Ética Humana
eBook - ePub

Ética Humana

Jorge Úbeda

  1. 110 pagine
  2. Spanish
  3. ePUB (disponibile sull'app)
  4. Disponibile su iOS e Android
eBook - ePub

Ética Humana

Jorge Úbeda

Dettagli del libro
Anteprima del libro
Indice dei contenuti
Citazioni

Informazioni sul libro

La lectura de este libro es una invitación a prestar atención. Un buen libro de ética en donde se trata de las grandes cuestiones relacionadas con el meollo de la vida humana. Porque de eso va la ética, de lo que a todos nos incumbe.Lo que la tradición socrática ha llamado el cuidado del alma está esencialmente vinculado con los demás. Esto significa que la patria de lo humano no es el "soy", sino el "aquí me tienes". De ella surge la auténtica solidaridad. Esta sensibilidad es también la condición del admirarse de la vida. La mirada atenta es admiración, que Descartes situaba como la primera de todas las pasiones. Lo que lleva a decir que, para escribir sobre ética, hay que estar admirado, hay que estar apasionado por la vida.Cuando los decorados de lo banal desaparecen, sólo queda lo que de veras cuenta. Lo único que de veras cuenta.

Domande frequenti

Come faccio ad annullare l'abbonamento?
È semplicissimo: basta accedere alla sezione Account nelle Impostazioni e cliccare su "Annulla abbonamento". Dopo la cancellazione, l'abbonamento rimarrà attivo per il periodo rimanente già pagato. Per maggiori informazioni, clicca qui
È possibile scaricare libri? Se sì, come?
Al momento è possibile scaricare tramite l'app tutti i nostri libri ePub mobile-friendly. Anche la maggior parte dei nostri PDF è scaricabile e stiamo lavorando per rendere disponibile quanto prima il download di tutti gli altri file. Per maggiori informazioni, clicca qui
Che differenza c'è tra i piani?
Entrambi i piani ti danno accesso illimitato alla libreria e a tutte le funzionalità di Perlego. Le uniche differenze sono il prezzo e il periodo di abbonamento: con il piano annuale risparmierai circa il 30% rispetto a 12 rate con quello mensile.
Cos'è Perlego?
Perlego è un servizio di abbonamento a testi accademici, che ti permette di accedere a un'intera libreria online a un prezzo inferiore rispetto a quello che pagheresti per acquistare un singolo libro al mese. Con oltre 1 milione di testi suddivisi in più di 1.000 categorie, troverai sicuramente ciò che fa per te! Per maggiori informazioni, clicca qui.
Perlego supporta la sintesi vocale?
Cerca l'icona Sintesi vocale nel prossimo libro che leggerai per verificare se è possibile riprodurre l'audio. Questo strumento permette di leggere il testo a voce alta, evidenziandolo man mano che la lettura procede. Puoi aumentare o diminuire la velocità della sintesi vocale, oppure sospendere la riproduzione. Per maggiori informazioni, clicca qui.
Ética Humana è disponibile online in formato PDF/ePub?
Sì, puoi accedere a Ética Humana di Jorge Úbeda in formato PDF e/o ePub, così come ad altri libri molto apprezzati nelle sezioni relative a Pedagogía e Teoría y práctica de la educación. Scopri oltre 1 milione di libri disponibili nel nostro catalogo.

Informazioni

Anno
2017
ISBN
9788494615986
1
SOY LIBRE
Un chico de dieciséis años quiere perforarse una oreja para ponerse un pendiente. Quiere hacerlo, y además lo considera importante pues por primera vez decide por sí mismo, independiente de la opinión de sus padres. Pero sus padres se oponen y las dos veces que han discutido sobre el tema solo han logrado pelearse. Ahora nuestro adolescente no sabe qué hacer: si agujerear su oreja contra la voluntad de sus padres o someterse a su criterio.
Una secretaria de una pequeña empresa, que cobra un salario digno, de vez en cuando hace horas extras. Su jefe, dueño de la empresa, le propone cobrar esas horas fuera de nómina, es decir, en negro. La secretaria sabe que el dinero proviene de clientes que han pedido pagar sin factura. Ahora no sabe qué hacer: debe cobrar por las horas extras, no le gusta hacerlo de manera fraudulenta, pero sabe que se arriesga a tener un conflicto con su jefe, incluso a no cobrar nunca las susodichas horas.
Podríamos seguir poniendo ejemplos que ilustran con claridad que ambos personajes están ante una decisión que los reclama y que para poder tomarla han de poner en juego lo que quieren, lo que pueden, lo que deben y, también, lo que saben. Ninguno de ellos se está preguntando si es metafísicamente libre; da por hecho que lo es y sabe, aunque no lo explicite, que su problema no es si es o no libre. Su problema es qué hacer con su libertad.
¿Qué hago con mi libertad?
Cuando nos ocupamos de la ética no nos centramos en el asunto de la libertad sino en qué puedo, quiero y debo hacer con ella. Nos sabemos libres aunque tal saber esté prendido de una ilusión. Seamos pragmáticos: ¿qué diferencia hay, en vistas a las decisiones que tomamos y a la vida social que hemos organizado, entre considerar la libertad como una realidad o como una ilusión? Ninguna: real o ilusoriamente tenemos que seguir tomando decisiones, poniéndonos en juego, asumiendo que el presente nos reclama y que nadie, excepto nosotros, podemos responder a tal reclamo.
Ahora bien, no sabemos que somos libres desde que nacemos. En realidad no nos queda más remedio que descubrirlo en un proceso, a ratos gozoso y a ratos doloroso, que se inicia en la llamada adolescencia. La adolescencia es el momento en el que descubrimos que somos libres y el presente nos pertenece, que queremos cosas y personas por nosotros mismos, que podemos aventurarnos solos y asumir nuestras decisiones y, también, que no todas las respuestas son necesariamente correctas. La adolescencia es también el momento de descubrir, con toda la conciencia de sus consecuencias, que no todo lo que quiero y puedo, debo hacerlo.
O ser libre o ser niño: se acabó el juego.
La adolescencia es una bella época, plagada de dificultades, oscuridades y riesgos propios. Pero su maravilla consiste en que empezamos a palparnos a nosotros mismos; comenzamos a saber que somos un yo y no cualquier otro, aunque el significado de tal identidad se nos abra como una aventura difícil de conocer, prever y preparar. Identificamos ser un yo con el reconocimiento de que somos libres. Y esta libertad la experimentamos viviendo una aguda conciencia del presente.
En la adolescencia nos damos cuenta de que somos y vivimos en el presente, y fruto de esta vivencia se nos abre la cuestión ética como una cuestión central en nuestra vida. Ser adolescente no es, como a veces cierta mala etimología nos hace creer, vivir la falta de no ser todavía un adulto. Antes bien, la adolescencia es descubrir, casi de golpe, lo que significa ser adulto y lo irreversible de tal condición. Ser adolescente es empezar a ser adulto, por lo que vivimos el presente no solo como un campo de posibilidades ricas, estimulantes y variadas, también como un territorio de responsabilidades, tan variadas, complejas e intensas como las posibilidades.
Ser adolescente, entonces, es dejar de ser un niño. El cuerpo que somos nos da señales inequívocas de que vamos dejando atrás la infancia, aunque nuestro rostro siempre conservará alguno de los rasgos del niño que fuimos haciendo así más fácil el reconocimiento, la memoria y el afecto tanto para nosotros como para los demás. Pero no solo por ser cuerpo tomamos nota de que la niñez quedó atrás. Aparecen nuevos acontecimientos en el horizonte que nos manifiestan, a veces con cierta crueldad, que hemos abandonado el territorio infantil para entrar en un universo enorme llamado vida adulta. Cuando la amistad se torna en traición, cuando el amigo de juegos se nos aparece como la persona amada, cuando nuestra madre pasa a ser alguien de la que alejarse, cuando lo que puedo hacer puja con más fuerza que cualquier quiero o debo y cuando el placer muestra todo su poder narcótico, rotundo y efímero. Todos ellos son acontecimientos que nos plantan en un terreno inesperado.
Sin embargo, ninguno tiene tanta fuerza —en relación con el asunto que aquí estamos tratando— como el día en el que los juegos se acaban. No se agota la capacidad de jugar o de divertirse, pues en la vida adulta seguimos dedicando tiempo a juegos y diversiones. No hablamos aquí de eso. Jugar, en la infancia, significaba entregarse a una acción para la que no contaba el tiempo. De hecho, jugar era estar enfrascado en algo sin tiempo. El tiempo era cosa de los mayores que ponían los horarios: el juego se acababa cuando nos llamaban a cenar o el juego comenzaría cuando nos dieran permiso. Pero el tiempo no es una realidad infantil, por eso nos gustaba tanto la repetición, el cambio de papeles, la renegociación de las normas, la entrada y salida de participantes nuevos. ¿Quién no ha tenido el amigo que siempre se iba el último de los juegos gritando «venga, otra más»? El final del juego —un auténtico anticipo simbólico de la muerte— lo vivíamos en aquellos años felices como algo transitorio: mañana volveremos a jugar y a encontrarnos con el amigo, mañana la vida volverá a ser la misma. La vida, cuando éramos niños, era juego: ¡bendito sea que fuera así! ¿Qué hacen los adultos que pasan la tarde charlando entre ellos o haciendo compras o arreglando cosas o simplemente no haciendo nada? ¿No parecen seres atrapados en el tiempo y por el tiempo? Desde el juego mirábamos a los adultos planteándoles un interrogante; interrogante que seguimos escuchando ahora en los ojos de los niños que juegan: ¿acaso merece la pena abandonar los juegos? ¿No habría sido mejor seguir siendo un niño, negarse a crecer, viajar para siempre al país de Nunca Jamás?
El día en el que ingresamos en la vida adulta es cuando el juego termina para nosotros. Que el juego termine significa que descubrimos que la sustancia de nuestra vida está hecha de tiempo. Lo primero que necesitamos para saber que somos tiempo, es sentirnos a nosotros mismos en el presente. Cuando nos sentimos en el presente nos damos cuenta de que no solo estamos en el tiempo, también somos tiempo. El tiempo está hecho de pasado, presente y futuro, pero es la experiencia intensa del presente, del ahora, la que nos permite darnos cuenta de que estamos en el tiempo. Soy este de aquí y ahora: ¿qué adolescente no está haciendo ese mismo descubrimiento y experimentando con él?
Ahora bien, saber que estamos aquí y ahora es abrirse a que no se puede saber esto si no es por algunas referencias espaciales y temporales exteriores a nuestra propia experiencia. Si estamos aquí, es porque hay un allí y un más allá y también un detrás y un al lado. Todas estas referencias alcanzan su carácter simbólico en la adolescencia: allí está mi madre, más allá mi padre, detrás quizá mis hermanos y profesores, al lado mis amigos, enfrente la sociedad. Son referencias habitadas respecto de las cuales no nos queda otra que situarnos si queremos saber qué significa que estamos aquí y ahora.
Cuando somos adolescentes, la pregunta que preocupa a los padres —«¿dónde estás?»— ya no significa lo mismo que cuando éramos niños. Entonces, saber dónde estábamos era la preocupación de unos padres angustiados ante la perspectiva de perder a su hijo. Cuando empezamos a ser adultos, en la adolescencia, no solo es una cuestión de nuestros padres, también es una pregunta que nos angustia a nosotros, pues en no pocas ocasiones nos vivimos perdidos, sin saber dónde estamos ni dónde están aquellos que más nos importan.
Las referencias temporales se hacen conscientes y explícitas, y por ello mismo certifican que el juego se ha terminado. ¿Cómo nos enteramos de que somos y estamos en el presente? ¿Cómo nos damos cuenta de que somos libres? Porque nos encontramos ya en una determinada situación que no podemos comprender sin una referencia a lo que ya ha pasado y sin echar una ojeada a lo que puede venir. Pasado y futuro aparecen como la urdimbre silenciosa, aunque fuerte, del presente. Ser presente es volver sobre el pasado y abrirse al futuro: un pasado que nos invita a hacerlo nuestro y un futuro que pide y reclama nuestra presencia, precisamente para hacerse real. No podemos ser libres sin aprender a vivir el tiempo y en el tiempo. De hecho, cuando tomamos una decisión lo hacemos teniendo en cuenta de dónde venimos y hacia dónde nos conduce nuestra decisión.
¿Es a mí?
Si nos sabemos aquí y ahora, entonces cada presente nos reclama, a cada uno, para la acción y la decisión. Soy yo, y ningún otro, el que está convocado a la acción. Por eso el juego ha terminado: no cabe ser poli o caco por turnos, ligar al escondite o ser de los que se esconden. No hay papeles claros, no hay reglas definidas, no hay todo el tiempo del mundo para jugar porque sabemos que el tiempo no pasa en balde. No: ahora es a nosotros a quienes se les pide una respuesta y no hay demasiado tiempo para esperar. La respuesta primera, la típica respuesta adolescente, pero que repetimos sin cesar en la vida adulta reza así: «¿Es a mí?». Fantástica respuesta del que ha descubierto su compromiso ineludible con el tiempo, su libertad y la responsabilidad que lleva aparejada. ¡Cuántos padres de adolescentes desesperan ante el «ya voy», «ahora mismo», «siempre me toca a mí», que sus hijos les largan con el único propósito de no darse por aludidos cuando saben, con certeza, que son precisamente ellos los que tienen que ir ahora y a los que les toca!
¿Es a mí?, entonces, es un modo de darnos algo de tiempo antes de responder. Si logramos alargar el tiempo en el que esta respuesta-pregunta se mantiene formulada, tenemos la ilusión de haber paralizado el tiempo incesante al que pertenecemos, que nos reclama pero que también nos regala, precisamente, que podamos ser y hacer algo en él. No es suficiente responder: ¿Es a mí? Sabemos que es a mí a quien se llama. No podemos escapar a la realidad de que el presente en el que estoy es invocador y exigente, pues no nos deja mirar a otro lado o, incluso, mirar a cualquier otro con la secreta esperanza de que tal convocatoria haya sido equivocada.
Hasta el cuerpo que somos se pone en marcha ante tal descubrimiento: nos enteramos físicamente de que somos tiempo y que somos libres. El cuerpo cambia, adquiere las características, formas y posibilidades de un cuerpo adulto, y de alguna manera, también empezamos a tomar conciencia de que somos libres, porque vamos a ser este cuerpo para siempre. Quizá solo hay un momento en nuestra vida en el que parece que hay una separación entre cuerpo y alma: la pubertad. A lo mejor la razón del dualismo en filosofía tiene que ver con una fijación adolescente, quién sabe. En cualquier caso, los chicos y las chicas cuyo cuerpo está cambiando a veces parecen sentirse como fuera de él, y quizá por esta extrañeza que viven se entregan con facilidad a los bailes, a los gritos, se juntan en pandillas multitudinarias y se abrazan para, de inmediato, salir corriendo lo más lejos posible. Como si no supieran qué hacer consigo mismos como cuerpos que ya saben que son. Cuerpos que caminan con rapidez hacia su plenitud adulta y, por eso mismo, cuerpos para los que no hay marcha atrás: el cuerpo que somos nos dice que no se puede seguir siendo un niño para siempre. La voluntad no juega en este preciso aspecto ningún papel relevante. Manda el cuerpo: una materia en estado puro, puro cuerpo adulto que se impone. Pero cuerpo propio, ya que es el cuerpo que estamos siendo, que seremos y que hemos sido.
Aquí estoy, aunque no quiera.
Nos sabemos libres y nos vivimos como dueños de nuestro presente. Se produce aquí una paradoja que no se llega a resolver nunca en nuestra vida. Por un lado, como nos sabemos libres queremos ser los protagonistas indiscutibles de nuestra biografía: decidirlo todo, cómo vestir, en quién creer, a quién votar, a quién amar, qué estudios hacer, qué profesión elegir y un larguísimo etcétera. No estamos dispuestos a dejar escapar ni un minuto de nuestro presente sin que sea nuestro, intensamente nuestro. Pero por otro lado, el presente se nos escapa, no siempre podemos hacer lo que queremos, a veces no queda otra que asumir decisiones en las que no somos los únicos protagonistas. Ser libre también es asumir esta ambivalencia y tratar de salir airoso de ella cada vez que se hace presente e intensa en nuestros días. Por ello, ser libre es decir «aquí estoy, aunque no quiera».
Ahora ent...

Indice dei contenuti

  1. PRÓLOGO
  2. SALUDO INICIAL
  3. 1 SOY LIBRE
  4. 2 SOY MIS AMORES
  5. 3 SOY MI CARÁCTER
  6. 4 ¿HE DE SER JUSTO?
  7. 5 ¿DEBO NO HACER DAÑO?
  8. 6 ¿DEBO PENSAR PARA HACER EL BIEN?
  9. 7 SOY RESPONSABLE
  10. LECTURAS RECOMENDADAS
Stili delle citazioni per Ética Humana

APA 6 Citation

Úbeda, J. (2017). Ética Humana (1st ed.). La Huerta Grande. Retrieved from https://www.perlego.com/book/1912347/tica-humana-pdf (Original work published 2017)

Chicago Citation

Úbeda, Jorge. (2017) 2017. Ética Humana. 1st ed. La Huerta Grande. https://www.perlego.com/book/1912347/tica-humana-pdf.

Harvard Citation

Úbeda, J. (2017) Ética Humana. 1st edn. La Huerta Grande. Available at: https://www.perlego.com/book/1912347/tica-humana-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Úbeda, Jorge. Ética Humana. 1st ed. La Huerta Grande, 2017. Web. 15 Oct. 2022.