Comentario bíblico con aplicación NVI 2 Corintios
eBook - ePub

Comentario bíblico con aplicación NVI 2 Corintios

Scott J. Hafemann

  1. 544 páginas
  2. Spanish
  3. ePUB (apto para móviles)
  4. Disponible en iOS y Android
eBook - ePub

Comentario bíblico con aplicación NVI 2 Corintios

Scott J. Hafemann

Detalles del libro
Vista previa del libro
Índice
Citas

Información del libro

La mayoría de los comentarios bíblicos nos llevan en un viaje de una sola vía de nuestro mundo al mundo bíblico. Pero nos dejan ahí, asumiendo que de alguna manera nosotros podremos hacer el viaje de regreso por nuestros propios medios. En otras palabras, se enfocan en el significado original del pasaje pero no discuten las aplicaciones contemporáneas. La información que ofrecen es valiosa, ¡pero el trabajo esta a medias! La serie de Comentarios NVI nos ayuda con las dos partes del trabajo interpretativo. Esta nueva y única serie, muestra a los lectores como traer el mensaje antiguo a un contexto moderno. Explica no solo lo que da a entender la Biblia sino también como nos puede hablar poderosamente hoy día.

Preguntas frecuentes

Simplemente, dirígete a la sección ajustes de la cuenta y haz clic en «Cancelar suscripción». Así de sencillo. Después de cancelar tu suscripción, esta permanecerá activa el tiempo restante que hayas pagado. Obtén más información aquí.
Por el momento, todos nuestros libros ePub adaptables a dispositivos móviles se pueden descargar a través de la aplicación. La mayor parte de nuestros PDF también se puede descargar y ya estamos trabajando para que el resto también sea descargable. Obtén más información aquí.
Ambos planes te permiten acceder por completo a la biblioteca y a todas las funciones de Perlego. Las únicas diferencias son el precio y el período de suscripción: con el plan anual ahorrarás en torno a un 30 % en comparación con 12 meses de un plan mensual.
Somos un servicio de suscripción de libros de texto en línea que te permite acceder a toda una biblioteca en línea por menos de lo que cuesta un libro al mes. Con más de un millón de libros sobre más de 1000 categorías, ¡tenemos todo lo que necesitas! Obtén más información aquí.
Busca el símbolo de lectura en voz alta en tu próximo libro para ver si puedes escucharlo. La herramienta de lectura en voz alta lee el texto en voz alta por ti, resaltando el texto a medida que se lee. Puedes pausarla, acelerarla y ralentizarla. Obtén más información aquí.
Sí, puedes acceder a Comentario bíblico con aplicación NVI 2 Corintios de Scott J. Hafemann en formato PDF o ePUB, así como a otros libros populares de Theology & Religion y Biblical Commentary. Tenemos más de un millón de libros disponibles en nuestro catálogo para que explores.

Información

Editorial
Vida
Año
2016
ISBN
9780829759440
2 Corintios 1:1-2
images/img-42-1.webp
Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Timoteo nuestro hermano, a la iglesia de Dios que está en Corinto y a todos los santos en toda la región de Acaya: 2 Que Dios nuestro padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
Sentido Original
En el siglo I, los comienzos de las cartas seguían el típico patrón “(remitente) a (destinatario): ¡Saludos!”. Pablo siguió esta forma con regularidad, pero amplió estos elementos estándares con el fin de indicar su propia autoridad para escribir, la cualificación del o los destinatarios para recibir lo escrito, y la perspectiva cristiana sobre lo que deseamos los unos para los otros.1 En 2 Corintios, sin embargo, Pablo prescinde de una elaboración detallada de su propia autoridad y de la situación de los creyentes de Corinto (cf. 1Co 1:1-3) en favor de una salutación casi estándar. Sus únicas expansiones son los recordatorios de que él es “un apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios” y que los corintios son la “iglesia de Dios”, que existe junto con “todos los santos de toda Acaya”.
Esta simplicidad inusual sirve para enfatizar que Pablo es un “apóstol” (gr. apostolos) y que le debe su llamamiento como apóstol a la “voluntad de Dios”. Un apostolos es un emisario autorizado y comisionado para llevar a cabo una misión personal en nombre de otra persona.2 El uso que Pablo hace del genitivo, “apóstol de Cristo Jesús”, indica que Cristo es quien lo ha enviado de forma directa y definitiva, mientras que la referencia “por la voluntad de Dios” asevera que Dios es el agente intermediario del apostolado de Pablo.3 Cristo es el único responsable de enviar al apóstol, pero Dios es aquel que posibilita que sea enviado. En otras palabras, Cristo envía a Pablo de acuerdo con la voluntad divina.
Al margen de la tradición y de la cultura paulinas, resulta fácil perderse el significado de la autodesignación del apóstol. No existe paralelo alguno en el mundo grecorromano para el uso del nombre “apóstol” en alusión a un emisario que realizara un encargo autorizado, por cuestión de nombramiento soberano. Más bien, el concepto neotestamentario deriva del Antiguo Testamento, donde el verbo apostello aparece unas 696 veces en la LXX, para referirse a enviar a alguien con una misión o tarea especial (el nombre apostolos solo aparece en el libro de 1 Reyes 14:6 de la versión LXX. En todos estos pasajes, a excepción de doce de ellos, vierte el verbo hebreo šalaḥ (= “comisionar con una misión o una tarea”; cf. Gn 32:4; Nm 20:14; Jos 7:22; Jue 6:35; 2Cr 36:15; Mal 3:1).4
Aunque apostello no es un término específicamente religioso, en la LXX se convierte en una designación técnica para “el envío de un mensajero con una tarea especial” en la que “quien es enviado solo tiene interés porque, en cierta medida, encarna en su existencia como tal a aquel que lo envía”.5 Este significado anticipa el aforismo rabínico posterior de que “aquel que es enviado por un hombre es como el hombre mismo” (m. Ber. 5:5). Rengstorf concluye, entonces, que en contextos en los que se tiene en vista enviar con un propósito religioso, apostello empieza a convertirse en “un término teológico que significa ‘enviar a alguien para que sirva en el reino de Dios con plena autoridad (basada en Dios)’ ”.6
En línea con este desarrollo, el propio uso que Pablo hace del término corresponde más estrechamente a la utilización de apostello con respecto a Moisés y a los profetas, donde indica que habían sido enviados con una comisión oficial como representantes de Yahvé y, por tanto, estaban subordinados de un modo incondicional a la voluntad de Dios (cf. Éx 3:10; Jue 6:8, 14; Is 6:8; Jer 1:7; Ez 2:3; Hag 1:12; Zac 2:8-9; 4:9; Mal 3:1; 4:5). Esto se confirma por el empleo del verbo en el conjunto del Nuevo Testamento, donde aparece 135 veces, y solo doce de ellas figura fuera de los Evangelios y de Hechos.7 Aunque en la literatura secular no se hace una distinción básica entre pempo (enviar) y apostello, en el NT suele aparecer pempo cuando el énfasis está en el envío como tal (cf. Ro 8:3; 2Ts 2:11), mientras que apostello conlleva el matiz de una comisión.8
Este mismo énfasis en ser enviado con una comisión se encuentra en los setenta y nueve usos incontestados, en el Nuevo Testamento, del correspondiente nombre “apóstol” (apostolos), diez de cuyas apariciones en los Evangelios aluden a los doce “apóstoles” que fueron comisionados y enviados por Cristo.9 De ahí que, aunque las cartas de Pablo son los escritos más tempranos del Nuevo Testamento, y aunque él usa la palabra apostolos más que cualquier otro escritor neotestamentario, el origen de su uso específico para los emisarios cristianos se remonta ciertamente a Jesús, ya que él mismo fue “enviado” (apostello) por el Padre (cf. Mr 9:37; Lc 4:43; Jn 5:36) y puede, por tanto, ser llamado también “apóstol” (Heb 3:1).
Además, la transición del ministerio de Jesús al de los apóstoles se refleja en que en los Evangelios y los Hechos se enfatiza la acción de “enviar” (apostello), mientras que en las cartas se hace hincapié en aquel a quien se envía (apóstolos). Estas estadísticas señalan el único significado de “apóstol” dentro del cristianismo primitivo, como designación de aquellos comisionados para predicar y actuar en la autoridad del nombre de Cristo (cf. Mt 10:1, 7-9; Mr 3:14; 6:30; Lc 9:1-2). En 2 Corintios, Pablo señala que la voluntad de Dios que envió a Jesús es la misma voluntad implementada por Cristo para enviar a Pablo en representación suya como su “apóstol”.
La simple declaración en 1:1 les recuerda, pues, a los lectores de Pablo su papel, por designación divina, y su autoridad entre el pueblo de Dios, abriendo así el camino para la defensa de su ministerio apostólico, que será el enfoque de gran parte de 2 Corintios (ver Introducción). De hecho, la autodesignación de Pablo en 1:1 es la primera andanada en la batalla para reafirmar su legitimidad apostólica (cf. 10:1-6). No puede haber transigencia entre la afirmación que Pablo hace aquí y las aseveraciones de aquellos a los que el apóstol desenmascara como “falsos apóstoles”, “obreros estafadores” y “servidores” de Satanás (cf. 11:13-15). Lo más probable es que esta afirmación de la propia autoridad de Pablo como apóstol sea la razón de por qué también menciona a Timoteo, su “hermano”, como corremitente de la carta.10 Al asociar a Timoteo consigo de esta forma, Pablo reafirma la legitimidad del ministerio de Timoteo entre ellos, tanto en haber ayudado a Pablo a establecer la iglesia (cf. Hch 18:5) como en sus visitas recientes en nombre del apóstol (cf. 1Co 4:17; 16:10). Esto también subraya la validez del evangelio que los corintios han recibido por medio de los colaboradores de Pablo (cf. 2Co 1:19).
Habiendo afirmado su propia autoridad y la validez del anterior ministerio de Timoteo entre ellos, Pablo se vuelve a los corintios y se dirige a ellos (v. 1b). Su justificación para escribir (es decir, él es “un apóstol de Jesucristo”) va emparejada con la razón de ellos para recibir la carta (es decir, son la “iglesia de Dios”). A pesar de sus problemas pasados y de su rebeldía reciente, el arrepentimiento de la mayoría de los corintios (cf. 2:6; 7:2-16) ha demostrado que siguen siendo el pueblo de Dios (cf. 7:2-16). La designación “iglesia” (ekklesia) es uno de los dos términos usados en la LXX para definir la reunión local del pueblo escogido de Dios (cf. p. ej. Dt 9:10; Jue 20:1-2; 1R 8:14; Sal 22:22; 26:5; 35:18; 40:9).11 Así, del mismo modo en que Pablo le debía su vida como apóstol a la misma voluntad de Dios que había llamado a Moisés y a los profetas (cf. 2Co 2:16b; 3:4-5), así también le debían los corintios su existencia como cristianos a la misma misericordia del Dios que había escogido a Israel.
De ahí que estas dos designaciones gemelas “apóstol … por la voluntad de Dios” e “iglesia de Dios” connotan una continuidad con el pueblo de Dios y sus líderes bajo el antiguo pacto. Al mismo tiempo, también recalcan la realidad del nuevo pacto, ya que Pablo es un apóstol “de Cristo [es decir, Mesías] Jesús” y son la iglesia de Dios, no la sinagoga (cf. 3:14-18). Además, los corintios forman parte de una congregación más amplia de “todos los santos” (hagioi; es decir, “los que son santos”) dispersados por toda la provincia romana de Acaya, una zona equivalente, grosso modo, a la Grecia actual. Corinto era su capital y el hogar de la primera de las iglesias interrelacionadas de la región (cf. Hch 18:1-11; 1Co 16:15).
La referencia específica de Pablo a Corinto, en relación con esta red más amplia de iglesias, refleja la prioridad y la relevancia de esta ciudad como centro de la misión paulina en la región desde la cual se expandió el evangelio como los radios de una rueda (cf. 10.15-16). Por consiguiente, al escribirle a Corinto, Pablo se está dirigiendo a todas las iglesias de Acaya, no solo porque consideraba que se pertenecían las unas a las otras, sino también porque sabía que lo mismo que ocurría en Corinto también sucedía en Acaya (cf. 9:2; 11:10). Los problemas de Corinto, pasados y presentes, estaban destinados a impactar a las iglesias de su alrededor.
Dados estos problemas, el uso que Pablo hace de “santos” para describir a los creyentes de Acaya, incluidos por implicación los corintios (¡!), suele sorprender con frecuencia a los lectores modernos, dado que nuestro término “santo” ha llegado a designar a aquellos que han logrado tal grado de espiritualidad que se les aparta del nivel y la categoría de cristianos “normales”. Ciertamente, ser “santo” es ser “diferenciado”. Pero Pablo lo usa para referirse a todos los creyentes como quienes han sido apartados porque le pertenecen a Dios. Lejos de describir una clase especial de cristianos como santos, todos los creyentes han de vivir vidas “santas” (para las raíces veterotestamentarias del llamamiento a ser “santos”, ver Éx 19:5-6; Lv 11:44; 20:24-26; Nm 23:9; Dt 7:6; 14:2; Sal 147:20).
De ahí que, así como la autodesignación de Pablo como apóstol inició la batalla por su propia legitimidad, describir a los corintios como santos también establece el fundamento para sus posteriores llamados a lo largo de la carta (cf. 2Co 6:13; 6:14–7:1; 7:2-3; 13:1-10). Los que son verdaderamente santos demostrarán serlo respondiendo positivamente a la autodefensa de Pablo. Y es que, en realidad, no es su apostolado lo que está ahora en evidencia, sino la fe de aquellos que siguen rechazando su evangelio y la encarnación de este en su llamado a sufrir en nombre del pueblo de Dios (cf. 5:20–6:2; 10:8; 12:19).
Finalmente, el juego de palabras que existe en griego entre el término normal para “hola” (charein) y el término cristiano para “gracia” (charis) se pierde en la traducción de la salutación de Pablo (cf. Ro 1:7; 1Co 1:3). En el punto en que los oyentes de Pablo habrían esperado escuchar “¡hola!” (charein), Pablo les desea “gracia” (charis). Pablo desea a sus lectores una continuada experiencia de los dones misericordiosos de Dios, desde el perdón y la justificación a la liberación del poder del pecado y la vida eterna. Pablo puede hacerlo, porque la muerte de Cristo en la cruz por aquellos que solo merecen la ira de Dios hace que dicha gracia sea posible.
En consecuencia, el deseo de Pablo de que experimenten “paz” no es principalmente que anhele circunstancias sin problemas. Más bien, les desea el shalom que todo lo abarca, o el bienestar que caracteriza la vida de los creyentes, de forma individual y corporativa, cuando todo está bien con Dios, una posibilidad también concedida por la gracia de Dios, por medio de Cristo. Los dos deseos de Pablo están, por tanto, inextricablemente interrelacionados. “Paz” es una expresión de la “gracia” de Dios en la vida del creyente. La relevancia de esta gracia y la paz de la reconciliación que engendra se detallarán en 5:11–6:2. Pero, en vista de la controversia que sigue rugiendo en Corinto, el deseo del apóstol, por lo demás estándar, asume desde el principio un sentido añadido de aflicción y dolor. Solo aquellos que acepten el saludo de Pablo como expresión de su genuina autoridad apostólica recibirán lo que “Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo” desean para ellos.
Construyendo Puentes
Pablo es un “Apóstol” y un “apóstol”. Al aplicar este texto, es importante tener en mente que había dos tipos de apóstoles dentro de la iglesia primitiva. Por una parte estaban los “doce Apóstoles” originales, que fueron enviados por Jesús mismo durante su ministerio terrenal y que fueron más tarde confirmados en su llamamiento, al ser testigos del Cristo resucitado (cf. Mr 3:14; 6:7, 30; 9:35; 10:32; 11:11; cf. Hch 1:2, 22; 1Co 15:5). Como resultado, su autoridad derivaba directamente de Cristo mismo. La sustitución de Judas por Matías, según los requisitos recogidos en Hch 1:12-26, indica que esta clase de apóstoles tenía un número fijo y eran de un tipo concreto para mantener el paralelismo entre los doce Apóstoles y las doce tribus de Israel (cf. Lc 6:13; Hch 8:1; Ap 21:12-14).
Estos Apóstoles de Cristo formaban el núcleo del pueblo de Dios del nuevo pacto, estableciendo la continuidad entre Israel y la iglesia. Pero, mientras que fue el linaje físico el que determinó a los doce patriarcas, los doce Apóstoles, como el fiel remanente en el seno de la nación de Israel, existieron en virtud del llamamiento de Cristo. El papel de los doce Apóstoles no consistió en iniciar y recibir una bendición por sus descendientes físicos, sino en representar a Cristo proporcionando el liderazgo autoritativo y la enseñanza fundamental para la iglesia, los “hijos” de Dios (cf. Hch 2:42; 6:2; 15:2, 22-23; 1Co 12:28; Gá 1:18-19; Ef 2:20; 3:5; 4:11; 2P 3:2; Jud 17; Ap 18:20; 21:14). Estos eran “Apóstoles” con “A” mayúscula.
Por otra parte estaban aquellos “apóstoles” que pudieron no haber visto al Cristo resucitado, pero que fueron enviados por las iglesias primitivas a predicar y administrar en su nombre. No todos los que vieron al Cristo resucitado fueron enviados como apóstoles (cf. 1Co 15:6), como tampoco todos los que fueron enviados como apóstoles por las iglesias habían visto al Cristo resucitado (cf. 2Co 8:23). Además, independientemente de cuánta autoridad poseyeran estos apóstoles comisionados por las iglesias, seguían distinguiéndose de los “doce Apóstoles” (p. ej. Santiago [o Jacobo]; cf. 1Co 15:7; Gá 1:19). En contraste con estos últimos, su número no era fijo y tampoco tenían la misma autoridad intrínseca. Más bien, estos misioneros apostólicos derivaban su autoridad de los otros apóstoles y de las iglesias que los enviaban (ver, p. ej., Hch 14:4, 14; Ro 16:7; Fil 2:25).
Teniendo esto en cuenta, resulta impresionante que Pablo se halle en ambas categorías; o, mejor dicho, entre ambas clases. Como a los “doce Apóstoles”, el Cristo resucitado mismo lo comisionó como apóstol. Era, pues, un “apóstol de Cristo Jesús” (1:1). Como el último (¡!) de los que fueron comisionados en este sentido (cf. 1Co 15:8), él también representaba a Cristo de forma directa y autoritativa (ver...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Contenido
  5. Introducción a la serie CBA NVI
  6. Prefacio del editor general
  7. Prefacio del Autor
  8. Abreviaturas
  9. Introducción
  10. Bosquejo
  11. Bibliografía
  12. Texto y comentario de 2 Corintios