Zarandeados
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Zarandeados

  1. 224 páginas
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Información del libro

Una sabiduría probada, procedente de tres veteranos líderes de la Iglesia«Yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos».En Lucas 22, Jesús le advierte a Pedro que muy pronto tendrá que pasar por una prueba; será zarandeado para probar su fe y para que su debilidad quede al descubierto. Pero también le da aliento, diciéndole que en esa época de desilusión y de fracaso, se volverá más dependiente de Dios y les podrá ministrar mejor a los demás.En Zarandeados, el pastor Wayne Cordeiro ofrece este mismo aliento, diciéndoles la verdad con amor a los que luchan con los desafíos del ministerio en la iglesia, ofreciéndoles ejemplos personales de su propio caminar, y preparándolos a enfrentarse a las dificultades y a las angustias que trae consigo el ser líderes de una iglesia y comenzar nuevos ministerios. Con relatos y conceptos adicionales, procedentes de Francis Chan y Larry Osborne, en cada capítulo hay preguntas que hacen pensar al lector y lo desafían a desarrollar un corazón sometido a Dios, enfocado en «ser y llegar a ser», en lugar de centrarse en «hacer y lograr».Este libro no es una especie de manual lleno de modelos y métodos. Zarandeados desafía cuantas cosas usted ha considerado hasta ahora como éxitos y lo exhorta a comprender que no está solo en las situaciones por las que pasa como líder. Cordeiro, Chan y Osborne le ofrecen una sabiduría a largo plazo que lo puede preparar mejor para una vida de ministerio sometida a Dios.

Preguntas frecuentes

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Información

Editorial
Vida
Año
2014
ISBN
9780829763430
PRIMERA PARTE
EL TRABAJO EN EL CORAZÓN
1
Donde comienza el zarandeo
¿Puedes recordar dónde estabas cuando sentiste por primera vez que Dios te llamaba a guiar a una iglesia, servir en el ministerio pastoral, fundar una obra o ser un miembro estratégico dentro del equipo fundador de una congregación?
Es probable que aquel llamado fuera muy real, vital y poderoso. Dios te estaba invitando a soñar grandes sueños para él y sentiste que te estaba levantando para que hicieras una gran obra para la honra de su nombre. Me imagino que estarías impaciente por comenzar esa gran aventura orientada hacia el reino.
Tal vez tu sueño se pareciera a algo como lo siguiente:
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La iglesia que te imaginaste que dirigirías sería altamente eficaz. Tenías la visión de que Dios la usaría de una manera grandiosa, de manera que ayudara a ganar un gran número de personas para Cristo. Habría vidas transformadas. Matrimonios sanados. Familias restauradas. Sería una iglesia que obtendría grandes logros para el reino de Cristo.
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Tenías grandes esperanzas en cuanto a la ilimitada amplitud de la influencia de tu iglesia. Siguiendo el ejemplo de las Escrituras, tu iglesia sería testigo en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra (Hechos 1.8), lo cual significaría que comenzaría de manera local en tu comunidad, después desplegaría su influencia a tu ciudad, y más tarde, ¿quién sabe lo grande que se volvería?
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Tal vez te imaginabas que tu iglesia evolucionaría para ser distinta a otras iglesias. Tenías la intención de «hacer las cosas en la iglesia» de una manera diferente, a fin de alcanzar a una nueva generación. Irías al encuentro de la gente, exactamente donde estuviera. En tu iglesia no habría ningún código anticuado sobre la manera de vestir. No habría cargas procedentes de tradiciones del pasado. El café estaría recién hecho. La música sería estupenda. La gente acudiría a tu iglesia, porque sentiría un mover fresco del Espíritu de Dios, y ese atractivo sería irresistible. Sentías que Dios se movería en el núcleo mismo de toda esa obra. La nueva iglesia iría adquiriendo fuerza, y no habría manera de detener ese impulso.
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Tal vez soñaras en celebrar varios cultos, o comenzar diferentes locales de la iglesia en sitios esparcidos por toda la ciudad, enlazados entre sí por medio de vídeos. Estas iglesias florecerían todas hasta el punto en que ellas a su vez comenzarían sus propias iglesias. Tal vez tu sueño era llegar a crecer hasta el tamaño en que necesitarías comenzar tu propia red de fundación de iglesias. ¡Miles de vidas serían transformadas!
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La idea de ayudar a crear una iglesia que alcanzara al mundo te atraía. Anhelabas entrar a una comunidad para ser allí sal y luz en el nombre de Cristo. Esperabas con ansias compartir el evangelio y ser una fuerza a favor de la justicia y la acción social de maneras creativas y eficaces. Tu visión era verdaderamente misionera: presentar a Jesús a las personas, e invitarlas a acercarse a él.
Cualesquiera que fueran las particularidades específicas que tuvieras en tu sueño ministerial, sin duda este sería noble, alimentado por buenas intenciones y confirmado por Cristo y por otros seguidores de Cristo en varios lugares estratégicos de tu camino. Te emocionaba trabajar con la gente de tu equipo. Eran tus amigos y colegas, y un grupo lleno de energía formado por visionarios con ideas afines. Todas las personas estaban entregadas al llamado, y estabas seguro de que todos ellos seguirían siendo amigos tuyos para siempre.
Tu denominación también se sentía entusiasmada. Tu cónyuge estaba de acuerdo con tu llamado. Hasta tus hijos (si los tenías) contemplaban la visión. Todos compartían la misma meta: fundar una iglesia; una iglesia altamente eficaz. ¡Iba a ser una poderosa obra para la gloria de Dios! Con el sueño en la mano, comenzaste tu ministerio.
¡Tenías lleno el corazón!
Han pasado unos cuantos años. ¿Cómo se encuentra hoy ese sueño? Si lo fueras a valorar con sinceridad, ¿dirías que la obra del liderazgo de la iglesia se parece en algo a la visión que tú tenías?
EL TRABAJO MÁS SOLITARIO QUE JAMÁS HARÁS
Todo lo que teníamos cuando fundamos nuestra primera iglesia, era mucho corazón.
No teníamos sillas, mucho menos un sistema de sonido. Pedíamos prestadas las cafeteras y nos sentábamos en las mesas de la cafetería. Usábamos los atriles de música que tomábamos del cuarto de la banda, y todo el mundo tenía gran cantidad de tiempo para fijar la mirada en el nombre de la escuela que estaba pintado en lo que usábamos de púlpito. No teníamos mucho, ¡pero teníamos corazón!
Nos emocionaba el que alguien llegara siquiera a nuestros cultos. Nuestro comité de bienvenida formaba un guante humano en la puerta del frente para darles un abrazo a los asistentes. Cuando un recién llegado se sentaba, ya lo habían abrazado por lo menos doce veces. Más tarde, cuando la gente nos describía, decía: «Ya sabes cómo es esa gente de la Iglesia New Hope. Abrazan a todo lo que encuentran a tres metros de distancia».
No solo poníamos el corazón en todo lo que hacíamos, sino que todo lo que recibíamos, lo invertíamos de vuelta en el ministerio. Recuerdo la primera ofrenda que tomamos. Reunimos quinientos cincuenta dólares. ¡Estábamos encantados! Yo fui a una tienda de muebles de oficina y compré sillas, para que no nos tuviéramos que seguir sentando en las mesas de la cafetería. A la semana siguiente, lo primero que hizo mi administrador fue acercarse al micrófono para decir: «Recibimos una maravillosa ofrenda de quinientos cincuenta dólares la semana pasada. ¿Y saben dónde está? ¡Ustedes están sentados en ella!».
Yo les recordaba con frecuencia a nuestros voluntarios que una mente puede alcanzar a otra mente, pero solo un corazón puede alcanzar a otro corazón. Hacía que lo recordaran, diciéndoles: «No limpien las mesas con una toalla de secar la vajilla. Limpien las mesas con su corazón». O a los que recibían a los asistentes, les decía: «No distribuyan los boletines con las manos. Distribúyanlos con el corazón». Pasaron varios meses, y pronto tuvimos dinero suficiente para comprar nuestras propias cafeteras, e incluso nuestro propio sistema de sonido. Compramos nuestros propios atriles, e incluso nos quedó suficiente dinero para poner en todos ellos el nombre de nuestra iglesia. ¡Estábamos en el cielo!
Un día, después de habernos estado reuniendo por un tiempo, una sabia dama de la iglesia me llamó aparte para decirme: «Pastor, veo que ahora tenemos nuestras propias sillas y nuestras propias mesas. Tenemos actividades y clases. Sin embargo, ¿dónde está el corazón que solíamos tener? No lo siento como lo solía sentir antes». Mientras ella hablaba, yo comprendí que estaba en lo cierto. Habíamos seguido con nuestras actividades, pero con el tiempo, el amor del corazón que poníamos en todo lo que hacíamos había ido disminuyendo. Ahora estábamos muy ocupados, y en algún punto del camino, aunque aún seguíamos dedicados a nuestra misión, la pasión y el entusiasmo se habían comenzado a desvanecer.
Habíamos perdido nuestro corazón.
Esto sucede con mayor frecuencia de la que nos damos cuenta, esta pérdida de corazón. ¿Has visto alguna vez ese programa de televisión que se llama Dirty Jobs [Trabajos sucios]? Mike Rowe, el anfitrión, explora los trabajos más sucios, difíciles y muchas veces extraños que encuentra. Cada episodio presenta a Mike trabajando un día típico en un trabajo sucio distinto. En los últimos programas, Rowe ha trabajado en todo lo siguiente:
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Minero en una mina de carbón.
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Acarreador de materiales con mulas.
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Instalador de pararrayos.
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Preparador de estiércol para criar gusanos.
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Limpiador de accidentes en los caminos.
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Inspector de aguas negras.
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Techero encargado de echar la brea caliente.
Siempre me he preguntado cuándo Mike Rowe irá a trabajar como ministro. El liderazgo de una iglesia es uno de los trabajos más difíciles que se pueden realizar. Es muy exigente en el sentido emocional, espiritual, mental e incluso físico. Dirigir una iglesia, en particular cuando se funda o se comienza un ministerio nuevo, puede ser algo semejante a comenzar un nuevo negocio. Los rumores son ciertos: muchos de los que dirigen iglesias no triunfan, y el cementerio de los líderes de iglesias se halla amenazadoramente superpoblado. Si recientemente has pasado tiempo pensando en abandonar tu puesto en el ministerio, puedes estar seguro de que no eres el primer líder de iglesia que batalla con ese pensamiento. Sin embargo, no dejes que la tentación te abrume, porque hay esperanza. Otros también han recorrido ese difícil camino, y han triunfado. Solo porque tu ministerio no tenga el aspecto que tú esperabas en el pasado que tuviera, o porque sientas que no tienes el corazón que tuviste una vez, eso no quiere decir que tengas que tirar la toalla.
Lo cierto es que la mayor parte de los líderes de las iglesias se encuentran con grandes dificultades en la complicada tarea de fundar, estabilizar y guiar una iglesia saludable. Muchos líderes de iglesias se desaniman. Cada año comienzan cuatro mil iglesias nuevas a lo largo y ancho de Estados Unidos. Dentro de un período dado de unos cinco años, hay cerca de veinte mil personas trabajando en las trincheras de la fundación de iglesias. Para unos cuantos de esos fundadores, esos primeros años son unos tiempos dinámicos y emocionantes, llenos de lo que ellos consideran un éxito tras otro. Sin embargo, las investigaciones confirman que, para la mayoría de los casos de los fundadores de iglesias, lo típico es que estos tiempos sean momentos de grandes luchas. No solo se hallan presentes la logística y la dinámica de todo lo que es hacer nacer una nueva iglesia, sino que también aparecen las luchas con la soledad y el desaliento que surgen inevitablemente del trabajo duro en su papel de pioneros de una empresa. A mí me sorprendió descubrir en un sondeo hecho recientemente que mil quinientos ministros abandonan cada mes el ministerio pastoral por diferentes razones. Ese número es sorprendente. Por una u otra razón, estos líderes sienten la necesidad de acabar con su ministerio. Y no solo son los líderes de las iglesias los que batallan a lo largo de este proceso de zarandeo, sino que también batallan muchas iglesias. Una encuesta reciente indicó que cada año mueren en Estados Unidos unas tres mil quinientas congregaciones. Esto indica que el asombroso número de treinta y cinco mil congregaciones se extinguirán durante los próximos diez años.
Cualquiera que sea el modelo, el enfoque del ministerio o la tradición de una iglesia, la gran mayoría de sus líderes se enfrentan a unas dificultades que en algún momento los llevan a poner en tela de juicio si en realidad, ellos habrían debido dedicarse al ministerio. Sueñan despiertos, preguntándose si no habrá tal vez otra clase de trabajo que podrían estar haciendo; por supuesto, uno que sea más fácil. Tal vez de mineros en una mina de carbón.
O incluso tal vez trabajar preparando estiércol para criar gusanos.
EL DIAGNÓSTICO DE UN DESCORAZONAMIENTO
Ahora bien, ¿qué es lo que hace tan difícil el liderazgo en las iglesias, y en particular la fundación de nuevas iglesias? ¿Por qué son tantos los líderes que se descorazonan y quieren renunciar? Hablando en sentido metafórico, el corazón puede ser un órgano delicado. En Proverbios 4.23 se nos hace esta advertencia: «Por sobre todas las cosas, cuida tu corazón, porque de él mana la vida». Las presiones del ministerio pueden conducir al descorazonamiento de varias maneras:
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Has fundado una iglesia, pero ha llegado a los cincuenta miembros y parece haberse estancado. Te sientes confuso, desilusionado; tal vez incluso avergonzado. Tú no te comprometiste con esta labor para mantener una iglesia pequeña y sin crecimiento. Han muerto tus sueños y te sientes frustrado.
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Tal vez tu iglesia haya tenido el problema opuesto: ha crecido con excesiva rapidez. En los dos primeros años, ya has te...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Contenido
  5. Introducción: La duodécima repetición
  6. PRIMERA PARTE: El trabajo en el corazón
  7. SEGUNDA PARTE: El trabajo en el hogar
  8. TERCERA PARTE: El trabajo duro
  9. Epílogo: Zarandeados para beneficio de los demás
  10. Reconocimientos
  11. Acerca del autor