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Satori
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De acuerdo con el budismo zen, sólo una mente sin distracciones puede atender el instante en toda su fugaz pureza; sólo aquellos que trascienden el yo pueden revelar el mundo. La poesía que León Plascencia Ñol ha ido construyendo desde hace más de veinte años resulta un ejercicio similar donde florecen el instante y sus fenómenos, donde las personas del verbo conviven entre sí como reflejos mutuos.
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Información
Categoría
LiteratureCategoría
PoetrySatori
BOCA DE IGUANAS,
28 DE DICIEMBRE DE 2003-24 DE ENERO DE 2004
... quién era el que miraba
la ola detenida,
la fijeza de ese instante,
la espuma que estacionada en la pupila
era una iridiscencia,
una pequeña explosión de azules
o algo más o nadie.
Porque ahora nadie está aquí,
porque ahora nadie o la ola que regresa
y se extiende. Y era el aire
un semicírculo
o unos ojos
que vi por vez primera y la ola
que regresa para ser un azul
casi verde.
Un destello y esta palabra
que inicia aquí.
No sé de nuevo –y la neblina
aúpa una porción de cielo,
los maizales quietos, la montaña
que desciende o gravita sólo en mis ojos
de ahora
que fueron antes
una luz, el regazo de una luz
para Simonetta o quizá
de nuevo un espejismo. Nubes frías
abiertas.
Había algo nuevo,
había algo que antes fue un presagio.
Fui el que fui y ahora
es necesaria la repetición, un sol
de repeticiones, el valle
en donde estuvo todo y no lo supe ver.
Pero ahora veo, claro, claramente
esta ola quieta. Su fulgor
que explota en varias direcciones
y todas vienen aquí, todas
se hacen una. Agua envolvente,
agua que podría ser aire.
Miré tres pájaros que ya son simple
manchón. Alas negras
o un mundo que antes estuvo
como esa casa que sobresale
en el paisaje y nada es nadie. Aéreo murmullo
en esa casa,
la ventana abierta, los postigos
–una puerta para la luz.
También la lluvia
vertical se deshacía en mis manos.
Dentro de esa casa vi
esos ojos que fui algún día, ese
ligero temblor de álamos,
eucaliptos y una estación ferroviaria abandonada.
No es el abandono, mejor dicho,
todo podría ser aire: este sol
vertiginoso,
estos cuerpos que ahora veo
abrirse poco a poco. Han venido
a ser en este tiempo
uno solo,
uno que podría ser muchos,
pero la casa es una.
Se dibujaron
neblíes en el cuaderno blanco, aparecieron
ticuses, gallaretas, asombrados canarios
que en zigzag habitaron un mundo.
Estaba allí.
–La cadencia del cielo se anunciaba
en la ola.
No hubo posibilidad alguna
para el error. –Tristia desde el Ponto.
Entonces tú dijiste:
“Volveré a saberlo aunque ya no sea
quien se es. Entonces
era nuevo el desconcierto. Una
limpidez casi aérea
nos dejó el fracaso como una vela encendida”.
Nosotros habitamos esa ola,
casi podría decirse, ese fulgor. Entonces
tú dijiste:
“Sobrevolarán los pájaros
del desconsuelo”.
El ciruelo arrojó su sombra
en la ilusión de ese pasado, y la mirada
que antes tuviste llegó de nuevo.
Eran demasiados los murmullos,
el ahogo que de ellos se presentía. Una ola
que continuamente era una ola
o las alas del pájaro que guiaba
a los paseantes que algún día tú fuiste.
¿Quién soy ahora?, me dices.
Como decir lo cierto
aunque nadie lo sepa. Como un cuerpo
que se une a otro. Y aparecen los pliegues,
los ojos vendados, la escritura
en el cuerpo, lo dicho
a media voz, el espejo para verse. Un hueco.
La escritura, lo dijiste, del cuerpo.
La escritura en el cuerpo. Una sangre.
Electrizado el aire
en la gasa que cubría sus ojos.
La noche es toda peso,
piedra,
pájaro voraz la noche.
¿Quién habita en el costado izquierdo de las cosas?
Los ojos en el naufragio
se dispersan. Soy un naufra...
Índice
- Book Information
- Copyright
- Pentimento
- La cordillera
- Satori
- Adenda
- Contents
- Author