Comentario bíblico con aplicacion NVI Apocalipsis
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Comentario bíblico con aplicacion NVI Apocalipsis

Del texto bíblico a una aplicación contemporánea

  1. 640 páginas
  2. Spanish
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Comentario bíblico con aplicacion NVI Apocalipsis

Del texto bíblico a una aplicación contemporánea

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Información del libro

La mayoría de los comentarios bíblicos nos llevan en un viaje de una sola vía de nuestro mundo al mundo bíblico. Pero nos dejan ahí, asumiendo que de alguna manera nosotros podremos hacer el viaje de regreso por nuestros propios medios. En otras palabras, se enfocan en el significado original del pasaje pero no discuten las aplicaciones contemporáneas. La información que ofrecen es valiosa, ¡pero el trabajo esta a medias! La serie de Comentarios NVI nos ayuda con las dos partes del trabajo interpretativo. Esta nueva y única serie, muestra a los lectores como traer el mensaje antiguo a un contexto moderno. Explica no solo lo que da a entender la Biblia sino también como nos puede hablar poderosamente hoy día.

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Información

Editorial
Vida
Año
2013
ISBN
9780829759686

Apocalipsis 1:1-3

Ésta es la revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos lo que sin demora tiene que suceder. Jesucristo envió a su ángel para dar a conocer la revelación a su siervo Juan, 2 quien por su parte da fe de la verdad, escribiendo todo lo que vio, a saber, la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. 3 Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca.

Sentido Original

Estos primeros versículos declaran la identidad de quienes, en última instancia, son los autores de la revelación (Dios Padre y Jesús), su contenido (“lo que sin demora tiene que suceder”), su pretendida audiencia (“sus siervos”) y sus mensajeros (el ángel de Cristo y Juan). Teniendo en cuenta que la introducción prepara el terreno para el resto del libro, trataremos (como hacen otros muchos comentaristas) este primer capítulo (y hasta cierto punto las cartas a las siete iglesias) con más detalle que casi todo el resto del libro.

La revelación de Jesucristo (1:1a)

El título y tema de este libro es “la revelación de Jesucristo”. Los escritores de la antigüedad solían poner títulos en la parte exterior de sus rollos; sin embargo, hacia mediados del siglo II, algunos escribas comenzaron a transcribir textos anteriores en códices que son esencialmente la clase de libros que usamos hoy.1 Por consiguiente, los títulos que al principio aparecían en la parte externa de los documentos se muestran ahora en nuestras obras como la primera línea del texto;2 esto es probablemente lo que sucede con el libro de Apocalipsis.
Una cuestión más difícil, no obstante, es cómo se relaciona la palabra “revelación” con el nombre “Jesucristo”: ¿Significa la frase en su conjunto “la revelación sobre Jesucristo” (una construcción griega llamada “genitivo objetivo”) o “la revelación de Jesucristo” (“genitivo subjetivo”), o ambas cosas?3 Si se trata del primer sentido, Jesús será el tema del libro de Apocalipsis de principio a fin; si el significado es el último, entonces puede que otros asuntos sean fundamentales en el libro. Por una parte, la primera posición es acertada desde un punto de vista teológico: Jesús es, sin duda, la figura central del libro. Los juicios del libro reflejan su señorío (p. ej., 6:1, 16; 8:4-6); ciertas similitudes con las plagas de Egipto nos recuerdan que Jesús es mayor que Moisés y que el cordero pascual original. El libro comienza con una revelación directa de Jesús a Juan (1:13-20) y promete desde el comienzo que su clímax será la revelación de Jesús desde el cielo (1:7; 19:11-16).
Por otra parte, tanto el contexto y estructura del libro como la función habitual de las obras apocalípticas y los títulos parecen dar un apoyo más fuerte a esta última propuesta. El contenido de la revelación es “lo que sin demora tiene que suceder” (1:1) y la transmite el Padre a Jesús, y este a un ángel que se la comunica a Juan para que la haga llegar a las iglesias; procede, por tanto, de Jesús. Asimismo, los sellos, trompetas y copas, que llenan una buena parte del libro, detallan inminentes juicios sobre el mundo. Este es un tema característico de los escritos apocalípticos, aunque es evidente que Juan concede un papel mucho más relevante a Jesús del que las demás obras apocalípticas otorgaban a cualquier personaje que pudiera compararse vagamente con él. La “revelación” en cuestión podría centrarse en el propio Señor (2Co 12:1) o, como pensamos aquí, en su mensaje (Ro 16:25). Por último, los títulos de los libros consignaban a menudo al supuesto autor, como sucede en “El libro de las palabras de Tobías” (trad. lit. de Tobías 1:1); o, “Ésta es la palabra del Señor que vino a Oseas” (Os 1:1). Jesucristo es el autor, no solo el tema; él reveló su mensaje por medio de su ángel a Juan.
En el último análisis, no obstante, es posible que los primeros receptores del libro, siendo como eran de habla griega, no se hubieran esforzado tanto como nosotros para establecer una diferencia entre ambos conceptos (la gramática en sí no clarifica ninguna diferencia). El mensaje procede de Jesucristo, pero, en última instancia, Jesús es el centro de atención de todos los temas del Nuevo Testamento, directa o indirectamente. Sus propósitos en la historia también manifiestan su carácter y nos invitan a adorarle.

Los agentes de la revelación (1:1b-2)

Juan y el ángel. Los autores de las obras apocalípticas judías más tradicionales utilizaban como pseudónimos los nombres de los famosos siervos de Dios de la antigüedad, quizá porque muchos de sus contemporáneos creían que la profecía no estaba ya muy activa en su tiempo. Por el contrario, Juan no se sirve de ningún nombre ilustre de siglos anteriores, sino que declara abiertamente su identidad.4 Que el autor no tenga necesidad de añadir ninguna especificación a su nombre puede sugerir que se trata del Juan más evidente entre los primeros cristianos, es decir, el apóstol, el hijo de Zebedeo, que había conocido personalmente a Jesús en la carne (cf. Jn 21:22).5 Hasta el tiempo del escritor Dionisio, a mediados del tercer siglo, la evidencia externa para el libro de Apocalipsis entre los cristianos ortodoxos es unánime, y hasta sus detractores reconocen que, de entre todos los textos del Nuevo Testamento, la de Apocalipsis es de las más sólidas.6
Aunque Juan es un apóstol, no se identifica en términos de su autoridad sobre las iglesias, sino más bien como “siervo de Dios”, título que se aplica muchas veces a los profetas del Antiguo Testamento (cf. Jer 29:19; 35:15). Este título puede reflejar honor y sumisión a la vez: en el mundo antiguo, el siervo de un poderoso amo como César podía ostentar más prestigio que un aristócrata romano.7 Pero Juan no se está autoexaltando; como siervo de Cristo, el Señor, Juan escribe a sus consiervos (1:1), sus compañeros en el sufrimiento por causa de Jesús (1:9). Asimismo, y a diferencia de algunos videntes apocalípticos como aquel que se hace llamar “Esdras” (4 Esd. 10:38-39; 13:53-56), Juan no atribuye su revelación a ningún mérito especial por su parte.
Como en 1:1 y otros pasajes (10:9; 17:1, 7; 21:9; 22:6, 8, 16), en la literatura apocalíptica se consigna muchas veces a Dios enviando revelaciones por medio de ángeles;8 esto no es sorprendente, puesto que en algunos casos Dios se había revelado de este modo en la Biblia (Dn 9:21-22; Zac 1:9, 14, 19; 2:3; 4:1, 4-5; 5:5, 10; 6:4-5). En algunas obras apocalípticas judías antiguas, los ángeles acompañan a la persona que recibe las visiones, dándole explicaciones orales sobre lo que está viendo en el cielo.9
El testimonio de Juan. Juan da testimonio de “todo lo que vio”, a saber, “la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo” (1:2). Estos títulos no son sorprendentes; en el Antiguo Testamento, la expresión “Palabra de Dios” no solo se empleaba para aludir a la ley escrita, sino también para hacer referencia a la revelación de Dios por medio de los profetas (1S 3:1, 7). Que al mensaje se le llame también “testimonio” de Jesús puede aludir al testimonio que Juan da sobre Jesús (19:10) o a que el propio Jesús (1:5; 22:20) dio testimonio de su mensaje por medio de su ángel a Juan, quien, a su vez, lo transmite a otros. La expresión “da fe” suele ser terminología legal, apropiada para Juan y otros cristianos de aquel tiempo, que tenían que concurrir ante los tribunales de justicia (cf. 1:9; Jn 16:2); la ley romana siempre permitía que los acusados hablaran en su propia defensa, y durante sus audiencias los cristianos aprovechaban muchas veces la oportunidad para proclamar a Cristo independientemente de las consecuencias (Mr 13:9). Este tipo de lenguaje podía, no obstante, aludir más en general a alguna clase de certificación pública. En su momento, la expresión “dar testimonio” (martyreo) comenzó incluso a adquirir el significado de “mártir”; no obstante, aunque el testimonio era con frecuencia una invitación al martirio, es improbable que esta fuera la implicación del término en sí en una etapa tan temprana como la de Apocalipsis.10

Los que leen y escuchan (1:3)

Antes de que se inventara la imprenta, la gente pudiente “publicaba” a menudo obras para ser leídas especialmente en público, sobre todo en los banquetes.11 Sin embargo, que el libro de Apocalipsis se leyera en las iglesias locales junto a las Escrituras del Antiguo Testamento sugiere que los primeros cristianos comenzaron a considerarlo como parte de la Escritura en aquel periodo, o poco tiempo después (cf. también 22:18-19).12 Que una persona leyera el libro (“dichoso el que lee”) y toda la congregación escuchara (“dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético”) encaja en lo que conocemos de aquel tiempo; incluso en las zonas urbanas, no había muchas personas que supieran leer.
La expresión “dichosos” es la familiar forma literaria de la antigüedad llamada “bienaventuranza”, especialmente prominente en la Biblia hebrea y los textos judíos (p. ej., Sal 1:1; Pr 8:34).13 El término “dichoso” es general; sin embargo, el contexto especifica las bendiciones del fin (Ap 21–22) para las cuales solo el oyente estará preparado (“porque el tiempo de su cumplimiento está cerca”, 1:3). En el argot bíblico, “escuchar” significaba también con frecuencia “hacer caso de lo oído”, es decir, obedecer (p. ej., el hebreo de Génesis 26:5; 27:8); sin embargo, Juan no deja espacio para la ambigüedad, y añade “hacen caso” (lit., “guardan”); un lenguaje que se utilizaba para aludir a la observancia de mandamientos. Aunque el libro de Apocalipsis no es una colección de leyes, su mensaje nos enfrenta a demandas no menos serias (Ap 12:17; 14:12; 22:7).

Construyendo Puentes

¿Cómo podemos aplicar una declaración de paternidad literaria como “su siervo Juan, quien por su parte da fe de la verdad, escribiendo todo lo que vio” (1:1-2)? Hay dos formas posibles, aunque la segunda puede ser más provechosa que la primera.
Identificación. Una de las maneras en que algunos lectores se acercan a textos como 1:1 es la de identificarse personalmente con el llamamiento de Juan y contemplar lo que Dios los ha llamado a hacer. Otros lectores se oponen a este acercamiento. No hay que olvidar, responden, que Dios no se revela en nuestros días del mismo modo en que se reveló a Juan. Esta objeción se apoya sobre una premisa controvertida; la mayoría de los cristianos de hoy creen que Dios sigue hablando y guiando a su iglesia por el Espíritu, y muchos creen que sigue impartiendo revelaciones impresionantes y sobrenaturales.14 No obstante, esta objeción tiene sin duda una cierta fuerza en un sentido más general, y es que la inmensa mayoría de los cristianos concuerdan en que el “canon” de la Escritura —la medida con la que evaluamos cualquier otra revelación— está ya cerrado. Aunque la mayoría de nosotros creemos que Dios sigue hablando, muchos dudamos de que ello requiera que imparta en nuestro tiempo otra revelación tan contundente como el libro de Apocalipsis.
Hay, no obstante, una diferencia entre afirmar que nuestra situación es la misma que la de Juan y trazar una analogía entre su situación y la nuestra. (Si no pudiéramos aplicar principios bíblicos trazando analogías, una buena parte de la Biblia no podría ya hablar a nuestra situación contemporánea). Identificarse con el llamamiento de Juan no viola el espíritu del texto; Juan recibe exactamente el mismo título que otros creyentes, a saber, el de “siervo” de Jesucristo, que es precisamente el que este pasaje aplica a todos los demás cristianos (1:1). El propio Juan reconoce que él participa de las mismas experiencias que el resto de los seguidores de Jesús (1:9), y que todos los creyentes han de compartir el mismo Espíritu profético en la proclamación del Evangelio de Jesucristo (19:10). En otras palabras, la receptividad de Juan al Espíritu, su humildad como siervo de Dios, y la obediencia al proclamar un mensaje tan poco popular son un modelo para nosotros.
Comprensión del mensaje total. Sin embargo, aunque es lícito que como siervos de Cristo nos identifiquemos con Juan, otro enfoque del texto nos ofrece también un necesario discernimiento y equilibrio. Los primeros receptores de Apocalipsis, las siete iglesias de Asia Menor (1:4), se habrían identificado más con los siervos a quienes Dios enviaba su revelación de Jesucristo que con el propio Juan. En primer lugar, recibirían la mención de Juan como una certificación de la autoridad del libro y, por tanto, como una invitación a prestar una cuidadosa atención al resto del texto.
Esto significa que, si queremos escuchar estos primeros versículos del modo en que lo habrían hecho las siete iglesias, hemos de intentar resumir el resto del libro de la manera en que lo habrían hecho ellas. Este...

Índice

  1. Cover
  2. Title Page
  3. Dedication
  4. Contenido
  5. Introducción a la Serie CBA NVI
  6. Prefacio del editor
  7. Prefacio del autor
  8. Abreviaturas
  9. Introducción a Apocalipsis
  10. Bosquejo
  11. Bibliografía comentada
  12. Texto y comentario de Apocalipsis
  13. About the Author
  14. Copyright
  15. About the Publisher