FRAGMENTOS
INTRODUCCIÓN
Según vimos en la introducción general, bajo el nombre genérico de fragmentos se encubren los restos de un crecido número de obras hesiódicas que es conveniente individualizar de la forma más precisa posible. Y no es la menor razón que nos asiste en esta particularización el hecho de que tres cuartas partes de los fragmentos aquí recogidos —el total ronda los cuatrocientos— puedan ser atribuidas a obras cuyo contenido no debe permanecer en el vacío. Con tal proceder intentamos restar fuerza a la idea tan difundida de que hablar de fragmentos es cuasi sinónimo de referirse a algo desdeñable. No, estos restos, en lugar de desprecio, merecen una solicitud muy esmerada. La actitud de nuestro acercamiento a ellos debe ser idéntica a la que adoptamos cuando en la actualidad recorremos los recintos arqueológicos del mundo clásico: nos gusta colocar cada pieza dispersa (basamentos, columnas, etc.) en su lugar exacto, recomponiendo mentalmente la figura de un todo subyugante.
Bien es verdad que no todos los materiales reunidos llevan la marca inconfundible, el cuño imborrable de Hesíodo. Y no la llevan porque esa marca perfecta, invariable e inconfundible, no existe tampoco en los poemas hesiódicos de atribución segura. Corremos, pues, el riesgo de equivocarnos en nuestras atribuciones en la configuración cabal de estos edificios poéticos tan arruinados. Y es que, en esta nuestra exploración filológico-arqueológica, nos acompaña indefectiblemente no solo la garantía de quienes, a lo largo de los siglos, leyeron a Hesíodo, copiaron su obra o lo citaron de manera explícita y escrupulosa, sino también la sombra de quienes consideraron excelsa su poesía y, por tanto, digna de aplicada y fructífera imitación.
Con todo, hemos de procurar que la presentación de estas reliquias, al tiempo que sugerente, se haga acreedora tan solo de las inevitables reservas a que algunos de los textos acotados nos inducen. Ahí radica precisamente la necesidad de aplicar un método válido que nos lleve a distinguir lo hesiódeo (fragmentos 1-342) de lo que lo es solo a medias (fragmentos dudosos 343-363) y de lo que no lo es en absoluto (fragmentos espúreos 364-413).
Dentro de lo hesiódeo, se impone también una distinción entre los restos ubicables y los de localización incierta (frs. 303-342), criterio este que puede aplicarse de igual modo a los fragmentos pertenecientes a una misma obra (frs. 205-245).
Apoyados en estas premisas metodológicas y vivencia-les, vamos a insistir, pues, en el valor de todos estos poemas fragmentariamente conservados, procurando, siempre que ello sea posible, adelantar los rasgos perceptibles de su estructura.
I. — El Catálogo de las mujeres, también conocido con el nombre de Eeas, es, entre las obras fragmentarias, la que mayor difusión tuvo en la Antigüedad y la mejor representada en nuestros fragmentos (frs. 1-245).
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