Perspectiva
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Perspectiva

  1. 240 páginas
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Perspectiva

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Índice
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Información del libro

A veces encuentras las perspectivas, y a veces las perspectivas te encuentran a TI.

En la tranquila ciudad costera de Fairhope, Alabama, un misterioso anciano llamado Jones se ha instalado para hacer lo que mejor sabe hacer: "notar" las pequeñas cosas que marcan una gran diferencia en la vida de la gente. Sin embargo, esta vez lo está haciendo frente a una audiencia… una clase para padres, para ser exacto.

Pero Jones no está ahí solo para enseñar sobre la paternidad. También está ahí para dar semillitas eternas de perspectiva sobre los negocios, las relaciones y mucho más a los corazones sedientos de la comunidad de Fairhope. Como maestro, mentor, mediador y, sobre todo, como observador, Jones guía a los lugareños en conflictos y frustraciones y responde las preguntas que todos estamos esperando resolver.

En este, su libro más reciente, el popular autor Andy Andrews vuelve a demostrar por qué es una de las voces de mayor influencia en los últimos veinte años. Combinando sabiduría eterna, una perspectiva clara y una narrativa cautivadora página tras página, Semillas de sabiduría nos demuestra nuevamente que Andy Andrews nota las cosas que la mayoría de los demás no vemos y que, una vez descubiertas, pueden cambiarnos la vida para siempre.

Preguntas frecuentes

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Información

Editorial
HarperEnfoque
Año
2013
ISBN
9781602550599
Dieciocho
Baker y Sealy salieron a gatas de la furgoneta. Christy se quedó dentro.
—Vayan ustedes —les hizo saber—. Me quedaré aquí.
Era un callejón sin salida.
—Está bien entonces —expuso Jones después de un instante de vacilación—. Regresaremos en un par de horas.
Con la mochila de lona en la mano derecha, los sacos de malla plástica debajo del brazo izquierdo, y las varas debajo del derecho, el anciano atravesó la puerta de una cerca blanca. De mala gana Baker y Sealy se volvieron para seguirlo.
—¡Ah no, no harán eso! —exclamó Christy apeándose del vehículo—. Ustedes no van a dejarme aquí.
Con tanta indignación como pudo generar, la mujer cerró de golpe la puerta lateral.
—Esto es una locura —musitó pasando junto a los Larson y, con las sandalias chasqueando en indignación marchó directamente hacia Jones y preguntó—. ¿Puedo tener uno de esos palos, por favor?
Sin decir nada, el anciano le pasó una vara, y con ella Christy golpeó el suelo un par de veces, sintiendo el peso del objeto antes de azotar un roble.
—¡Ja! —gritó, mientras el grupo trataba de no reír, entonces Sealy resopló de la risa cuando Christy le dijo a Jones—. Estoy lista. Guíenos.
Luego blandió el palo ante el grupo.
—Golpearé a un fantasma en la cabeza con esto. Muchachos, lo mejor es que ustedes se mantengan cerca de mí.
Ellos estaban tan cansados que apenas podían ver bien, y reían tan fuerte que apenas podían caminar. Sin embargo, con linternas, una lámpara de gasolina, un anciano como guía, y protegidos por una mujer con un palo, los cuatro lograron atravesar sin incidentes el cementerio de Twin Beech.
Jones los había llevado al fondo del pequeño camposanto. Estaban riendo cuando se reunieron alrededor del anciano. Más de una vez Christy había arremetido contra nada con su vara, diciendo: «¡Ja!». Siguió siempre esa acción con un grito de ánimo y un comentario. «Ustedes muchachos están seguros —diría ella—. Lo están haciendo bien. Solo manténganse caminando. Mantééénganse caminando. Todos están bien. Lo hacen realmente bien. Ya casi atravesamos, y ustedes muchachos podrían afirmar que tienen suerte de tenerme con ustedes. Baker, hazme saber si debo pelear con un zombi o algo así. No tengas miedo, camarada. Te guardo las espaldas».
Se detuvieron ante una abertura en la cerca, y Jones entregó una vara a cada uno. Baker se había ofrecido a llevar los sacos plásticos, la mochila de lona o lo que fuera, pero el anciano había rehusado. Ahora Baker examinaba la vara al brillo de la linterna. Era bambú resistente, curado e inflexible. Pero la mujer estaba mirando hacia la densa área boscosa más allá del cementerio.
—¿Vamos a ir en esa dirección? —inquirió de pronto Christy abandonando el buen humor.
—Sí —contestó Jones con una sonrisa—. Y será un viaje que valga la pena. Síganme.
Entonces entró a la arboleda.
—Jones, espere —rogó Christy, y puesto que él no había esperado y más bien siguió adelante, preguntó en voz más alta—. ¿Para qué son los palos?
—Ya lo verán —manifestó el anciano por sobre el hombro pero sin detenerse—. Sin embargo, no los pierdan; por ahora úsenlos para golpear el suelo frente a ustedes mientras caminan. Eso hará que las serpientes salgan del camino por donde vamos.
Sealy miró a Christy, cuya única reacción fue encoger los hombros. Mientras seguían adelante en la oscuridad, Christy no pronunció otra palabra más. Baker pensó que eso era divertido. Ella en realidad está asustada ahora —concluyó.
Pasaron algunos minutos antes de que el apretado grupo comenzara a separarse un poco. Jones estaba poniendo un ritmo rápido. Había barro, agua, matorrales y musgo. Pinos caídos, restos de huracanes y tormentas tropicales, todo eso estaba lanzado en un enredo que obstaculizaba cada giro que hacían. Lo peor de todo era que las serpientes realmente parecían ser una amenaza. Sin duda pensaban en serpientes de agua mientras caminaban bajo, sobre, y a través de terreno pantanoso como ninguno de ellos había experimentado alguna vez.
Había enormes e incontroladas enredaderas entrelazadas con espinas afiladas. Estas se hallaban en lo alto de los árboles, a través de los arbustos, y creciendo a lo largo del suelo. Todos ellos resultaron con arañazos en varios lugares, y Sealy había recibido un corte particularmente molesto debajo del ojo izquierdo. Los pies de Christy sangraban, lo que provocó que Sealy le pusiera un brazo alrededor de la cintura mientras atravesaban un terreno lleno de cactus. Las sandalias de Christy no la protegían mucho.
Los tres estaban teniendo dificultades en mantener el paso del anciano, quien parecía ajeno a sus dificultades. Apenas lograban verlo. Estaba oscuro, por supuesto, y la luz de él se dirigía al frente, lejos del grupo.
—No queda mucho tiempo —le oyeron decir desde el frente—. No se detengan.
A ninguno de ellos le había gustado esto desde el principio. Sin embargo, ahora estaban molestos y a punto de enojarse.
Christy trepaba sobre el tronco de un árbol cuando Baker gritó. Él había pisado un hoyo y se había torcido el tobillo. Fatal, pensó ella, ya que la mirada en el rostro de él lo indicaba. El hoyo había estado cubierto con pasto y maleza, y prácticamente había sido indetectable. La joven mujer era la única bastante cerca para ayudar. Sealy estaba adelante, pensó Christy, pero imaginó que regresaría para ayudar a su esposo.
Christy ya estaba agotada, y para cuando llegó a los pies de Baker también se encontraba mareada. Al parecer ahora él debería apoyarse en su amiga para salir de aquí. ¿Dónde está Sealy? se preguntó ella. Christy no lograba ver otra luz que no fuera su propia linterna. No veía la de Sealy. Tampoco la de Jones.
Baker concluyó que no podía caminar y se recostó en el suelo. Tratando de no llorar, Christy se unió a Baker en el suelo y no pudo contener las lágrimas. Estaba embarrada, sangrando y agotada en todo sentido de la palabra.
Cuando Baker comenzó a pronunciar el nombre de su esposa, Sealy se guió por el sonido. Finalmente los encontró y, respirando con dificultad, se apoyó contra un árbol. En ese momento, si alguien les hubiera dicho que habían dejado el cementerio solo veinte minutos antes, ninguno lo hubiera creído.
—¿Dónde está Jones? —preguntó Sealy.
Baker meneó la cabeza. No tenía idea del paradero del anciano, y no la tuvo por un rato. A menos de cien metros, Baker se había enredado el brazo en afiladas espinas. Los profundos rasguños obviamente no eran sus únicas heridas, sino solo las primeras, pero él no había visto a Jones después de eso. Baker trataba de controlar su creciente ira, pero estaba a punto de dejar de intentarlo.
—¿Nos dejó él aquí? —gritó Christy—. Soy una estúpida. Nunca debí haber hecho esto.
—¿Cuál es el camino de vuelta? —preguntó Sealy—. Voy a dar media vuelta ahora…
—Por allá —anunció Baker señalando a la derecha—. Ha habido un viento del este durante dos días. Estaba a nuestras espaldas cuando salimos del cementerio.
—¿Crees que Jones esté perdido? —investigó Christy.
—No —respondió Baker—. No lo creo.
—Tienes razón —se oyó una voz desde la oscuridad, y cuando voltearon a ver, Jones estaba a menos de tres metros de ellos.
La linterna del viejo debió haber estado en su bolsillo porque estaba muy cerca y sin embargo no lo habían visto. Hubo comentarios generales de los tres, pero no fue una alegre bienvenida. Se sentían aliviados de que él estuviera allí, pero no estaban seguros de estar felices con el hombre.
—¿Cuánto tiempo ha estado aquí? —exigió saber Sealy—. ¿Cuánto tiempo ha estado parado aquí?
—Todo el tiempo —admitió Jones.
—Eso no es verdad —objetó Christy en tono acusador—. Usted nos dejó solos aquí.
—No, no es así —replicó el anciano—. Yo estaba cerca. Siempre estoy cerca.
—Eso es lo mismo que me dijo la otra noche —observó Christy.
—Tienes razón —manifestó Jones—. Es exactamente lo que te dije la otra noche.
El anciano esperó que alguien más hablara. Como ninguno lo hizo, despejó un lugar en el suelo y se apoyó en una rodilla.
—Así que… ¿qué van a hacer? —preguntó, pero aún no hubo respuesta—. Quizás ahora sea el momento de renunciar y volver por donde vinieron. Con seguridad saben qué hay detrás de ustedes. No puede haber nada peor que eso… Por otra parte, no tienen idea qué hay por delante.
Inclinó la cabeza y sonrió de modo misterioso.
—Y podría ser mucho peor. De veras, ustedes no saben si este caos espinoso durará cinco minutos más o cinco horas más.
Entonces se enderezó y se dirigió a los tres.
—Como dije, ustedes nunca estuvieron solos. Es más, mis ojos han estado sobre ustedes en todo momento. Hace menos de treinta minutos, cuando comenzó esta parte particular de su viaje, ustedes estaban tan cerca de mí que si lo hubieran pedido les habría tendido una mano o incluso los habría cargado.
»Al principio les pedí que hicieran una cosa. Cuando entraron a lo desconocido emití una sencilla, muy sencilla instrucción. Esa instrucción, por casual y poco importante que les pudo haber parecido hace media hora, sigue ahora siendo el componente crítico que determinará el futuro de ustedes, el cual empieza con el éxito o el fracaso de la aventura de esta noche».
Jones miró atentamente a las tres personas delante de él. Estaban lastimados y sucios, agotados y recelosos. Sin embargo él los amaba aunque, como habían hecho esta noche, no le hicieran caso o rechazaran sus esfuerzos por ayudarlos. Con una sonrisa paciente el anciano simplemente explicó el sendero que habían escogido y los resultados inmediatos que esa decisión había producido.
—Al hacer caso omiso a mi instrucción, de manera natural sus mentes se alejaron de la seguridad que puede brindar el sabio consejo. Por supuesto, sus acciones físicas siguieron al instante, y así de rápido —advirtió Jones chasqueando los dedos—, se metieron en problemas.
»La oscuridad exige una enorme cantidad de atención de parte de alguien que no está preparado ni protegido. Poner atención a la oscuridad produce duda. Cuando una persona está distraída o debilitada por las luchas, la duda le susurra un mensaje instándole lógicamente a rendirse. Pronto, el enfoque de esa persona se halla en su propia incomodidad, en su temor y su ira, en su arrepentimiento y resentimiento.
»Eso es precisamente lo que les ocurrió —observó Jones—. “Síganme”, manifesté. Esta fue mi única petición. Al no hacerlo, ocu...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Dedication
  5. Contents
  6. Prólogo
  7. Uno
  8. Two
  9. Tres
  10. Cuatro
  11. Cinco
  12. Seis
  13. Siete
  14. Ocho
  15. Nueve
  16. Diez
  17. Once
  18. Doce
  19. Trece
  20. Catorce
  21. Quince
  22. Dieciséis
  23. Diecisiete
  24. Dieciocho
  25. Diecinueve
  26. Epílogo
  27. Reconocimientos