando tenía 17 años acudí a uno de los mejores hospitales públicos de Barcelona después de un tiempo sufriendo repetidas e intensas crisis de ansiedad. El jefe del departamento de psiquiatría, después de visitarme, me diagnostico un trastorno severo de ansiedad y TOC (trastorno obsesivo compulsivo) y me explicó que se trataba de una enfermedad crónica y que probablemente tendría que medicarme el resto de mi vida. Firmó varias recetas con medicación psiquiátrica y me citó para el mes siguiente. Nunca más volví. Pasaron largos y dolorosos años hasta que alguien vio en mis síntomas el eco de trauma.
«La verdad no cambia porque sea o no sea creída
por la mayoría de las personas».
Hipatia de Alejandría
Cuando hablamos de trauma, lo primero que se nos presenta es la necesidad de acercarnos a valorar acontecimientos, contextos e intensidades.
Hasta hace no tanto, el trauma estaba asociado en gran medida a experiencias límite vinculadas a circunstancias excepcionales como las acontecidas en contextos de contienda, desastres naturales, muertes violentas, etc.
Hoy, después de casi dos siglos de estudios que han abarcado conocimientos médicos, psiquiátricos, psicológicos, biológicos, sociológicos y pedagógicos, entre otros y de más de medio siglo de investigación del estrés postraumático para afrontar las amplias secuelas psicológicas generadas en las guerras mundiales, junto a los avances de la neurociencia y las psicoterapias, sabemos que el trauma es parte de nuestra biografía como especie y como individuos; y que el contexto en el que puede darse es la existencia misma.
La palabra trauma —del griego antiguo «τραῦμα»— significa literalmente herida o ruptura, y actualmente conservamos tanto su forma como su significado. De este modo, trauma alude a algo que se rompe o se hiere. Todo lo que hay de humano en nosotros es susceptible de romperse o herirse. Tan solo el Ser, por su naturaleza inalterable, permanece íntegro ante cualquier experiencia. Es justamente por eso por lo que podemos sanarnos.
Si tomamos la palabra trauma y unimos sus dos significados, herida y ruptura, entonces trauma es aquella «herida que nos rompe». Y es que en la experiencia traumática quedamos literalmente rotos o fragmentados, sea esta una herida física, emocional o psicológica, afectados de alguna manera en nuestra totalidad. De esta forma, el trauma se cura cuando la herida se cierra, lo roto se sutura o las partes fragmentadas se integran.
La rotura puede aparecer de forma inesperada, de un solo golpe, o puede ser paulatina, rompiéndonos poco a poco. Y la herida puede tener diferentes intensidades y revestir mayor o menor peligrosidad. De este modo, el trauma acontece cuando nuestro organismo y nuestra capacidad afrontativa y de autorregulación se ven sobrepasados y la herida es tan intensa que de alguna forma nos rompe.
«El trauma es una experiencia que sobrepasa los mecanismos
de supervivencia de la persona, así como sus facultades para reaccionar ante lo que le sucede. Para esa persona la vida
nunca será la misma después de esa experiencia».
Bessel Van Der Kolk
Lo que sucede una vez estamos rotos y heridos determina que el trauma se cure o se fije. El propio hecho de estar sobrepasados significa que requeriremos de alguien o algo que nos ayude y nos acompañe a regularnos desde el exterior. En el caso de que haya ayuda disponible, dependerá de la intervención adecuada o no –de una persona o de nuestro entorno– y de nuestra capacidad de respuesta a ella que nuestra herida cure y la rotura suture.
Cuando no es posible alcanzar una curación completa, aparecen secuelas. La secuela es literalmente la lesión, el daño que deja una herida, su huella visible. Las secuelas son adaptativas y nos permiten normalizar nuestra vida tras la experiencia de trauma. Si las observamos e indagamos en ellas, podemos seguir el rastro hasta el origen de la herida y tal vez de esta forma, conquistar más amplitud de sanación.
Si no hay ayuda disponible y sobrevivimos, el trauma se fija y queda esperando la sanación. El trauma fijado genera síntomas. Los síntomas son las señales que nos indican que algo no va bien. Están al servicio de la autorregulación y por tanto de la supervivencia. Nuestro cuerpo/cerebro recuerda las experiencias traumáticas desatando síntomas somáticos, emocionales y psicológicos. Cuando los escuchamos podemos encontrar los caminos que nos llevan a la raíz de la experiencia, pudiendo recuperar la posibilidad de sanar.
De esta forma, podríamos decir sin equivocarnos que detrás de secuelas y de síntomas hay siempre experiencias pendientes de ser escuchadas, comprendidas, procesadas e integradas, acontecimientos que no han podido ser incorporados como aprendizaje y que orbitan alrededor del núcleo de nuestra vida alterando el ciclo de nuestra experiencia.
Toda vivencia de trauma, cuando no ha podido ser integrada, queda como fragmento exiliado. En el exilio se genera un espacio, una distancia entre la parte que vivió la situación traumática y el núcleo del Ser. En ese espacio se exteriorizan síntomas y secuelas, en el contexto presente, como testigos muchas veces incomprensibles de aquello que ocurrió y que continúa pujando por ser procesado e incorporado a la totalidad que somos. La energía de trauma no conoce el tiempo; cuando se activa, invade el momento presente y la mente y el cuerpo reaccionan como si la experiencia todavía estuviese sucediendo.
El trauma es una experiencia interna que nos habla no tanto de lo que pasó externamente si no de aquello que queda dentro de mi. Afecta a nuestra globalidad y tras su paso, deja huellas visibles en nuestro cuerpo, vitalidad, emociones, mente y sentido de vida.
Siendo el trauma una experiencia completamente personal y subjetiva que tiene que ver con los recursos, capacidades, la edad en la que ocurre el suceso en sí mismo y otros factores; hay acontecimientos, contextos e intensidades que podemos reconocer como objetiva y potencialmente traumatizantes.
«Las heridas que no se ven son las más profundas».
William Shakespeare
SÍNTOMAS Y SECUELAS
«Reconocer es tan importante que se escribe igual
al derecho que al revés».
Angélica Olvera
Podemos reconocer la presencia del trauma no resuelto en todas las esferas de la consciencia de quien lo padece, puesto que todo se verá afectado.
Desde la escucha atenta y la observación enfocada, lo podremos encontrar en el relato y en la descripción de sucesos potencialmente traumáticos, involucrados en los recuerdos de la historia de vida de la persona, aunque esta los haya normalizado. Lo descubriremos escuchando las calidades de los pensamientos y las intensidades de las emociones expresadas u omitidas, y seremos testigos de él observando las memorias del cuerpo.
Todo y así, conocer y saber interpretar los lenguajes de las secuelas y síntomas del trauma no resuelto, nos ayuda a reconocerlo e identificarlo de una forma más precisa y en un tiempo más breve, y nos sirve de referente en el proceso de su sanación.
Cuando miramos hacia el trauma, este se hace visible.
Existen diferentes clasificaciones que nos permiten definir y acercarnos a la comprensión de trauma. En el pasado más reciente, diversos investigadores de la medicina y la psiquiatría como Jean-Martin Charcot (1825 – 1893), Emil Kraepelin (1856 – 1926), Josef Breuer (1842 – 1925), Sigmund Freud (1856 – 1939) y Pierre Janet (1859 – 1947) estudiaron el trauma y profundizaron en su comprensión.
Janet, hace ya más de un siglo, lo definió como «el resultado de la exposición a un acontecimiento estresante, que sobrepasa los mecanismos de afrontamiento de la persona y no puede ser digerido».
En 1980, se incluyó finalmente en el DSM III (tercera edición del Manual de diagnóstico y estadístico de trastornos mentales), el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT), tras el empeño de la comunidad de psiquiatras para que fuera reconocida la evidencia de la gravedad de las secuelas y síntomas en las experiencias de terror y violencia originados durante las guerras.
Aunque fueron decisivas las investigaciones realizadas tras la segunda guerra mundial y la guerra de Vietnam, cuando millones de personas necesitaron recibir trata...

Índice

  1. PRÓLOGO
  2. PRIMERA PARTE
  3. SEGUNDA PARTE
  4. TERCERA PARTE
  5. El camino a la sanación
  6. AGRADECIMIENTOS
  7. ANEXO
  8. BIBLIOGRAFÍA
  9. LA AUTORA