Literatura y Cultura
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En este libro se realiza un recorrido por la obra del nicaraguense Sergio Ramirez, desde sus textos de inicio, cuentos y ensayos, hasta sus obras publicadas en 2004. Se analiza en ellos su espesura politica y literaria, a la vez que se estudia como incorpora la figura de Ruben Dario, en tanto simbolo cultural popular en Nicaragua. La figura del poeta le permite edificar un discurso para la imaginacion de la nacion y atraviesa en gran parte la obra. Ramirez se autofigura como continuador de Dario en cuanto a la elaboracion de una literatura nicaraguense y en cuanto a profundizar su cosmopolitismo, a comienzos del siglo XXI. Por otra parte, las lecturas de las principales novelas de Ramirez que este libro propone se centran en evidenciar los dialogos, los homenajes y los envios que entablan con diversas tradiciones literarias y culturales latinoamericanas y europeas.

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Información

Segunda Parte
Sergio Ramírez, los comienzos
El título de esta Segunda Parte como resultará evidente, es deudor del planteo de Edward Said, realizado en su libro Beginning. Intention and Method. Este autor, en el capítulo inicial del libro, sitúa el problema en la materialidad del texto:
El problema de los comienzos es uno de esos problemas que, si se me permite, nos confronta con igual intensidad en un nivel práctico y teórico. Todo escritor sabe que la elección de un comienzo es crucial para aquello que escribirá, no solamente porque determine mucho de lo que siga, sino también porque un comienzo de un trabajo es, prácticamente hablando, la entrada principal a lo que este ofrece. (3)[1]
En el contexto del capítulo del libro de Said “comienzo de un trabajo (work)” se refiere al comienzo de una obra; sin embargo si se permite trasladar ese razonamiento del enfoque de la escritura al de la recepción, es decir, de la lectura, resultará productivo con el fin de sopesar cómo se desarrolló el proceso iniciático en las lides de la escritura y de la acción intelectual, los vínculos que ese escritor consagrado en el presente ha cultivado en la etapa de los primeros textos, las primeras publicaciones, etc.
A efectos de pensar las características de la formación de Sergio Ramírez, es preciso tener presentes las coordenadas histórico-culturales de la década de 1960, período en que comienza su carrera universitaria y escribe los primeros textos. Se trata de un período en que comienzan a consolidarse dos tradiciones presentes en el ámbito cultural centroamericano y nicaragüense: la ruptura estética y el trabajo con la lengua literaria junto a la mirada antiimperialista, basada en una idea de nación que confrontaba con el poder somocista. Pueden considerarse ejemplos de ello La hora O de Ernesto Cardenal, escrito entre 1959 y 1960 y la actuación de grupos como el “Frente Ventana”, integrado por Fernando Gordillo y Sergio Ramírez; “La generación traicionada”, cuya acción emulaba la de los poetas de los años veinte, en tanto ofrecían recitales de poesía en ámbitos callejeros, promovían escándalos públicos como la quema de literatura que ellos consideraban mala, entre otras actividades, y el llamado grupo de “los independientes”. El “Frente Ventana” era, además, un grupo político que luchaba contra el somocismo, promovido por Sergio Ramírez y Fernando Gordillo. A esta etapa corresponden Cuentos publicados en Managua en 1963 y 5 cuentos, de Ediciones Ventana, de 1964, ambos libros de Ramírez.
Esta Segunda Parte integra tres capítulos: “Sergio Ramírez se autofigura como escritor revolucionario”, “Cuentos de inicio: la construcción de un lenguaje literario. (Los productos de la industria cultural, la ciencia, el periodismo)” y “Castigo divino: una ficción de archivo”.
Podría pensarse que, al tratarse de textos de inicio, ya sea cuentos, ensayos o novelas, se atribuya a ellos escaso valor o meros tanteos de juventud. La selección de los textos para el análisis en este apartado, se encuentra bien lejos de ese razonamiento; todo lo contrario, según esta lectura se trata de textos fundantes respecto de la producción de Ramírez que luego lo convertirá en escritor consagrado y de amplia difusión entre la crítica especializada.
Notas
[1] El número de página corresponde a la edición en inglés.
Capítulo V
Sergio Ramírez se autofigura como escritor revolucionario
Diversas investigaciones, en los últimos años (Claudia Gilman, Nadia Lie, Juan Carlos Quintero Herencia) han caracterizado la índole de los dilemas y tensiones generados en la década de 1960, en América Latina, respecto del lugar y del papel de los intelectuales y de los escritores en el ámbito político, la relación entre la producción artística, dentro de ella, la literaria y la militancia o las posiciones de los escritores y artistas vinculadas a los cambios sociales y políticos. Las revistas político-culturales constituyeron una verdadera caja de resonancia de esos debates. En este sentido se destaca la uruguaya Marcha dado que se publicaron, en ese semanario, las polémicas sobre qué significa ser un intelectual y cuáles eran sus roles en América Latina; como así también propició la configuración de una idea de América y el borramiento de fronteras entre lo cultural y lo político (Espeche, “Marcha”; Gilman, “Política y cultura”). Sin duda, Casa de las Américas también cumplió un papel central respecto de la elaboración de un discurso, de un concepto sobre el intelectual cubano en el marco de la revolución y también del intelectual en América Latina. [1] Con la mirada puesta en la producción intelectual cubana, en la revista Casa de las Américas en particular, en los estudios de Lie y de Quintero Herencia y con una mirada más abarcadora en el caso de la investigación de Gilman,[2] se han realizado aportes respecto de los temas o problemas prioritarios en la agenda intelectual del momento; temas o problemas teñidos, en cierto sentido, por un efecto de confianza en que el cambio social era posible, consecuencia, en gran media, de la experiencia de una revolución triunfante en el continente. En este sentido Rafael Rojas al describir los debates en Cuba durante los primeros diez años de la revolución admite que la cubana como otras revoluciones en el mundo, durante ese primer tiempo, concitó “un hechizo mutuo entre intelectuales y políticos” (46); también señala como valoración general que “las grandes revoluciones no solo estremecen a los intelectuales del país que ha sido conmocionado, estos acontecimientos producen […] ‘un embrujo universal’ en la cultura moderna” y asegura que en lo que respecta a la revolución cubana “el romance entre el intelectual y el poder duró […] tal vez unos diez años” (47). Mientras otros acontecimientos de orden mundial colaboraban con esa esperanza de cambio en el ánimo de la mayoría de los intelectuales, políticos y militantes latinoamericanos, como las movilizaciones estudiantiles en París en 1968 y la producción de teoría filosófica y política de pensadores que formaron parte del repertorio de lecturas de esos años (Sartre, Foucault, entre otros); las luchas por la descolonización en África y la independencia de varias de las colonias; la actitud de rechazo de ciertos sectores, bastante numerosos, de la sociedad norteamericana hacia la invasión norteamericana en Vietnam, por mencionar las circunstancias más conocidas; también se producía cierto distanciamiento de parte de los intelectuales respecto de algunas determinaciones del gobierno cubano como la de sellar la alianza con la URSS con el apoyo a la invasión soviética a Checoslovaquia, en 1968. Este distanciamiento se profundizará hacia 1971, momento en que tiene lugar el tan comentado y analizado “caso Padilla” y el ingreso de Cuba en el período denominado por Ambrosio Fornet, “Quinquenio gris”, cuyas consecuencias en el plano de la intervención del Estado en los asuntos culturales y en el espacio de la creación artística, como se sabe, tuvieron y, aún tienen, en cierto sentido, amplia relevancia en los debates.
Se hace necesario recuperar este contexto de auge y de circulación de ideas, tanto en lo que respecta a la movilización y expresión política de grandes sectores de población en América Latina y en el mundo, como a la producción artística, de teoría y de pensamiento en diversos campos, en relación con los comienzos de la formación académica y política de Sergio Ramírez porque en 1959 inició sus estudios universitarios en la ciudad de León, Nicaragua. La educación pública y en particular, la universidad constituyen espacios propicios para consolidar la formación intelectual: la integración a una comunidad lingüística que discute y funda sus opiniones no en la autoridad de clase, sino en la fuerza lógica de sus argumentos y en la aprehensión de un capital cultural que le permite operar cognitiva e ideológicamente (Alvin Gouldner, Pierre Bourdieu).[3] Desde esta perspectiva, la propuesta es analizar los comienzos de las acciones intelectuales de este escritor nicaragüense a partir de su propio relato posterior (en entrevistas o referencias autobiográficas) y de algunos textos iniciales, de modo de visualizar cómo él mismo se autofigura y ubica su discurso en relación con los debates respecto de qué significa ser un escritor revolucionario, por un lado y por otro, analizar su incorporación en el ámbito intelectual centroamericano y nicaragüense.
El mismo Ramírez, en una entrevista realizada por Silvia Cherem en 2004, vincula su formación política con las vivencias universitarias; él mismo elabora un relato de su propia iniciación política ligada a acciones callejeras relacionadas con la lucha contra la dictadura somocista y establece la distancia política con su familia, aunque no afectiva;[4] cuenta, en esa entrevista, que su padre era alcalde de su pueblo, Masatepe en el momento en que se matricula en la Escuela de Derecho, en la Universidad de León: “[M]i mundo se limitaba a conocer y aceptar el partido liberal en el poder y a la autoridad de la familia Somoza. Por eso el cambio fue abrupto, además de inevitable” (Una vida por la palabra 72).
Explica que en ese momento se vivía una situación de agitación de la cual resultaba muy difícil mantenerse al margen, sobre todo para alguien con inquietudes. Reconoce que como consecuencia del reciente triunfo de la revolución cubana, existía en Nicaragua un clima favorable a la lucha armada en contra de Somoza. Narra los acontecimientos que originaban la situación de agitación política; entre ellos, el apoyo de Cuba a posibles acciones en contra de la dictadura. De hecho existieron, en Nicaragua en ese año, intentos de derrocamiento del régimen.[5] Como consecuencia de ello, los estudiantes universitarios comenzaron a realizar protestas callejeras en reivindicación de combatientes, de Carlos Fonseca, entre ellos, y en oposición al régimen somocista. Dice Ramírez: “De repente y sin mayor conciencia, ni hacerme reflexiones, comencé a pertenecer a otro mundo” (74). Ese mismo año, el 23 de julio de 1959 ocurrió la recordada masacre de estudiantes en León.[6] Ramírez manifiesta haber sido partícipe testigo de esos hechos y define esos acontecimientos dolorosos como definitivos para su toma de consciencia política.[7]En una entrevista realizada por Arqueles Morales y publicada en Casa de las Américas en 1985, manifiesta:
Esto significó una verdadera ruptura en la conciencia de nosotros. Por lo menos en mi caso, definió mi actitud política. Los sobrevivientes de aquella tarde aprendimos mucho, sobre todo en lo concerniente a cuál es la responsabilidad de la participación política, lo que comporta. (71)
Esta síntesis de la incorporación de Ramírez a la vida ciudadana como estudiante universitario realizada a partir de la lectura de sus propios textos posteriores ─uno que data de 1985, pleno período en que formaba parte del gobierno sandinista y otro de 2004, cuando ya había tomado distancia de ese colectivo con el cual había compartido el accionar político durante más de un decenio─ constituye una estrategia de lectura. Es decir, me propongo, a través de esa construcción posterior, leer aquellos que pueden considerarse textos de inicio en un sentido doble: del inicio de la afiliación con el espectro político y cultural en Centroamérica y en América Latina que estaba pensando la región de determinada manera, a la cual me referiré más adelante y en el sentido de la producción de significado de su obra. Para decirlo de otra manera, me propongo revisar cómo Ramírez se preanuncia a sí mismo, cuál es el recorrido textual de su autofiguración. En esa autofiguración como escritor revolucionario resulta evidente el impacto de la revolución cubana; y no solo eso. Así como Ramírez, en diversos momentos en que hace alusión a su vida universitaria, vincula de modo estrecho sus comienzos como activista estudiantil, sus primeras actividades políticas con los líderes de la revolución cubana, Cuba a través de la Revista Casa de las Américas mantiene de una manera notable, durante los diez años de gobierno sandinista (1979-1989), a Nicaragua en sus páginas: textos literarios de autores nicaragüenses o comentarios de obras, entrevistas a los dirigentes del gobierno, discursos pronunciados en encuentros de intelectuales o en ocasión de formar jurados para el premio literario, proclamas de defensa y de apoyo, etc. La entrevista de Arqueles Morales es solo una muestra de esa profusa presencia. Los textos de Ramírez y también de otros escritores nicaragüenses (Omar Cabezas, Ernesto Cardenal, Gioconda Belli, Rosario Murillo) publicados en Casa de las Américas, durante el decenio en que el FSLN gobernó Nicaragua, ofrecen ecos de los debates sobre la definición del intelectual y el lugar del escritor en el proceso revolucionario. Tal aspecto será retomado más adelante.
Vale aclarar que, Ramírez de manera recurrente vuelve, en diversos textos, sobre las circunstancias en las cuales ingresa a la vida política y se transforma en un núcleo de sentido la idea de que aprende primero en la lucha callejera y luego en la universidad. En cada ocasión que refiere sus inicios como escritor, lo hace en vínculo estrecho con la acción política, con la participación militante, lo cual recuerda la definición divulgada por Marcha en 1967 y avalada por Jean Paul Sartre: “la responsabilidad de los intelectuales […] radica en la acción” (Gilman, “Política y cultura” 32).
La intención aquí es demostrar que el período de comienzo de Ramírez ─desde su matriculación en la carrera de derecho en 1959 y sus producciones iniciales, después de su graduación en 1964 hasta la publicación del ensayo “Balcanes y volcanes” en 1973─ coincide con los debates producidos en el campo intelectual latinoamericano a través de las mesas redondas organizadas por Marcha, las polémicas publicadas en el mismo semanario, los artículos publicados en Casa de las Américas sobre el rol del intelectual y también los compilados en el volumen El intelectual y la sociedad publicado en 1969 por el sello editorial Siglo XXI, como así también el significado que tuvieron la institución Casa de la Américas, los premios y la revista misma: según Gilman, “fue un centro gravitatorio c...

Índice

  1. Introducción general
  2. Primera Parte | Rubén Darío y la literatura nicaragüense
  3. Segunda Parte | Sergio Ramírez, los comienzos
  4. Tercera Parte | Sergio Ramírez, escritor consagrado
  5. Obras citadas