Fortalecer la profesión docente
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Fortalecer la profesión docente

Un desafío crucial

Francisco López Rupérez

  1. 160 pages
  2. Spanish
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Fortalecer la profesión docente

Un desafío crucial

Francisco López Rupérez

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El fortalecimiento de la profesión docente viene a aglutinar ese conjunto suficientemente completo de políticas centradas en el profesorado. Profesión docente entendida en un sentido moderno del término, según una acepción robusta que describe, pura y simplemente, un estadio evolutivo avanzado de significado y que es compartido por otras profesiones más consolidadas. A la luz del conocimiento disponible, atinar en ese empeño constituye un desafío crucial para la educación del siglo XXI.La evidencia empírica acumulada, el criterio de los organismos e instituciones internacionales con competencias en materia educativa y los análisis derivados del estudio de casos coinciden en señalar al profesorado como el factor crítico por excelencia para la mejora de los sistemas educativos.La presente obra asume ese planteamiento, describe sus bases empíricas y racionales y efectúa una aproximación –novedosa y de corte post-burocrático– a las políticas centradas en el profesorado, entre las cuales se incluyen las de selección, formación y desarrollo o carrera profesional; y lo hace desde un enfoque integrado o sistémico que toma en consideración, junto con cada una de ellas, sus relaciones mutuas. En opinión del autor, este grupo de políticas es, en el medio y largo plazo, el instrumento más potente de cambio educativo y de mejora escolar.

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Informations

Année
2016
ISBN
9788427722545
Édition
1
Capítulo 1
Qué educación
para qué sociedad
Quizás el rasgo general que mejor caracterice el contexto en el que se desenvuelve la enseñanza en los países desarrollados sea el de la complejidad1; complejidad que comporta diversidad de concepciones, de culturas y de valores compartidos coexistiendo en un mismo espacio social; complejidad que genera conflictos de posiciones y de intereses entre los actores principales del mundo educativo; complejidad que se manifiesta en cambios acelerados en los ámbitos sociocultural, demográfico y socioeconómico. Complejidad, en fin, entendida como interacción e interdependencia en el seno de una red inextricable de influencias recíprocas entre factores tanto próximos como remotos que, de uno u otro modo, tiene su incidencia en ese espacio social compartido, que influye —y de qué manera— sobre la educación y que es, a la postre, influido por ella.
La globalización, que tiene en la sociedad del conocimiento y de la información uno de sus principales motores, constituye en el siglo XXI, sin ningún género de dudas, una fuente continua de generación de complejidad social2. Estos rasgos del contexto están incidiendo de un modo decisivo sobre la educación. Así, las expectativas políticas, sociales y económicas sobre la calidad y la eficacia de los sistemas de educación y formación se han visto notablemente incrementadas en el mundo desarrollado.
Probablemente, nunca como ahora la satisfacción, desde el ámbito educativo, de tan altas expectativas había sido tan difícil, ni la exigencia de acierto en la definición e implementación de las políticas públicas había sido tan crucial.
GLOBALIZACIÓN, TRANSFORMACIÓN SOCIAL Y GOBERNANZA
Los requerimientos que traslada la sociedad a la educación son tributarios de los cambios del contexto en su dimensión tanto global como regional. Por tal motivo, la consideración del tipo de sociedades al que nos dirigimos resulta esencial a la hora de orientar la educación del presente y del porvenir más cercano.
La globalización y el desarrollo de la sociedad de la información han inducido, directa o indirectamente, dos tipos de transformaciones sociales de carácter opuesto. Por un lado, se ha avanzado hacia una suerte de unificación cultural superficial, mediante iconos compartidos a escala mundial; es lo que se ha dado en llamar la McDonalización cultural3. Pero, además, la respuesta política a la globalización está llevando consigo la ampliación de zonas geopolíticas y geoeconómicas integradas de cuyo fenómeno la Unión Europea constituye un ejemplo paradigmático.
En este caso, la dimensión cívica —la conocida “Europa de los ciudadanos”- de ese movimiento progresivo de integración trasnacional requiere una acción efectiva de la educación que refuerce la identidad compartida de las nuevas generaciones europeas, en torno a nuestro acervo común de principios, de valores y de modos de ver el mundo y el hombre4.
Por otro lado, los efectos sobre la accesibilidad a la información y a su intercambio que facilita la sociedad digital, junto con los intensos movimientos migratorios inducidos de uno u otro modo por la globalización, han generado sociedades más heterogéneas, menos integradas en torno a un elenco suficiente de consensos morales y civiles.
Además, bajo el señuelo de lo útil, de lo que “funciona”, de lo que genera resultados inmediatos, las nuevas generaciones están corriendo el riesgo de alejarse de la reflexión sobre las causas remotas y de obviar las grandes preguntas y las grandes respuestas; de perder el gusto por el pensamiento y de dar la espalda al humanismo que está en la base misma de la libertad5.
Hace un par de décadas Luis Ratinoff advertía lo siguiente: “La fase actual indica que la globalización proseguirá su ritmo con piloto automático durante bastante tiempo, confiada en las capacidades de aprendizaje y previsión de los actores económicos mundiales”6.
Sin dejar de reconocer lo atinado de la previsión de Ratinoff, es preciso ampliar esa referencia centrada exclusivamente en los actores de carácter económico, para incluir a los actores sociales, que pueden intervenir notablemente en la facilitación de las reformas y en la orientación de las mismas, sea en el sentido de la mejora, sea en su contrario. Y, desde luego, a los actores políticos, que inciden sobre la realidad a través de los procedimientos de gobernanza; porque si falla la dirección, en un contexto mucho más sensible que en el pasado a los errores políticos, las sociedades están abocadas a vivir serias dificultades en el corto, en el medio e incluso en el largo plazo.
Se trata ésta de una advertencia tanto a la comunidad internacional como a cada país en concreto, que destaca el papel esencial del aprendizaje institucional, en tanto que capacidad de previsión de los actores principales.
A la vista de las características del presente, pero también del horizonte que se adivina en el futuro, se hace imprescindible reflexionar sobre las consecuencias que puede tener este nuevo contexto en el desarrollo de nuestras sociedades, de nuestras economías así como en las vidas de los ciudadanos. Tan importante es pensar el futuro —y pensarlo bien— como prepararlo; de otro modo, la globalización, que seguirá evolucionando a su propio ritmo durante bastante tiempo más, puede producir estragos importantes en el panorama de los países desarrollados.
TRES PERSPECTIVAS DE LA EDUCACIÓN
Trataremos de esbozar en lo que sigue, de un modo sintético, la descripción de tres perspectivas de la educación que resultan indispensables a la vista de la orientación cada vez más evidente del cambio social: la perspectiva humanista de la educación, la perspectiva económica y la perspectiva social.
Aunque esta diferenciación se justifica por su valor didáctico, en el fondo estas tres perspectivas están interrelacionadas y constituyen aspectos parciales de una misma respuesta deseable ante los requerimientos de una transformación de nuestras sociedades verdaderamente colosal. No se trata, tan sólo, de tomar en consideración la orientación más que probable de esa sociedad que se nos viene encima, sino también de razonar sobre el tipo de sociedad a la que aspiramos. En uno y otro caso, el compromiso de la educación con la preparación del futuro resulta incuestionable.
La reflexión sobre el tipo de sociedad que queremos y sobre los elementos básicos del entorno social que deseamos constituye —o debería constituir— un componente ineludible de cualquier movimiento de reforma educativa, de su fundamentación cívica y moral y de su defensa política.
Las sociedades occidentales disponemos de un patrimonio acumulado a lo largo de los siglos que, en un proceso de decantación inteligente, ha ido incorporando lo mejor de sus etapas históricas a una suerte de conglomerado, a un humus social evolutivo, que constituye el sustrato en el que emergen y se desenvuelven las existencias individuales de sus ciudadanos, más allá —o más acá, según se mire— de sus contingencias específicas. La filosofía griega, el derecho romano, la ética de inspiración cristiana y la Ilustración —con el consiguiente desarrollo exponencial de la ciencia y la tecnología, incluida la digital— conforman, junto con sus interacciones, los ingredientes básicos de ese humus que configura un marco consistente para la búsqueda del sentido en el plano personal, social y político.
Renunciar a esa rica herencia cultural o ignorarla equivale, pura y simplemente, a despilfarrar un valioso capital, a empobrecernos en el plano cívico, intelectual y moral en una especie de espiral autodestructiva. Disponemos de la evidencia aportada por distintos “experimentos históricos” que nos advierte de los resultados nefastos derivados de la renuncia franca a lo mejor de esa herencia secular. Esa sociedad deseada se ha de conseguir haciendo avanzar la herencia histórica recibida pero en ningún caso debilitándola.
Las características del actual contexto propician en las nuevas generaciones la pérdida de la visión de nuestro acervo cultural y, consiguientemente, de su identificación con él. La autopercepción de los jóvenes y de los adolescentes como producto de lo inmediato, de la influencia de lo coetáneo, de las vivencias propias de su generación, sin el reconocimiento de la deuda cultural con el pasado, inconscientes de sus responsabilidades con el porvenir, es un riesgo cierto que contribuye, en un proceso lento pero inexorable, a alejar a la sociedad de sus raíces y a los individuos de su necesario soporte personal7.
El ejercicio consciente, pleno y responsable de la autonomía del individuo ubicado en su entorno social es tributario de ese marco orientador que otorga alguna seguridad a los actores en un escenario cambiante. En este sentido, existen evidencias empíricas que muestran que aquellos grupos o sectores sociales que se sienten orgullosos y cómodos con su patrimonio cultural son mentalmente más estables8. Ello no obsta para una comprensión de la diferencia y el respeto por otros elementos culturales distintos, sin perder de vista como referencia los límites que a la diversidad cultural plantea esa suerte de marco ético, a escala planetaria, que constituye la Declaración Universal de los Derechos Humanos. A fin de cuentas, la noción de tolerancia emerge en el seno de la vieja Europa, forma parte de su herencia cultural y, por tal motivo, se practica en sus sociedades como en ningún otro lugar.
Enfoque humanista
Por todo ello, resulta imprescindible el refuerzo en nuestro país del enfoque humanista de la educación; de la llamada “educación liberal”. Es decir, de una educación en los fundamentos; o, de acuerdo con la visión de Leo Strauss9, de una educación en la cultura, o hacia la cultura, en tanto que cultivo del intelecto y mejora de sus facultades. Ello implica una aproximación suficientemente completa a nuestra herencia y el desarrollo de amplios marcos de referencia, de respeto por los hechos, de habilidades para organizar el conocimiento, de desarrollo del espíritu crítico y del pensamiento claro.
Todo este bagaje que, de conformidad con el testimonio biográfico de grandes intelectuales, se puede lograr en una medida significativa en el Bachillerato, resulta imprescindible para vincular al individuo en formación a una tradición de pensamiento y de cultura, que es la suya; para dotarlo por ello de una estabilidad personal, de una orientación propia, de una autonomía intelectual y de una capacidad moral que le permita desenvolverse, con algunas garantías, en ese nuevo contexto tan complejo y, por ello, tan incierto en el que habrá de discurrir su existencia. Curiosamente, muchas empresas europeas están promoviendo esa clase de formación entre sus empleados y privilegiándola en procesos de selección, a consecuencia de las ventajas que han identificado en ella en cuanto al desarrollo de la capacidad de adaptación a los nuevos entornos laborales10.
En este punto, merece la pena traer a colación la reflexión que, inspirada en la experiencia de la preguerra del segundo gran conflicto mundial, hacía en 1988 Maurice Flamart11:
«Si el conjunto de la juventud, bajo el pretexto falaz y de visión corta de responder exactamente a las necesidades profesionales de hoy, no recibiera más instrucción que la puramente técnica, por muy perfeccionada que fuera, ello conduciría a la sociedad correspondiente a dejar de ser liberal. Un despotismo se apoyaría eficazmente —desde su punto de vista— sobre el hecho de no proporcionar más que formaciones técnicas; dibujos animados imbéciles, y una televisión a las órdenes se encargarían de colmar el vacío ampliamente abierto por la ausencia de cultura».
Perspectiva económica
En cuanto a la perspectiva económica de la educación, la evolución de las sociedades desarrolladas hacia economías basadas en el conocimiento se ha convertido en una salida necesaria —y, por el momento, efectiva— a ese nuevo reparto internacional del trabajo que la globalización ha generado. Ello comporta una mayor especialización de los llamados países ricos en actividades, productos y servicios intensivos en conocimiento. Y para ello, se espera que los sistemas de educación y formación faciliten a las nuevas generaciones, junto con los conocimientos y las competencias de carácter general, una actitud favorable ante la innovación y el emprendimiento, así como los recursos cognitivos adecuados para llevarla a cabo, la capacidad para trabajar en equipo, las competencias para el uso, con propósitos múltiples, de las tecnologías d...

Table des matières

  1. Cubierta
  2. Portadilla
  3. Título
  4. Índice
  5. AGRADECIMIENTOS
  6. INTRODUCCIÓN
  7. 1. Qué educación para qué sociedad
  8. 2. Un desafío crucial para la educación del siglo XXI
  9. 3. Las políticas centradas en el profesorado en las agendas de los organismos internacionales
  10. 4. Hacia un concepto moderno de profesión docente
  11. 5. La docencia en España frente al referente de las profesiones robustas
  12. 6. El acceso a la profesión docente y el potencial del “MIR educativo”
  13. 7. El desarrollo profesional, factor clave del fortalecimiento de la profesión docente
  14. 8. Cómo preparar un futuro mejor para la profesión docente
  15. Página de créditos
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APA 6 Citation

Rupérez, F. L. (2016). Fortalecer la profesión docente (1st ed.). Narcea Ediciones. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2046211/fortalecer-la-profesin-docente-un-desafo-crucial-pdf (Original work published 2016)

Chicago Citation

Rupérez, Francisco López. (2016) 2016. Fortalecer La Profesión Docente. 1st ed. Narcea Ediciones. https://www.perlego.com/book/2046211/fortalecer-la-profesin-docente-un-desafo-crucial-pdf.

Harvard Citation

Rupérez, F. L. (2016) Fortalecer la profesión docente. 1st edn. Narcea Ediciones. Available at: https://www.perlego.com/book/2046211/fortalecer-la-profesin-docente-un-desafo-crucial-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Rupérez, Francisco López. Fortalecer La Profesión Docente. 1st ed. Narcea Ediciones, 2016. Web. 15 Oct. 2022.