III.
EL ART DECÓ EN MÉXICO
TIPO DE EDIFICACIONES
Como hemos mencionado en páginas anteriores, México estaba pasando por una etapa crucial en búsqueda de su identidad nacional. Las posturas filosóficas, artísticas y políticas abogaban por un cambio, por un sello mexicano. En este capítulo nos abocaremos a hablar del art déco, pues éste proliferó de una forma poco usual en algunas partes del país —Yucatán, Michoacán, Nuevo León, Sinaloa, Guanajuato y Jalisco— y, de manera señalada, en Ciudad de México, convirtiéndose en un símbolo de vanguardia, elegancia y buen gusto.
A partir de 1926, a un año de la Exposition Internationale des Arts Décoratifs et Industriels Modernes en París, el art déco se instaló en México de una manera casi instantánea; fue el icono del progreso artístico y tecnológico. Tal vez esto se debió a la influencia de Estados Unidos que, desde sus inicios, proyectaba una imagen social caracterizada por el optimismo ante la abundancia de recursos y la confianza absoluta en la tecnología. Es posible también que fuera fruto de la apremiante necesidad de tener un estilo decorativo que diera voz al arte mexicano, o quizás se debió a que las características o códigos lingüísticos y volumetrías déco podían representar un poco a la arquitectura vernácula y del México prehispánico, con ese toque de modernidad que las líneas estilizadas geométricas le otorgan, y sin dejar de lado el funcionalismo que ameritaban las necesidades de la época.
En este capítulo se abordará el segundo punto de análisis que propone Marina Waisman para que un fenómeno arquitectónico sea un movimiento: que sea un tipo de edificación. La exposición se dividirá en dos partes (una en este capítulo y otra en el siguiente). En la primera, se revisará el tipo y la tipología arquitectónica a la cual pertenece al art déco y los que surgen y se desarrollan con base en él. La segunda parte se llevará a cabo en el cuarto capítulo, relativo a la historia urbana.
Interiores del Banco de México en el edificio Guardiola, del arquitecto Carlos Obregón Santacilia y el ingeniero Francisco Ramos, 1938-1941. Col. Centro. Foto: Paulina Lavista.
CÓDIGOS LINGÜÍSTICOS DEL ART DÉCO
En el capítulo anterior se concluyó que el art déco tiene un estilo definido, es una expresión icónica porque es reconocible por sus formas y posee rasgos únicos que lo identifican en México. Waisman menciona que el concepto tipo fue algo permanente y complejo, es un principio de la arquitectura y se define como “una unidad significante que no está definida a priori, sino deducido de una serie de ejemplares” (1993: pp. 75).
En referencia a este último punto, surge otro concepto: tipología. Fernando Tudela comenta que la tipología es el estudio de los tipos y su operación es la clasificación; es decir, agrupa diferentes características, componentes y determinantes de la arquitectura por medio de una estructura donde se analizan o describen las estructuras, la funcionalidad, el entorno y los procesos del diseño (González, 1997:23). En este análisis no menciona la espacialidad ni la lectura del propio espacio y, si partimos de que la arquitectura es la radiografía de una sociedad, el espacio interior es fundamental para el bienestar y la satisfacción de las necesidades del usuario y de la sociedad, al mismo tiempo que construye una presencia en un periodo histórico (González, 1997). Salvador Díaz Berrio explica, por su parte, la relación entre estilo y tipología, entendiendo el primer término como un sistema de formas de expresión, y el segundo (conocimiento de los tipos), como un instrumento para entender las formas de expresión. Destaca, asimismo, el estrecho vínculo entre los estilos y el medio geográfico, lo que puede generar estilos y tipologías regionales, que es el caso México y el art déco (Díaz Berrio, 1998).
El tipo, según Giulio Carlo Argan (1980: 29), se determina mediante una valoración comparativa y se encuentran varios niveles de tipologización: el de conjunto y el específico. En el primero se ubican las tipologías de distribución espacial y las de funciones simbólicas y prácticas; en el segundo nivel están todos los elementos arquitectónicos: volumetrías, detalles decorativos y escalas. A su vez, Bruno Zevi comenta que hay tres grandes categorías de catalogación para establecer una tipología: las de contenido, las fisiopsicológicas y las formalistas. Esta definición va de la mano con Caniggia, porque para él también es importante la interpretación política, social, filosófica, económica, los materiales de construcción, la espacialidad, la volumetría y las técnicas constructivas (González, 1997:24-26).
Uno de los retos al realizar esta catalogación es que, por la peculiar evolución de los tipos del proceso constructivo y espacial, se han producido traslapes, generando una arquitectura ecléctica y, por ello, analizar aspectos únicamente formales o volumétricos, como fachadas o elementos decorativos, no es la mejor opción (González, 1997), ya que, como se ha precisado, hubo otras tres corrientes —neocolonial, colonial californiano y neoindigenismo— con programas y partidos arquitectónicos similares, pero ...