Saña
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Información del libro

El lector encontrará en estas páginas textos aparentemente aislados que el hilo narrativo va anudando. Para delimitar lo indelimitable, aquello que separa la santidad de la impureza, lo sucio de lo limpio, la mutilación de lo íntegro, el lenguaje se quiere preciso, tajante, ensañado, carnicero. La secuencia de asociaciones inusuales actúa de modo que al terminar el libro se transforma en una sola y gigantesca metáfora y en una inolvidable experiencia de lectura.

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Información

Editorial
Ediciones Era
Año
2014
ISBN
9786074451306
Categoría
Literature
Cómo el rey debe ser mañoso en cazar:
Y para éste una de las cosas que fallaron los antiguos que más tiene es la caza, de que manera quiere que sea; ella ayuda mucho a menguar los pensamientos de la saña, lo que es más menester a rey que a otro home. Porque la caza es arte e sabidoria de guerrear e de vencer, de lo que los reyes deben ser mucho sabidores.
Alfonso X, Las partidas (1256-1348)
Insania
Dice Sebastián de Covarrubias, en el Tesoro de la lengua castellana de 1611, nuestro primer diccionario: Saña vale furor y enojo, del nombre latino insania, perdida la in, como la perdió la palabra sandio; o del nombre sanna, ae, que vale ronquido o bufido, porque el que se ensaña da muestra con estos accidentes señalados en las narices, las cuales se le hinchan y echan de sí el aire con violencia de saña. Sañudo y ensañarse.
Inventario de la abominación
El Levítico es un libro dedicado a las abominaciones que un hombre puede cometer. En uno de sus mandamientos se dice expresamente:
Todo hombre que tenga una tara, si es ciego, cojo, desfigurado o desproporcionado o si tiene una fractura en la mano o en el pie, si es jorobado o atrofiado, si sus ojos tienen algún defecto, si tiene un testículo dañado, en fin, todo hombre que tenga una marca y pertenezca a la raza del sacerdote Aarón, jamás podrá ofrecer sacrificios a su Dios.
El Levítico hace numerosas alusiones a la perfección. Todo aquello que se ofrece en el templo debe estar libre de impureza, los animales sin defectos, las mujeres purificadas después del parto y la menstruación, los leprosos separados de los demás hombres y, aunque hayan sanado, lavados según los ritos antes de entrar en el templo.
En última instancia, todas las secreciones corporales son consideradas como inmundicias…
Soledad
Una vez hubo una virgen menopáusica que decidió liberarse tanto del adjetivo como del sustantivo y darse a la aventura como los personajes de Julio Verne. Sólo encontró al pájaro Roc, el cual, según la leyenda, pone un huevo inmenso y blanco en el desierto, a cuyo pie la sombra es tan amarga como la soledad.
El caminador
La imagen de Rimbaud: la imagen de un caminante; lo asocio con otros caminadores: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Casanova, Rousseau, Isabelle Eberhard.
Rimbaud es, en cierta forma, un San Juan de la Cruz y, como la de los carmelitas descalzos, su rebelión se inicia en los pies.
Crematorios
Las piras arden, el humo se levanta, el olor se esparce. Entre las callejuelas espléndidas pero devastadas de uno de los barrios aledaños, pequeños altares en casi todas las esquinas, con toscas estatuas de colores estruendosos, adornadas con guirnaldas de flores rojas y amarillas. Impúdicamente, una mujer vestida de un sari color bermellón reza, llora e increpa a Shiva; varios fieles impiden el acceso a un conjunto de templos; las perras sarnosas dejan caer sus tetas purulentas; desde una tienda donde venden sedas se contempla la cúpula dorada de una mezquita. Ha habido, dice alguien, reyertas entre hindúes y musulmanes.
Asombro
Me pregunto, dijo alguna vez el gran pintor británico Stanley Spencer, ¿qué acontecimiento en la vida de Dios propició la creación de los Alpes?
El Paraíso
La belleza física y la bondad del hombre americano maravillan a Colón. Su asombro llena las páginas de sus diarios y las de sus comentaristas. Las nuevas tierras son dignas de la imaginación esplendorosa del otro mundo medieval: los árboles producen diamantes, esmeraldas y zafiros y en los ríos el agua es amarilla porque está llena de pepitas de oro. Como nuestros primeros padres Adán y Eva, el indio vive en la inocencia primordial: son los indios cándidos, hermosos y van desnudos.
Pero ningún hombre soporta el Paraíso. Colón trueca cascabeles por pedazos de oro, recibe calabazas y papagayos y se apodera de algunos indios para confirmar sus descubrimientos y exhibirlos en la corte española. Fáciles de cautivar, los indios mansos serán los nuevos súbditos de los Reyes Católicos, porque esta gente es muy simple en armas, dice, y bastan cincuenta españoles para cautivarlos.
Los puentes
El 17 de noviembre de 1878, a punto de quemar sus naves y embarcarse en una rumbo a Egipto, Rimbaud escribe a su familia: cuenta sus peripecias para cruzar, en pleno invierno, las montañas suizas y el San Gotardo, viaje emprendido primero en diligencia y luego a pie.
Es una carta-puente.
Reseña una de sus ocupaciones favoritas, la de caminar, a la que ha dedicado una buena parte de sus años. Pero esa caminata ya no es –en apariencia– un vagabundeo, forma deambulatoria que, junto con la práctica de la literatura, su madre abomina. Es el camino emprendido hacia la redención: la estabilidad nómada y burguesa del comerciante colonial, instalado en las posesiones francesas de África. Otro de los bizarros diseños de los puentes.
Cronometría
Aunque parezca casi arbitrario, propongo ahora un doble juego; traza una dicotomía; enfrenta a dos figuras totalmente opuestas de la plástica contemporánea: Cindy Crawford y Lucien Freud.
Cindy, una de las modelos mejor pagadas del mundo; su figura aparecía constantemente, como las de Claudia Schieffer, Linda Evangelista, Naomi Campbell o Christy Turlington, en las portadas de revistas de modas, y en una de ellas, en franca imitación de la Venus de Boticcelli, surge de las ondas, colocada artísticamente en la tradicional concha marina. Lleva el pelo suelto, los ojos ligeramente maquillados, un lunar oscuro erotiza su boca y su cuerpo parece estar desnudo: sólo calza unas ligeras sandalias azules descotadas.
El erotismo es el resultado de una delicada relación entre lo vestido y lo desnudo; la desnudez absoluta animaliza, despoja, priva, el vestido permite el tránsito a lo humano. Sólo el intersticio es erótico, afirmaba Barthes.
Cindy es un símbolo sexual comercializado, al servicio de las grandes trasnacionales de la industria cosmética y de la confección y, no hace mucho, como Christy Turlington del yoga, promotora de ejercicios de belleza corporal. Cindy, belleza atlética, semidesnuda, enfundada en trajes de baño color rosa mexicano, escotados estratégicamente para dejar ver unos músculos lisos, rosados, absolutamente desprovistos de celulitis. Una sexualidad sana, perfecta, cubierta apenas con lo necesario, lo necesario para destacar una belleza corporal sujeta estrictamente a las reglas de la moda.
¿Qué relación entre esta muchacha sana y sensual, cuyo rostro y cuerpo fotografiados son conocidos en todos los países de la tierra, y la pintura de Lucien Freud, el pintor inglés, nieto del fundador del psicoanálisis, no hace mucho exhibido en el Museo Metropolitano de Nueva York y en el Reina Sofía de Madrid? La movilización de lo desnudo a lo vestido es fundamental en ambos, ambos usan de la representación para manifestarse, ambos se apoyan en modelos cuya corporeidad es manifiesta. Las figuras humanas de los primeros cuadros de Freud están vestidas, los colores de la ropa son primarios, la mirada de los rostros muestra sin embargo la desmesura, acentuada por el espacio que enmarca a las figuras, un espacio inhóspito de cárcel o sanatorio, es decir un espacio desnudo. Más tarde aparecen los cuerpos en reposo, expuestos agresivamente, delineados con pinceladas violentas, trazos espesos, escultóricos, abultados; la acción de las manos del pintor sobre el cuadro y el cuerpo desnudo allí pintado se ejerce como un suplicio sobre el retratado o la retratada, y se focaliza sobre su genitalidad. La mirada se dirige inevitablemente hacia esa área del cuerpo, expuesto con indolencia en un reposo incómodo, incomodidad proyectada hacia el espectador, deslumbrado por las vestiduras del cuadro, producto del oficio de pintor: manchas blancas, encimadas unas sobre las otras, formando un fondo o un lienzo a manera de sábana o mortaja, reforzando la distancia entre lo desnudo y lo vestido y entre el acto de pintar y la realidad de lo representado. La vestimenta, en este caso, a diferencia de su función en la moda, es la literalidad de la pintura que retoma su valor metafísico; los cuerpos yacen abandonados sobre las camas, pierniabiertos, encima de telas de colores que contrastan con la blancura rosada de la carne, en su estado tumefacto de carne pura. Se enfrentan así dos concepciones del mundo moderno: la confrontación es dramática: dos tipos de construcción corporal, la de Freud en la pintura, la de Cindy en la fotografía: se revela sin compasión un imposible erotismo, el roce de dos realidades, dos conceptos: en uno las vestiduras son trazos blancos, manchas, puros símbolos pictóricos subrayan al modelo en su corporeidad artística, en el otro, en el de Cindy, el vestido cubre el cuerpo para resaltarlo, erotizarlo, convertirlo simplemente en un producto más.
Cindy Crawford ha sido contratada ahora para anunciar los relojes Omega.
Bajo el volcán
En la novela de Lowry, las escenas de amor las preside el Volcán.
Y las de la muerte.
Así empieza la novela:
Dos ásperas cadenas de montañas atraviesan la república de norte a sur; en medio, numerosos valles y planicies. Entre esos valles, dominada por dos volcanes…, la ciudad de Quauhnáhuac…
En temporada de alarma máxima, llegaron de Francia unos amigos a entrevistarme sobre Lowry. Como laberinto de símbolos y, desde mi terraza, el volcán arroja una larga columna de humo, teñida de escarlata. ¿Es lava? ¿O son cenizas, solamente?
La noche resplandece.
Quauhnáhuac tiene 18 iglesias y 57 cantinas, escribe Lowry en la primera página de su libro…
Inmundicias
La cualidad de lo viscoso está a medio camino entre lo líquido y lo sólido. Es blando, se comprime, cede al tacto, se embarra, es una trampa, se adhiere como una sanguijuela.
¿Una persona viscosa?
¿La pus, el vómito, el sudor, la mierda, la saliva, la sangre coagulada?
Las cosas simples
¿Cómo le hacemos? ¿Introduzco a los personajes de la corte inglesa?
Cuando la aún joven Reina Isabel con su gesto duro y la vieja Reina Madre vestida de azul cielo, tocada con un sombrerito de paja que le vela el rostro, le conceden al pintor Stanley Spencer el título de caballero, él se presenta, como debe de ser, en el Palacio de Buckingham, vestido de smoking y llevando en la mano una maletita donde guarda las cosas que necesita para asear el ano contranatura que se le ha confeccionado para sustituir al verdadero, después de una operación de cáncer de colon.
Es muy pequeño, enclenque, sus anteojos le caen sobre la cara, les agradece a las soberanas la alta distinción, él, simple pintor de una zona rural que en sus pinturas representa a Cristo como un campesino.
Siempre había deseado el galardón, explica, pero de manera sencilla, parecida a la de un hombre que espera que su vecina le regale un tarro de mermelada de naranja amarga hecha en casa.
Hipódromo
Si deseas describir un caballo, decía más o menos Shklóvski, hazlo como si el caballo te fuera completamente extraño, como si lo vieses por primera vez.
Shoa
Cuando abrimos las fosas, no pudimos contenernos, todos estallamos en llanto. Los soldados nazis se acercaron a nosotros, nos golpearon con gran brutalidad y nos forzaron a trabajar a un ritmo demente durante días sin dejar de matratarnos y sin proporcionarnos instrumentos para efectuar nuestra tarea. Y no sólo eso, los alemanes agregaron que estaba estrictamente prohibido emplear las palabras ‘muerto’ o ‘víctima’ porque los que estaban allí eran simplemente un montón de madera o, más bien, un montón de mierda, que esos cadáveres no tenían la menor importancia… Es más, los alemanes nos obligaban a decir al referirnos a ellos que se trataba apenas de Figuren, marionetas, muñecas o, para decirlo con mayor precisión, shmates (porquerías).
Número de serie
El célebre pianista Glenn Gould tenía predilección por un piano en particular, el instrumento en el que aprendió a tocar, un Chickering de 1894: nostálgico, toda su vida había tratado de encontrar un piano parecido, como quienes, cuando niños, han amado a un perro para el cual jamás han encontrado un sustituto.
De repente, tropieza con un Steinway, número de serie 174.
Una vez que se ha acostumbrado a él, el piano se pone a toser, como tose Gould; su quejido se acopla exactamente al suyo, un tarareo que interrumpe la limpidez de las obras de Bach grabadas e interpretadas como si fueran el término absoluto de la perfección.
En una fotografía antigua aparece Glenn de pie y con las manos colocadas sobre su primer piano: a su lado y con las patas delanteras sobre el teclado, su perro Nicky.
El corte
La vida de Rimbaud está marcada por un corte que la divide en dos mitades irreconciliables:
El rebelde precoz; el gran revolucionario de la poesía francesa, el subversivo que insulta, asombra, arremete; el protagonista de un amor escandaloso y mítico con Verlaine; el que desprecia las instituciones burguesas.
Del otro lado, el mezquino empleado de oscuras compañías coloniales, el rapaz y por tanto banal traficante de armas, el pequeño burgués que sólo aspira a amasar una pequeña fortuna y tener una familia.
El corte se instala en un incidente gramatical: el ser radical del poeta, su Je est un autre, se transforma y produce un ser extraño definido así por Mallarmé: quelqu’un qui avait été lui mais ne l’était plus d’aucune façon.
Gritos y susurros
Troppmann avanzó con la cabeza hacia delante y perneó… Un ruido ligero, como el que produce la madera al dar contra la madera: acababa de caer el semicírculo superior del collar que mantiene inmóvil la cabeza del reo; después se oyó un rugido sordo…
Antes Troppmann, atado ya a la tabla, había ladeado la cabeza, quedando ésta afuera del collar: entonces los verdugos, para encajarla, tiraron de ella por los pelos, y Troppmann mordió a uno de ellos en el dedo…
Cuando tiro del collar que rodea su cuello, mi perra ladea la cabeza, gime, ladra y de una dentellada feroz intenta destrozarme una mano.
El cazador cazado
A San Agustín le gustaba pelear con el Diablo. En muchos de sus textos sostiene una batalla enconada con él.
Solía explicarlo así [Ps.SC, S,I,4]:
El Diablo y sus ángeles son como cazadores que colocan ratoneras [en latín muscipulas]. Los hombres pueden evitarlas, alejándose de ellas, acercándose a Cristo, Quien, aunque no los guíe por la vía correcta, los conducirá cerca de ella… Es bien sabido que, a la distancia, las vías paralelas suelen tocarse.
Si tu camino es el de Cristo no caerás en la ratonera del Diablo. Pero si sales de esa vía, entonces sí caerás en esa ratonera.
El Diablo brincó de alegría cuando Cristo murió y, sin embargo, el Diablo fue vencido… [Sermón CCLXIII, De ascensione Domini, III].
Cosmética
Naomi Campbell aparece en la portada de una revista de modas vestida de cuero ¿o es plástico? negro con un brassier superpuesto, los cabellos pintados de un rojo zanahoria, los labios delineados, y en el centro, subrayando su carnosidad, un ligero brillo más tenue; los ojos asimismo delineados con lápiz gris plateado; en los párpados, otro brillo suave, blanquecino, ilumina la mirada, haciendo juego con los labios. En suma, todo en ella brilla: el traje, el corpiño colocado artísticamente encima del traje pseudo espacial, la cara, la boca, el pelo, los ojos.
El retrato tiene un título: ¿son mujeres las súper modelos?
¿Usted qué cree? ¿Serán mujeres? ¿Serán las modelos, como se agrega en el subtítulo, el último mito de este nuevo siglo?
Las modelos son bellas y ricas, sus caprichos ocupan las primeras páginas de los diarios y un intento (falso) de suicidio, como el de la Campbell (Naomi esta vez y no la lata de sopa que inmortaliz...

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  6. Cómo el rey debe ser mañoso en cazar: