Jesús
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Jesús

El hombre que era Dios y que dicen que está vivo

  1. 168 páginas
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Jesús

El hombre que era Dios y que dicen que está vivo

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Información del libro

Casi todos los grandes artistas han tratado de mostrar la fisonomía de Jesús de Nazaret, han compuesto sinfonías, poemas o relatos. Probablemente, es el personaje sobre el que más se ha escrito en toda la historia. Muchos han dado su vida por él. Otros lo odian, o lo temen. Sin embargo, no tantos han leído alguna de sus cuatro breves biografías, escritas poco después de su muerte.El autor presenta una explicación sencilla de la vida de Jesús, al hilo de esos relatos, los cuatro evangelios. Se dirige a creyentes y a todo aquel que muestre curiosidad por un personaje cuya vida y mensaje resultan indispensables para entender la historia de la humanidad hasta nuestros días.

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Información

Año
2022
ISBN
9788432161872
Edición
1
Categoría
Cristianismo
I.
LA VIDA DE JESÚS DE NAZARET
LA HISTORIA SÍ INTERESA
«No se comienza a ser cristiano —escribió Benedicto XVI— por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». La fe cristiana, más que un conjunto de verdades, consiste en encontrar personalmente a Jesucristo, escucharle y aceptarle; reconocer que lleva la Revelación divina a su plenitud, y confirma que Dios está siempre con nosotros y quiere salvarnos.
Por eso, para el cristiano la historia tiene una importancia capital. No da lo mismo que los hechos narrados en los evangelios hayan ocurrido realmente, o se trate de una hermosa ficción. Ningún creyente en Jesús podría continuar siéndolo si se demostrase que esos relatos son simplemente mitológicos, fruto de la credulidad de los primeros cristianos, o peor aún, de la creatividad fantasiosa de personas entusiasmadas con determinadas ideas.
Jesús de Nazaret existió de verdad, como atestiguan numerosos documentos históricos que ahora no es el momento de mencionar. Su vida quedó retratada, sobre todo, en el testimonio de quienes convivieron con Él. Un testimonio al principio oral, pero que no muy tarde quedó fijado en escritos que nacieron de la pluma de sus discípulos o fueron aprobados por ellos en el siglo I: los evangelios y demás libros del Nuevo Testamento.
En las últimas décadas, se han llevado a cabo muchas investigaciones sobre esos textos, y hoy tenemos una completa seguridad de que son auténticos y no han sufrido modificaciones desde entonces. La abundancia de manuscritos y la proximidad temporal a la redacción original son inmensamente superiores a las de cualquier otro libro antiguo.
Los cuatro evangelios —san Mateo, san Marcos, san Lucas y san Juan— son reflejos de un único “Evangelio” (del griego euangelion, buena noticia), que es el anuncio de la vida y las palabras de Jesús, difundido por sus discípulos. Una “noticia” que sigue siendo actual.
Jesús (Yeshua) es un nombre arameo que quiere decir “Dios salva”. Así lo llamó el ángel cuando anunció a santa María su llegada: Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Era un nombre común entre los judíos, que llevaron varios personajes de la Biblia. En este caso, aunque quizá la Virgen no lo comprendiese del todo, significaba literalmente que sería el mismo Dios, que venía a salvarnos.
San Gabriel dijo además: Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin. Es decir, si tú consientes —le estaba diciendo a María—, ese hijo será el Hijo de Dios, el Mesías que tu pueblo espera desde hace siglos. Esto último sí lo entendió bien la Virgen.
En Israel, en esa época, había una fuerte expectación mesiánica. La figura del Mesías-Salvador había surgido de las promesas hechas por Yahwéh al rey David. Estaba presente en varios salmos compuestos para las ceremonias de coronación de los reyes y describía un rey ideal, con cualidades tan excepcionales que no era posible que se dieran en ningún ser humano.
Durante el destierro de Babilonia (siglo VII a. C.), la esperanza mesiánica se centró en el Reinado de Yahwéh sobre su pueblo, teniendo como únicos intermediarios a los profetas. El nuevo Mesías pasó entonces a ser considerado profeta.
Tiempo después, con Isaías, la figura se identificó con el Siervo de Yahwéh, un determinado personaje que restauraría al pueblo elegido y estaría destinado a un fin trágico, para redimir a muchos. Con la vuelta del destierro, la reconstrucción del Templo y la restauración del culto, el Mesías volvió a ser considerado rey.
En tiempos de Jesús, las tres figuras (Rey, Profeta y Sacerdote) no tenían el mismo peso. Entre el pueblo en general, prevalecía la espera de un Mesías-Rey, restaurador de Israel y liberador de la dominación extranjera. En algunas personas piadosas pervivía una esperanza más religiosa de un constructor de paz y justicia. La figura del Mesías sufriente se había llegado a excluir.
Jesús tuvo conciencia de ser el Mesías anunciado, pero evitó usar ese título, e impuso silencio a quienes pretendían denominarle públicamente así. No quiso desvelar esta condición hasta haber anunciado su futura muerte en la Cruz, para que no la interpretasen en sentido político.
Después de su Resurrección, la denominación de Mesías (en griego Cristo) pasó a ser parte del nombre de Jesús, como confesión de fe: Jesucristo, “Jesús es el Cristo”.
El título elegido por Él mismo para designarse fue el de “Hijo del hombre”, que aparece muchísimas veces en los evangelios. Es traducción literal del hebreo “hijo de Adán”, simplemente sinónimo de “hombre”, pero que el profeta Daniel usó para referirse al Mesías. Jesús lo prefirió porque no era corriente, no había tanto peligro de que se interpretara mal, expresaba bien la doble dimensión divino-humana de su vida y hacía referencia al misterio de la Salvación. Resultaba tan ininteligible al principio que prácticamente desapareció en la primitiva comunidad cristiana.
“Jesús de Nazaret” fue como la gente llamó habitualmente a aquel Rabbí (rabino) que recorrió Palestina predicando, hizo milagros y murió en la Cruz. Actualmente se prefiere para indicar al Jesús histórico. Cristo es el nombre que recibe como Salvador.
COORDENADAS DE ESPACIO Y TIEMPO
Palestina en el siglo I
La vida terrena de Jesús se desarrolló dentro de unos límites geográficos bien determinados: Palestina. Esa tierra tiene una extensión de unos 200 x 80 km, y se extiende entre el Mar Mediterráneo y el río Jordán. Estaba limitada al norte por Sirio-Fenicia y al sur por Idumea. De las regiones que la formaban entonces, solo Galilea y Judea tienen verdadera importancia en la vida de Jesús.
En Galilea, al norte, discurrió la mayor parte de su existencia. Era una región rica y abundantemente poblada, que tenía como centro el lago de Tiberíades. En las ciudades, había mucha influencia griega, pero en el campo, repoblado por judíos hacía 200 años, no. Poco montañosa y verde, con su altura máxima en el monte Hermón (2760 m), se dividía en dos partes: el norte, colindante con Siria, y el sur, del lago de Tiberíades al monte Carmelo, que incluía la fértil llanura del Esdrelón. Desde el año 4 a. C. estaba gobernada por Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Las ciudades principales eran Cesarea de Filipo, Tiberíades, Séforis, Cafarnaúm, Magdala y Betsaida.
Judea, en cambio, era una región desértica y montañosa, con capital en Jerusalén (600 m), que colindaba con un desierto delimitado al este por el Mar Muerto (400 m bajo el nivel del Mediterráneo) y la fosa del río Jordán, donde se encuentra Jericó. Heredada por Arquelao, hijo también de Herodes el Grande, junto a Samaria e Idumea, pasó a ser provincia romana en el año 6 d. C., después de que las familias influyentes consiguiesen la destitución del rey. Era administrada por un procurador que residía en Cesarea marítima. Pilato ocupó ese cargo del 26 al 36 d. C.
Con excepción de las ciudades helenizadas de Galilea y Jerusalén, la economía de Palestina se basaba casi exclusivamente en la agricultura (grano, aceite, frutas y hortalizas), la ganadería (ovejas, cabras, vacas, pero no cerdos) y la pesca en el mar de Tiberíades. La artesanía se concentraba alrededor del Templo de Jerusalén. El trabajo manual era muy apreciado. Sobre los trabajadores gravaba un triple impuesto: uno civil, recaudado por publicanos en nombre de Roma, y dos religiosos: contribución anual al Templo, y diezmos y primicias de todos los productos.
En tiempos de Jesús, dominaba la sociedad una minoría de latifundistas, grandes comerciantes, altos funcionarios y la aristocracia sacerdotal y política, que habitaban en las ciudades. Había también una clase media de artesanos, pequeños propietarios, sacerdotes, funcionarios, etc. Los más pobres eran los jornaleros.
Había también diferentes grupos religiosos. El más numerosos lo formaban los fariseos (“segregados”) y sus seguidores, que observaban innumerables tradiciones para cumplir la Torah o Ley de Moisés —a las que concedían el mismo valor que a la ley escrita— y lospueblos de la tierra”, despreciados por los demás por considerarlos incapaces de cumplir la Ley, que los evangelios llaman genéricamente “publicanos y pecadores”.
Las mujeres carecían de relevancia social. No iban a la escuela ni aprendían la Ley, su testimonio no tenía valor en los juicios. Eran apreciadas por la maternidad, pues en la familia hebrea, tener hijos, sobre todo varones, era estimado como una bendición de Dios. Estaba permitido el divorcio por repudio de la mujer.
Los varones entraban a formar parte de la comunidad de Israel por el rito de la circuncisión, ocho días después del nacimiento. Por el primogénito, el padre tenía obligación de pagar un rescate en el Templo de Jerusalén. Empezaban a estar obligados por la Ley a los 13 años.
La vida religiosa estaba centrada en la sinagoga y en el Templo de Jerusalén. En todo pueblo de cierta importancia, solía haber una sinagoga, donde los niños aprendían a leer y memorizaban la Torah. Había también escuelas rabínicas superiores en el Templo, llevadas por maestros famosos. Todos los sábados se acudía a la sinagoga, donde tenía lugar la lectura y comentario u homilía de la Ley. Ese día se guardaba reposo absoluto.
Diariamente, los varones recitaban, por la mañana y por la tarde, la Shemá, oración que incluía principalmente un fragmento del Deuteronomio: Escucha (shemá), Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas…
Cada año, los hebreos tenían obligación de peregrinar al Templo de Jerusalén en las tres fiestas principales: Pascua (en primavera), Pentecostés (50 días más tarde, en mayo) y Tabernáculos (a primeros de octubre).
El órgano jurídico-religioso principal de la vida de Israel era el Sanedrín (synedrion, asamblea), competente para todas las cuestiones de derecho religioso y civil. Compuesto por 70 miembros bajo la presidencia del Sumo Sacerdote, estaba integrado por los sacerdotes superiores, los ancianos (cabezas de las familias aristocráticas) y los escribas (teólogos y juristas), mayoritariamente fariseos.
Cronología más segura
Las fechas que enmarcan la vida de Jesús no se pueden fijar con absoluta precisión, pero son normalmente aceptados los años 6 a. C. y 30 d. C. (748 y 784 del calendario romano) como los de su inicio y su fin.
La fecha del nacimiento de Jesús fue fijada erróneamente por Dionisio el Exiguo (siglo V) en el 753 de la fundación de Roma. Pero, si así fuera, habría nacido después de la muerte de Herodes (750). Así que hay que adelanta...

Índice

  1. PORTADA
  2. PORTADA INTERIOR
  3. CRÉDITOS
  4. ÍNDICE
  5. PRESENTACIÓN
  6. I. LA VIDA DE JESÚS DE NAZARET
  7. II. CRISTO ES LA REVELACIÓN PERFECTA DE DIOS
  8. III. JESUCRISTO NOS HA SALVADO
  9. IV. ¿QUIÉN ES JESÚS?
  10. AUTOR