El derecho colombiano y la apertura en los debates sociales contemporáneos
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El derecho colombiano y la apertura en los debates sociales contemporáneos

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Esta obra presenta la discusión debatible en la época contemporánea sobre distintas perspectivas globales del derecho, con el fin de revisar cómo Colombia ha ostentado una realidad particular respecto del orden democrático, el eje de participación y el ámbito moderno.Las investigaciones que aquí se compendian buscan entender la transformación social, en relación con los problemas particulares de la sociedad colombiana, teniendo en cuenta los contextos internacionales que inciden en el derecho y en la política. De este modo se pretende contextualizar la necesidad de la apertura del derecho y de las ciencias jurídicas, o ciencias sociales en su conjunto, en el debate jurídico contemporáneo en el país.

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Información

Año
2021
ISBN
9789587823349

La tercera muerte
de la modernidad

JUAN GUILLERMO DURÁN MANTILLA

Introducción

El presente trabajo intenta demostrar una tercera muerte de la modernidad, después de una primera muerte con el existencialismo filosófico de Kierkegaard, a mediados del siglo XIX, que puso en jaque al racionalismo característico de aquella época, y de una segunda con la terminación de la Segunda Guerra Mundial, con el fin del dogma moderno del progreso ilimitado que lo contradecía.
La tercera muerte es a raíz de la caída del marxismo comunista, luego de los derrumbes de la URSS (primer Estado comunista marxista), de la Cortina de Hierro (países satélites de la URSS), de la transformación de la China comunista en una China capitalista (contrariando así la doctrina original marxista del repudio a la propiedad privada y a la libre asociación), de la existencia parasitaria y sin relieve de la Cuba castrista protegida de la URSS, y, finalmente, del desastre doctrinal y humanitario del socialismo del siglo XXI con Maduro en Venezuela, así este no sea, para algunos, un marxista comunista, sino tan solo un retórico del marxismo comunista —aunque a juicio del autor con políticas y prácticas marxistas-leninistas—, pero que en todo caso tiene el apoyo más o menos velado de cómplices marxistas-comunistas.
El marxismo comunista ha caído en bloque desde finales del siglo XX, en cosa de tres décadas con el punto final del castrochavomadurismo. Sus resultados nefastos están a la vista.
De esta manera, la modernidad ha llegado a su fin de un modo desastroso sin igual, en cuanto al marxismo comunista, llamado a marchitarse definitivamente. En últimas, por sus pésimos resultados en el ámbito de los derechos fundamentales y universales de la persona humana en el mundo.

La modernidad, pinceladas,
antropocentrismo

Existe una historia “oficial”, estándar, aceptada de la modernidad.
Posee una serie de hechos y características, pero no es el caso hacer un mapa o una descripción exhaustiva de ella, dado que no es el objetivo directo de este trabajo. Podrían, sin embargo, mencionarse algunos notorios y nos son suficientes, sabiendo que si hablo de una tercera muerte de la modernidad, algo básico debe decirse.
Se habla de modernidad para contraponerla a la Edad Media, inmediatamente anterior, catalogada injustamente como oscura, plana, tal como lo afirma Augusto Hernández Becerra (1997):
Los historiadores del siglo XVII, influidos por su espíritu renacentista de los siglos anteriores, que se ufanaban de haber redescubierto las obras de los grandes escritores y artistas de la antigüedad griega y romana, convinieron en que los diez siglos precedentes a ese Renacimiento habían sido tiempos oscuros y de barbarie. Y así, para denominar ese lapso intermedio e inerte entre dos grandes épocas, la antigua, creadora de la civilización, y la moderna, restauradora de aquella civilización antigua, adoptó con intención peyorativa la expresión Edad Media. Ocurre sin embargo, que no todo es oscuridad en el Medioevo, como no todo son luces en la modernidad. (p. 128)
La modernidad sería entonces, para dicha postura, renacentista, una novedad, aunque paradójicamente con vuelta al pasado grecorromano, que arroja luces para su propio presente y futuro, con un progreso ilimitado.
Debe decirse, no obstante, que existen posiciones contrarias a dicha visión negativa de la Edad Media —además de la de Hernández Becerra—, sosteniendo que esta tuvo inmensas positivilidades. Así, por ejemplo, Ernesto Sábato (2000), que la defiende como época de grandes inventos tales como el reloj, la catedral, la pólvora, la brújula, la imprenta (pp. 19 y SS.), o Ernest Gombrich (2001), que define la época medieval desde un punto de vista metafísico:
No se trataba de una noche cerrada, sino de una noche estrellada, pues por encima de toda aquella oscuridad y de la inquietante incertidumbre que provocaba en las personas el temor a magos y brujas, al demonio y a los espíritus malignos, como niños en un lugar sin luz, sobre todo brillaba, no obstante, el cielo estrellado de la nueva fe que les indicaba un camino […] Una cosa sabían con certeza: que todos los seres humanos han recibido su alma de Dios, que todos son iguales ante Él, el pordiosero lo mismo que el rey, y que, por tanto, no debía haber esclavos a quienes se tratara como objetos. (p. 134)
La modernidad arrancó con el descubrimiento europeo del mundo americano a finales del siglo XV, generando con este una ampliación del horizonte terráqueo, religioso y comercial del imperio español. Se caracterizó por la aparición de un arte, sobre todo italiano, llamado renacentista, donde en escultura y pintura predominó la imagen del hombre por encima de la imagen religiosa, entreviéndose con claridad un antropocentrismo artístico; también en literatura, donde existió una caricaturización del ideal caballeresco medieval, con el libro Don Quijote de la Mancha de Cervantes Saavedra.
En política, se manifestó con la obra de Maquiavelo, El príncipe, en la que, lejos de los “espejos de los príncipes” —característicos de la época medieval, en los cuales se invitaba al príncipe a gobernar, según parámetros cristianos, tales como la justicia, el bien común, la limitación del poder, etc.—, describe las prácticas y perspectivas del gobierno civil a través de espejos crudos, inmorales, estatistas: el fin justifica los medios, el poder por el poder cada vez más concentrado e ilimitado, originando el absolutismo político monarquista (antropocentrismo político).
En el terreno religioso comenzó con Lutero; sus tesis pronto se extenderían a una tercera parte de Europa, bajo el prisma de la libre interpretación de las Escrituras por parte de cada creyente y no bajo la dirección del magisterio eclesiástico, denotándose allí también un claro antropocentrismo.
La modernidad en filosofía se inauguró con Descartes y su dogma, “pienso luego existo”, fundador del racionalismo, con el que da pie a que ser real dependa del pensar subjetivo. Hasta entonces la filosofía había sido aristotélico-realista, donde el pensar dependía de la realidad visible. Con el racionalismo filosófico, la cuestión se invierte del todo, dando lugar a un evidente antropocentrismo filosófico. Del veritas adaequatio intellectus et rei realista, se pasa al veritas adaequatio intellectus et intellectus racionalista.
El campo de las ciencias, cuyo eje es la naturaleza, se centra en un comienzo en los hallazgos de Galileo: el sol no orbita alrededor de la tierra, sino que es esta la que hace traslación del sol, poniendo, a fortiori, la tierra en el centro del universo, pero que, contradictoriamente, con el transcurso del tiempo, sería objeto de depredación por obra de la idea racionalista del pensar por encima de la realidad —como lo denunció en Laudato si el papa Francisco (2015, p. 99 y ss)—. Hombre y terrenalidad se van situando en el centro de la mirada humana (antropocentrismo terreno y científico).
Si se sintetizan los diferentes planos enunciados de la modernidad —abarcando un espectro universal—, vemos en esos diferentes terrenos un eje transversal: la primacía del hombre y de su mundo físico, que desplaza a Dios de manera más o menos velada, quien era el centro vital de la Edad Media.
Dios, en el Medioevo, en efecto, fue el centro de toda la actividad humana, en una larga era teocéntrica, religiosa. Una muestra de ello fue el nacimiento y desarrollo de la teología, llamada ciencia de las ciencias (scienciae scienciorum).
Este fenómeno antropocentrista fue in crescendo, hasta llegar —con ciertas excepciones, como las declaraciones de los derechos del hombre y del ciudadano, tanto francesa como norteamericana, con preámbulos de aceptación de la creaturalidad humana— al ateísmo formal y explícito de Feuerbach y Marx (Durán, 2016), Nietzsche, Mussolini, Hitler...

Pervivencia y crecimiento
de la modernidad

La modernidad antropocentrista y terráquea inició a fines del siglo XV, despuntó con fuerza en el siglo XVI, se mantuvo con velocidad de crucero en los siglos XVIII y XIX, y mostró sus dientes con ferocidad en el siglo XX, hasta nuestros días, cuando la vemos colapsar en cuanto al marxismo comunista.
La modernidad presentó las características anotadas en el numeral anterior, pero aumentadas con el paso del tiempo.
En efecto, en el plano artístico, el renacentismo humanista inicial llegó con el tiempo a expresiones increíbles de surrealismo subjetivista a principios del siglo XX, cuyo común denominador se expresó en esculturas y pinturas que reflejaron el más profundo sentir individual del artista.
En materia política se desarrollaron escuelas de distinto cuño: el absolutismo político, el liberalismo democrático liberal inglés, norteamericano, francés, latinoamericano, e incluso la llamada primavera árabe en tiempos recientes, llegando a encarnarse en el capitalismo liberal del laissez faire laissez passere que llega a nuestro tiempo con reformas paulatinas de ese capitalismo.
Esa cara política se mostró después a través del totalitarismo comunista, fascista, nacionalsocialista y el socialismo latinoamericano, llamado del siglo XXI, hasta volver, de alguna manera, hoy al liberalismo democrático liberal en casi todas las latitudes del mundo. Así, en política, se observa un panorama muy variopinto.
La modernidad también dio pie al surgimiento de distintas escuelas de pensamiento religioso protestante con una presencia fuerte en diferentes países: Inglaterra, parte de Alemania y parte de Francia, los países nórdicos, Estados Unidos, entre otros, hasta penetrar con fuerza en mundos antes enteramente católicos como Brasil y, en general, Latinoamérica.
En el terreno filosófico adoptó varias vertientes: el racionalismo de Leibniz y su teoría de las mónadas espirituales; Kant y su filosofía matemática como envoltura de la verdad científica newtoniana; Hegel y sus teorías histórico-dialécticas, así como del Estado en cuanto máxima expresión de la razón; Marx y su materialismo científico, hasta llegar a escuelas neomarxistas, como la Escuela de Frankfurt, con representantes como Habermas y otros.
En el campo de las ciencias de la naturaleza, cobró protagonismo la física inaugurada por Galileo, pasando por Newton y Einstein, hasta llegar al boom de nuestros días, claramente, centrado en las ciencias exactas con desmedro de las ciencias humanas. Es lo que se ha denominado cientificismo[1].
Un pensador de nuestro tiempo, Plinio Correa de Oliveira, afirma que la modernidad se caracteriza, en últimas, por dos notas: orgullo y sensualidad; ellas originaron una revolución contra el Medioevo. Tal revolución se expresó en el humanismo renacentista, el protestantismo, la Revolución francesa y el comunismo[2], no sin señalar una más en nuestro tiempo que busca destruir “el propio orden interno del alma humana, creada por Dios, para seguir la razón y las leyes de la lógica” (Correa, 2017, pp. 149-150). Esta última revolución es de fácil observación y haría falta un escrito complementario para describirla; me limito a señalar que otro autor, Giovanni Sartori, llega a decir, en este sentido, que el hombre actual ha pasado de ser homo sapiens a ser homo videns; solo por eso se puede detectar el cambio del hombre en su ser más profundo.
Creo que estas dos notas señaladas por Plinio Correa de Oliveira siguen presentes en el mundo actual, de una u otra forma, con más énfasis en un sistema o en otro. Por ejemplo, el orgullo antropocentrista parece más presente en el marxismo y la sensualidad en el capitalismo, pero siguen aleteando en el fondo del hombre actual.

¿Ha muerto la modernidad?

Ciertamente, hoy se habla de una época actual llamada posmoderna, aunque con trazos no muy definidos, como sostenía el papa Juan Pablo II en 1998[3]; haría falta indagar qué ha pasado desde esta afirmación del papa Juan Pablo II, pero no es mi objetivo desarrollar este tema. Así, la modernidad ya habría desaparecido y nos encontraríamos en otra época llamada posmodernidad.
Sin embargo, podemos preguntarnos si en realidad de verdad la modernidad se encuentra muerta. Conozco algunas versiones de la muerte de la modernidad, aunque no voy a tener la arrogancia de desconocer otras posibles.
Una primera que conocí fue la postura, según la cual la modernidad llegó hasta Hegel con el advenimiento de la filosofía existencialista de Kierkegaard, que desplazó al racionalismo. El existencialismo causó, en su momento, un golpe fuertísimo al racionalismo, hasta entonces vigente y “símbolo” filosófico de la modernidad[4]. La filosofía racionalista, de Descartes a Hegel, se quebró con el existencialismo. Empero, la modernidad siguió viva en otros aspectos.
Una segunda muerte de la modernidad que conozco fue con el final de la Segunda Guerra Mundial: la tesis del progreso indefinido, dogma del liberalismo moderno, habría llegado a su fin con la muerte del totalitarismo fascista y nazi[5]. Pero también la modernidad siguió viva.
Efectivamente, sabemos que un pilar representativo de la modernidad, como es el marxismo comunista[6], hijo del hegelianismo de izquierda, llega hasta nuestros días por distintos conductos, aun después de terminada la segunda guerra mundial en 1945.
Así las cosas, la modernidad, en esa ala del marxismo comunista, sigue viva aún: la guerrilla comunista (FARC disidente, ELN y otros), algunos partidos comunistas e intelectuales de izquierda[7], el socialismo marxista de Cuba —que sigue cautivando a algunos todavía—, el socialismo del siglo XXI de Chávez…, son expre...

Índice

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Contenido
  5. Presentación
  6. La democracia y el ciudadano. Reflexión a partir de la dinámica electoral colombiana
  7. Participación comunitaria, competencias ciudadanas y habitus jurídico
  8. Desarrollo de las relaciones laborales en América Latina en el proceso de independencia y sus repercusiones en el ámbito laboral contemporáneo
  9. La garantía del trabajo decente a los jóvenes en el posconflicto en Colombia
  10. La intervención psicológica como medida de rehabilitación en el marco de la responsabilidad del Estado colombiano por casos de violación a los derechos humanos en el conflicto armado interno
  11. La tercera muerte de la modernidad
  12. Sobre los autores
  13. Índice temático