Variedades de la lengua española
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Variedades de la lengua española

Francisco Moreno-Fernández

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Variedades de la lengua española

Francisco Moreno-Fernández

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Variedades de la lengua española ofrece un panorama general de la variación dialectal y sociolingüística en el espacio hispanohablante, presentado por uno de los más prestigiosos expertos en la materia.

La lectura de este manual permitirá familiarizarse con los rasgos que distinguen las diferentes variedades geográficas del español, con una comprensión adicional de las causas históricas y políticas de sus diferencias y de sus implicaciones sociales. Cada capítulo incluye sugerencias de lecturas complementarias y propone temas de debate e investigación, así como un glosario que explica la terminología algo más especializada. Complementariamente, el texto remite a materiales audiovisuales disponibles en la red que permiten una aproximación más directa a las variedades del español.

Estas páginas son de interés tanto para los hispanohablantes nativos como para los no nativos interesados por la diversidad dialectal. Asimismo, esta obra puede servir como texto primario, de apoyo o complementario para los estudiantes, el profesorado y los hispanistas interesados por el conocimiento de las variedades geográficas y sociales de la lengua española.

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Information

Publisher
Routledge
Year
2019
ISBN
9780429762611
Edition
1
Subtopic
Idiomas

Capítulo 1
Lenguas y diversidad

Introducción

La diversidad lingüística es uno de los grandes tesoros de la humanidad. Su origen está íntimamente ligado tanto a la propia naturaleza del lenguaje, como a los condicionamientos socioculturales y contextuales en que las lenguas se desenvuelven. Las cuestiones que suscita la diversidad de lengua son numerosas y profundas, desde el modo en que se genera, hasta su distribución geográfica, en la actualidad y a lo largo de la historia.
Este capítulo presenta el origen y el estado actual de la diversidad de lenguas en el mundo, prestando atención a su desarrollo histórico y distribución geográfica. Trata también de la variación y el cambio lingüísticos como factores determinantes de la diversidad.
Los objetivos de este capítulo son los siguientes:
  1. presentar el origen y desarrollo de la diversidad lingüística;
  2. determinar la posición del español entre las lenguas del mundo;
  3. explicar el origen y desarrollo de las variedades dialectales en relación con sus entornos socioculturales;
  4. presentar los fundamentos del cambio lingüístico en su relación con factores internos y externos.

1.1 La diversidad lingüística

El desarrollo del intelecto humano y la multiplicidad de modos de vida no pueden entenderse adecuadamente si no se valora la diversidad de lenguas. Las formas en que tal diversidad se origina y manifiesta son muy distintas y complejas porque en ellas están implicados componentes biológicos, sociológicos, históricos, etnográficos y antropológicos, más allá de los netamente lingüísticos. Por eso merece la pena preguntarse cómo ha surgido la diversidad y cómo se distribuyen las variedades lingüísticas por el planeta.
La diversidad lingüística guarda ciertos paralelismos con la multiplicidad de especies que habitan la Tierra. Asimismo, en relación con la diversidad genética humana, se han llegado a asociar las variantes raciales, con las lenguas que se hablan en el mundo. Las grandes migraciones de la antigüedad supusieron la dispersión de grupos humanos con rasgos genéticos precisos y, al mismo tiempo, de las lenguas que hacían posible la comunicación entre ellos. De hecho, la distribución de lenguas en el mundo se asocia parcialmente a acontecimientos abruptos, desde un punto de vista sociodemográfico, como las migraciones masivas, las invasiones o las conquistas. Pensemos, por ejemplo, que la difusión de la gran familia indoeuropea, en su conjunto, ha estado íntimamente ligada a los fenómenos de la colonización y de la migración. De hecho, estos factores han sido determinantes, por ejemplo, en la historia del español. Sin embargo, no puede olvidarse que genes y lenguas no se identifican necesariamente y que la genética es ajena a la historia social de las lenguas.
La gran cantidad de lenguas y variedades habladas por comunidades de tamaño muy pequeño explica que muchas de ellas estén en peligro de extinción: al ser manejadas por grupos reducidos de hablantes, generalmente grupos indígenas, no permiten su uso con ciertos fines comunicativos (por ejemplo, para la ciencia o las nuevas tecnologías) y ello obliga a utilizar una lengua más general, que puede acabar desplazando a la minoritaria en su propia comunidad de origen. Esta es la situación que se vive en muchos entornos bilingües del espacio hispanohablante, tanto en América como en África.
Por otro lado, entre las lenguas vivas se cuentan las modalidades nacidas de los contactos entre lenguas diferentes, contactos que también han sido consecuencia, en su mayoría, de las navegaciones patrocinadas por las potencias europeas desde 1500. Estos contactos llevaron a la necesidad de comunicación entre los hablantes de lenguas europeas (francés, español, holandés, inglés, portugués) y los hablantes de lenguas originarias de África, Asia, América u Oceanía. De esa comunicación surgieron variedades mezcladas, utilizadas solo con ciertos fines comerciales, pero que, en muchos casos, acabaron convirtiéndose en la lengua materna y propia de una comunidad. Estas lenguas reciben la denominación de lenguas criollas. Las diferencias en los estilos de colonización de las potencias europeas explican parcialmente que haya más lenguas criollas de base inglesa o francesa que de base española (§ 14.4.2).
Finalmente, entre las lenguas del mundo también se incluyen las lenguas de signos utilizadas por la población con carencia o deficiencia auditiva. Quienes no pueden percibir los sonidos ni emitirlos con facilidad han intentado siempre comunicarse mediante gestos. Las lenguas de signos se han formalizado y han sido reconocidas en el seno de las diferentes comunidades lingüísticas, pero no han de entenderse como derivaciones o variantes de las lenguas habladas, sino como auténticas modalidades lingüísticas independientes. Dentro de la geografía hispánica, se usan diversas lenguas de signos o señas, como la lengua de signos española, mexicana, cubana, puertorriqueña, colombiana, peruana, chilena, argentina … Prácticamente cada país hispanohablante cuenta con su propia lengua de signos.

1.2 El español entre las lenguas del mundo

El número de lenguas que se hablan en el mundo se sitúa entre un mínimo de 4.500 y un máximo de 10.000, si bien la cantidad comúnmente aceptada es de alrededor de 6.000. La falta de información sobre muchas variedades lingüísticas y las dificultades para clasificarlas llevan a proponer estimaciones diferentes. El primero que elaboró un catálogo de las lenguas del mundo fue el jesuita español Lorenzo Hervás y Panduro, que entre 1800 y 1805 publicó en Madrid su Catálogo de las lenguas de las naciones conocidas.
Como se acaba de mencionar, la pregunta sobre el número de lenguas que se hablan en el mundo no tiene una respuesta clara ni única. En realidad, las disputas sobre la cantidad de lenguas no suelen dirimirse por media docena arriba o abajo, sino que, como hemos comprobado, la discrepancia puede ser de centenares. Tal nivel de divergencia se debe a una cuestión de perspectiva. El problema para conocer el número de lenguas del mundo – o incluso de un simple continente – no está en el mecanismo de recuento, sino en decidir qué se debe recontar. Así pues, el primer escollo que se ha de salvar es la definición de “lengua”; y el segundo consiste en la identificación de cada una de las lenguas. Sucede, sin embargo, que no es posible cerrar una definición de “lengua” con argumentos lingüísticos, ya que el concepto no es propiamente lingüístico, sino social. Llamamos lengua a aquello que convencionalmente hemos decidido llamar lengua. De este modo, el factor que impide determinar de modo preciso cuándo estamos ante lenguas distintas y cuándo ante dialectos geográficos o de otro tipo es, en gran medida, de naturaleza social y no lingüística: una cuestión de convenciones. El símil de las razas puede servir para comprender esta realidad. Hoy nadie cree que solo existan las tres razas que proponía Gobineau en 1853: blanca, negra, amarilla. Las etiquetas raciales son convenciones sociales que tienen que ver, no con manifestaciones fenotípicas, sino con los conocimientos y creencias de cada época y territorio. Las lenguas y los dialectos son entidades construidas socialmente: las primeras cuentan con el prestigio del uso público y de la escritura, junto al privilegio de la enseñanza formal o del uso literario. Los dialectos, no.
Los procesos de diversificación y difusión de lenguas han dado lugar, ya desde la prehistoria, a la formación de “familias”, que constituyen el objeto de estudio de la “tipología lingüística”. Una “familia lingüística” se define como un conjunto de lenguas y variedades que comparten un origen común, así como una serie de rasgos lingüísticos. Son esos rasgos comunes, pues, los que permiten la filiación y clasificación de las lenguas.
La clasificación de las lenguas es un procedimiento muy complejo, que consiste en la identificación de grandes agrupaciones de variedades lingüísticas que reciben el nombre de filos o macrofamilias. Esas macrofamilias se dividen en familias y estas se subdividen en subfamilias y en agrupaciones menores. La macrofamilia indoeuropea está integrada por varios grupos de lenguas (lenguas greco-armenias, indoiranias o balto-eslavas). Dentro de los grupos se identifican, a su vez, familias de lenguas: en la balto-eslava, la báltica y la eslava; en la indoirania, la indoaria y la irania. Así pues, junto a los grupos, se distinguen familias y, dentro de estas, subfamilias. A la familia indoeuropea propiamente dicha pertenecen las subfamilias germánica y celto-itálica. En la subfamilia germánica se inscriben lenguas como el inglés, el alemán, el sueco o el danés. A su vez, a la subfamilia celto-itálica pertenecen las lenguas itálicas, entre las que se incluye el latín.
A partir del latín nacieron lenguas que reciben el nombre de románicas o romances: francés, italiano, portugués, catalán, gallego, rumano … Aquí se incluye también el español. Así pues, el español es una lengua románica o romance, de la subfamilia itálica, de la familia indoeuropea, de la gran macrofamilia indoeuropea, que procede, a su vez, de un antiguo protoindoeuropeo. Actualmente, las lenguas de la familia indoeuropea, la de mayor número de hablantes, agrupa las lenguas de un 45% de la población mundial.

1.3 La variación lingüística

Uno de los conceptos clave que explica el porqué y el cómo de la diversificación lingüística es el de “variación”; es decir, la cualidad de las lenguas por la que es posible utilizar diferentes variantes o formas para expresar unos mismos significados. Esto ocurre cuando en español se elige entre amara y amase, entre se lo dije y se los dije o entre los sonidos [ʝ] y [ʃ] para la consonante inicial en llave. La variación es uno de los factores que contribuyen a los cambios lingüísticos, que pueden llevar a la aparición de lenguas diferentes. Y la variación y el cambio a menudo están a su vez correlacionados con factores culturales, sociales, contextuales, de gran o de pequeño alcance, que afectan a las lenguas en su evolución y distribución espacial. Entre los factores sociales se incluyen la edad, el sexo o género, la raza o etnicidad, y el nivel socioeconómico o el barrio de residencia.
La diversificación lingüística no es un fenómeno fácil de rastrear. La diferencia entre la lengua francesa y la española puede resultar más que evidente para cualquiera en la actualidad, pero no resulta fácil para nadie, ni siquiera para los especialistas, explicar con precisión cómo se llegó a una y otra lengua a partir de unas variedades del latín de constitución borrosa y siguiendo un proceso cuyas etapas no se conocen pormenorizadamente.
La variación lingüística es un factor que impide determinar con precisión cuándo estamos ante una lengua y cuándo ante una variedad de una lengua, llámese dialecto, habla o de cualquier otra forma. De igual manera, es la variación la que dificulta la tarea de establecer precisos límites geográficos o cronológicos entre modalidades lingüísticas. A menudo somos capaces de distinguir a los miembros de nuestra comunidad de los residentes en la comunidad contigua, tal vez por el uso característico de esta o aquella palabra; tal vez por la pronunciación de un sonido diferenciador. Otras veces somos capaces de intuir que alguien no es de nuestra misma procedencia, aunque no acertemos a explicar por qué. Todo ello ocurre porque la lengua se manifiesta de modo variable, como reflejo de su esencia variable.
Las lenguas se ven afectadas por factores que provocan variación y que pueden ser internos (lingüísticos) o externos. Aunque los factores lingüísticos son cruciales, cualquier estudio de los dialectos que no tenga en cuenta los factores externos, al menos la geografía, no sería propiamente dialectológico. Pensemos que los dialectos se definen precisamente por factores que no tienen que ver con las lenguas mismas. Esos factores no solo crean variación, sino que, de un modo u otro, condicionan toda nuestra experiencia comunicativa. Hablamos, por un lado, del tiempo y el espacio; por otro, de la sociedad y el contexto inmediato.
El espacio es decisivo en la configuración del lenguaje y sus manifestaciones, tanto en el individuo como en la sociedad. Las lenguas, sus variedades, suelen estar vinculadas a una geografía, donde se concreta la expresión de una cultura o de una identidad. Esto no significa que una lengua no pueda aprenderse o utilizarse fuera de su “geografía natural”, como lo demuestran día a día el aprendizaje de lenguas extranjeras en las aulas, la comunicación escrita, tanto en formato físico como digital, o el manejo de lenguas artificiales, creadas precisamente para un uso pretendidamente universal.
El vínculo entre “lengua” y “territorio”, supone la inmersión de la lengua en una cultura, en un medioambiente, en una historia, en una arquitectura, en un urbanismo, en un entorno humano. Esta realidad condiciona algo tan importante como el saber enciclopédico de los hablantes, más allá de su nivel de escolarización, confiriéndoles un bagaje léxico y fraseológico particular, junto a una sintaxis y una fonética características. Los hablantes procedentes de áreas geográficas diferentes se reconocen por su común conocimiento enciclopédico, que los hace receptivos al mismo tipo de humor, de ironías, de inferencias, de connotaciones, de referentes culturales y hasta de emociones.
Del mismo modo, es frecuente identificar como característicos de una región vocablos que resultan particulares, no tanto por su forma lingüística, como por el hecho de reflejar una realidad cultural determinada. En español, se consideran andalucismos, usos propios de la región española de Andalucía, voces como faralá, salmorejo, bulería o costalero, pero no se trata estrictamente de peculiaridades de lengua, sino de realidades culturales de Andalucía, pertenecientes al ámbito del vestido, la gastronomía, el flamenco o la religiosidad, respectivamente. Algo similar podría comentars...

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