Cómo enseñar la Biblia con creatividad
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Cómo enseñar la Biblia con creatividad

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Cómo enseñar la Biblia con creatividad

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Índice
Citas

Información del libro

Este libro está diseñado para ayudarte a desarrollar un enfocado estudio de la Biblia que atrape a tus jóvenes llevándolos a un nuevo nivel. En sus páginas descubrirás: cómo ir más allá de la típica discusión bíblica - cómo abordar confiadamente una búsqueda más profunda de la palabra de Dios – cómo enseñar a tus adolescentes a estudiar la Biblia por sí mismos y ser inteligentes y radicales en su interacción personal con ella… ¡y mucho más! Con varias décadas de experiencia en el ministerio juvenil, Barry Shafer, te ayudará a aumentar tu confianza y competencia mientras guías a tus jóvenes a un estudio más profundo, creativo y poderoso de la Palabra de Dios.

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Información

Editorial
Vida
Año
2012
ISBN
9780829759747
Parte dos
Nuestra búsqueda de Dios

Capítulo 6
Una carta de amor

La Biblia no solo alimenta al corazón hambriento sino al hambre en sí, incrementando constantemente nuestro apetito por conocer más de Dios y por consiguiente nuestra pasión por indagar más profundamente en su Palabra. J.I. Packer, Truth and Power: The Place of Scripture in the Christian Life [Verdad y poder: El lugar de las Escrituras en la vida cristiana]
¿Has recibido alguna vez una carta de amor? ¿Una de alguien que realmente te gustara mucho?
Piensa en cómo te sentiste cuando leíste esa carta, y con cuánta emoción la abriste. Es probable que hayas leído esas frases una docena de veces, o más. Leíste entre líneas, a través de las líneas, y sobre las líneas. Si eres del sexo femenino, tal vez hasta la hayas compartido con tus amigas. Si eres varón, lo más probable es que no, que la mantuvieras guardada, posiblemente en tu bolsillo de donde la podrías sacar para volver a leerla una vez más.
Y lo más probable es que la hayas respondido.
Ahora piensa en lo que se siente al mandar una carta de amor. Es todo un juego diferente. Te expones, esperando ansiosamente que esa persona especial que está del otro lado la lea de la forma en que tú esperas, entre las líneas, a través de las líneas y sobre las líneas.
Y esperas que te responda.

Dos cartas de amor

Yo he mandado dos cartas de amor sumamente importantes en toda mi vida. Donna era la chica más linda del tercer grado, y su escritorio estaba justo detrás del mío. Después de soportar un perdurable enamoramiento de varios días, decidí arriesgarme. Una mañana hice el borrador clásico de los sí y no de una carta de amor y me armé de coraje para entregársela al inicio de la clase.
La respuesta que me dio en la fila del almuerzo era imposible de descifrar para mi cerebro de tercer grado: «Tal vez la rompa, o la ponga debajo de mi almohada».
¿Qué?
Pero debió funcionar. Donna y yo nos hicimos novios durante todo ese año escolar y hasta nos lanzamos para continuar en cuarto grado, la movida más difícil de hacer en la escuela primaria.
La primera respuesta de Donna debió haberme asustado, porque la siguiente carta de amor que envié fue recién después de la universidad. Cuando supe mejor cómo hacerlo.
En el primer día de clases de mi segundo año de la universidad conocí a una señorita que instantáneamente me gustó. Compartíamos la misma especialidad y estudiábamos mucho tiempo juntos. Más que nada, nos reíamos bastante. En otras palabras, esa chica me llevó a nuevas alturas en el tema de la interacción. Y me sentía muy bien. Por alguna extraña razón, no existía ninguna presión romántica de parte de ninguno de los dos en nuestra relación. (No que el pensamiento no hubiera cruzado por mi mente. Ya sabes cómo somos nosotros los varones en cuanto a las relaciones: los primeros en entrar, los últimos en salir).
Salimos un par de veces, pero más que nada éramos amigos. De hecho, esa chica me dejó saber mi estatus claramente. Yo era «su amigo más especial en todo el mundo», como el hermano que nunca había tenido.
Ese estatus, por supuesto, es el beso de la muerte.
Adelantemos la historia unos años. Después de la universidad, tanto ella como yo tomamos nuestro propio camino. Y después de varias relaciones, yo vine a darme cuenta de que nadie parecía estar a la altura de mis expectativas. Con ninguna otra chica había logrado el grado de interacción que recordaba en la universidad. Así que, tomando el consejo de un amigo, decidí tirarme de cabeza. Volqué todas mis emociones en una carta. Una carta de amor.
De hecho, un manifiesto de amor.
Recordando mi experiencia de la escuela primaria, retomé el estándar del formato sí y no, y lo transformé en algo más complejo: Dos hojas tamaño oficio escritas por delante y por detrás con todos mis pensamientos, emociones y todas las razones por las que yo creía que seriamos una pareja asombrosa. Y la despaché por correo.
Sin querer entusiasmarme, esperé una semana antes de empezar a pensar en la respuesta. Pero a la semana siguiente me volví obsesivo revisando el correo; casi acosaba al cartero. Todavía sin respuesta, luego de varios meses, di por acabada la búsqueda, humillado. Nunca recibí una respuesta.
Años más tarde, me encontré con ella. Hablamos de los altibajos que cada uno de nosotros había experimentado en los últimos años, y lo mucho que extrañábamos la casi mágica relación que compartimos en la universidad. En algún punto, por casualidad, lo dejé salir. Le dije que en una ocasión yo había puesto todas estas cosas por escrito en una carta dirigida a ella.
Ella me respondió: «¿De veras? ¿Cuál carta?».
Si llegaste a escuchar un lamento cósmico penetrante aquella noche de octubre de 1990, era el mío. ¿Por qué no había gastado más en el envío postal? ¿Era una carta muy grande? Pero al continuar hablando, ella lo recordó todo. Había recibido la carta, pero había llegado en un momento difícil de su vida. Sin saber cómo responder, para no lastimar a su medio hermano-amigo, ella no dijo nada.
Todavía no sabemos dónde terminó esa carta, y daríamos cualquier cosa por encontrarla. Pero adelantémonos unos cuantos años. Dana se convirtió en mi esposa.
(Una nota al pie de la carta. Si alguno de ustedes ha sido relegado a ese hoyo negro de amigo especial en una relación, déjenme saberlo. Posiblemente pueda ayudar).

La intensidad de una carta de amor

¿Alguna vez has considerado la magnífica carta de amor que es la Palabra de Dios? Yo pensaba que cuatro hojas tamaño oficio eran algo bastante intenso, pero imagina cuánto dio de sí Dios en su carta solo para decirte cuánto te ama, para declararte cuán a menudo piensa en ti, para que sepas que él cree que tú y él podrían tener una relación extraordinaria. Además te contó todo acerca de su persona favorita, su Hijo.
¿Qué pasaría si aprendiéramos a leer la Palabra de Dios con la intensidad con que se lee una carta de amor? Entre líneas, a través de las líneas, y sobre las líneas. ¿Y cómo sería si nosotros le diéramos la respuesta que él tanto espera?
¿Y qué sería leerla con la intensidad de una carta de amor? ¿Sería memorizarla? ¿Leerla y releerla? Dios no nos dejó un método a seguir paso a paso para experimentar su Palabra de la mejor manera. Pero sí nos ha dejado algunas importantes pistas.
Considera todas las veces que Dios anima a la gente en las Escrituras a que tenga una experiencia con su Palabra y te darás cuenta de que él nunca nos incentivó únicamente a leerla. Leerla es una acción que se da por sentada. Hay otras palabras que representan niveles más profundos que el simplemente leer el texto, tales como, caminar en, obedecerla por completo, meditar en ella y prestar atención. En el capítulo anterior consideramos Proverbios 2, y notamos frases como «atesórala», «si la llamas», «si la buscas como a plata», «si la buscas como a un tesoro escondido». En Apocalipsis se nos dice que leamos el libro en voz alta, que lo escuchemos, y que lo obedezcamos (Apocalipsis 1:3).

Viva y activa

¿Estas son buenas o malas noticias para aquellos a los que no les gusta leer? ¡Son buenas noticias! Porque leer las Escrituras se parece más a comerse un helado que a leer un libro. ¿Y a quién no le gusta comer helado?
Cuando nuestros ojos absorben las palabras de las Escrituras, vemos su belleza y majestad desplegarse frente a nosotros. La Palabra de Dios es viva y activa; no se parece al agua estancada o congelada en el tiempo. Considera el mismo pasaje cada día, y como un atardecer, se verá diferente cada vez.
La diferencia entre leer las Escrituras y experimentar las Escrituras es igual a la diferencia que hay entre levantar en brazos a un bebé y sostenerlo. Entre oír a nuestro cónyuge y escucharlo. Entre hablar y comunicarnos. Solamente leer el texto no nos lleva a encontrar todas las joyas que Dios tiene escondidas allí. Y sin las joyas, la Biblia puede resultar tediosa y seca. La Biblia es difícil para aquellos a los que no les gusta leer, cuando se la considera como otro libro que hay que leer en lugar de verla como un texto vivo que se debe observar y explorar, darle importancia y vivirlo. En esencia, metabolizarlo.
¿Cómo aprovechamos esas maravillosas actividades como andar en, obedecerla completamente, meditarla y hacerle caso? ¿Cómo podemos crear un enfoque práctico para experimentar la Palabra de Dios? ¡Qué bueno que no tenemos que empezar de cero! Estudiosos, reformadores, pastores y estudiantes de la Biblia con diferentes aproximaciones han estado analizando las Escrituras por siglos. Imagínate los millones de personas que por más de cien años han estudiado el mismo libro. Y a través de todos los siglos y de todos esos muchos investigadores, han surgido tres pasos que son comunes a cualquier método de estudio bíblico. Observar. Interpretar. Aplicar.

Tres requisitos

Los tres pasos de observar, interpretar y aplicar las Escrituras caen debajo de la sombrilla del estudio inductivo, una técnica que ha estado dando vueltas por un buen tiempo, pero que ha sido aplicada muy ocasionalmente en el ministerio juvenil. Es posible que te hayas topado con el estudio inductivo a través de InterVarsity, Ministerios Precepto o una Biblia de referencia Thompson. Algunas casas de publicaciones han usado este enfoque. Si alguna vez has estudiado en la universidad un curso básico de Biblia, o tomado clases un poco más avanzadas en el Seminario, posiblemente lo conozcas como exégesis, una palabra bastante elevada que parece no tener ninguna utilidad para el ministerio juvenil.
Pero aquí está el por qué se aplica el estudio inductivo en el ministerio juvenil: la gran barrera para un estudio bíblico personal o de grupo es no tener un plan. El estudio inductivo nos provee un plan. Fue el método inductivo el que les dio a nuestros jóvenes la oportunidad de experimentar y absorber Colosenses en aquel impactante estudio de verano que les compartí en el capítulo 1.
Otra cosa, el método inductivo ayuda a fusionar la Palabra de Dios en los dos elementos que componen el ministerio juvenil: los líderes y los jóvenes.
El estudio inductivo ofrece el abordaje que la misma Biblia parece reclamar. Eugene Peterson, autor de la Biblia The message [El mensaje] escribe: «Solamente hay una forma de leer que resulte congruente con las Sagradas Escrituras, texto que confía en el poder que las palabras tienen para penetrar nuestras vidas y crear verdad, belleza y bondad. Escritura que requiere que el lector, según las palabras de Rainer Maria Rilke, «no se mantenga siempre con la cabeza inclinada sobre sus páginas, sino que a menudo se eche hacia atrás y cierre sus ojos considerando una línea que ha leído una y otra vez, hasta que su significado se le esparza en la sangre». Este es el tipo de lectura que nuestros ancestros llamaban lectio divina, a menudo traducida como «lectura espiritual»: una lectura que entra a nuestras almas como el alimento ingresa a nuestros estómagos, se esparce en nuestra sangre, y se convierte en santidad, amor y sabiduría»30.
Eso sí es metabolismo.
Yo creo, como Peterson, que hay algo interno en nosotros que quiere conectarse con la Palabra de Dios, algo que está en nuestro ADN espiritual. Cuando la conexión se realiza, la transformación interna empieza a ocurrir. Aplicándola a los líderes de jóvenes, este tipo de transformación que se produce en nuestro interior se hace visible para los jóvenes con los que trabajamos, creando una atracción natural hacia las cosas de Dios. Aplicándola a los jóvenes, la transformación tiene lugar como una obra interna y sobrenatural de parte del Espíritu Santo, en lugar de una presión externa de parte de nosotros. (Debo agregar que rara vez la presión externa produce una trasformación autentica y duradera).
Simplificadas para el ministerio juvenil, la observación, la interpretación y la aplicación (el triple juego del método inductivo) se convierten en tres simples peticiones a Dios: ¡Dios, muéstrame! ¡Dios, enséñame! ¡Dios, cámbiame!
Estas son peticiones que podemos hacer al examinar cualquier versículo o capítulo o cualquier libro de la Biblia. Y cada vez que nos dirijamos a Dios con esta solicitud tenemos garantía de que veremos, aprenderemos y seremos cambiados. (Esa garantía la da Dios, no yo). Analizaremos cada una de estas garantías detalladamente en los siguientes tres capítulos.

Mensaje por encima del método

Jesús dijo: «Ustedes estudian con diligencia las Escrituras porque piensan que en ellas ...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Dedication
  4. Contenido
  5. Parte uno: La búsqueda que Dios hace de nosotros
  6. Parte dos: Nuestra búsqueda de Dios
  7. Parte tres: Herramientas para la búsqueda
  8. Conclusión: ¿Qué estás haciendo en tu ministerio juvenil que vaya a permanecer aún cuando tú ya no estés?
  9. Apéndice A: Los dones de equipamiento
  10. Apéndice B: Cómo llegó la Biblia a nosotros
  11. Notas
  12. About the Author
  13. Copyright
  14. About the Publisher
  15. Share Your Thoughts