SIGLO XVI Y COMIENZOS DEL XVII: EL RENACIMIENTO CIENTÍFICO II. LA PRÁCTICA DE LAS MATEMÁTICAS EN LA ESPAÑA DEL RENACIMIENTO. UNA REVISIÓN HISTORIOGRÁFICA
En este trabajo me ocuparé, como sugiere el título, de la práctica de las matemáticas en los reinos peninsulares de la monarquía hispánica (más precisamente, de lo que acostumbramos a llamar España) en el siglo XVI.1 Entiendo el término «matemáticas» tal y como entonces se usaba y más que una revisión historiográfica exhaustiva, lo que requeriría muchos más pliegos, presentaré algunas notas y consideraciones o reflexiones sobre ello y algunas indicaciones sobre el estado de la cuestión. Además, situaré el asunto en el contexto más general de la historiografía de la construcción de la ciencia moderna y el mundo ibérico.
La cuestión relativa a la actividad y contribuciones a las matemáticas en la España moderna fue precisamente uno de los principales temas de debate en la llamada «Polémica de la ciencia Española» iniciada en el siglo XVIII y continuada en la segunda mitad del siglo XIX. Sin entrar a discutir los diversos aspectos de este debate, que en muchos aspectos fue puramente ideológico, podemos concluir que al menos contribuyó a estimular la producción de una serie de repertorios bibliográficos el más famoso de los cuales fue el que Menéndez Pelayo incluyó en su libro La ciencia española.2 Asimismo, la polémica produjo algunas reflexiones o interpretaciones no carentes de todo interés.
Uno de los escritos derivados de la «polémica» fue el redactado por Menéndez Pelayo con el título «Esplendor y decadencia de la cultura científica española» y presentado como comentario crítico al discurso de ingreso de Acisclo Fernández Vallín en la Real Academia de Ciencias Cultura científica en España en el siglo XVI.3 En su comentario al trabajo de Vallín, Menéndez Pelayo hacía una autocrítica de sus propias obras de juventud y planteaba una serie de importantes cuestiones, a modo de precipitado de las preocupaciones y reflexiones derivadas a lo largo de los años de los debates y trabajos sobre «la ciencia española». Admitía que «la historia de nuestras ciencias exactas y experimentales… tiene mucho de dislocada y fragmentaria»; subrayaba la falta de continuidad en los esfuerzos y una especie de falta de memoria nacional… Pero, sin dejar de reconocer la relativa inferioridad de las disciplinas matemáticas con respecto a otras materias como la historia natural, Menéndez Pelayo observaba que la historia de la ciencia no ha de atender sólo a los grandes resultados y a los grandes descubrimientos. Asimismo, que además de catalogarlos, hay que leer los libros y analizarlos desde una perspectiva comparada. Hay que dar cuenta adecuadamente de los substratos culturales, atendiendo a las huellas de las «ideas e instituciones de todos los pueblos que han pasado por nuestro suelo». Y como explicación general de la inferioridad de las disciplinas matemáticas, aventuraba que, «paradójicamente» «en este país de idealistas, de místicos, caballeros andantes, lo que ha florecido siempre con más pujanza no es la ciencia pura (las exactas y naturales), sino sus aplicaciones prácticas y en cierto modo utilitarias». Así, si por ejemplo la astronomía teórica no hizo más progresos y España dejó definitivamente de ser el centro de ella la causa principal estaría en que los hombres más dotados para esta materia se dedicaron a la astronomía práctica. Por ello, concluía su discurso diciendo que para la regeneración científica de España había que convencer a los españoles de «la sublime utilidad de la ciencia inútil».
Menéndez y Pelayo no profundizó en las causas del supuestamente excesivo pragmatismo de nuestros científicos, más allá de las alusiones generales a las necesidades de la monarquía, y sus ambiciones imperiales, como el control y dominio de las tierras descubiertas. Ni aceptó los posibles efectos negativos del control y represión por causas ideológicas del pensamiento filosófico y científico, por parte de la inquisición u otras instituciones, como tampoco aportó ninguna reflexión sobre el divorcio entre los filósofos y los matemáticos y sus efectos.
No obstante estas y otras limitaciones que se pueden señalar en el balance, este texto de Menéndez y Pelayo planteaba con gran perspicacia una serie de importantes cuestiones y todo un programa de trabajo. Programa de trabajo que sería asumido por las generaciones de la posguerra española a partir sobre todo de los años sesenta, cuando López Piñero y sus colaboradores comenzaron a desarrollar el proyecto de una historia social de la ciencia con particular atención al caso español. Al propio tiempo, otras personas y/o grupos irían surgiendo en años sucesivos en otros lugares de la geografía española. Y más recientemente con la expansión de la disciplina, algunos jóvenes historiadores de otros países, principalmente de Estados Unidos, se han sentido atraídos por el mundo ibérico. No obstante, y como se ha señalado repetidas veces, y nosotros mismos lo hemos recordado recientemente en nuestra introducción al libro Mas allá de la Leyenda Negra: España y la Revolución Científica, el mundo ibérico sigue estando usualmente ausente de los relatos acerca de la Revolución Científica.4
En las últimas dos décadas, el historiador Jim Bennett, en una serie de trabajos ha destacado la importancia de lo que el llama «the practical mathematical tradition» para la construcción de la ciencia moderna, especialmente para la emergencia de la filosofía mecánica o la nueva filosofía natural (reformed, dice Bennett), del siglo XVII.5
Según Bennet, los historiadores que se han ocupado de la reforma o cambios en la filosofía natural no han sabido apreciar el significado del éxito anterior del programa de matemáticas prácticas, que era a su vez una respuesta a los cambios sociales, políticos y económicos del Renacimiento. En este sentido Jim Bennett ha destacado que la idea de «operative knowledge» de la nueva cultura del conocimiento de la naturaleza de finales del siglo XVII sugiere una relación muy importante con el desarrollo de las matemáticas prácticas. Por ello, Bennet nos invita a que, además de interesarnos por los descubrimientos, ideas, teorías y escuelas de pensamiento, dirijamos nuestra atención a la ciencia como una actividad, como medios de acción y resolución de problemas. Y a integrar el amplio dominio de actividad de las matemáticas prácticas en el relato de la Revolución Científica.
Por matemáticas prácticas entiende Bennett materias como la astronomía práctica, la topografía y la agrimensura, la perspectiva, cartografía, arquitectura, fortificación, ingeniería y máquinas, el arte de la guerra y la náutica. Añade también el diseño de instrumentos, y las proyecciones geométricas y sus usos, como técnicas comunes. Es interesante comparar la lista de Bennett con la que ofrecía Juan de Herrera en el texto que escribió sobre los objetivos de la Academia de Matemáticas de Madrid que le propuso fundar al Rey Felipe ii: así, la Academia se dedicaría a formar aritméticos teóricos y prácticos, geómetras, astrónomos, músicos con formación teórica, cosmógrafos, pilotos, arquitectos y fortificadores, ingenieros y maquinistas («entendidos en el arte de los pesos y en todo género de máquinas»), artilleros e instrumentistas, fontaneros y niveladores de aguas, expertos en relojes, expertos en perspectiva y escultores y pintores formados en esta última materia.6
Jim Bennett ha insistido especialmente en la necesidad de prestar mayor atención a los instrumentos relacionados con la geometría práctica: esferas, astrolabios, ballestillas o radios astronómicos, cuadrantes, sectores, teodolitos, etc. Y ha insistido también acerca de la geografía y la cartografía como una parte central del programa matemático, junto con la astronomía y sus aplicaciones. Asimismo, ha indicado que hubo también áreas de intersección entre las matemáticas prácticas y la filosofía natural, y pone como ejemplos la astronomía (y sus implicaciones cosmológicas) y el magnetismo terrestre.
En estos importantes trabajos Bennett no ha prestado, sin embargo, ninguna atención al mundo ibérico, salvo algunas menciones aisladas a autores como Pedro Nunes. Ello, a mi juicio por al menos dos razones. La primera por su principal interés por el caso inglés. La segunda por un prejuicio muy común: dado que España (y Portugal) participó de manera escasa y marginal en la Revolución Científica del siglo XVII, nada interesante y digno de ser tenido en cuenta debió ocurrir en el período anterior. Y ello a pesar de que historiadores ingleses de la cartografía, la geografía o la náutica como Charles Cooter, Eva Taylor o David Waters han puesto de relieve la importancia de las contribuciones ibéricas en estas materias.
Sin embargo, las propuestas historiográficas de autores como Jim Bennett y otros pueden resultar muy adecuadas para el estudio de la cultura matemática, en el sentido expresado anteriormente, en la España del Renacimiento (y en el mundo ibérico, en general). Especialmente por la importancia que le han dado al conocimiento operativo o práctico y a la estrecha unión entre el conocimiento especulativo o teórico y el manipulativo. También, a la transferencia de prácticas de un domino a otro en la llamada matematización de la naturaleza, un aspecto clave de la Revolución Científica.7
En 1979 López Piñero publicó una obra de síntesis titulada Ciencia y técnica en la sociedad Española de los siglos XVI y XVII.8 Combinando diversas técnicas y procedimientos historiográficos: prosopografía, análisis estadístico de las publicaciones, estudio de las instituciones y de las profesiones y ocupaciones científicas, con un estudio interno de las fuentes y una síntesis equilibrada y ponderada de todo lo más relevante escrito sobre el tema, esta obra marcó un punto de inflexión y se convirtió en una obra de referencia indispensable para los estudios históricos de la ciencia en España en la época moderna.
López Piñero se esforzó por evitar la aplicación de categorías y distinciones actuales sobre la ciencia y lo científico, sin rehuir la dimensión retrospectiva de la labor histórica en cuanto diálogo con el pasado. Para ello trató de delimitar diversas áreas de actividad científica, dedicando estudios particulares a cada una de ellas, como las matemáticas, la cosmografía y astrología, el arte de navegar, la geografía, la filosofía natural o la ingeniería, no sin mostrar los solapamientos o intersecciones entre las áreas.
En el libro citado López Piñero realizó un estudio prosopográfico de 572 autores con algún tipo de actividad científica reflejada en publicaciones, manuscritos o aportaciones técnicas. Ofreció una tabla por áreas de dedicación, resultando en matemáticas 67 autores, en cosmografía y astrología 99, en geografía 66, en arte de navegar 65, en arquitectura e ingeniería 25, en arte militar 26 y en filosofía natural 66 (tabla 1). También ofreció una tabla de ocupaciones y profesiones (tabla 2). El mayor número de éstas lógicamente
TABLA 1
Distribución por áreas de las dedicaciones de los cultivadores de la ciencia en España (1481-1600)
Áreas científicas | Número de dedicaciones | Porcentajes |
Matemáticas | 67 | 9,67 |
Cosmografía y astrología | 99 | 14,29 |
Filosofía natural | 66 | 9,52 |
Geografía | 56 | 8,08 |
Arte de navegar | 65 | 9,38 |
Beneficio de minerales | 25 | 3,61 |
Ensayo de metales | 3 | 0,43 |
Destilación y alquimia | 7 | 1,01 |
Arquitectura e ingeniería | 25 | 3,61 |
Arte militar | 26 | 3,75 |
Historia natural | 44 | 6,35 |
Medicina | 177 | 25,54 |
Albeitería | 9 | 1,30 |
Agricultura | 9 | 1,30 |
Arte de la caballería | 9 | 1,30 |
Caza | 6 | 0,87 |
TOTAL | 693 | |
corresponde a los médicos, que suman 188 y a los clérigos que suman 107; pero tras los médicos y clérigos, el conjunto de ocupaciones más importante está directamente relacionados con las matemáticas: ingenieros, arquitectos, artilleros, cosmógrafos, marinos, cartógrafos, profesores universitarios, comerciantes; pero además, un número de médicos y clérigos se interesaron por las matemáticas y la astronomía-astrología. Así,...