Salvando a una generación de un mundo superficial
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Salvando a una generación de un mundo superficial

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Salvando a una generación de un mundo superficial

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SALVANDO A UNA GENERACIÓN DE UN MUNDO SUPERFICIAL te mostrará una nueva manera de reflexionar en las preguntas que encaras en tu ministerio juvenil cada día y de esa forma podrás encontrar las respuestas que te llevarán a un nivel más profundo. Los reconocidos autores Chap Clark y Kara Powell han desarrollado una importante investigación que echa por tierra preconceptos e ideas que han estancado a muchos ministerios juveniles. ¿Sabías que… • La estrategia típica que usamos para construir relaciones con jóvenes puede causar que ellos confíen menos en nosotros, por lo que esta generación le ha tocado vivir? • Investigaciones recientes sobre la comunicación podrían ayudarnos a dejar atrás esas ingeniosas conversaciones y divertidas historias en las cuales trabajamos tan duro, y en lugar de eso, conectar directamente la Biblia a la vida de nuestros jóvenes? • Estudios muestran que ofreciendo a los jóvenes y no ayudándoles en los desafíos que encaran en la casa, la escuela, y su vecindario, tal vez no les está ayudando mucho? Los autores de este precioso material desarrollan un diseño profundo y revolucionario que te dará mejores herramientas para encarar y resolver los problemas que encontrarás en el ministerio juvenil. Kara y Chep trabajan juntos con el objetivo de estudiar y generar investigaciones que puedan proveer entretenimiento y recursos prácticos y accesibles para pastores de jóvenes y familia. Este libro va a cambiar, construir y dinamizar tus paradigmas en el ministerio con los jóvenes.

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Información

Editorial
Vida
Año
2012
ISBN
9780829759808

SECCIÓN 1:
UN PROCESO MÁS PROFUNDO

Capítulo 1
¿Qué nos mantiene flotando en la superficie?
Chap Clark y Kara Powell

Cuando Kara conoció a Jana

Recuerdo el día en que me di cuenta de que nuestro ministerio estaba flotando en la superficie. Fue hace 10 años, y todo por causa de una estudiante que llamaré Jana.
Jana era una chica fiestera. Desde quedarse dormida o pasarse todo el fin de semana borracha, hasta sus dosis diarias de marihuana, Jana lo probó todo. Es decir, hasta que dejó que Jesús tomara el control de su vida. Tan pronto como Jana comenzó a involucrarse en nuestro ministerio yo empecé a sentirme atraída hacia ella. Fue una de esas conexiones «de Dios» que no podía ignorar. Como yo estaba tratando de desarrollar un equipo estudiantil de liderazgo, le pedí que se reuniese conmigo los martes alternos luego de la escuela. Cada vez que nos juntábamos, en algún momento entre las 4:00 y las 4:30 ella me preguntaba la hora. (Todavía un poco libre de espíritu, ella nunca usaba reloj.) Yo le respondía qué hora era y luego seguíamos conversando. Después del cuarto martes en que ella hacía lo mismo yo le pregunté por qué se preocupaba tanto por la hora. Ella me respondió: «Ah, no tiene que ver con la hora, sino con mis viejos hábitos. Yo solía drogarme todas las tardes a las 4:20. Ahora que estoy en Jesús, me gusta saber cuándo son las 4:20 para pensar qué diferente es mi vida ahora».
Esa no es exactamente una respuesta de «niña de iglesia», ¿verdad?
Unos meses después de que Jana y yo empezáramos a reunirnos, nuestro ministerio lanzó, los domingos por la mañana, una serie acerca de expresar nuestra fe. Cuando nuestro equipo de enseñanza estaba proponiendo posibles oradores invitados, inmediatamente pensé en una pareja de nuestra iglesia cuyo ministerio evangelístico se enfocaba en mencionar a Jesús en las conversaciones cada vez que fuese posible. Como yo quería que nuestros estudiantes supieran cómo hablar con sus amigos sobre Jesús, le pedí a esta pareja que enseñara durante algunos domingos. Pensé que la pareja había hecho un gran trabajo al ayudar a los estudiantes a ver que sin importar de qué asunto estuvieran hablando con sus amigos, ya sea de tareas o de su última pelea con sus padres, podrían de alguna manera desviar la conversación hacia Jesús. La meta era hacerles las preguntas correctas a los no cristianos, mencionar la importancia de la oración, y en el mejor de los casos, testificar. Incluso hicimos dramatizaciones para que los estudiantes pudieran practicar el dirigir las conversaciones hacia Jesús.
¡Cuidado, universitarios, que allá vamos!
El martes siguiente, Jana rompió mis ilusiones. Después de comprar nuestros cafés helados, me preguntó qué pensaba sobre los últimos domingos. Yo sonreí y le contesté: «En realidad, creo que estamos aprendiendo cosas muy buenas sobre cómo hablarle a nuestros amigos de Jesús». Bajó su mirada hacia su bebida, claramente insegura con respecto a si debería o no expresar su opinión. Quise hacérselo más fácil por lo que le pregunté: «¿Y tú qué piensas?». Me miró directamente y me dijo: «Para ser sincera, creo que no estamos entendiendo. Estamos insinuando que nuestros amigos son proyectos a conquistar en lugar de gente por la que estamos interesados. Yo no tomé la decisión de seguir a Jesús por una gran conversación o por una pregunta de transición. Decidí seguirlo por la forma en que la gente que lo conocía me amaba. Todo lo demás suena barato y manipulador».
¿Tenía razón Jana? ¿Puede que el tipo de evangelismo de conversación dirigida haya resultado antes, pero sea muy superficial en la actualidad?
Invité a Jana y a otros ocho chicos recién convertidos a mi casa para unos tacos. Quería descubrir qué los había atraído a Jesús. En todos los casos, excepto uno, fue el modo en que vieron el amor de Jesús en sus seguidores.
Ninguna frase de transición entusiasta. Ningún «estaré orando por ti» sutil en medio de la conversación. Solo relaciones, al estilo de 1 Corintios 13. Mientras más hablaba con Jana y otros estudiantes comencé a cuestionarme la profundidad no solo de nuestra estrategia de evangelismo. ¿Estaba mi enseñaza ayudando a estos muchachos a ver la relevancia de las Escrituras, o me estaba perdiendo en los detalles de encontrar los videos correctos y las historias más graciosas? Durante nuestros tiempos de adoración ¿estábamos envolviendo a los chicos en el amor y el poder de Dios, o eran simplemente interpretaciones de nuestros músicos más talentosos? Nuestros grupos pequeños ¿estaban exhortando a una transformación de vida o se habían degenerado en tiempos semanales para hablar sobre proyectos de ciencia y mascotas enfermas? Quizá, la superficialidad de nuestro ministerio en ese momento era la razón por la cual yo estaba trabajando horas tan largas. Mi esfuerzo (por lo general infructuoso) de suplir las necesidades infinitas de los chicos y sus familias me estaba robando el tiempo libre que anhelaba, dejándome totalmente vacía. Tal vez, nuestra falta de profundidad también explicaba por qué mi sentido de propósito se estaba evaporando. Por supuesto, Dios me ha llamado a este ministerio, pero si los chicos en los que he invertido siguen alejándose de él, ¿qué sentido tiene?

¿Superficial o profundo?

¿Tu ministerio está produciendo los cambios profundos «que debería» producir? Si no, puede que estés perdiendo tu sentido de equilibrio y propósito, como me ocurrió a mí. O tal vez estés perdiendo otras cosas, como tu sentido de compasión. Haz hecho lo mejor que has podido para aconsejar a chicos heridos, pero cuando no parecen mejorar, empiezas a volverte insensible a su dolor. Quizá la superficialidad de tu ministerio te esté robando tu sentido de esperanza. Los muchachos de tu iglesia no están tan comprometidos. Aunque siguen asistiendo, esa mirada de «haz algo que no hayamos visto antes» en sus caras te hace pensar si algún día cambiarán. Cuando no vemos resultados profundos, podemos ir a las Escrituras en busca de seguridad. Después de todo, Isaías 55:11 nos recuerda que la Palabra de Dios no volverá vacía. Siempre y cuando nos mantengamos salpicando sus semillas en las vidas de los adolescentes, de seguro algunas van a producir raíces y dar frutos. Una manzana aquí, una fresa allá, todo suma para formar algo valioso, ¿verdad?
Sí, Dios obra de maneras más allá de las que podemos imaginar. Por supuesto que la Palabra de Dios es poderosa y puede arraigarse a la vida de los chicos mediante o a pesar de nuestros mejores esfuerzos. Pero todo buen granjero evalúa el estado de su cosecha, y si está siendo asfixiada por hierbas malas o ahogada por inundaciones, los granjeros no se consuelan recordando cosechas anteriores que fueron abundantes. No encuentran consuelo señalando unas pocas plantas saludables en medio de acres de malas hierbas. Ellos se arremangan, investigan nuevas herramientas y desarrollan estrategias innovadoras para producir mejores cosechas. Saben que si sus cosechas no están saludables el fin está cerca. Lo mismo ocurre en el ministerio juvenil. Sí, Dios es el Obrero Supremo, pero si los trabajadores humanos sentimos que nuestros ministerios son superficiales, necesitamos reconocerlo y hacer algunos cambios. Seamos honestos con nosotros mismos y los unos con los otros: es hora de desarrollar un ministerio profundo en un mundo superficial.

«Soluciones» superficiales

Sería lindo si pudiéramos descargar en nuestras agendas electrónicas personales la receta perfecta de Dios para un ministerio juvenil profundo. Pero rara vez Dios nos da tales indicaciones explícitas. Aunque a menudo recibimos un sentido general de dirección al pasar tiempo con él, Dios generalmente permite que los detalles específicos surjan de nosotros.
Hay tres «soluciones» comunes que muchos líderes de jóvenes aplican cuando empiezan a darse cuenta de que sus ministerios no son tan profundos como quisieran. Aunque cada una parece prometedora a primera vista, todas terminan solamente abordando la superficie del problema.

Solución 1: «Más de los mismo»

Cuando queremos ir más profundo pero no sabemos cómo, por lo general tratamos de hacer más de los mismo, más de lo que siempre hemos hecho. A menudo eso significa más de las mismas actividades. Si una vigilia no lo logró, entonces la segunda lo logrará. Los grupos pequeños de los domingos no están resultando, pero eso es porque los estudiantes no se conocen bien entre sí. Si además se reunieran los martes por la noche, entonces podríamos salir de las seudo comunidades a las relaciones reales. Pero tal vez no son más actividades lo que necesitamos. Quizá sean más líderes adultos. Ahora tenemos un adulto por cada ocho chicos. Nuestros adultos están al tope y nuestros muchachos se sienten desatendidos. Si pudiéramos reclutar más líderes adultos, tendríamos más tiempo personalizado con los chicos, y eso significa un ministerio más profundo. Pero tener más líderes adultos y más actividades va a costar más dinero. Nuestro presupuesto es mucho menor que el del ministerio de niños, y ni siquiera comparemos el presupuesto de los jóvenes con el del servicio de adoración de la iglesia. Si tan solo tuviéramos más dinero, entonces podríamos ofrecer más programas y patrocinar más viajes, y Dios podría trabajar más profundamente. ¿Es tan malo ofrecer más actividades? No siempre.
¿Está mal querer un presupuesto mayor para ofrecer más programas a menor costo? No necesariamente.
¿Es tan malo reclutar más adultos para cuidar de los chicos? Para nada. Entonces, ¿cuál es el problema?
Hay varias razones por las que no podemos repetir más de lo mismo mecánicamente año tras año y esperar que nuestros ministerios sean más profundos:
1. Nuestros cambios culturales. Ya sea que estés ubicado en el centro de Filadelfia, en una zona rural a las afueras de la ciudad de Sioux, o en un suburbio de Seattle, vives en una cultura de constante cambio. Las dinámicas raciales y socioeconómicas hacen de nuestras ciudades y pueblos invernaderos de crecimiento y cambio. La rápida expansión del Internet y de otras tecnologías de información conecta a las comunidades y a las personas del mundo entero. Una cultura de cambios vertiginosos demanda ministerios que sean capaces de crecer y adaptarse.
2. Nuestra teología, la manera en que pensamos de Dios, cambia. Aunque algunos afirman que Dios cambia, no estamos de acuerdo. Los atributos de Dios son permanentes. No pueden aumentar ni disminuir. Claro que Dios puede interactuar con nosotros y responder a nuestras oraciones, pero sus cualidades principales permanecen iguales. Por lo tanto, si Dios no cambia, ¿por qué debería cambiar nuestra teología? Simplemente porque nuestro entendimiento de Dios cambia. Si estás leyendo esta página probablemente tengas una lámpara cerca. Imagina que la luz representa a Dios. Si tú dejas este libro, te alejas de la silla y te paras al otro lado de la habitación, verás diferentes partes del pie de la lámpara, el foco y la pantalla. Ahora, ¿ha cambiado la luz? Para nada. Tu perspectiva y entendimiento de la luz han cambiado. De igual manera, Dios, la luz suprema, nunca cambia, pero a medida que seguimos a Dios y estudiamos las Escrituras, experimentamos y entendemos más su revelación.
A medida que nuestra teología madur...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. CONTENIDO
  4. SECCIÓN 1: UN PROCESO MÁS PROFUNDO
  5. SECCIÓN 2: MÁS PROFUNDO CON LA GENTE
  6. SECCIÓN 3: PRÁCTICAS MÁS PROFUNDAS
  7. About the Authors
  8. RECONOCIMIENTOS
  9. Copyright
  10. About the Publisher
  11. Share Your Thoughts