Los yanquis en México
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Los yanquis en México

Guillermo Prieto

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Los yanquis en México

Guillermo Prieto

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Este cuaderno reúne dos de los artículos que Guillermo Prieto escribió para los Apuntes sobre la guerra con los Estados Unidos y con una crónica acerca de cómo se portaron heroicamente los "pelados" de la ciudad durante la invasión estadunidense en 1847, la cual culminó, en su aspecto militar, con la toma de la Ciudad de México por las tropas que comandaba el general Winfield Scott.

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Information

Year
2020
ISBN
9786071662248

EL MOLINO DEL REY

El general Scott, en el parte oficial que dio al gobierno de los Estados Unidos, asienta que el armisticio fue roto por parte del general Santa Anna, mandando hacer en la ciudad y sus inmediaciones obras de fortificación. Nosotros, como el gobierno de la época, creemos que por parte de los americanos no se guardó la buena fe debida, y que, enorgullecidos con sus triunfos y no queriendo desperdiciar la oportunidad que se les presentaba de acabar, como ellos decían, la conquista de los palacios de los Moctezumas, se preparaban al ataque, eligiendo aquel punto que ofrecía más dificultades y resistencia, porque, una vez vencido, la ciudad caería naturalmente en su poder.
Los datos oficiales presentados a las cámaras de los Estados Unidos nos dan otra luz. El general Scott, mal informado evidentemente, creyó que en el Molino del Rey, donde se había establecido una fundición de cañones, existía considerable material de guerra. La orden número 95 del mismo general Scott prevenía expresamente que se asaltasen los edificios del Molino del Rey y Casa Mata, se destruyera todo el material de guerra que se encontrara y, concluida esta operación, regresaran las tropas a sus cuarteles de Tacubaya. Parece que este plan desagradó al general Worth; pero tuvo al fin que obedecer.
Sentados estos ligeros antecedentes, el lector nos acompañará, por decirlo así, en los días 7 y 8 de septiembre de 1847.
Una vez rotas las negociaciones, el enemigo eligió para el combate un terreno que calificamos los mexicanos de favorable, y donde todavía el patriotismo y el entusiasmo nos hicieron presentir un triunfo.
La ciudad presentaba un aspecto imponente, y se notaba la agitación febril que precede a los grandes acontecimientos. La campana de la Catedral resonaba como un lúgubre y prolongado gemido: la policía multiplicaba sus providencias, y se notaba el marcado contraste entre aquellos que, patriotas diligentes y activos, cooperaban a que México se defendiera con la heroicidad de Numancia y Zaragoza, y los egoístas o espantadizos, que se preparaban a huir, desanimando a todos con los más funestos y sombríos presagios.
En cuanto al general Santa Anna, altamente indignado de las humillaciones a que los americanos habían tratado de sujetar a la nación, había celebrado pocos días antes en el Palacio una junta de jefes, en la cual se decidió que la defensa no se limitase al interior de la ciudad, sino que las tropas saldrían afuera a buscar al enemigo.
Combinada, pues, la resolución del general americano de destruir la fundición, con el acuerdo del presidente de la República, debía dar por resultado una batalla, y precisamente una batalla en las lomas de Tacubaya.

PASEMOS UN MOMENTO AL TERRENO

Al occidente del cerro de Chapultepec hay un edificio conocido con el nombre del Molino del Rey, dividido en dos secciones por un acueducto. Una sección del edificio es el molino de harinas conocido de pocos años a esta parte con el nombre de El Salvador, y la otra el antiguo molino de pólvora, en la época de que vamos hablando, destinado a la fundición de cañones. Fuera de estos edificios se halla un área enteramente descubierta. Limitan el conjunto de estas construcciones, que aunque arruinadas son de tezontle y cantería, al norte una calzada llamada de Anzures, que quiebra para la conocida con el nombre de la Verónica, y al sur las paredes de los mismos edificios, que miran a los campos y lomas de Tacubaya.
Ataque al Molino del Rey. Carl Nebel. Ca. 1847-1851. Litografía con gouache y acuarela.
El vasto edificio que hemos descrito tiene el frente medio hundido en una quiebra del terreno, que vulgarmente se conoce con el nombre de las Lomas del Rey, y es más bien una extensa mesa con muy pocas desigualdades, circundada de colinas poco elevadas, que en último término dejan ver una parte de la pintoresca cordillera que rodea el valle de México.
Al noroeste de los molinos hay otro edificio aislado, que se destinaba a depositar la pólvora, y se llama Casa Mata. Es de tezontle y cal, de forma cuadrada, y rodeado de un pequeño foso y de algunas obras de fortificación defectuosa que, aunque se aumentó en esos días, presentó muy débil resistencia.
General Winfield Scott. C. G. Crehen. Ca. 1847-1850. Litografía. Biblioteca del Congreso, Washington, EUA.
Estos edificios se hallaban protegidos por los fuegos del castillo de Chapultepec, que estaba coronado de cañones.
Veamos cómo se estableció la batalla sobre este terreno.
Se formó una línea oblicua, apoyándose la izquierda en los edificios de los molinos; la derecha, en la Casa Mata, y el centro, en una pequeña zanja seca, que ponía a cubierto a la tropa de una parte de los fuegos que pudiera hacer el enemigo.
Las fuerzas que cubrieron esta línea de batalla, según la orden del 6 al 7 del general Santa Anna, y de cuya exactitud estamos perfectamente seguros por los diversos informes que hemos adquirido, eran las siguientes:
En los molinos, izquierda de la línea: brigada del general León, compuesta de los batallones de Guardia Nacional Libertad, Unión, Querétaro y Mina. Esta tropa fue reforzada en la mañana del 7 por la brigada del general Rangel.
En la Casa Mata, derecha de la línea: El 4º ligero y el 11º de línea, que formaban parte de la brigada del general graduado don Francisco Pérez.
En el terreno intermedio entre los molinos y la Casa Mata, centro de la línea: La brigada del general Ramírez, compuesta de los batallones 2º ligero, Fijo de México, y 1º y 2º de línea, con seis piezas de artillería.
La reserva, compuesta de los batallones 1º y 3º ligeros, en el bosque de Chapultepec.
La fuerza que había de decidir por nosotros la batalla era la caballería, compuesta de cuatro mil hombres.
Se situó esta fuerza, al mando del general Álvarez, en la hacienda de los Morales, a menos de una legua de distancia de Chapultepec. En la tarde del mismo día 7, el general Santa Anna ordenó que la caballería se situase a tiro de fusil de la Casa Mata, con las instrucciones necesarias para que obrara con decisión rompiendo el flanco izquierdo del enemigo. El terreno, si no era absolutamente plano, sí al menos bastante a propósito para ejecutar un rompimiento con éxito.
El mismo general Santa Anna colocó en persona estas fuerzas con la tranquilidad y confianza de quien espera un triunfo con una fe ciega. Respecto del general Juan Álvarez, fue minucioso en sus instrucciones, pues hasta le marcó el terreno por donde debía desfilar. Como un hecho sentamos que en lo general estas disposiciones fueron no sólo aplaudidas sino calificadas de buenas y acertadas. Debe añadirse a esto la armonía que reinaba entre la tropa de línea y la Guardia Nacional, y el entusiasmo de todos los defensores de la capital, que se manifestó de una manera notable cuando se divisó una columna enemiga en el camino que conduce de Tacubaya a las lomas. Era tanto el orden y la confianza que reinaba en nuestra línea, que el comandante del 3º ligero de infantería señaló frente de sus soldados la distancia de un tiro de fusil, ordenando que, hasta que el enemigo no llegara a ese punto, no se rompiera fuego.
En la tarde, el campamento era un paseo. El general Santa Anna, rodeado de sus ayudantes, recorrió todos los puntos de la batalla, recibiendo aplausos.
Hasta aquí no puede notarse una sola medida que no hubiese sido acertada: en lo de adelante, el lector, sólo por la simple y verídica narración de los hechos, conocerá los errores que se cometieron.
Al anochecer del día 7 esta línea de batalla tan admirablemente formada se desbarató en parte. El general Santa Anna ordenó que varios cuerpos de la derecha, centro e izquierda, pernoctasen en diversos puntos.
En la Casa Mata permanecieron dos cuerpos, el 4º y el 11º. De la brigada del general Rangel, una parte se situó en la casa de Alfaro (calzada de México a Chapultepec) y otra entró en la capital. El 3º ligero durmió en Chapultepec.
Las seis piezas de artillería del centro de la línea, que se colocaron en un magueyal frente a la casa del molino, quedaron durante la noche absolutamente sin custodia, a pesar de las activas diligencias e instancias del general Carrera, que estaba persuadido de la entidad y consecuencias de tamaña falta o de tan inconcebible descuido.
Ya se conoce perfectamente que la línea de batalla en la noche no era igual a la que existía por la tarde.
Nos ocuparemos ahora del ejército americano. El general Scott había establecido su cuartel general en Tacubaya, y allí fue donde dio la orden número 95, que hemos mencionado al principio, por la cual prevenía se atacasen las posiciones del Molino y la Casa Mata; esto lo rectificamos porque aun hemos oído decir a muchos, que esta batalla no fue originada sino por un reconocimiento que el enemigo intentó hacer de Chapultepec.
General Antonio López de Santa Anna. A. Hoffy. Ca. 1847. Litografía. Biblioteca del Congreso, Washington, EUA.
La brigada al mando del general Worth, a quien fue encomendada esta función de guerra, fue reforzada por tres compañías de dragones fuertes de doscientos setenta hombres; por dos piezas de artillería ligeras; por dos de sitio de a veinticuatro, y por la brigada del general Cadwallader, compuesta de setecientos ochenta hombres. La fuerza total con que los enemigos emprendieron el ataque fue de tres mil quinientos infantes, ocho piezas de artillería y trescientos caballos.
Así, mientras los americanos habían aumentado su...

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