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CREER ELEVA
TU TALENTO
Para la mayoría de las personas, el primero y el más grande obstáculo hacia el éxito es creer en sí mismas.
Una vez que las personas descubren cuál es su mejor área (el área donde ellas son más dotadas) lo que las limita no es la falta de talento. Es la falta de confianza en sí mismas, lo cual es una limitación auto impuesta. No creer en sí mismo funciona como un techo sobre el talento. Sin embargo, cuando las personas creen en sí mismas, liberan un poder y recursos que inmediatamente las llevan a un nivel más alto. Tu potencial es una imagen de lo que puedes convertirte. Creer te ayuda a ver la imagen y a alcanzarla.
MÁS QUE SOLO UN GRAN TALENTO
Se ha convertido en una leyenda del deporte estadounidense. Las personas le llaman la garantía. En un tiempo parecía ser una declaración escandalosa de parte de un atleta de alto nivel cuyo equipo era el menos favorito para el gran juego. Ocurrió el 9 de enero de 1969, tres días antes del tercer campeonato de fútbol americano, la primera vez que iba a ser llamado el Super Bowl.
Y fueron sólo ocho palabras las que pronunció el mariscal de campo del equipo de los Jets, Joe Namath: «Los Jets ganarán el domingo. Se los garantizo».
Esa osada declaración puede parecer no tan notable el día de hoy. Desde los tiempos de Mohammad Ali, declaraciones como esas son comunes en los deportistas; pero las personas no escucharon antes declaraciones como esas de jugadores de la liga americana de fútbol, cuyos equipos habían estado en existencia solamente por ocho años. La liga de fútbol americano era considerada inferior. En los dos campeonatos previos, los equipos de la liga americana de fútbol habían sido aplastados. La mayoría de los expertos creían que faltarían muchos años antes de que un equipo de la liga americana de fútbol pudiera competir a nivel de cualquier equipo de la Liga Nacional de fútbol. El equipo de los Colts de la liga nacional de fútbol eran los favoritos para ganar este juego de campeonato con un mínimo de dieciocho puntos de ventaja.
La garantía de Namath pudo parecer escandalosa pero era más que simple arrogancia. A pesar de que Namath era rápido para aceptar la responsabilidad en las entrevistas cuando los Jets perdían, siempre demostró una poderosa confianza en sí mismo. El creía en sí mismo, su equipo y su habilidad para ganar el juego. La habilidad para creer en sí mismo era algo que podía verse desde su niñez.
LOS PRIMEROS INDICIOS
Joe Namath siempre poseyó un talento atlético. Venía de una familia de atletas.
Sus primeros entrenadores fueron sus familiares. John, su padre, dedicó mucho tiempo a enseñarle cómo tirar y pegarle a una bola de béisbol y le enseñó qué hacer en varias situaciones de juego.
Sus hermanos también contribuyeron. Bobby comenzó a enseñarle la posición de mariscal de campo cuando Joe tenía sólo seis años, y Frank hacía ejercicios con él y lo apaleaba cuando no se desempeñaba bien en sus prácticas familiares.
Mientras crecía, Joe era pequeño y ligero para su edad. Algunas personas lo subestimaban debido a ello. Cuando estaba en la escuela, un grupo de niños de un vecindario aledaño retaron a su amigo, Linwood Alford a un partido de básquetbol. Linwood y Joe se presentaron a jugar ese día y Linwood recuerda: «Ellos se reían pensando: ¿quién es este escuálido niño? ¿Cómo piensas ganar con este enclenque?» Joe parecía ser alguien fácil de vencer, pero no lo era. «Si lo tirabas al suelo, se levantaba» decía Alford. «Joe no era un niño detrás de las faldas de su mamá».1 Joe y Linwood les ganaron a los otros niños y rápidamente se ganaron su respeto. Joe no era temeroso. Él y Linwood solían ir a un puente para trenes de armazón de madera cerca de su casa, del que se colgaban mientras la locomotora y los otros vagones pasaban rugiendo por encima.
Sin embargo al principio, esa falta de temor no se dio en el campo atlético. La clave que desató su talento ocurrió cuando Joe Namath tenía ocho años. Llegó a la casa con el uniforme de su primer equipo de béisbol, los Elks. La biografía de Namath presenta un intercambio que ocurrió entre Joe y su padre, John:
«Que bonito, hijo. Te queda muy bien».
Joey era el niño más pequeño del equipo y el más joven también, probablemente un año menor. «Sabes papá, los otros niños son tan buenos», dijo. «Son más grandes que yo... no creo que tenga ninguna oportunidad contra ellos».
«En ese caso, quítate el uniforme ahora mismo» le dijo su padre. «Devuélveselo al entrenador y dile que no puedes estar en el equipo porque los otros chicos son mejores que tú».
Joey miró a su padre con ojos tristes: «pero, papá, no puedo hacer eso».
«Si no puedes estar en el equipo, ¿de qué te sirve un uniforme?»
«Pero, papá», le dijo, «ellos son tan buenos».
«Tú también lo eres: puedes atrapar las pelotas, puedes batear y sabes cuales jugadas debes hacer».
John le dio una elección al chico: devolver el uniforme o practicar con el equipo. Si después de la práctica no se sentía que él era mejor que los otros niños, él podía renunciar.
Joey dijo que intentaría.
Como resultado de ello, se convirtió en el mejor jugador del equipo de los Elks.2
La capacidad de creer en sí mismo que John Namath intentó inculcar en su hijo fue bien utilizada. El padre de Joe solía resumir la carrera de Joe en las pequeñas ligas, contando acerca de un juego particular que representó la habilidad de su hijo. «Llegué tarde» dijo, «así que le pregunté a un tipo que siempre estaba en todos los juegos, cómo iba el marcador; dijo que todavía no habían “outs”, que iban empatados a tres y tenían todas las bases llenas pero que no me tenía que preocupar pues acababan de poner al pequeño Namath a lanzar». Joe eliminó al primer bateador. Forzó al segundo que solo pudo batear una bola con la cual fue eliminado en primera base. Trajeron al tercer bateador, quien era el mejor del equipo opuesto, un joven dos años mayor que Joe (y que luego jugó fútbol americano para Pitt). Joe lo eliminó. Cuando Joe fue a batear, él hizo el cuadrangular o «home run».3
COMO DE COSTUMBRE
Esa clase de desempeño confiado se convirtió en la norma de Namath. En el bachillerato, siendo jugador de básquetbol, era rápido, podía tirar y como pocos, podía hundirla. Como jugador de fútbol americano, hizo que su equipo Beaver Falls ganara el campeonato de la liga atlética ínter escolar del oeste de Pennsylvania. Antes de uno de los juegos, cuando Joe tenía un tobillo dolorido, el mariscal de campo a quién le tocaba patear la pelota, le aseguró a su entrenador: «No se preocupe, entrenador, no tendremos que patear la pelota».4
Namath fue reclutado del bachillerato, y algunos se refieren a él como el mejor mariscal de campo del país. Pasó a la universidad de Alabama, donde se convirtió en estrella y dirigió a Crimson Tide a un campeonato nacional. Saliendo de la universidad, Namath fue considerado otra vez el mejor mariscal de campo de su clase. Se dice que los Giants de Nueva York lo querían, pero los Jets de Nueva York se lo ganaron. Namath firmó un contrato en 1965 cuyos términos nunca habían sido vistos antes en el fútbol profesional, o en cualquier otro deporte.
Por tres años, Namath jugó como nunca, rompió récord de pases, tuvo cirugías en la rodilla y dirigió su equipo durante una temporada de derrota, pero nunca dejó de creer en sí mismo. Él sabía que podía jugar y llevar a su equipo a la victoria. En 1968, finalmente llevó a su equipo a obtener la victoria en un campeonato de la LFA. A él no le importaba que la gente pensara que los Jets pudieran ganarle a un equipo de la NFL. Él creía en sí mismo y en su capacidad para ganar. También convenció a su equipo. Namath había visto horas de video de los Colts, de la misma forma que él lo hacía con cualquiera de sus oponentes.
«El monstruo de un ojo nunca miente», solía decir Namath, refiriéndose al proyector que tenía en su apartamento.5 Le mostró a sus compañeros de equipo lo que él vio. Ellos podían ganar ese juego. Y eso fue lo que hicieron. Los Jets vencieron a los Colts 16 a 7. La mayoría de las personas consideran que esa fue la mayor decepción en la historia del Super Bowl.
¿Qué hubiera sucedido con Joe Namath si su padre no lo hubiera desafiado a creer en sí mismo y en su habilidad cuando solo tenía ocho años? Quizás hubiera acabado como sus hermanos, atletas talentosos que no terminaron la escuela ni la universidad y se fueron a trabajar en el molino de la localidad o en un taller mecánico. O quizá se hubiera convertido en un estafador del billar. No lo sabemos, pero una cosa es cierta: no hubiera terminado siendo parte del salón de la fama de Canton Ohio. Se necesita más que talento para terminar allí; se necesita creer en sí mismo.
UNA CAPACIDAD DE CREER
QUE LLEVA AL COMPROMISO
No conozco tu talento, pero lo que si sé es esto: no podrás explotarlo a todo su potencial a menos que también creas en ti mismo. El talento por sí solo nunca es suficiente. Si quieres ser el mejor necesitas creer que eres el mejor. Necesitas...
1. Creer en tu potencial
Tu potencial es una imagen de lo que puedes convertirte. El inventor Thomas Edison declaró: «Si hiciéramos todas las cosas que somos capaces de hacer, literalmente nos sentiríamos anonadados».
Con frecuencia vemos lo que es, y no lo que podría ser. Las personas veían un Joe Namath cuando estaba en la escuela, y lo que veían era un niño flaco y pequeño. Cuando lo veían en el bachillerato, lo vieron como un chico que se rodeaba con malas compañías y no hacía su tarea. Cuando lo vieron junto con los profesionales, lo vieron como alguien que tenía malas rodillas; pero él se vio a sí mismo como un campeón. Si pudieras verte a ti mismo en términos de tu verdadero potencial, no te reconocerías.
Cuando mi hija Elizabeth, estaba en el bachillerato, se sacó una foto «glamorosa» para dármela como un regalo. Esa era la moda en ese tiempo. Una persona iba a un estudio de fotografía y la hacían verse como una estrella de cine. Cuando vi esa foto por primera vez, pensé: Ella no se ve así todos los días, pero es Elizabeth. Esa es la verdadera Elizabeth. De la misma forma, así es cuando tú te ves y crees en tu potencial. Si te pudieras ver cómo podrías ser, te verías mejor de lo que nunca te hayas imaginado: Me gustaría poder enseñarte una foto de ti mismo con tu potencial intacto.
El estadista hindú Mahatma Gandhi dijo: «La diferencia entre lo que hacemos y lo que podemos hacer resolvería la mayoría de los problemas mundiales». En la práctica, resolvería la mayoría de nuestros problemas individuales. Debemos creer firmemente en nuestro potencial si vamos a hacer lo que podemos hacer.
Muchas personas no logran todo su potencial. John Powell, autor del libro El secreto para seguir amando estima que la persona promedio logra diez por ciento de su potencial, ve sólo diez por ciento de la belleza que le rodea, escucha sólo diez por ciento de su música y su poesía, huele solamente diez por ciento de su fragancia, y saborea solamente diez por ciento del deleite de estar vivo. La mayoría nunca ven o utilizan su potencial.
El entrenador ejecutivo Joel Garfinkle recuerda una historia del escritor Mark Twain en la cual un hombre muere y se encuentra con San Pedro en las puertas del cielo. Dándose cuenta inmediatamente que San Pedro era un hombre sabio y conocedor, el hombre le preguntó: «San Pedro, siempre me ha interesado la historia militar. Dime, ¿cuál fue el general más grande de todos los tiempos?»
San Pedro respondió rápidamente: «Esa es una pregunta sencilla, es ese hombre que está por allá».
«Debes estar equivocado» respondió el hombre que ahora estaba perplejo. «Conocí a ese hombre en la Tierra y era sólo un trabajador común y corriente».
«Exactamente, amigo», le aseguró San Pedro. «Hubiera sido el general más grande de todos los tiempos, si él hubiera sido un general».6
El caricaturista Charles Schulz ofreció esta comparación: «La vida es como una bicicleta de diez velocidades. La mayoría de nosotros tenemos cambios que nunca utilizamos». ¿Para qué tenemos esos cambios? No es bueno viajar por la vida sin sudar un poco. Entonces ¿cuál es el problema? La mayoría del tiempo es por pura limitación autoimpuesta. Nos limita tanto como las verdaderas. La vida ya es difícil de por sí y la hacemos más difícil cuando nos imponemos limitaciones adicionales nosotros mismos. Charles Schwab comentó: «Cuando un hombre se pone un límite en lo que va a hacer, se ha puesto un límite en lo que puede hacer».
«La vida es como una bicicleta de diez velocidades. La mayoría de nosotros tenemos cambios que nunca ...