Jesús, entrenador para la vida
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Jesús, entrenador para la vida

  1. 256 páginas
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Jesús, entrenador para la vida

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Índice
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Información del libro

Hubo una época en que sólo los atletas tenían entrenadores. Ahora, muchas personas, desde los gerentes hasta los jóvenes en riesgo están siendo "entrenados". La International Coaching Federation, que comenzó con solamente unas pocas personas, hoy tiene más de 5.000 miembros, y más de 150.000 personas se llaman a sí mismas "Entrenadores para la vida". Los beneficios del entrenamiento han sido bien documentados, pero tener el entrenador correcto es crítico.

Jesús tuvo solamente tres años para entrenar a los discípulos, pero en ese tiempo él se las arregló para cambiar a ese grupo de pelagatos en "máquinas de mercadeo eficientes y limpias". Dividido en cuatro secciones críticas: enfoque, balance, productividad y cumplimiento, Jesús, entrenador de la vida presenta un programa de entrenamiento basado en la fe, con Jesús como modelo. Investigando a fondo los principios que Jesús usó para transformar a aquellos a su alrededor, este libro ofrece estrategias probadas y numerosas aplicaciones para los entrenadores modernos.

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Información

Editorial
Grupo Nelson
Año
2014
ISBN
9780718024505
PRODUCTIVIDAD
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La Escritura nos ofrece hermosos pasajes sobre lo importante que son para Dios y los seres humanos la productividad y la fertilidad. El primer mandamiento que se nos da en el libro de Génesis es «Fructificad y multiplicaos». El profeta Ezequiel nos ofrece un hermoso cuadro de un río ancho y profundo: «Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina» (Ezequiel 47.12). Jesús dijo que aquellos que permanecen en Él y hunden sus raíces profundamente en su amor y en su ser, producirán mucho fruto.
A menudo, toda nuestra actividad no es sino una máscara que oculta nuestro concepto equivocado de lo que significa ser productivo. Productividad no es hacer más y más y ni siquiera es alcanzar logros.


CON JESÚS COMO EL ENTRENADOR PARA LA VIDA, USTED
SE REANIMARÁ CON NUEVAS POSIBILIDADES
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PORQUE YO SÉ LOS PENSAMIENTOS QUE TENGO ACERCA DE VOSOTROS.
—JEREMÍAS 29.11
Mientras viajaba recientemente a Nueva York para asistir a una fiesta privada en mi honor, me maravillé al pensar en el giro que había tomado mi vida. Hace solo unos cuantos años, era una fatigada ejecutiva de una agencia de publicidad, enfrentando problemas de personal y preocupada por los altos costos causados por mis metas de expansión. Recuerdo tan claramente los días cuando me resistía a levantarme. Ahora escasamente puedo recibir lo bueno que fluye a mi derredor. Y puedo atribuir el cambio en mi vida a una palabra de apenas dos letras: «Sí». Cuando pude finalmente enfrentar mi renuente pasión acerca de Jesús como un líder en el negocio, dije «Sí» a una gran incógnita y desde entonces he sido bendecida más allá de todo lo imaginable. «Sí» me abrió las puertas a nuevas posibilidades.
En una breve parada que hicimos en el aeropuerto de Dallas, Fort Worth, me encontré con un ejemplar del periódico USA Today en las manos y quedé fascinada por un artículo titulado «Nuevos descubrimientos lanzan a los físicos por una espiral». El artículo decía que mientras los físicos creían que los protones —los elementos con carga positiva dentro de un átomo— tenían forma redonda, se ha establecido que en realidad tienen forma elíptica. Los investigadores en el laboratorio que estaban intrigados por esto pudieron determinar que los protones son elípticos porque las partículas que bullen dentro de ellos consisten realmente de elementos más pequeños que se mueven a la velocidad de la luz.
Relacioné esta nueva información con descubrimientos hechos varios años atrás en el sentido de que hay pequeñas partículas que parecen responder a las expectativas de sus observadores, no obstante que su esencia es idéntica. En otras palabras, si los científicos en Inglaterra esperaban que estas partículas se comportaran de cierta manera, así lo hicieron, mientras que los científicos de Australia encontraron comportamientos diferentes para el mismo elemento basado en lo que ellos esperaban hallar.
A veces, me imagino a Jesús como un trapecista, suspendido de un objeto movible, llegando a mí ilusionadamente, llamándome para que me arriesgue con Él. Si me decido a dar el salto, Él me agarrará. Si decido quedarme donde estoy, entonces no podría decir con sinceridad: «Dios no contestó mi oración para una vida mejor».
Sin embargo, constantemente estoy oyendo a gente decir eso. Y cuando tal cosa ocurre, me pregunto si Jesús sigue meciéndose con toda paciencia allá arriba, esperando que esas personas crean que Él los agarrará cuando se atrevan a lanzarse al encuentro del trapecio.
La vida con Jesús es una danza de posibilidades mucho más que la marcha de aflicciones que hemos llegado a asociar con la religión. Hace algunos años caminé por la Vía Dolorosa, nunca olvidaré esa experiencia. Toqué los muros donde los guardias tomaron a Simón de Cirene para que ayudara a Jesús a llevar la cruz. Observé la tumba donde la leyenda y los expertos en arqueología estiman que fue puesto el cuerpo del Señor y no pude contener las lágrimas.
Pero nunca olvido que nosotros —usted y yo— fuimos quienes lo hicimos morir en una cruz. Su vida era transformar el agua en vino y danzar con aquellos que habían sido cojos y ponerles en sus cabezas una guirnalda hecha de flores tomadas de entre los lirios del campo. Él dijo: «Sacudid el polvo de vuestros pies». Y a usted le dice: «No te rodees de gente negativa. No creas las mentiras que dicen que no vales nada. No te dejes atrapar por la ilusión que el dinero podrá consolarte más que la relación que puedas tener conmigo. Cambia tu orientación de la tristeza y el dolor y dirígela hacia la luz de la risa y la danza y el gozo. Sígueme y te llevaré a lugares que nunca te imaginaste que existieran. Sígueme y haré que brinques como ciervo en la alborada. Sígueme y subiremos montañas y cruzaremos valles y alcanzaremos la cumbre riendo, viviendo y sosteniéndonos mutuamente, y así entraremos en la eternidad».
Este es Jesús, el entrenador, que yo conozco. ¿Qué le vas a decir: sí o no?
PREGUNTAS
1. ¿Es actualmente su vida más un canto fúnebre que una danza? ¿Por qué será?
2. ¿Está dispuesto a alzar sus ojos a los montes o prefiere fijarlos abajo, en el valle?
3. ¿Cuándo fue la última vez que se arriesgó en la dirección de su danza?
4. ¿Cuán confortable puede sentirse y por cuánto tiempo, colgando cabeza abajo de su trapecio?

Querido Señor:
Tú eres el Señor de la danza, de la vida, de todas las posibilidades. Ayúdame a volver mis ojos hacia ti y ver en ellos todo lo que pueda ver, pueda hacer, pueda aprender, pueda vivir en esta relación contigo. Amén.
CON JESÚS COMO EL ENTRENADOR PARA LA VIDA, USTED
ENTENDERÁ LA ECONOMÍA DE LAS RELACIONES
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AMARÁS AL SEÑOR… [Y] A TU PRÓJIMO COMO A TI MISMO. DE ESTOS DOS MANDAMIENTOS DEPENDE TODA LA LEY Y LOS PROFETAS.
—MATEO 22.37-40
Mi amiga Bonnie es una chica sureña que debido a su preparación como terapeuta familiar puede descargar un golpe de verdad al estómago y sonreír a la vez. Su especialidad es llegar rápidamente al corazón de las cosas sin apología y casi sin darle tiempo a una a decir gracias después de la operación. Un día en que nos reunimos un grupo de mujeres después de la cena, ella afirmó: «Dije a los adolescentes y a sus padres que los pobres y los billonarios son la misma cosa. Cuando uno de ellos muere, llevará con él solo dos cosas: recuerdos y relaciones; así es que es mejor empezar a desarrollarlas ahora mismo».
Imagínese cuánta riqueza tendría si el enfoque de su vida fuera ese: desarrollar y atesorar recuerdos felices y relaciones realizadas.
Los estudios han demostrado que seríamos más saludables, por un lado. Esta mañana no más estaba leyendo un artículo en el Arizona Republic en que se decía que un estudio ha revelado que personas de la tercera edad que ayudaron a otros vivieron vidas más prolongadas y saludables que los que solo pensaron en ellos. De alguna manera, la endorfina se libera cuando la gente da. Los psicólogos que llevaron a cabo el estudio lo llamaron «El punto alto del que ayuda».
Recuerdo haber sentido una oleada de buena voluntad que me inundó un día que participé en una reunión de adultos que vinieron de distintos lugares con un solo propósito: decidir qué tipo de ayuda necesitaba una pequeña de cuatro años que no podía formar palabras correctamente para que llegara a hablar con claridad. En todas las reuniones en que he participado, la mayoría de las cuales tiene que ver con estrategias para el desarrollo de negocios o el crecimiento de compañías, nunca sentí esta clase de «oleada de buena voluntad» sobre mí. Todo el talento y la tecnología expresados en esa reunión estuvieron enfocados en hacer florecer a un ser humano; es decir, cómo ayudar a aquella niña a hablar, caminar y sonreír.
Se entrevistó a la madre, se generaron informes, se trazaron planes de acción mientras la pequeña descansaba su cabeza en el hombro de su madre, ajena a toda esa actividad dedicada a ayudarle a tener una vida normal.
Un amigo mío que vendió su compañía por varios millones de dólares se dio cuenta que su vida estaba pasando repentinamente de «ganar dinero» a «tener dinero». Al llevar a cabo un estudio improvisado de otros multimillonarios que habían vendido sus compañías recientemente, descubrió que cerca de setenta y cinco por ciento de ellos se divorciaron antes del año. Esta revelación dio lugar a una serie de opiniones sobre la causa. Alguien preguntó: »¿Estaban las esposas aguantando hasta que llegara el dinero? ¿Estaban los maridos tan faltos de recursos para relacionarse que cuando finalmente dispusieron de tiempo para darle a la familia, ya no la tenían?»
Hace poco me comentaron de un caso clásico de alguien concentrado más en el dinero que en las relaciones. Otro querido amigo, a quien llamaré Bill, había usado un estilo único de cordialidad para ayudar a acumular diez millones de dólares a una compañía iniciada hacía poco en el negocio. El nuevo jefe ejecutivo, «Jim», que era contador de profesión, empezó a recriminar a Bill por su cuenta de gastos, las facturas por flores para las secretarias y otros proveedores, su hábito de visitar inesperadamente a algunas personas sin una «razón de negocios». Bill se sintió tan cansado por ese tipo de control de Jim —que gastaba más tiempo en su informe de gastos que en el de ventas—, que decidió renunciar. Cuando llamó al presidente de la compañía —que era su amigo de muchos años— para informarle de la razón por la que se iba, le dijo: «No puedo trabajar en un clima así. O es Jim o soy yo». El presidente, «Lou», no pudo comprometerse ante Bill para despedir a Jim, así que Bill se fue.
Antes de irse, sin embargo, Bill le dijo a Jim: «Lo que usted no entiende, Jim, es que en tiempos como estos, tenemos lo que se ha dado en llamar una economía de relación. Yo no tengo una cláusula en mi contrato ni con usted ni con la compañía que me prohiba hacer lo que he venido haciendo, por eso le garantizo que el noventa por ciento de estos clientes se van a ir cuando yo me vaya». Y así ocurrió.
Dándose cuenta de la avalancha que se les venía encima, Lou fue al presidente de la junta de directores y le p...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Dedication
  5. CONTENIDO
  6. Introducción
  7. ENFOQUE
  8. EQUILIBRIO
  9. PRODUCTIVIDAD
  10. REALIZACIÓN
  11. Pensamientos y una oración
  12. Epílogo
  13. Acerca de la autora
  14. Reconocimientos