Una iglesia emocionalmente sana
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Una iglesia emocionalmente sana

Peter Scazzero,Warren Bird

  1. 240 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
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Una iglesia emocionalmente sana

Peter Scazzero,Warren Bird

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Información del libro

Todas las congregaciones se encuentran tarde o temprano con algún momento de crisis. El pastor Scazzero comparte en este volumen sus experiencias tanto personales como corporativas en un llamado a desarrollar los seis principios de una iglesia emocionalmente sana: «Ver por debajo de la superficie», «Quebrar el poder del pasado», «Vivir en una actitud de quebrantamiento y vulnerabilidad», «Recibir el don de los límites», «Aceptar el dolor y la pérdida» y «Hacer de la Encarnación el modelo a seguir para amar». Para los líderes, pastores y laicos se incluyen herramientas probadas, preguntas para motivar la reflexión y un sinnúmero de testimonios de los miembros de la congregación New Life Fellowship, cuyas vidas han sido impactadas y transformadas al aplicar los poderosos conceptos analizados en este libro.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN
9780829778366

Parte 1


El eslabón perdido del discipulado

INTRODUCCIÓN

Hace unos años se nos invitó a mi esposa, nuestra familia de cuatro hijas y a mí a participar en un campamento familiar cristiano en Colorado para una semana de vacaciones. Esperábamos que fuera el viaje de nuestras vidas.
Aterrizamos en el aeropuerto internacional de Denver e iniciamos el recorrido de tres horas hacia las montañas. Mientras manejaba, me sentí muy cansado y pensé que quizás el viaje en avión y la falta de cafeína podían haber contribuido a mi somnolencia. Le pedí a mi esposa, Geri, que manejara, pero ella estaba aterrada por lo estrecho de los caminos montañosos.
En un punto, sin embargo, quedé inconsciente por un momento y me salí de nuestra senda. Me detuve al costado del camino. Ahora que estábamos fuera de las montañas, Geri tomó el timón. Atribuimos el lapso momentáneo a la fatiga.
Cuando llegamos al campamento, alrededor de novecientos pies sobre el nivel del mar, nos inscribimos y nos preparamos para pasar una semana maravillosa en las Montañas Rocosas. La vista quitaba el aliento, las montañas eran un asombroso reflejo de la gloria de Dios. El itinerario de cada día incluía actividades apropiadas para las edades de cada una de nuestras hijas, que en ese tiempo iban de los seis a los quince años, y también para nosotros los adultos.
No pude dormir la primera noche. Quizás era la almohada nueva. Oré que no fuera la gripe. Participé en las actividades del día y no les hice caso a los dolores y molestias. La segunda noche fue una repetición de la primera, solo que entró una tos que no se iba. Sí, tenía gripe, no había duda de ello.
Geri, las niñas, y yo oramos a Dios para que me sanara a fin de poder gozar esta oportunidad única en la vida. Dios no pareció conmoverse.
Ocurrió que un médico del medio oeste asistía a la semana de campamento con su familia. Me acerqué a él en la fila del desayuno y le informé que tenía algunos síntomas de la gripe con alguna tos. ¿Le importaría recetarme algo de manera que pudiera dormir un poco de noche? «No hay problema», respondió él. «Le conseguiré la más potente medicina disponible para la tos y un antibiótico».
Para los días tercero y cuarto, sin embargo, empeoré. En este momento Geri no me hablaba. Asumía que había trabajado demasiado antes de las vacaciones y había agotado mi cuerpo. Su sueño de vernos gozar de estas vacaciones maravillosas como pareja y familia se había eclipsado. Estaba desilusionada, para decir lo menos. Tosí toda la noche, de manera que ella se marchó a la otra habitación con nuestras dos hijas mayores. Al quinto día, intercambiamos miradas, pero pocas palabras.
Estaba triste y molesta. Yo me sentía culpable. La historia parecía repetirse con mis enfermedades durante las vacaciones y días feriados.
Lo que me extrañaba mucho era que parecía empeorar cada día. Al quinto día apenas podía ir caminando a la cena y había empezado a escupir una flema roja. «Debe ser la medicina roja para la tos», me dije a mí mismo. No era capaz de comer y justo había terminado la botella de medicina. La tos sólo se hizo más implacable. Claro que se trataba de mi pecho.
En nuestra sexta y última noche, todavía no había dormido. Comencé a sentir miedo. Se me estaba haciendo difícil levantarme. Necesitaba treinta minutos para ir de la cama al baño.
Era obvio que tenía un problema, necesitaba ir a un médico.
A la mañana siguiente le informé a Geri que necesitaba ayuda. Estaba empeorando.
Los niños estaban disfrutando de la mejor vacación de sus vidas. Era largo el camino desde las calles de Nueva York. Así que resistí hasta el almuerzo y traté de decir adiós a todos lo mejor que pude y nos metimos en el automóvil para visitar a un médico. Era de Texas y estaba sobre las montañas de Colorado para atender un campamento juvenil cercano.
Examinó mis síntomas, escuchó mi pecho, y sugirió que tenía neumonía. Su enfermera metió mi dedo en una máquina para chequear mi nivel de oxígeno y pudo observar que tenía problemas para respirar.
Quizás tenía un ataque al corazón. ¿Quién podía saberlo?
En este punto se alarmaron y me instruyeron que fuera a un hospital para examinar mi neumonía.
El hospital más cercano estaba a casi dos horas de camino. Geri manejó. Sentía que la vida se me iba, y comencé a perder y recuperar la conciencia.
Viajamos a través de innumerables pueblos pequeños. No había hospitales. ¿Dónde estaban los hospitales? ¡Extrañé la ciudad de Nueva York!

Un consejo equivocado casi arruina mi vida

Por último llegamos a nuestro destino, donde el amigo de un amigo nos prestaba su vivienda. Dejamos los niños. Uno de sus vecinos me vio tirado en la parte trasera del mini-van. Geri describió mis síntomas. La mujer le dijo excitada: «Llévelo enseguida a la clínica colina abajo. Tiene EPA».
No sabíamos de lo que hablaba, pero Geri regresó al automóvil con una apariencia compasiva. Eso ayudó.
La enfermera de la clínica me echó una mirada y me pasó primero que a todos los que estaban en la sala de espera. Me colocaron en el mismo tipo de máquina de oxígeno y encontraron mi capacidad respiratoria reducida a menos de 44% de lo normal.
Inmediatamente otro doctor se precipitó dentro y me puso en una máquina de oxígeno para oxigenarme. Ella me informó que dentro de unas horas hubiera estado en coma y muerto la mañana próxima. Me estaba ahogando. Los rayos X revelaron agua en mis pulmones.
Tenía un edema pulmonar provocado por la altura (EPA), una forma severa de enfermedad de las alturas, popularizada por la película Vertical Limit («Límite Vertical»). Es relativamente poco común que la gente contraiga EPA entre 8.000 y 14.000 pies.
El personal médico pensó transportarme inmediatamente a una altitud menor, pero yo respondí bien al oxígeno. En el plazo de veinte minutos estaba dormido por primera vez en casi una semana.
La siguiente semana la pasé conectado a un tanque de oxígeno. Tomó casi tres semanas que mis pulmones se aclararan y que yo pudiera caminar sin quedarme sin aliento.
Muchos médicos, especialmente aquellos en lugares fuera de Colorado, no están familiarizados con el EPA. ¿Cómo podrían estarlo? Colorado tiene las mayores alturas en los Estados Unidos continentales.
Los primeros dos doctores que vi me diagnosticaron mal. Since-ramente, yo me había diagnosticado a mí mismo la primera vez, y el doctor simplemente estuvo de acuerdo. Pero estuve a punto de morir.
Estos doctores no estaban preparados para consultar pacientes en las montañas de Colorado. Su consejo equivocado casi pone fin a mi vida en la tierra. De la misma manera, comprendí que nosotros los pastores y líderes damos a menudo consejos errados a gente espiritualmente enferma que llena nuestras iglesias. Nuestro entrenamiento ha sido inadecuado para atender las necesidades profundas bajo la superficie de la vida de las personas.
Junto al camino de mi recorrido de crecimiento como cristiano, recibí enseñanzas y entrenamiento que causó mucho bien. Infortunadamente, las soluciones eran mayormente temporales. Las recetas fallaron a la hora de sacar de raíz los hábitos y patrones pecaminosos de mi vida.

Nuestros consejos errados mantienen a la gente espiritualmente inmadura

Tengo que reconocer que, como esos doctores, he diagnosticado mal a gente que se ha acercado a mí en busca de ayuda. Cuando alguien llegó con problemas en sus relaciones o cuestiones emocionales, apliqué todos los remedios espirituales que conocía. Desdichadamente, mucha gente siguió enferma y algunos incluso «murieron» bajo mi liderazgo.
Por ejemplo:
• Una pareja viene ante mí después que el esposo había confesado que cinco años antes en su matrimonio había tenido amoríos durante un año con una amiga de la familia. Agradezco estar convencido de que el Espíritu Santo está presente en su vida. Oré por ellos y les recomendé un libro sobre el matrimonio que conozco con un buen capítulo sobre el perdón de la esposa. Los exhorté a los dos a buscar a Dios de todo corazón. Oré y esperé lo mejor.
• Un talentoso músico se une a nuestra iglesia para entregarle sus dones a Dios. Es carismático y experimentado. La congregación lo ama. Nos pide a muchos de nosotros que orásemos por su esposa, para que Dios pusiera su corazón en el lugar correcto. Así lo hicimos. Oré y esperé lo mejor. Después supimos que no se trataba de un desacuerdo menor. El conflicto se desarrolló durante años; ella se había mudado y reubicado a quinientas millas de distancia, y él es sin duda parte del problema.
• Armstrong es un amigo y líder de la iglesia. Sirve dondequiera haya una necesidad. El único problema consiste en que es temperamental, impredecible y caprichoso. Lo tratamos con sumo cuidado. Oro y espero lo mejor.
• Larry tiene cuarenta años, es soltero y está de nuevo desempleado. Tiene un currículo de cuatro páginas. Rara vez mantiene un trabajo o una relación con el sexo opuesto por más de unos pocos meses. Oramos por él, lo alentamos a afirmar su identidad en Cristo, y le pedimos a Dios que le abra nuevos senderos. Oro y espero lo mejor.
Hoy, ya no oro y espero lo mejor simplemente. Cada uno de los escenarios mencionados requería un nivel de discipulado que fuera más allá de una cura a flor de piel, rápida y superficial. Más tarde todos se some-tieron al bisturí al darle en oración una mirada seria a las cuestiones más profundas que bosquejaré en este libro. Primero, sin embargo, yo como líder tenía que experimentar una revolución en la forma que comprendía y abordaba el discipulado.

Espiritualidad desequilibrada

La triste verdad es que hay muy pocas diferencias, en términos de la madurez emocional y relacional, entre el pueblo de Dios dentro de la iglesia y aquellos que afuera no reclaman relación alguna con Jesucristo. Algo aún más alarmante, cuando usted incursiona más allá de las alabanzas y el culto de nuestras grandes reuniones y convenciones y se mete en las casas y pequeñas reuniones del pueblo de Dios, a menudo encuentra un valle lleno de basura debido a relaciones rotas y fracasadas.
¿Algunas de las personas que siguen le recuerdan a alguien en su iglesia?
1. El miembro de la directiva que nunca dice: «Estaba equivocado» o «Lo siento»
2. Los hijos del líder que constantemente critican a otros.
3. El elevado control de un dirigente de pequeños grupos que no puede tolerar diferentes puntos de vista.
4. El padre de mediana edad de dos infantes que en secreto es adic- to a la pornografía.
5. El esposo de treinta y cinco años que sirve activamente en la iglesia, inconsciente de la soledad de su esposa en casa.
6. El líder de adoración que interpreta toda sugerencia como un ataque personal y un rechazo a su persona.
7. El maestro de Escuela Dominical que lucha con un sentimiento de amargura y resentimiento hacia el pastor pero que teme decir algo.
8. El «siervo» ejemplar que incansablemente trabaja como voluntario en cuatro ministerios pero que apenas dedica tiempo al cuidado de él mismo o de ella misma.
9. Dos que interceden por otros y utilizan las reuniones de oración para escapar de la penosa realidad de sus matrimonios.
10. Las personas en su grupo íntimo que nunca revelan sus luchas o dificultades.
Puede que ellos se presenten a sí mismos como espiritualmente maduros, pero algo está terriblemente desequilibrado en su espiritualidad. La triste realidad es que demasiada gente en nuestras iglesias está sujeta a un nivel de inmadurez que los actuales modelos de discipulado no han abordado.
Muchos son supuestamente «espiritualmente maduros» pero siguen siendo infantes, niños, o adolescentes emocionales. Demuestran poca capacidad para manejar la ira, la tristeza o las penas. Se lamentan, se quejan, o se distancian, acusan a otros y utilizan el sarcasmo, como los niños pequeños cuando no obtienen lo que quieren. Muy a la defensiva ante las críticas o las diferencias de opinión, esperan que se les tome en cuenta o tratan a la gente como objeto para satisfacer sus necesidades.
¿Por qué?
La respuesta es el objetivo de este libro. Las raíces del problema descansan en una espiritualidad imperfecta, que tiene sus raíces en una fallida teología bíblica (caps. 3 y 4). Muchos cristianos han recibido una valiosa ayuda en ciertas áreas del discipulado, como la oración, el estudio bíblico, la adoración, el descubrimiento de los dones espirituales, o el aprendizaje de cómo explicar el evangelio a otros. Pero los discípulos de Jesús también necesitan aprendizaje y habilidades sobre cómo mirar bajo la superficie del iceberg en sus vidas (cap. 5), poner fin a las influencias de su pasado en el presente (cap. 6), vivir dependientes y arrepentidos (cap. 7), conocer sus limitaciones (cap. 8), encarar sus pérdidas y penas (cap. 9), y encarnar su modelo para amar de verdad (cap. 10). Hacer de la encarnación la máxima prioridad a fin de amar a los demás de verdad es tanto el clímax como el objetivo de todo el libro. La iglesia debe ser conocida, por encima de todo, como una comunidad que ama a los demás de una manera radical y poderosa. Causa tristeza pero por lo general esa no es nuestra reputación.
Pese a todo el énfasis actual sobre nuestra formación, los líderes eclesiásticos rara vez se refieren a lo que se asemeja la madurez espiritual en su relación con la salud espiritual, especialmente en lo que respecta a cómo amamos a las demás personas.
El vínculo entre salud emocional y madurez espiritual es un área amplia y no explorada del discipulado. Necesitamos desesperadamente, creo, reexaminar toda la Escritura —y la vida de Jesús en particular— a fin de captar la dinámica de este vínculo.
Aunque creo en el importante lugar que ocupan los consejeros cristianos profesionalmente entrenados para brindar su técnica a la iglesia, creo que la iglesia de Jesucristo es el vehículo primario de nuestra madurez espiritual y emocional. Infortunadamente, hemos delegado las cuestiones «emocionales» por demasiado tiempo a la oficina del terapeuta y sólo asumido responsabilidad por los problemas «espirituales» de la iglesia. Ambos están inseparablemente ligados y son fundamentales para un total discipulado bíblico.
Creo de todo corazón que el Señor Jesús y su iglesia son la esperanza para el mundo. Mi compromiso es con la Escritura como la Palabra de Dios, la autoridad bajo la cual nosotros como la iglesia de Dios debemos vivir. He estado enseñándola toda mi vida de adulto. Sigo compromet...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. CONTENIDO
  4. Prólogo
  5. Reconocimientos
  6. Parte 1: El eslabón perdido del discipulado
  7. Parte 2: Base bíblica para un nuevo paradigma del discipulado
  8. Parte 3: Seis principios de una iglesia emocionalmente sana
  9. Parte 4: A dónde vamos de aquí en adelante
  10. Sobre los autores
  11. Copyright
  12. About the Publisher
  13. Notas finales
Estilos de citas para Una iglesia emocionalmente sana

APA 6 Citation

Scazzero, P., & Bird, W. (2013). Una iglesia emocionalmente sana ([edition unavailable]). Vida. Retrieved from https://www.perlego.com/book/559505/una-iglesia-emocionalmente-sana-pdf (Original work published 2013)

Chicago Citation

Scazzero, Peter, and Warren Bird. (2013) 2013. Una Iglesia Emocionalmente Sana. [Edition unavailable]. Vida. https://www.perlego.com/book/559505/una-iglesia-emocionalmente-sana-pdf.

Harvard Citation

Scazzero, P. and Bird, W. (2013) Una iglesia emocionalmente sana. [edition unavailable]. Vida. Available at: https://www.perlego.com/book/559505/una-iglesia-emocionalmente-sana-pdf (Accessed: 14 October 2022).

MLA 7 Citation

Scazzero, Peter, and Warren Bird. Una Iglesia Emocionalmente Sana. [edition unavailable]. Vida, 2013. Web. 14 Oct. 2022.