Los Hombres Me Explican Cosas
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Los Hombres Me Explican Cosas

  1. 171 páginas
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Los Hombres Me Explican Cosas

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Citas

Información del libro

"The most clarifying, soothing, and socially aware document I've read on the topic this year." —Lena Dunham, Wall Street Journal

"Trenchant and timely reflections on persistent inequality between women and men and gender-based violence." — New York Times

In her comic, scathing essay Men Explain Things to Me, Rebecca Solnit takes on what often goes wrong in conversations between men and women. She writes about men who wrongly assume they know things and wrongly assume women don't, about why this arises, and how this aspect of the gender wars works, airing some of her own hilariously awful encounters.

Writer, historian, and activist Rebecca Solnit is the author of sixteen books about environment, landscape, community, art, politics, hope, and memory.

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Información

Año
2017
ISBN
9781608467228
capítulo 6
LA OSCURIDAD DE WOOLF
Abrazar lo inexplicable
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«El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser, creo»,5 escribió Virginia Woolf, en su diario el 18 de enero de 1915, cuando tenía casi treinta y tres años y la Primera Guerra Mundial estaba empezando a convertirse en una catastrófica carnicería a una escala sin precedentes, y que continuaría durante años. Bélgica estaba ocupada, el continente estaba en guerra, muchas de las naciones europeas también invadían otros lugares, el canal de Panamá acababa de ser abierto, la economía norteamericana se encontraba en una terrible situación, veintinueve personas acababan de morir en Italia en un terremoto, los dirigibles Zeppelin estaban a punto de atacar Great Yarmouth dando el pistoletazo de salida a la era del bombardeo aéreo sobre civiles, y a los alemanes les faltaban dos semanas para utilizar, por primera vez, gas venenoso en el frente occidental. Aunque puede que Woolf estuviese escribiendo sobre su propio futuro más que sobre el del mundo.
Hacía menos de seis meses que había superado un ataque de locura, o depresión, que la había llevado a un intento de suicidio, y aún era atendida, o custodiada, por enfermeras. Hasta entonces, de hecho, su locura y la guerra habían seguido un calendario similar, pero Woolf se recuperó y la guerra continuó su descenso a las profundidades durante unos años más. El futuro es oscuro, que es, en general, lo mejor que el futuro puede ser, creo. Es una afirmación extraordinaria, que señala que lo desconocido no necesita ser convertido en lo conocido mediante la falsa adivinación o la proyección de narrativas desalentadoras o políticas; es una celebración de la oscuridad, deseosa —como ese «creo» indica— de no estar segura ni siquiera de su propia afirmación.
Mucha gente tiene miedo a la oscuridad. De manera literal en el caso de los niños, aunque lo que muchos adultos temen, por encima de todo, es a la oscuridad que supone lo desconocido, lo invisible, lo oscuro. Sin embargo, la noche, en la cual las distinciones y las definiciones no pueden ser hechas inmediatamente, es la misma noche en la que se hace el amor, en la que las cosas se funden, cambian, son embrujadas, provocadas, poseídas, desatadas, renovadas.
Cuando empezaba a escribir este ensayo, cogí un libro sobre supervivencia en la naturaleza salvaje de Laurence González y encontré en él esta frase reveladora: «El plan, la memoria del futuro, se prueba en la realidad para ver si funciona». Opina que cuando estos dos parecen incompatibles a menudo nos enganchamos al plan inicial, ignorando las advertencias que nos ofrece la realidad, y entonces nos hundimos en los problemas. Temerosos de la oscuridad de lo desconocido, de los espacios en los que solo vemos vagamente, a menudo escogemos la oscuridad de los ojos cerrados, de la inconsciencia. González añade que «los investigadores señalan que las personas tienden a tomar cualquier información como la confirmación de sus modelos mentales. Somos optimistas por naturaleza, si optimismo significa que creemos que vemos el mundo tal y como es. Y bajo la influencia de un plan, es fácil ver lo que queremos ver». Es el trabajo de los escritores y exploradores el ver más, el viajar ligeros de equipaje cuando deambulan por las ideas preconcebidas, el atravesar la oscuridad con los ojos abiertos.
No todos ellos aspiran a hacerlo o a tener éxito. En nuestros días la no ficción se ha acercado poco a poco a la ficción de maneras nada halagüeñas para lo ficticio, en parte porque hay demasiados escritores que no pueden aceptar las maneras en las que el pasado, como el futuro, es oscuro. Hay mucho que no sabemos, y escribir honradamente sobre una vida —la tuya propia o la de tu madre o la de un personaje famoso, un suceso, una crisis u otra cultura— es entablar reiteradamente una conversación con aquellos territorios de la oscuridad, aquellas noches de historia, aquellos lugares de lo desconocido. Estos lugares nos recuerdan que el conocimiento tiene límites, que existen misterios esenciales, comenzando por la idea de que podamos saber exactamente qué es lo que pensó o sintió alguien en ausencia de información detallada sobre ello.
Bastante a menudo, no conocemos estos hechos ni siquiera cuando tienen que ver con nosotros mismos, menos aún, con alguien que pereció en una época cuyas texturas y reflejos eran diferentes a los nuestros. Llenar los espacios vacíos reemplaza la verdad de lo que no conocemos exactamente con la falsa sensación de que sí que lo hacemos. Sabemos menos cuando erróneamente creemos que sabemos, que cuando reconocemos que no sabemos. A veces pienso que estas pretensiones de conocimiento acreditado son errores del lenguaje: el lenguaje de la aseveración atrevida es más sencillo, menos costoso, que el lenguaje de los matices y la ambigüedad de la especulación. Woolf era inigualable en el uso de este último.
¿Cuál es el valor de la oscuridad, el de aventurarse sin saber en lo desconocido? Virgina Woolf está presente en cinco de los libros que he escrito en este siglo, Wanderlust, mi historia del caminar; A Field Guide to Getting Lost, un libro sobre los usos del deambular y de lo desconocido; Inside Out, que gira en torno a la vivienda y a las fantasías hogareñas; The Faraway Nearby, un libro sobre los relatos, la empatía, la enfermedad y las conexiones inesperadas; y Hope in the Dark, un pequeño libro que explora el poder popular y cómo se despliega el cambio. Woolf ha sido una piedra de toque para mí, una autora de referencia, una de las de mi panteón, junto con Jorge Luis Borges, Isak Dinesen, George Orwell, Henry David Thoreau y algunos más.
Incluso su nombre le añade un poco de naturaleza salvaje. Los franceses llaman al anochecer el tiempo entre le chien et le loup, «entre el perro y el lobo», y realmente al casarse con un judío en la Inglaterra de su tiempo Virginia Stephen estaba escogiendo transformarse en algo un poco más salvaje. Aunque hay muchas Woolf, la mía ha sido un Virgilio que me guiaba a través de los usos del deambular, del perderse, del anonimato, de la inmersión, la incertidumbre y lo desconocido. Hice de esa frase tan suya sobre la oscuridad el epigrama que impulsó Hope in the Dark, mi librito sobre política y posibilidades, escrito para confrontar la desesperación tras el desastre de la invasión de Irak por parte de la administración Bush.
Mirar, esquivar la mirada, mirar de nuevo
Empecé a escribir el libro con esa frase sobre la oscuridad. La ensayista y crítica cultural Susan Sontag, cuya Woolf no es la mía, comenzaba su libro de 2003 Ante el dolor de los demás, que trata de la empatía y la fotografía, con una cita de la última Woolf. Comenzaba de esta manera: «En junio de 1938 Virginia Woolf publicó Tres guineas, sus reflexiones valientes e inoportunas sobre las raíces de la guerra».6 Sontag analizaba el rechazo de Woolf a ese «nosotros» en la pregunta que abre el libro: «¿Cómo hemos de evitar la guerra en su opinión?», a lo que ella responde con esta declaración: «Como mujer no tengo patria».7
Sontag discute con Woolf sobre este nosotros, sobre fotografía, sobre la posibilidad de prevenir la guerra. Discute con respeto, con la conciencia de que las condiciones históricas habían cambiado radicalmente (incluyendo el estatus de las mujeres como forasteras en su propio mundo), con el utopismo de la era de Woolf que imaginaba un final a una época de guerra total. No solo discute con Woolf, discute con ella misma, rechazando su propio argumento anterior recogido en Sobre la fotografía, en el que avanzamos sofocados por imágenes de atrocidades especulando acerca de cómo debemos continuar mirando. Porque las atrocidades no tienen un fin y de alguna manera debemos trabajar con ellas.
Sontag finaliza su libro con reflexiones sobre aquellos que se encuentran en la neblina de este tipo de guerras que se desencadenaron en Irak y Afganistán. Tal y como escribió de la gente en guerra: «“Nosotros” —y este “nosotros” es todo aquel que nunca ha vivido nada semejante a lo padecido por ellos— no entendemos. No nos cabe pensarlo. En realidad no podemos imaginar cómo fue aquello. No podemos imaginar lo espantosa, lo aterradora que es la guerra; y cómo se convierte en normalidad. No podemos entenderlo, no podemos imaginarlo».8
Sontag también nos compele a abrazar la oscuridad, lo desconocido, lo incognoscible, a no dejar que el torrente de imágenes que se derrama sobre nosotros nos convenza de que entendemos ni que nos vuelva insensibles al sufrimiento. Afirma que el conocimiento puede entumecer el sentimiento tanto como despertarlo. Pero no sueña con que estas contradicciones puedan resolverse; nos concede autorización para seguir mirando las fotografías; le otorga a los sujetos de estas fotografías el derecho a que se reconozca la incognoscibilidad, el misterio de sus experiencias. Y ella misma reconoce que, incluso aunque no podamos discernir completamente estos misterios, puede que sí nos importen.
Sontag no aborda nuestra incapacidad de reaccionar exclusivamente al sufrimiento invisible, porque incluso en esta época de correos electrónicos diarios llenos de ruegos acerca de las pérdidas y atrocidades de las guerras y crisis, y pese a la documentación, tanto amateur como profesional de las mismas, gran parte de todo ello permanece invisible. Y los regímenes recorren grandes distancias para esconder los cuerpos, los prisioneros, los crímenes y la corrupción; aun así, incluso ahora, a alguien puede importarle.
La Sontag que comenzó su carrera pública con un ensayo titulado Contra la interpretación era una festejante de lo indeterminado. Al comienzo del ensayo, escribía: «La más antigua experiencia del arte tiene que haberse percibido como encantam...

Índice

  1. Los hombres me explican cosas
  2. 01. Los hombres me explican cosas
  3. 02. La guerra más larga
  4. 03. Mundos que colisionan en una suite de lujo: Algunas reflexiones sobre el FMI, la injusticia global y un extraño en un tren
  5. 04. Elogio de la amenaza: Qué significa realmente igualdad en el matrimonio
  6. 05. Abuela Araña
  7. 06. La oscuridad de Woolf: Abrazando lo inexplicable
  8. 07. El síndrome de Casandra
  9. 08. #YesAllWomen. Feministas que reescriben la historia
  10. 09. La caja de Pandora y la unidad policial de voluntarios
  11. Agradecimientos
  12. Nota de la artista