NOTAS
I. LIBERALISMO, ECUACIÓN LAICA Y CUESTIÓN CRISTIANA
1 En su «taxonomía de pensadores liberales», escrita «con la debida ironía», aunque con una gran acribia, Sebastiano Maffettone (1996, pp. 129-130), enumera quince familias liberales. Presumiblemente, algunas especies se han apagado, mientras que otras (incluida la del mismo Maffettone) se encuentran en un estado naciente. Es cierto que las variedades son tan considerables que se hace difícil reconocer que los extremos del espectro pertenezcan a la misma familia. Para una visión de conjunto y presentaciones y debates de utilidad, remito a Gaus 2000 y a las voces contenidas en Gaus y Kukathas 2004.
2 Sobre la crisis del liberalismo, como doctrina, cultura y política, es iluminador el análisis de Belardinelli 1999. Sobre esta misma crisis es impecable el juicio emitido por Possenti: «El liberalismo ha coqueteado durante mucho tiempo con muchas y dispares culturas (positivismo, racionalismo crítico, idealismo, crocianismo, historicismo, ciencias sociales empíricas, positivismo jurídico, utilitarismo) y de esto ha sacado una arriesgada incertidumbre sobre los criterios fundamentales del buen gobierno político». Cf. Possenti 2001, p. 44.
3 Para limitarnos a la literatura contemporánea, se trata del segundo principio intuitivo fijado por Ronald Dworkin: «Los liberales subrayan la santidad de algunos derechos familiares individuales relacionados con la libertad, incluyendo los relativos a la libertad de expresión, de convicción religiosa o moral, los derechos a la libertad de las incriminaciones por motivos raciales, étnicos o de sexo, a un trato equitativo frente a la ley, y los derechos a la actividad y a la participación política». Cf. Dworkin 1996, p. 12. Cf. también Kymlicka 1995, p. 80: «La característica definitoria del liberalismo es que adscribe ciertas libertades fundamentales a cada individuo. En particular, garantiza a la gente una libertad muy amplia de elección en lo relacionado con el modo como conducen su vida». Sobre los orígenes históricos de la noción de derechos naturales subjetivos existe una abundante literatura: cf. Tierney 1997 y, sobre la expansión actual de esa noción, Glendon 1991.
4 La principal referencia aquí es a MacIntyre 1985. Para un examen crítico de las objeciones conservadoras al liberalismo, cf. Holmes 1995.
5 Nicola Matteucci ha escrito que «es bastante peligroso confundir —en la sustancia— el pensamiento liberal democrático con el laicismo: la confusión se vuelve posible cuando, siguiendo esquemas y periodizaciones de tipo hegeliano, se ve en el segundo la cima de la civilización moderna». Cf. Matteucci 1981, p. 108.
6 Sobre el renacimiento del problema de la identidad, remito a Pera 2005b.
7 Con un gran sentido de la oportunidad, Joseph H.H. Weiler ha acuñado la expresión «cristofobia»; cf. Weiler 2003. Muchos de los episodios de esta apostasía han sido referidos y analizados en Introvigne 2006. Por parte católica, la situación ha sido advertida tan dramáticamente que Rino Fisichella compara la crisis actual con «la crisis que se vivió en el siglo IV. Como entonces, también hoy nos encontramos ante el gran desafío entre el cristianismo y el paganismo». Cf. Fisichella 2007, p. 6.
8 Sobre este punto remito a Pera 2008a.
9 Cf. el excelente estudio de Jenkins 2007.
10 Sobre la religión europea, y sobre las hipótesis sobre su ocaso, cf. Davie 2000. Las estadísticas se muestran despiadadas. Según datos de 2002 del Pew Research Center, a la pregunta de si la religión tenía un papel importante en nuestras vidas, un 55% de los americanos responden que sí, mientras que los europeos responden que sí el 33% en Inglaterra, el 27% en Italia, el 21% en Alemania y el 11% en Francia. A la pregunta de si la moralidad tenía necesidad de la fe religiosa, los datos de 2007 dicen que las respuestas negativas son minoritarias en América, el 41%, pero ampliamente mayoritarias en Europa: el 86% en Suecia, el 83% en Francia, el 71% en España y en Italia. Son los mismos porcentajes, invertidos, que aparecen en los principales países musulmanes.
11 La expresión se la debemos a Belardinelli 1999, cap. II. Es conocido que la reflexión sobre la identidad de la nación italiana ha producido, durante siglos, una literatura inmensa. Lamentablemente la cuestión sigue abierta todavía y, por desgracia, no sólo entre los científicos.
12 Platón, Obras completas, edición de Patricio de Azcárate, tomo 8, Madrid 1872.
13 Cf., respectivamente, Rawls 1999, p. 17, y Rawls 1985.
14 Cf. la intervención de Habermas en Ratzinger y Habermas 2004, pp. 22-23 y p. 26.
15 Rorty 1989, p. 58.
16 Ackerman 1980, p. 103.
17 Según Greenawalt, «el gobierno de una sociedad liberal carece de verdades religiosas y una premisa crucial de la sociedad liberal es que ciudadanos con visiones religiosas muy diversas pueden construir principios de orden político y de justicia social que no dependen de creencias religiosas particulares». Cf. Greenawalt 1988, pp. 216-17.
18 John Rawls ha escrito que «dado que la concepción política la comparten todos mientras que con las doctrinas racionales no ocurre lo mismo, debemos distinguir entre una base pública de justificación, universalmente aceptable por los ciudadanos y relativa a las cuestiones políticas fundamentales, y las numerosas bases de justificación no públicas asociadas a las numerosas doctrinas comprensivas, y aceptables únicamente para aquellos que las afirman». Cf. Rawls 1999, pp. 7-8.
19 Para un examen más amplio, remito a Pera 2006.
20 Cf. Rawls 2001, p. 203: «Las doctrinas comprensivas razonables, sean religiosas o no religiosas, pueden ser introducidas en el debate político público en cualquier momento, a condición de que se presenten a su debido tiempo razones políticas —y, por consiguiente, no razones dadas exclusivamente por doctrinas comprensivas— suficientes para sostener lo que se dice que sostienen las doctrinas comprensivas introducidas».
21 Cf. Habermas 2006, p. 37: «Todas las decisiones políticas imponibles con la autoridad estatal deben ser formuladas y deben poder ser justificadas en un lenguaje accesible universalmente a todos los ciudadanos». Cf. también p. 33: «Cada uno debe saber y aceptar que más allá del umbral...