Reconstruye tu vida (Reposition Yourself)
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Reconstruye tu vida (Reposition Yourself)

El camino a la felicidad sin límites

  1. 336 páginas
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Reconstruye tu vida (Reposition Yourself)

El camino a la felicidad sin límites

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Información del libro

En su œltimo libro, Reconstruye tu vida, el exitoso autor T. D. Jakes brinda consejos que ayudar‡n a los lectores a ajustarse a los muchos cambios que la vida trae. ƒste es un llamado a despertar y hacerte cargo de tu vida ÁAhora! Este libro no s—lo aborda las zonas donde la pasividad o incluso las decisiones torpes han ahogado la creatividad del lector, sino que tambiŽn instruye sobre la manera de controlar los cambios y sacarle el m‡ximo de provecho a la vida. ValiŽndose del conocimiento adquirido en m‡s de treinta a–os de ejercer la consejer'a y de trabajar tanto con personas ordinarias como con destacadas personalidades, Jakes abarca la creatividad econ—mica, relacional y espiritual y muestra c—mo el adaptarse a momentos de transici—n en la vida es el camino para una existencia llena de satisfacci—n en todas sus etapas. Reconstruye tu vida ofrece planes concretos para aquellos que aspiran a un futuro m‡s productivo. Jakes acepta la inevitabilidad del cambio, te ense–a c—mo esperarlo y asumirlo en lugar de temerle. Mezclando conocimientos religiosos y seculares, comparte una combinaci—n singular de f—rmulas pr‡cticas y pragm‡ticas pareja a la sabidur'a de la Escritura por la que Žl se destaca. Este libro es sin duda una restauraci—n para el alma. Te capacita para tener Žxito y te ofrece los instrumentos necesarios para alcanzar las ilimitadas posibilidades que resultan de hacer peque–os ajustes en tus ideas y planes. Jakes cree que no hay nada m‡s importante que la pr—xima decisi—n que vayas a tomar. Antes de hacer otra elecci—n, ÁŽsta es una lectura obligada!

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Información

Editorial
Atria Books
Año
2009
ISBN
9781439178140
III PARTE
Más allá de los límites del éxito

INTRODUCCIÓN

Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
—Lucas 19:1–10 (VRV)
Probablemente no te sorprenderás de saber que la historia de Zaqueo fue una de las principales fuentes de inspiración para escribir este libro. Muchos de nosotros recordamos el relato de este «hombrecito» y su manera más bien heterodoxa de ver a Jesús. Mientras revisaba este pasaje para un sermón, me sacudieron de nuevo, como el trueno y el relámpago de una nube de tormenta, dos verdades que emergían de él.
La primera, que Zaqueo tuvo la presencia de ánimo y la previsión de darse cuenta de que lo que él quería—ver a Jesús—no era posible desde su posición actual. Tuvo que adelantarse corriendo y encontrar una nueva posición a fin de alcanzar la meta deseada, ¡aun si eso significaba subirse a un árbol! ¿Puedes imaginarte, como adulto, tan desesperado por ver a alguien que vuelvas a actuar de nuevo como un adolescente? Ten presente que Zaqueo era un hombre rico, ¡y habitualmente la gente rica se viste de cierta manera y se comporta con cierta dignidad, lo que le impediría treparse a un sicómoro! Pero este hombre de pequeña estatura no se intimida ni se desconcierta por lo que le exige su objetivo de ver al Señor.
¿Estás dispuesto a humillarte y hacer lo que es debido para alcanzar tu objetivo en todas las áreas de tu vida? ¿Te permitirías actuar nuevamente como un muchacho, pensando de manera poco convencional y dejando atrás tu comportamiento socialmente aceptable? Con mucha frecuencia permitimos que nuestro éxito en la vida nos encasille y cree una nueva serie de limitaciones que realmente no son muy diferentes de las viejas, ¡sólo que con un gusto más caro! Creemos que sólo porque podemos darnos el lujo de ponernos un traje de Armani y de conducir un Mercedes ya no necesitamos mirar adelante para ver el futuro.
Mucha gente alcanza un cierto nivel de prosperidad y luego se encuentra tan infeliz como cuando luchaba y medraba. De hecho, muchas personas se dan cuenta mirando retrospectivamente de que eran más felices cuando trepaban y subían que cuando llegaron a la cima a que aspiraban. Zaqueo nos compele a preguntarnos cuán lejos estamos dispuestos a ir para lograr lo que realmente queremos, lo cual me lleva a mi segunda epifanía.
Debido a su voluntad de reubicarse, Zaqueo experimentó una transformación radical en su vida. Ya él era exitoso conforme a los criterios de la mayoría de la gente tanto de su época como de ahora—era el jefe de los publicanos, un cargo poderoso, y también era rico. Obviamente, estaba acostumbrado a hacer lo que quería, con algunos rasgos que podemos admirar, tal como su determinación, y otros que podrían ser cuestionables, tal como el de acusar falsamente a otros a fin de cobrarles más. Y sin embargo su vida era aún precaria. Sospechaba que este Jesús tenía algo que él necesitaba, algo que él no podía comprar en el mercado ni obtenerlo de otros por intimidación. Algo que él quería con la suficiente desesperación para correr adelante y subirse a un árbol para adquirirlo.
Aunque no se menciona en la Escritura, sospecho que Zaqueo pudo haber estado pasando por lo que a menudo llamamos como una crisis de la mediana edad. ¿Qué ocurre cuando logras todo lo que deseas y aún te sientes vacío e incompleto? ¿Qué importa lo que tienes para probar tu éxito si quien tú verdaderamente eres sigue permaneciendo oculto?
Zaqueo transformó su vida a través de su encuentro con el Mesías. Luego de cenar y de conversar con Jesús, el recaudador de impuestos estaba dispuesto a dar, ¡no la usual décima parte para un diezmo, sino la mitad—el 50 por ciento—de sus bienes para los pobres! Y si había estafado a alguien, bien, ¡entonces le reembolsaría el cuádruplo de lo que tomó! La manera en que gastamos nuestro dinero y cuán ceñidamente nos aferramos a él nos proporciona una brújula clara que señala el rumbo en que se orienta nuestro corazón. Y para Zaqueo, ese rumbo cambió de dirección, dejó de pensar en sí mismo y comenzó a pensar en los demás.
Mi argumento no es que tengas que renunciar a determinado porcentaje una vez que hayas alcanzado un cierto nivel de éxito a fin de ser feliz. No, esa generosidad es un subproducto de la libertad y de la realización que Zaqueo experimentó en su encuentro con Cristo. No me importa cuán a menudo puedes asistir a la iglesia ahora mismo, a qué ministerios o instituciones benéficas puedes estar contribuyendo, o a quién conoces y consideras un líder espiritual. Si no has encontrado a Jesús y has cenado con Él en la mesa íntima para dos dentro de tu corazón, entonces tu vida seguirá carente. Si has alcanzado un cierto nivel de éxito y te das cuenta de que tu vida sigue siendo precaria y está sujeta a limitaciones, entonces existe la posibilidad de que necesites una visita, por primera o por segunda vez, del Salvador. ¡Y no tienes que subir a un sicómoro para hacerlo!

Redención de tus pérdidas

Finalmente, creo que resulta muy elocuente que Jesús concluya Su conversación con Zaqueo diciendo: «porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (versículo 10). El reubicarse consiste en experimentar la redención, una palabra que significa «pagar un rescate» o revaluar. En nuestro camino a la cima, rumbo al nivel de éxito que creemos nos satisfará, nos enfrentaremos a un cierto número de pérdidas. Pueden ser las oportunidades y relaciones que sacrificamos a fin de perseguir nuestra meta, o pueden ser las pérdidas sobre las cuales no tenemos ningún control.
Independientemente de cómo las encontremos, todo ganador se debe preparar para sufrir pérdidas a lo largo del camino. Éste es uno de los problemas que yo tengo con la manera en que se enseña la fe hoy día. No preparamos a la gente para el hecho de que la fe puede no conseguirles un empleo tan rápidamente como querrían aun si oran. Esta idea de pídelo y recíbelo es una propaganda peligrosa. Le hace a la gente creer que el éxito es una fácil receta de cocina: haz esto, haz aquello y dile a Dios cómo te gustaría, cuando en efecto aprendemos tanto de ganancia por pérdida como de cualquier otra cosa que hacemos. Como el niño que tropieza al aprender a caminar, la mayoría de la gente importante aprende qué no hacer cayéndose a lo largo de su ascensión al éxito.
Imagínate un aguilucho a quien su madre ha echado de la comodidad del nido. La avecilla al principio comienza a caer en picada hacia abajo. Aletea por un momento y luego sigue cayendo. Es el proceso de volar y caerse lo que le permite recobrar el equilibrio y finalmente remontar las alturas desconocidas. Del mismo modo, puedo pensar en unos cuantos ejemplos de personas que no cayeron antes de volar.
Puedes ya haber tenido relaciones fallidas. Según lees esto, ya hay una relación importante para ti que se ha visto afectada. Tal vez tienes un hijo con quien has perdido comunicación y respeto. Tal vez tienes un ex cónyuge, un amigo que se ha distanciado, o un A. Amante que se ha cansado de tu adicción al trabajo. Tal vez alguien está harto de tus gruñidos en la mesa, o de hablar contigo a través de un periódico. La buena nueva es que nadie vive una vida plena sin pérdidas. No es la evasión del fracaso lo que buscamos. Es la incapacidad de aprender de los fracasos lo que resulta más dañino. Cuando repetidamente fallas sin aprender, entonces te estás condenando a la locura: a hacer lo mismo una y otra vez a la espera de un resultado diferente.
No, debes esperar pérdidas de una forma o de otra. Acaso será la pérdida del buen crédito de la que tienes que recuperarte. O tal vez la pérdida de un empleo o de una oportunidad, de un cliente o de un contrato. Pero todos perdemos algo a lo largo del camino. La educación es cara, y con frecuencia la matrícula que pagamos no es simplemente a una universidad. Con frecuencia pagamos a lo largo del camino las cosas que sufrimos y los dolores que soportamos. En efecto, nos cobran diariamente por la matrícula de un aprendizaje vital.
Cada día pagamos por las cosas que aprendemos, y tales lecciones nos obligan a apreciar el éxito que resulta de nuestro empeño tenaz en la vida. Me preocupo cuando escucho que hay personas que enseñan que la fe en Dios garantiza el éxito o que determinada ofrenda garantizará una bendición. La realidad es que conlleva una combinación de fe y de obras, de logros y de lucha, de fracaso y de reciedumbre, para producir el tipo de éxito que se convierte en un legado que ha de pasar a nuestros hijos, que no siempre consiste en lo que les dejamos a ellos, como lo que dejamos en ellos. Esta clase de herencia sólo puede existir en los corazones y mentes de personas que han sufrido pérdidas y las han sobrevivido.
Uno de los aspectos más difíciles del éxito suele ser la percepción de que la gente que verdaderamente ha sido bendecida no ha tenido ninguna pérdida. La gente cree que todos los negocios que hiciste funcionaron. Suponen erróneamente que la vida no te ha aportado ningún sufrimiento. ¿No es eso parte de la envidia? Creen que tienen que sufrir algo que tú no has sufrido, cuando en verdad a lo que te has enfrentado puede haber sido diferente en naturaleza y detalle, pero tan grave o más de lo que tus iguales envidiosos han enfrentado.
Nadie pasa por este mundo sin pérdidas. ¿Sabes por qué? Porque la vida en muchos sentidos es una guerra. Y nunca he visto una guerra que no deje algunas bajas a su paso. Empresariales, privadas, personales, emocionales—hay todo tipo de maneras de incurrir en pérdidas. Nadie se escapa indemne. No importa qué técnicas emplees, habrá pérdidas. Te empeñas en buscar argumentos racionales, cuando, a veces, sencillamente perdiste. No es que dejaras de hacer algo. Es simplemente una combinación de influencias externas, del libre albedrío de otras personas, de la oportunidad y la casualidad.
¿Puedes imaginar el meterte en un negocio y creerte que no tendrás ninguna pérdida? ¿Cuántos dueños de restaurantes sobrevivirían si no esperaran que alguna comida se eche a perder, que alguna se queme y que otra se la lleven empleados y clientes deshonestos? Habrá un porcentaje de cheques sin fondo, que es simplemente el costo de hacer negocios en un mundo corrupto. Del mismo modo, a un banquero no se le ocurre pensar que todos los préstamos que suscribe le serán reembolsados. No puede creer que ninguna casa terminará en una ejecución hipotecaria, porque sencillamente eso no es realista. Dadas estas verdades, ¿cómo podemos esperar escapar a cierto número de pérdidas? Cierto, al igual que todos estos ejemplos, podemos reducir las pérdidas a un mínimo, pero no podemos evitarlas del todo. «Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir» (Apocalipsis 3:2 [VRV]).
Recuerdo el haber participado hace unos años en un seminario de entrenamiento de ventas. El caballero que impartía la clase dijo algo que nunca olvidaré: «No tengo que enseñarles a ganar. Todo lo que tengo que hacer es enseñarles a enfrentar el rechazo y a no renunciar a ganar». Los representantes de ventas que ganan mucho no son aquellos a quienes nunca rechazan, sino los que no permiten que el «no» de un cliente se convierta en una prognosis de fatalidad. Los grandes vendedores son aquellos que no dejan que un «no» los defina. Saben que perder es parte de ganar.
Perderás tiempo, perderás buenos empleados, perderás clientes, no importa lo que hagas. Si eres pastor, perderás miembros de tu congregación. No importa cuanto odiemos la cruda realidad, la verdad cruel es que nuestros hijos pueden morir. Pueden tomar decisiones equivocadas aunque hayan tenido los mejores ejemplos. No todas las relaciones pueden resistir la turbulencia del éxito o la agonía de la derrota. Algunas personas perderán sus hogares. Algunos perderán empleos. Pero es importante resaltar que la pérdida de una batalla no es la pérdida de la guerra. Los triunfadores sufren derrotas. ¿Cómo es que llegan a convertirse en triunfadores? Concentrándose en los sobrantes más que en las pérdidas. No puedes afincarte en lo que perdiste. Sólo puedes afincarte en lo que ha quedado.
¿Qué haces con estas pérdidas?
1. Minimizar el daño siempre que puedas.
2. Cobrar cierta distancia, en perspectiva o en tiempo o de ambas maneras, y reevaluar los resultados.
3. Hacer una lista de los errores que contribuyeron a la pérdida. Apunta cuántos de ellos controlas y diseña una estrategia sobre cómo puedes evitar errores parecidos en adelante.
4. Advierte cuántos errores que contribuyeron a tu pérdida estaban fuera de tu control. Apúntaselos al costo de vivir en el planeta.
5. No culpes a nadie. Perdónate y perdona a los demás. No hay lugar para rencores o complejos de culpa vitalicios en un trayecto tan breve como una vida.
6. Entiende que los retrasos no son negativas.
7. Haz que las pérdidas te sirvan para volver a ganar.

Doce pies de alto

Al igual que las limitaciones de las pérdidas, una de las mayores barreras para el éxito puede ser el mantener el nivel del partido al que llegaste en primer lugar. ¿Cómo mantiene un equipo de fútbol americano el nivel de precisión y de atletismo que les llevó a ganar el Super Bowl el año anterior? ¿Cómo puede una actriz, a quien le han dado un Óscar, actuar con la misma intensidad y pasión en la película que hace inmediatamente después de ganar la estatuilla de oro? ¿Cómo puede un novelista de éxito garantizar que su próxima novela sea tan entretenida y popular como la anterior? La mayoría de las veces, tales historias de éxito no se repiten. Los individuos exitosos edifican ciertamente sobre lo que han hecho; pero se permiten la libertad de arriesgarse, de reinventar y de cambiar de posición. Éste es el único modo de garantizar que seguirán creciendo y siendo verdaderamente exitosos.
De manera que en esta última sección, quiero que exploremos algunos de los modos en que nuestro éxito puede comenzar a hacernos descender e incluso hacer que lleguemos a estancarnos, si lo dejamos. Los primeros dos capítulos de esta sección se dirigirán específicamente a las mujeres. No es que quiera excluir a mis hermanos de nuestra conversación; es simplemente que creo que las mujeres han logrado un cierto nivel de libertad y poder en nuestra cultura que ha creado una nueva serie de obstáculos relacionados con el éxito. Una mujer puede ser ahora la Presidenta de la Cámara de Representantes, postularse para presidenta, conducir un auto de carreras Indy, volar en el trasbordador espacial a la luna o pelear en el Medio Oriente. Pero con este nuevo nivel de éxito viene una nueva serie de desafíos. Estos desafíos y cómo circunvalarlos y vencerlos conforman el tema de estos dos capítulos escritos «sólo para mujeres».
Los capítulos subsecuentes abordarán entonces la manera en que nuestro éxito puede crear una nueva serie de complicaciones en nuestras relaciones. Miraremos cómo evitar el ser exitosos en nuestras carreras a expensas de nuestra vida personal y doméstica. Consideraremos también como despojarnos de las muchas etiquetas que otros a nuestro alrededor comenzarán a pegarnos según ascendemos en nuestra senda hacia nuevos objetivos. Finalmente, abordaremos lo que significa disfrutar de nuestro éxito a plenitud, tanto al aceptar nuestras bendiciones actuales como al asumir responsabilidad por las generaciones venideras.
El verdadero éxito sigue creciendo y desarrollándose a lo largo de toda nuestra vida. ¿Crece un roble hasta alcanzar los doce pies de alto y decide que ya ha crecido bastante y que debe parar? ¡Por supuesto que no! Al igual que Zaqueo, debemos mirar continuamente hacia adelante, conscientes de lo que viene con la próxima estación de la vida, de manera que podamos reubicarnos para una felicidad distinta de cualquier otra: el gozo que proviene de vivir nuestra vida a plenitud como sólo nosotros podemos.

once
La ruptura del techo de cristal: Los secretos de las mujeres inteligentes y exitosas

Muchas mujeres han realizado proezas,
pero tú las superas a todas.
Engañoso es el encanto y pasajera la belleza;
la mujer que teme al Señor es digna de alabanza.
—Proverbios 31:29-30 (NVI)
Ha ocurrido un cambio en el mundo empresarial norteamericano que permite que las puertas de la oportunidad se abran de par en par para que mujeres preparadas hagan carreras que sus abuelas y bisabuelas no podían haber imaginado. Las mujeres en la actualidad han trabajado duramente y por mucho tiempo para lograr que se abran esas puertas y traspasar el techo de cristal* que una vez limitaba sus múltiples talentos y capacidades. Ellas hacen carreras en todos los terrenos imaginables y las desempeñan brillantemente. Me estremezco al pensar dónde estaría nuestra sociedad contemporánea si nos faltara su inteligencia en la fuerza laboral.
Quién sabe cuántas vidas se habrían perdido si no fuese por la destreza profesional de las muchas mujeres cirujanas que se han agregado a la reserva intelectual de la proeza médica que alguna vez sólo estuvo abierta a los hombres. O cuántos edificios faltarían en el paisaje de nuestras ciudades si no fuera por los gráciles diseños de las arquitectas. Mujeres que crecieron jugando con los diseños de Susie Homemaker están diseñando ahora trasbordadores espaciales para la NASA. Han echado a un lado los juegos de rayuelas con que se entretenían en el pasado y han creado programas de computadoras que han revolucionado muchas industrias.
Ciertamente, hay grandes mujeres y renombradas damas que aún se realizan en sus papeles tradicionales de madre y esposa; son las diosas domésticas del sueño de alguien. No hay nada absolutamente erróneo en esa elección. Pero las mujeres tienen una clara opción ahora y no una sentencia dictada por un jurado de hombres. Ha tenido lugar un cambio irrevocable, no importa cuan lento o gradualmente haya sido.
No hay que ser historiador profesional para saber que hubo una época en este país en que a las mujeres no se las respetaba como en la actualidad. El sexismo no se ha acabado como tampoco el racismo, pero no podemos negar que las oportunidades y actitudes son mucho mejores hoy de lo que fueron ayer.
Estos cambios no pueden apreciarse sin considerar cómo evolucionó este nuevo clima; la historia de esta gran nación no está libre de estigmas. Una mentalidad machista no era inusitada cuando se fundó este país, pero eso no exonera a los que consideraban a las mujeres poco más que objetos que los hombres poseía...

Índice

  1. Cover Page
  2. Title Page
  3. Copyright Page
  4. Dedication Page
  5. Índice
  6. Prefacio del Dr. Phil McGraw
  7. I PARTE El cielo es el límite
  8. II PARTE Más allá de los límites de la mediocridad
  9. III PARTE Más allá de los límites del éxito
  10. Footnote
  11. epílogo Se exige mucho
  12. Agradecimientos
  13. Referencias bíblicas