La soledad del liderazgo
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La soledad del liderazgo

Cómo afrontar y vencer el aislamiento

  1. 240 páginas
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La soledad del liderazgo

Cómo afrontar y vencer el aislamiento

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Información del libro

Hay muchos líderes solitarios, marcados por la dureza del ministerio, pero sobre todo por la imposibilidad de compartir con la gente que les rodea sus alegrías y sus penas.

Los líderes necesitan momentos de soledad con Dios, pero también necesitan una comunicación fluida con su familia, sus colaboradores, su congregación, con otros pastores y con sus mentores. Cuando los puentes de comunicación se rompen, surgen el aislamiento, la depresión, el sentimiento de culpa, frustración, desánimo y soledad. ¿Quién cuida al cuidador? Muchas veces nadie. Cada día cientos de líderes abandonan el ministerio, son expulsados de sus denominaciones o quedan rotos por el peso de su soledad.

La soledad del liderazgo aborda este difícil tema con sencillez, sin prejuicios y ofrece una guía práctica mostrando personajes bíblicos que tuvieron estos mismas retos y cómo los superaron.

There are many lonely leaders, marked by the ministry harshness, but especially by the inability to share their joys and sorrows with people around them.

Leaders need time alone with God, but they also need good communicationwith their families and colleagues, with the congregation and other pastors and with their mentors.When communication bridges are broken, there are isolation, depression, guilt, frustration, discouragement and loneliness.

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Información

Editorial
Grupo Nelson
Año
2014
ISBN
9780529109781
Segunda parte
CÓMO AFRONTAR TU SOLEDAD
LIDERAZGO
Capítulo 6
EL ENEMIGO EN CASA
Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.
—MATEO 12.50
El líder y su familia
El primer pastor que tuve era un hombre excelente. Fue a través de su ministerio como llegué a Cristo. Su ejemplo y testimonio de vida eran tales que atrajo a mucha gente a Dios. Aquel hombre joven llevaba más de veinte años sirviendo a Dios en mi país, tenía tres hijos y una joven esposa. Parecía la familia perfecta, pero ella llevaba mucho tiempo queriendo que su esposo dejase el ministerio y que regresaran a casa. No juzgo el comportamiento que tenía aquella mujer, ya que desconozco los detalles y el fondo de su corazón. Es bueno que siempre practiquemos la máxima bíblica de no juzgar a nadie, pero cada domingo, en cuanto el culto terminaba, aquella mujer salía de la iglesia sin saludar a ningún miembro y se sentaba en el coche a esperar a su esposo. Yo que soy pastor sé lo duro que debía de ser esto para él. La vergüenza, la tristeza y desazón que le debía provocar aquella situación, pero a veces las personas que deberían apoyarnos son las que están más lejos de nosotros y nos hacen sentir solos.
Todos los que servimos a Dios sabemos que es algo muy serio. A todos nos resuenan en la mente las palabras del apóstol Pablo: «Ay de mí si no predicase el evangelio».1 A las pocas semanas de comenzar una relación de noviazgo con la que es mi esposa, tuvimos una charla trascendental. Amaba a mi novia profundamente, de hecho llevamos más de veintiún años juntos, pero aquella tarde en un parque de mi ciudad le dije que tenía un llamamiento al pastorado de parte de Dios. Si ella quería que siguiéramos juntos debía apoyarme y seguirme en mi vocación, por duro y difícil que fuera. Puedo afirmar que en todos estos años ella no ha dejado de apoyarme. Sin duda es mi ayuda idónea, lo que no significa que siempre veamos la cosas de la misma manera, ni mucho menos que yo tome decisiones sin contar con ella.
Una de las cosas que más me ha sorprendido al leer casi un centenar de libros sobre liderazgo es que casi ninguno habla de la familia del líder, únicamente unos pocos sobre su pareja. La mayoría se contentan con señalar que el líder necesita «ayuda idónea», pero sin explicar qué significa exactamente eso. ¿Necesitamos a alguien que toque el piano? ¿Qué cuide a los niños o pase la ofrenda?
Naturalmente que no. Tanto el hombre como la mujer líder necesita una persona que le complete, que le dé otro punto de vista, que sea paciente cuando él o ella pierden la paciencia, que sea amoroso cuando se agota el amor, que te anime cuando estás desanimado. En definitiva, que te apoye y no permita que te sientas solo.
Mi familia es la iglesia
Ya he escuchado a varios líderes decir a su congregación, o incluso a su esposa e hijos, que su familia es la iglesia. Algunos citan para justificar estas palabras el texto que encabeza este capítulo, de cuando Jesús recibió la visita de sus hermanos, hermanas y madre, al parecer para hacerle volver a casa.
La escena no deja de sorprendernos hoy día. Imagino el enfado de Jesús al ver aparecer a sus parientes con la intención de que volviera a su «casa». Decíamos al principio de este libro que para Jesús la familia es algo tan serio que dedicó treinta de sus treinta y tres años a ayudar y mantener a su familia. Jesús, como varón y primogénito, tenía el deber de sustentar a su familia tras la pérdida de su padre. Aunque no sabemos a qué edad murió José, sí sabemos que cuando Jesús comenzó su ministerio María ya era viuda. Conociendo a Jesús, debió dejar a su madre bajo el cuidado de sus hermanos o hermanas, asegurando que no le faltase de nada, pero por alguna razón, tal vez escuchando las malas lenguas que criticaban lo que hacía Jesús, su familia fue a recogerle. Es en ese contexto en el que Jesús les dice que su madre y sus hermanos son sus discípulos y los que hacen la voluntad de su Padre. Mucho antes de este episodio, cuando Jesús se pierde en Jerusalén, al hallarlo María y José, este le contesta que estaba en los negocios de su Padre. Ante el estorbo en la misión se debe cumplir la máxima de dejar padre o madre por el reino de los cielos, pero ¿debemos desatender a nuestra familia para servir a la iglesia?
Cuando he escuchado a varios pastores y líderes decir que su familia eran los hermanos, que la familia carnal es temporal, veo que han olvidado el mandamiento de honrar a su padre y a su madre, que no recuerdan que un requisito para que ellos sean pastores es que sepan gobernar bien su casa, pero de esto hablaremos un poco más adelante.
Mi pareja no tiene nada que ver con mi ministerio
A las últimas modas ministeriales y de liderazgo se ha añadido la de entender el pastorado y el liderazgo como un trabajo. Sin duda, el obrero es digno de su salario,2 los pastores y líderes deben poder acceder a protecciones laborales y sueldos, pero el ministerio pastoral en especial, y cualquier ministerio cristiano tiene que estar apoyado por su pareja.
El ejemplo de un buen amigo cuya esposa es cantante ejemplifica esto a la perfección. Mi amigo ha dejado todo, incluso su país, por ayudar a su esposa en la ardua tarea de promocionar su carrera como cantante cristiana. Después de jornadas agotadoras de lunes a viernes, mi amigo se pasa el fin de semana recorriendo Estados Unidos apoyando a su compañera. Esto es digno de alabanza, demuestra no solo el amor que tiene a su mujer, también que comparten una misma visión.
El esposo o la esposa tienen que formar parte de nuestro ministerio. Puede que llegados a este punto me digas que tu pareja no tiene ningún don y que más bien es un tropiezo en tu ministerio. Siento decirte esto, pero no puedes continuar siendo líder de la iglesia, por mucho que ames a Dios y te sientas llamado por él. En algún momento de tu relación tenías que haber planteado tu visión, debías haber buscado a la persona con los dones adecuados. Dice el apóstol Pablo que en el ministerio es mejor que estemos solos que con familia, ya que nos debemos a ella una vez que la tenemos.3 Sé un buen creyente y colaborador de la iglesia, pero si lo intentas tú solo dañarás a tu familia y con casi total seguridad a la iglesia.
Puede que durante tus años de ministerio tengas crisis de pareja. La vida es muy larga y los ministros de Dios somos humanos. En el caso de que esa crisis no pueda ser solucionada por ustedes deben pedir ayuda. Los problemas familiares y de pareja son incompatibles con el ministerio.
En el libro de Jon Byler titulado El corazón del líder,4 se dan algunos buenos consejos sobre las prioridades en el matrimonio y la familia. No olvidemos que como líderes somos modelos para la congregación.
Todo está bien en casa
Por desgracia, muchos matrimonios de líderes son un verdadero desastre, aunque de cara a los demás parecen perfectos. No hemos entendido bien el mensaje de Jesús. Los siervos de Dios no son infalibles, simular ser perfecto es el mayor daño que podemos hacer a una congregación. Nuestros hermanos de la iglesia deben ver una relación fluida y sana con nuestro cónyuge, no una película de ciencia ficción. Las parejas de los líderes pueden discrepar con él en algún punto, tienen que aportar a la iglesia la parte que al líder le falta. En definitiva, se trata de un trabajo en equipo.
Mi esposa es mucho más inteligente, tienes más dones para hablar en público y, naturalmente, es más guapa que yo. Ella siempre aporta a mi visión lo que le falta. Sé que si ella está a mi lado y de mi lado las cosas saldrán bien. Cuando hace unos años asumí el pastorado de los jóvenes como copastor de la iglesia, noté un gran cambio cuando ella se incorporó de lleno al trabajo. En primer lugar el cambio con las chicas, a las que sabía que yo no podía atender adecuadamente, pero después con los proyectos y potenciación del grupo. No en vano nos recuerda la Biblia que «si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto» (Ec 4.12). También nos recuerda la Palabra de Dios que es mejor estar acompañado que solo: «Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante» (Ec 4.10).
Naturalmente, para que esta simbiosis se produzca tenemos que estar unidos y pasar tiempo de calidad solos. Después de estar más de seis meses liderando la iglesia sin faltar un domingo, mi esposa y yo nos tomamos un día especial para estar solos. Para muchos esto puede que no estuviera bien, ya que muchos pastores parecen ser imprescindibles en las iglesias, pero lo que es verdaderamente imprescindible es la comunicación y el tiempo de calidad con tu esposa o esposo.
No ocultemos nunca cosas a nuestra pareja porque pensamos que no nos va a apoyar. No tomemos decisiones sin consultar con el otro; hemos decidido compartir nuestra vida y las decisiones afectan a ambos.
Mantengamos abierto el canal de comunicación, no permitamos que nada lo obstruya. A veces pueden taponarlo los niños, cuando nuestros hijos ocupan el lugar que no tienen que tener, sin dejarnos espacio para estar solos. Nosotros, mi esposa y yo, cada tres semanas nos tomamos una velada juntos, cada semana reservamos la noche del viernes para cenar y estar hablando tranquilamente. El amor es una llama que nunca debemos dejar apagar.
¿Qué hacer con una pareja que no me acompaña en el ministerio?
Lo primero que tenemos que analizar es el porqué. Puede que alguna de las razones sea que esa persona siente que para ti todo es más importante que ella. Podemos decir a una persona que la amamos mucho, pero si no pasamos tiempo con ella, si no tomamos en cuenta su opinión, terminará por no creernos.
Puede que nuestra pareja no nos apoye por diferentes razones.
1. No tenemos la misma visión
Una de las cosas que más me cuesta es esperar. Soy un hombre resolutivo y práctico. Me gusta que las cosas se muevan y no esperar mucho a la hora de poner una idea en práctica, pero no estoy solo en esta vida. Mi esposa es más reflexiva y necesita tiempo para tomar decisiones. Ella observa mejor que yo los pros y los contras, yo siempre creo que los contras se podrán resolver sobre la marcha. Durante dos años, después de estar llevando junto a unos amigos la marcha de una iglesia, Dios nos llamó a comenzar otra obra. Los dos estuvimos de acuerdo. Aquella fue una prueba difícil, ya que sabíamos que antes tendríamos que pasar un tiempo de transición. Por mi parte, en seis meses hubiera dado el salto para comenzar una nueva iglesia, pero mi esposa creía que no era el momento. Necesitábamos aprender ciertas cosas que únicamente se aprenden sentados en una silla de iglesia. Para mí fue un verdadero suplicio, al no poder ejercer mis dones plenamente, pero de lo que no me daba cuenta es de que ese tiempo de sequía, en algún sentido, me estaba fortaleciendo más que años de servicio en la iglesia.
No es fácil convertirse de nuevo en soldado habiendo sido general, pero si de algo estaba convencido es de que los dos teníamos que ver la visión al mismo tiempo. Las parejas somos como relojes que necesitan ser sincronizados para llegar a la vez.
2. No creemos lo mismo
Es muy difícil tener a un teólogo en casa, pero Dios no nos ha llamado para que estemos de acuerdo hasta en la cosa más nimia. En muchas ocasiones tendremos puntos de vista no demasiado discrepantes en algunos temas secundarios, esa diversidad es siempre buena. Existe en la iglesia de Dios y debe existir en la familia. Siempre digo que mi familia es interdenominacional. Mi esposa viene de las iglesias de los Hermanos de Plymouth, tengo cuñados que son pastores en las Asambleas de Dios, en iglesias pentecostales independientes, en iglesias bautistas, y amigos en todos los grupos denominacionales. Sin duda, la discrepancia tiene que tener ciertos límites: las doctrinas básicas y una liturgia mínima; de otro modo, la tirantez puede llegar a dividir a la pareja.
3. No encuentra su lugar en la congregación
Es normal que muchas esposas de pastores trabajen en casa o tengan una profesión complementaria; lo mismo sucede al revés, cuando el líder es mujer, pero el cónyuge siempre debe ejercer su ministerio en la iglesia. Ya hemos hablado de la necesidad de compartir la carga, pero también del compañerismo que produce trabajar juntos y el ejemplo para el resto de creyentes.
No es admisible que pidamos a las parejas de nuestra iglesia que se apoyen en todo, pero nosotros no apoyemos a la nuestra. En algunos casos, cuando la pareja no apoya el ministerio del otro o el líder no quiere que esta lo haga, una tercera persona ocupa el lugar, lo que a medio plazo se convierte en un problema. Ya he visto varios casos en los que esto ha generado un conflicto, pasando el pastor o el líder más tiempo con una colaboradora que con su esposa. Además del mal testimonio que puede conllevar, trae consigo una clase de amistad que no es conveniente.
4. El rol femenino en la iglesia
A veces en la iglesia hay machismo encubierto. Pensamos que ciertos roles son para la mujer y otros para el hombre. Hace ...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. CONTENIDO
  5. Introducción
  6. Prólogo
  7. PRIMERA PARTE: LA SOLEDAD DEL LIDERAZGO
  8. SEGUNDA PARTE: CÓMO AFRONTAR TU SOLEDAD
  9. TERCERA PARTE: RESTAURANDO TU LIDERAZGO: EL MODELO
  10. Apéndice: El test de la soledad del líder
  11. Bibliografía
  12. Notas
  13. Acerca del autor