Comentario bíblico con aplicación NVI 1 Pedro
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Comentario bíblico con aplicación NVI 1 Pedro

Scot McKnight

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Comentario bíblico con aplicación NVI 1 Pedro

Scot McKnight

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La mayoría de los comentarios bíblicos nos llevan en un viaje de una sola vía de nuestro mundo al mundo bíblico. Pero nos dejan ahí, asumiendo que de alguna manera nosotros podremos hacer el viaje de regreso por nuestros propios medios. En otras palabras, se enfocan en el significado original del pasaje pero no discuten las aplicaciones contemporáneas. La información que ofrecen es valiosa, ¡pero el trabajo está a medias! La serie de Comentarios NVI nos ayuda con las dos partes del trabajo interpretativo. Esta nueva y única serie, muestra a los lectores como traer el mensaje antiguo a un contexto moderno. Explica no solo lo que da a entender la Biblia sino también como nos puede hablar poderosamente hoy día.

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Información

Editorial
Vida
Año
2014
ISBN
9780829759624
Introducción
Mientras escribo esta introducción, los cristianos de todo el mundo se están posicionando en contra de su cultura, de su sociedad, de su comunidad local con sus correspondientes líderes, del “mundo” tal como ellos lo perciben. Leen los periódicos, siguen la retransmisión de las últimas noticias, asisten a sesiones de negocios y de poder, investigan la tendencia de los expertos, se reúnen para debatir; todo ello, en un esfuerzo por discernir qué ocurre en su sociedad y poder vivir de una forma más responsable, para exponer mejor el evangelio, para poder luchar contra las tendencias preocupantes y alarmantes. A su manera, todos ellos intentan seguir a Jesús y vivir la vida cristiana.
Lo que varía de forma considerable es la manera en que los cristianos lo están haciendo. Consideremos, por ejemplo, estas diferentes situaciones:
• los liberacionistas de Latinoamérica, armados con su evangelio de la liberación, responden a las injusticias sociales llegando, si es necesario, a la violencia.
• la “no acción” de los pacifistas y quietistas de las viejas órdenes de los menonitas o los amish, “armados” con su evangelio de la paz y su vida de santidad, dispuestos a sufrir e incluso morir, si la sociedad estima necesario forzarlos a abandonar su interpretación de la vida piadosa.
• las acciones agresivas de la “Coalición Cristiana” (parte de la cual era anteriormente la “Mayoría Moral”) o la nueva derecha conservadora de la política estadounidense, armados con los argumentos históricos de preservación de la cultura americana, la ética judeocristiana y la libre empresa, analizando la cultura y asaltando los medios de comunicación con sus trepidantes observaciones sobre el liberalismo, el secularismo y el pluralismo rampantes.
• la postura de los cristianos en países recientemente liberados de la opresión de gobiernos comunistas y socialistas, como Polonia y Rumanía, que intentan posicionarse en medio de una cultura que cambia con tanta rapidez que las ideas varían de una semana a otra. Solo saben que son cristianos, pero desconocen cómo encajan y cómo encajarán cuando las estructuras gubernamentales empiecen a estabilizarse.
• la actividad normal de los cristianos de las democracias occidentales quienes, sin una postura ideológica extrema, se limitan a existir dentro de la sociedad e intentan vivir ante Dios con una conciencia limpia, siendo testigos de la salvación de Dios en Cristo, viviendo honradamente en sus comunidades, y esforzándose por agradar a Dios en todo lo que hacen, aunque a veces también estén confusos en cuanto a cómo vivir.
Esta visión es meramente somera de las diferentes situaciones en las que los cristianos se encuentran hoy. Podríamos seguir hablando con más detalle sobre los cristianos de China, Indonesia, Corea del Norte o Japón. Todas las culturas plantean a los creyentes retos diferentes, retos que marcan la presentación del evangelio y obligan a los cristianos a examinar sus estrategias.1
Una preocupación siempre presente en la historia de la iglesia ha sido cómo responder a la siguiente pregunta: “¿Cómo deberíamos vivir entonces?”.2 ¿Debemos seguir el activismo de Martin Luther King Jr., que dirigió los famosos boicots y las marchas por los derechos civiles? ¿Debemos seguir el modelo utópico de las comunidades huteritas? ¿Debemos seguir la actividad agresiva de la Mayoría Moral de los años 80?3 ¿De qué forma deberíamos los cristianos interactuar con la sociedad? Para vergüenza de muchos cristianos contemporáneos, muchos ni siquiera se hacen la pregunta, aunque el activismo apasionado siempre ha tenido alguna base teórica; y el activismo apasionado no ha faltado.
Por ejemplo, en el mundo evangélico estadounidense de hoy la mayoría son republicanos, porque se asume que ese partido representa la visión cristiana.4 Una visión tan superficial no permite que salgan a la luz muchas preguntas y cuestiones que merecen una reflexión cuidadosa y un debate cristiano exhaustivo.5 En la misma línea, la mayoría de esos cristianos creen que las cuestiones son simples y que las respuestas las podemos encontrar fácilmente en la Biblia. Sin embargo, ese tipo de confianza ingenua no es lo que ha caracterizado los debates sobre la relación entre la iglesia y la sociedad que han tenido lugar a lo largo de la historia de la iglesia.
La historia de la iglesia ha visto tres respuestas teológicas principales a la pregunta de cómo los cristianos tienen que interactuar con la sociedad y la cultura. La primera, una contracultura del separatismo, fue la que adoptaron a partir de la Reforma Radical varias ramas de los anabaptistas, incluidos los menonitas, los amish y los huteritas.6 El fundamento de esta perspectiva está en las enseñanzas y el estilo de Jesús, un fundamento que tristemente no se tiene en cuenta en muchas de las reflexiones sobre la relación entre la iglesia y la sociedad.7 Aunque solo en contadas ocasiones se aíslan en comunas apartadas, estos cristianos han defendido que la iglesia es una institución que no debería permitir la interferencia del estado en sus asuntos ni en su gobierno. De ahí que los anabaptistas no solo prohíban la interferencia del gobierno, sino que también rehúsen participar en muchos aspectos de la sociedad, sino en casi todos. Esto condujo, de forma natural, a situaciones de separación extrema, aunque, por ejemplo, numerosos menonitas participan hoy mucho más en actividades políticas y sociales, si bien a su manera. Pero lo que deberíamos destacar es que esta visión nace de un grupo que ha tenido la experiencia práctica de vivir la visión alternativa de Dios para su pueblo y el beneficio teórico de una reflexión constante sobre estas cuestiones desde el ángulo político y teológico.
Aunque esta postura separatista ha sido radical y poco frecuente, la mayoría de los cristianos en la historia de la iglesia, y sobre todo desde el desarrollo de la Revolución Industrial con la consiguiente secularización de la sociedad, ha participado procurando llevar la sociedad cristiana a la sociedad secular, argumentando que si es la voluntad de Dios para el cristiano, ciertamente lo es para toda la sociedad. Esto se ha denominado “la perspectiva reformada” de la relación entre la iglesia y el estado.8 Aquí encontramos una postura que pasa de la ética cristiana individual a la ética política colectiva usando todas las vías apropiadas en su sociedad (desde la agitación de las bases hasta disposiciones legislativas contundentes). La historia de la política en los EE.UU. ha estado marcada por este tipo de maniobras: desde el activismo cristiano para prohibir el alcohol hasta los intentos de bloquear la enseñanza del evolucionismo ateo de las escuelas públicas, desde la lucha contra el conflicto armado internacional al bloqueo de las clínicas abortistas, y, sobre todo, los intentos recientes de presionar a los principales políticos a través de los mítines políticos.9
Una tercera perspectiva, que rara vez cuenta con una fuerza política importante, es la visión luterana de que hay dos esferas, la esfera del reino de Dios como encontramos en la iglesia, y la esfera del estado.10 La política luterana defiende que la relación entre Dios y su pueblo (la iglesia) y la relación entre Dios y el mundo son dos tipos diferentes de relación. La estrategia de Dios para la sociedad es diferente de la que tiene para la iglesia. Como parte del evangelicalismo durante casi treinta años, puedo afirmar sin temor a equivocarme que la mayoría de evangélicos, aun sin saberse luteranos, adoptaban una postura en la que veían que dos impulsos diferentes gobernaban a la iglesia y al estado; pero, en la actualidad, ha habido más activismo político que en los últimos cuarenta años. Este ha llevado a muchos hacia una orientación más reformada. Me pregunto, sin embargo, si este cambio de postura no se habrá dado como resultado de una reflexión teórica o de algún otro tipo de motivación (¿económica?). Noll afirma: “Si existe, en realidad, una diferencia entre Dios en cuanto al individuo y entre Dios en relación con el mundo, entonces nos encontramos ante una cuestión importante: no hemos sabido ver las diferencias estructurales y sistemáticas entre la visión moral personal y la exhaustiva campaña pública”.11
El problema de Pedro
No es mi intención proponer una alternativa ni resolver las diferencias entre los cristianos en cuanto a los debates académicos y públicos sobre cómo deberían involucrarse en la sociedad. Pero uno de los primeros documentos cristianos que reflexiona sobre la relación del cristiano con el estado es la primera carta de Pedro. Lo que sí defiendo es que al estudiar esta carta podemos aprender algunas lecciones perdurables. De hecho, el problema del que hemos estado hablando en la sección anterior podría llamarse “el problema de Pedro”: a la luz de la relación de los cristianos con el gobierno romano que controlaba toda Asia Menor, ¿cómo deben vivir los cristianos en días de Pedro? Cualquier lectura de 1 Pedro pone al descubierto ese tema. Empieza ya en el primer versículo: “Pedro, apóstol de Jesucristo, a los elegidos, extranjeros dispersos…”. El propósito de Pedro está totalmente claro: los creyentes en Asia Menor deben vivir vidas santas y honradas (1:14-16, 18, 22; 2:1, 5, 9, 11-12, 15, 20; 3:6, 15, 17; 4:1-6), deben soportar el sufrimiento (1:6-8; 2:18-25; 3:13-17; 4:1-6, 12-19; 5:8-9, 10), deben vivir de acuerdo a las estructuras sociales (2:13-17, 18-25; 3:1-6, 7, 8-12) y deben ser respetuosos con los extranjeros (2:11-12).
Podríamos caer en la tentación de pensar que la respuesta al problema de Pedro era simple: vivir vidas santas, ser buenos ciudadanos, participar en la sociedad, soportar el sufrimiento y no causar problemas. Y podríamos caer en la tentación de seguir esta solución simplista sugiriendo que así es como nosotros, los cristianos, deberíamos relacionarnos con la sociedad actual (viviendo vidas santas, soportando el sufrimiento, y no causando problemas). Pero está claro que eso es demasiado simplista, y no conozco más que a unos pocos cristianos que adoptan una postura tan quietista frente a la sociedad. No, este procedimiento simplista no nos sirve.
En primer lugar, los esquemas sociales de los tiempos de Pedro son considerablemente diferentes a los nuestros. Las tres visiones que he descrito más arriba, por ejemplo, son propuestas realizadas en diferentes momentos de la historia de la iglesia, elaboradas en situaciones sociales totalmente diferentes a las que existían en el Asia Menor del siglo I. De hecho, podríamos decir que situaciones sociales diferentes requieren estrategias diferentes para vivir en la sociedad. Por ejemplo, una minoría acosada, que sufre físicamente en manos de un gobierno anticristiano despiadado, no pensará en “llevar sus virtudes” a la actividad política, del mismo modo que una mayoría cristiana dominante tampoco pensará mantenerse fuera de la actividad política y gubernamental cuando el mismo gobierno está pidiéndole sus votos y sus aportaciones. Más gráficamente, los cristianos que tienen pleno derecho en Washington D.C., Bonn, Edimburgo o Ginebra pensarán de la sociedad y de la influencia que pueden ejercer los cristianos en la sociedad de una forma completamente diferente a los cristianos privados de derechos civiles en Bogotá, Moscú, Saigón o el Cairo. Pero es fundamental que cada uno de ellos se sumerja en las profundidades del testimonio que encontramos en las Escrituras sobre la acción de Dios en la historia de su pueblo y de cómo este último se ha relacionado con el mundo que lo rodeaba.
Nuestro objetivo es estudiar 1 Pedro para subrayar las propuestas del apóstol para “la vida cristiana en una sociedad moderna”. Para completar esta tarea son necesarios tres procedimientos: (1) Debemos estudiar el texto antiguo y determinar cuál es el sentido original del texto de Pedro; (2) debemos reflexionar en el modo en que nosotros, los cristianos de hoy, debemos trasladar ese sentido a nuestra realidad, estableciendo puentes entre ambos contextos; y (3) quiero sugerir el significado contemporáneo del sentido original. Empezaremos mirando cómo era el mundo de Pedro y el de sus lectores.
El mundo de Pedro
La situación social
Los destinatarios de la carta de Pedro estaban “dispersos por el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”, regiones que correspondían a provincias romanas del noroeste de Asia Menor (la actual Turquía). Algunos han sugerido que el orden en el que se mencionan estas provincias refleja aquel en el que la carta iba a viajar (empezando por la región del norte, siguiendo hacia el sur a Galacia y Capadocia, y regresando después hacia Bitinia, cruzando la provincia de Asia). Podemos estar seguros de que la carta se llevó a las principales ciudades de estas provincias, urbes que se estaban desarrollando y creciendo al ritmo que marcaba el Imperio romano.
Aunque es posible que las citas del Antiguo Testamento (p. ej., 1:16, 24; 2:3, 6, 9-10, 12) y la forma en que se habla de Israel (1:1 [“los elegidos”]; esp. 2:9-10) podrían indicar que los lectores eran anteriormente miembros del judaísmo no cristiano,12 estoy convencido de que los destinatarios eran, sobre todo, gentiles que probablemente habían tenido algún tipo de relación con el judaísmo a través de las sinagogas locales y otras formas de judaísmo.13 Por ello, su vida anterior es una vida en la ignoran...

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