Mirémonos de frente. Somos hiperbóreos, y sabemos bastante bien
cuán aparte vivimos. Ni por tierra ni por mar encontrarás
el camino que conduce a los hiperbóreos, Píndaro ya
sabía esto de nosotros. Más allá del septentrión, de los hielos, de
la muerte, se encuentra nuestra vida, nuestra felicidad… Nosotros
hemos descubierto la felicidad, conocemos el camino, hallamos la
salida de muchos milenios de laberinto. ¿Quien más la encontró?
¿Acaso el hombre moderno? Yo no se ni salir ni entrar; yo
soy todo lo que no sabe ni salir ni entrar, así suspira el
hombre moderno… Estábamos aquejados de esta modernidad, de una paz
pútrida, de un compromiso perezoso, de toda la virtuosidad impura
del sí y del no modernos. Semejante tolerancia y amplitud de
corazón, que lo perdona todo porque lo comprende todo, es para
nosotros viento de siroco. Vale más vivir entre los hielos que
entre las virtudes modernas y otros vientos meridionales… Fuimos
bastante valerosos; no tuvimos clemencia ni para nosotros ni para
los demás; pero por largo tiempo no sabíamos dónde nos conduciría
nuestro valor. Nos volvimos sombríos, nos llamaron fatalistas.
Nuestro fatum era la plenitud, la tensión, la
hipertrofia de las fuerzas. Teníamos sed de rayos y de hechos;
estábamos muy lejos de la felicidad de los débiles, de la
abnegación. En nuestra atmósfera soplaba un huracán; nuestra
naturaleza se oscurecía porque no hallábamos ninguna vía. Esta es
la fórmula de nuestra felicidad: un sí, un no, una línea recta, una
meta.
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El Anticristo
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Índice
Citas
Información del libro
Uno de los libros que describe mejor el pensamiento de tardío de Nietzsche. Fue el primer libro inédito que paso por las manos de Elisabeth Forster-Nietzsche quien suprimió párrafos enteros y hasta el subtítulo que llevaba el libro:"Maldición sobre el cristianismo".
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Información
Editorial
BooklassicISBN
9789635262458
Categoría
PhilosophyCategoría
Philosophy History & TheoryCapítulo 1
Capítulo 2
¿Qué es lo bueno? Todo lo que eleva en el hombre el sentimiento
de poder, la voluntad de poder, el poder mismo.
¿Qué es lo malo? Todo lo que proviene de la debilidad.
¿Qué es la felicidad? El sentimiento de lo que acrece el poder;
el sentimiento de haber superado una resistencia.
No contento, sino mayor poderío; no paz en general, sino guerra;
no virtud, sino habilidad (virtud en el estilo del Renacimiento,
virtud libre de moralina).
Los débiles y los fracasados deben perecer; ésta es la primera
proposición de nuestro amor a los hombres. Y hay que ayudarlos a
perecer.
¿Qué es lo más perjudicial que cualquier vicio? La acción
compasiva hacia todos los fracasados y los débiles: el
cristianismo.
Capítulo 3
El problema que presento aquí no consiste en aquello que la
humanidad debe realizar en la serie de las criaturas (el hombre es
un fin), sino en el de tipo de hombre que se debe educar, que se
debe querer como el de mayor valor, como más digno de vivir, como
más seguro del porvenir.
Este tipo altamente apreciable ha existido ya muy a menudo; pero
como un caso afortunado, como una emoción, no fue nunca querido.
Quizás, por el contrario, fue querido, cultivado, obtenido, el tipo
opuesto: el animal doméstico, el animal de rebaño, aquel animal
enfermo que se llama hombre: el cristiano…
Capítulo 4
La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor y más
fuerte o más alto como hoy se cree. El progreso no es más que una
idea moderna; esto es, una idea falsa. El europeo de hoy está muy
por debajo del europeo del Renacimiento: un
desarrollo sucesivo no es absolutamente, con cualquier necesidad,
elevación, ni incremento, ni refuerzo.
En otro sentido, se verifica continuamente el logro de casos
singulares en los diversos puntos de la Tierra y de las
más diversas culturas, con las cuales se representa en realidad un
tipo superior: una cosa que, en relación con el conjunto de la
humanidad, es un superhombre. Semejantes casos afortunados de gran
éxito fueron siempre posibles, y acaso serán aún siempre posibles.
También generaciones enteras, razas, pueblos, pueden en ciertas
circunstancias constituir un efecto afortunado de esta especie.
Capítulo 5
No se debe adornar y acicalar el cristianismo: hizo una guerra
mortal a cierto tipo superior de hombre; desterró todos los
instintos fundamentales de este tipo, de estos instintos extrajo y
destiló el mal, el hombre malo; consideró al hombre fuerte como lo
típicamente reprobable, como el réprobo.
El cristianismo tomó partido por todo lo que es débil,
humilde. fracasado, hizo un ideal de la contradicción a los
instintos de conservación de la vida fuerte; estropeó la razón
misma de los temperamentos espiritualmente más fuertes, enseñó a
considerar pecaminosos, extraviados, tentadores, los supremos
valores de la intelectualidad. El ejemplo más lamentable es éste:
la ruina de Pascal, que creyó que su razón estaba corrompida por el
pecado original, cuando sólo estaba corrompida por su
cristianismo.
Capítulo 6
A mis ojos se ha ofrecido un espectáculo doloroso, pavoroso: yo
descorrí el velo que ocultaba la perversión del hombre. En mi boca,
semejante palabra está por lo menos libre de una sospecha, de la
sospecha de contener una acusación moral contra el hombre. Ha sido
pensada por mi -querría destacar esto una vez más-, libre
de moralina; y esto hasta el punto de que tal perversión es
considerada por mi precisamente allí donde hasta ahora se aspiraba
más conscientemente a la virtud, a la divinidad. Yo (y esto se
adivina) entiendo la perversión en el sentido de decadencia;
sostengo que todos los valores en que hoy la humanidad sintetiza
sus más altos deseos son valores de decadencia.
Considero pervertido a un animal, a una especie, a un individuo,
cuando pierde sus instintos, cuando escoge y prefiere lo nocivo.
Una historia de los sentimientos superiores, de los ideales de la
humanidad -y es posible que yo la escriba-, sería tal vez la
explicación de por qué el hombre se ha pervertido de este modo.
Para mí, la misma vida es instinto de crecimiento, de duración, de
acumulación de fuerzas, de poder; donde falta la voluntad de
poderío, hay decadencia. Sostengo que a todos los supremos valores
de la humanidad les falta esta voluntad; que los valores de
decadencia, los valores nihilistas, dominan bajo los nombres más
sagrados.
Capítulo 7
La religión de la compasión se llama cristianismo. La compasión
está en contradicción con las emociones tónicas que elevan la
energía del sentimiento vital, produce un efecto depresivo. Con la
compasión crece y se multiplica la pérdida de fuerzas que en sí el
sufrimiento aporta ya a la vida. Hasta el sufrimiento se hace
contagioso por la compasión: en ciertas circunstancias, con la
compasión se puede llegar a una pérdida complexiva de
vida y de energía vital, que está en una relación absurda con la
importancia de la causa (el caso de la muerte del Nazareno). Éste
es el primer punto de vista; pero hay otro más importante.
Suponiendo que se considera la compasión por el valor de las
reacciones que suele provocar, su carácter peligroso para la vida
aparece a una luz bastante más clara. La compasión dificulta en
gran medida la ley de la evolución, que es la ley de la selección.
Conserva lo que está pronto a perecer; combate a favor de los
desheredados y de los condenados de la vida, y manteniendo en vida
una cantidad de fracasados de todo linaje, da a la vida misma una
aspecto hosco y enigmático. Se osó llamar virtud a la compasión
(mientras que en toda moral noble es considerada como debilidad);
se ha ido más allá; se ha hecho de ella la virtud, el terreno y el
origen de todas las virtudes; pero esto fue ciertamente hecho (cosa
que se debe tener siempre en cuenta) desde el punto de vista de una
filosofía que era nihilista, que llevaba escrita en su escudo la
negación de la vida. Schopenhauer estaba con ella en su
derecho; con la compasión, la vida es negada y se hace más digna de
ser negada; la compasión es la práctica del nihilismo. Digámoslo
otra vez: este instinto depresivo y contagioso dificulta aquellos
instintos que tienden a la conservación y al aumento de valor de la
vida: tanto en calidad de multiplicador de la miseria, cuanto en
calidad de conservador de todos los miserables es un instrumento
capital para el incremento de la decadencia; la compasión nos
encariña con la nada … No se dice la nada; en
lugar de la nada se dice el más
allá, o Dios, o la verdadera vida, o el Nirvana, la redención,
la beatitud … Esta inocente retórica, que proviene del reinado
de la idiosincrasia moral-religiosa, aparece de pronto bastante
menos inocente si se comprende qué tendencia se encubre aquí bajo
el manto de frases sublimes: la tendencia hostil a la
vida. Schopenhauer era hostil a la vida: por esto hizo de
la compasión una virtud … Aristóteles vio en la compasión,
como es sabido, un estado de ánimo morboso y peligroso, que fuera
bueno tratar de cuando en cuando con un purgante; consideró la
tragedia como una catarsis. En realidad, partiendo del instinto de
la vida, se debería crear un medio para asestar un golpe a una
acumulación morbosa y peligrosa de compasión, como era representada
por el caso de Schopenhauer (y también por toda nuestra
decadencia literaria y artística de San Petersburgo a París,
de Tolstoy a Wagner) para hacerla estallar… Nada más
malsano en nuestra malsana modernidad que la compasión cristiana.
Ser aquí médico, ser aquí implacable, poner aquí el cuchillo, esto
nos compete a nosotros, esto es nuestro modo de amar a los hombres;
de este modo somos filósofos nosotros los hiperbóreos.
Capítulo 8
Preciso es decir aquí quiénes son nuestros contrarios: los
teólogos, y todo lo que tiene en su cuerpo sangre de teólogo, toda
nuestra filosofía es preciso haberla visto dentro de sí; se debe
haber muerto por ella para no admitir más bromas en este punto (la
libertad de pensamiento de nuestros investigadores de la naturaleza
y fisiólogos es para mi una broma: les falta la pasión en estas
cosas, el haber sufrido por ellas). Esta intoxicación va mucho más
allá de lo que se cree; yo vuelvo a encontrar los instintos
teológicos de la presunción allí donde hoy se siente la gente
idealista, donde quiera que, so pretexto de un origen elevado, se
pretende el derecho de mirar la realidad con aire superior y
lejano … El idealista, lo mismo que el sacerdote, tiene en sus
manos todos los grandes conceptos (y no sólo la mano), los pone en
fuego; con benévolo desprecio contra el intelecto, los sentidos,
los honores, el vivir bien, la ciencia, y ve tales cosas por debajo
de si como fuerzas dañinas y seductoras, sobre las cuales el
espíritu se libra existiendo puramente para si; como si la
humildad, la castidad, la pobreza, en una palabra, la santidad no
hubiese hasta ahora hecho a la vida un mal infinitamente mayor que
cualquier vicio u otra cosa terrible … El espíritu puro es la
mentira pura … Mientras el sacerdote sea considerado como una
especie superior de hombre, el sacerdote, que es el negador, el
calumniador, el envenenador de la vida por profesión, no dará
respuesta a la pregunta: ¿qué es la verdad? Ya se ha invertido la
verdad cuando el consciente abogado de la nada y de la negación es
considerado como el representante de la verda
Capítulo 9
Yo declaro la guerra a este instinto de teólogos: dondequiera encontramos sus huellas. El que en su cuerpo tiene sang...
Índice
- Título
- Prólogo
- Capítulo 1
- Capítulo 2
- Capítulo 3
- Capítulo 4
- Capítulo 5
- Capítulo 6
- Capítulo 7
- Capítulo 8
- Capítulo 9
- Capítulo 10
- Capítulo 11
- Capítulo 12
- Capítulo 13
- Capítulo 14
- Capítulo 15
- Capítulo 16
- Capítulo 17
- Capítulo 18
- Capítulo 19
- Capítulo 20
- Capítulo 21
- Capítulo 22
- Capítulo 23
- Capítulo 24
- Capítulo 25
- Capítulo 26
- Capítulo 27
- Capítulo 28
- Capítulo 29
- Capítulo 30
- Capítulo 31
- Capítulo 32
- Capítulo 33
- Capítulo 34
- Capítulo 35
- Capítulo 36
- Capítulo 37
- Capítulo 38
- Capítulo 39
- Capítulo 40
- Capítulo 41
- Capítulo 42
- Capítulo 43
- Capítulo 44
- Capítulo 45
- Capítulo 46
- Capítulo 47
- Capítulo 48
- Capítulo 49
- Capítulo 50
- Capítulo 51
- Capítulo 52
- Capítulo 53
- Capítulo 54
- Capítulo 55
- Capítulo 56
- Capítulo 57
- Capítulo 58
- Capítulo 59
- Capítulo 60
- Capítulo 61
- Capítulo 62