Chile [golpeado]
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Chile [golpeado]

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Chile [golpeado]

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En estas crónicas aparece el Chile golpeado de ayer, ese país que pasó de la utopía al golpe; de la dictadura a la transición. Osorno, Valdivia, Temuco, Santiago, La Serena son ciudades que la escritora argentina María Moreno recorre un poco antes de las elecciones de 1970, traduciendo el mapa del viaje militante de su novio comunista.Unos años después regresa sola, en medio de la Unidad Popular, presencia la emblemática visita de Fidel, participa de las amistades solidarias que proliferaban en ese "diurno de Chile". El escritor mexicano Yuri Herrera llega por primera vez en 1997, para visitar a unos antiguos amigos, a un país que le parece "obliterado por militares, mala memoria y economistas armados hasta los dientes de Friedman; un país derrotado".Transcurre el último quinquenio de los noventa y los colores variopintos del consenso; también el revuelo del arresto de Pinochet en Londres y las primeras chispas de Lumaco, el "Chiapas chileno". Las consecuencias de esos episodios le parecen, en su segundo viaje, indicios de un inconsciente político activado con la revuelta estudiantil de 2011.

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Information

Publisher
Banda Propia
Year
2020
ISBN
9789560936264
Actopan, México, 1970.
Es Licenciado en Ciencias Políticas y Doctor en Lengua y Literatura Hispánicas. Ha publicado las novelas Trabajos del reino (2004), que recibió el Premio Binacional de Novela Border of Words y Premio Otras Voces, Otros Ámbitos, Señales que precederán al fin del mundo (2009) y La transmigración de los cuerpos (2013); el libro de no-ficción El incendio de la mina El Bordo y los cuentos de ciencia ficción Diez planetas (2019). Sus libros han sido traducidos a numerosas lenguas. Fue fundador de la revista literaria El Perro, y ha colaborado en periódicos y revistas de Estados Unidos, España y América Latina. Actualmente es docente de la Universidad de Tulane, en Nueva Orleans. Visitó Chile en 1997, poco antes de que Pinochet fuera nombrado senador vitalicio y de que fuera arrestado en Londres, mientras el dictador celebrara en grande su cumpleaños y los focos aislados de protesta eran reprimidos con dureza. Regresó en 2012, después del movimiento estudiantil del año anterior, la protesta social más importante desde el retorno a la democracia. Allí se encontró con un país transformado, con una ciudad que se habitaba en un «intervalo de luma y pingüinos», como nombra su crónica.

Intervalo de luma y pingüinos

Un día a finales de los ochenta el general golpista se convenció de que la gente ya había olvidado el 11 de septiembre o ya se había acostumbrado al despojo, y aceptó que se pusiera a votación su cargo. Fue entonces que mi amigo Daniel Sellés regresó a Chile. Nos habíamos conocido cuatro años antes en una escuela preparatoria en Pachuca. Daniel había llegado a la ciudad con su madre Scarlett, su hermano Iván y su hermana Andrea. Me contó que en la primera noche todavía no arreglaban los asuntos más elementales de su subsistencia; tenían hambre, pero no tenían dinero y salieron a caminar por el barrio sin saber muy bien qué hacer, hasta que de repente se toparon con una señora que freía algo en un anafre. Pequeñas tortillas de maíz a las que ponía un poco de papa encima, una rajita de pechuga de pollo y salsa verde picante. Chalupas. Descubrieron que lo poco que traían les alcanzaba para que comieran los cuatro. Vieron que las chalupas eran buenas y supieron que ahí podían quedarse.
Para mí ya era una familia mexicana. Sí, tenían ritos extraños en la intimidad: la once, el cantadito de agudas sílabas cerradas, la manera en que utilizaban algunos artículos, pero era una familia que yo esperaba se quedaría en este otro terruño. Por eso me entristecí muchísimo cuando, poco a poco, fueron regresando al Cono Sur. Chile para mí era un país que había sido obliterado por militares, mala memoria y economistas armados hasta los dientes de Friedman; un país derrotado. ¿A qué se iban?, pensaba. Pero entendí que debían regresar, esta era la época en que todavía tenía sentido el heroísmo, y podían ver como algo heroico volver a la tierra de la que habían sido expulsados, lidiar con el horror del recuerdo y recuperar lo que era suyo, comenzando por el voto en el plebiscito.
Daniel ya instalado en Chile, intercambiábamos cartas en las que nos contábamos el deslumbramiento de la universidad, referíamos proezas sexuales y tragedias amorosas, dábamos noticias vagas de la familia. Una vez varios amigos en Pachuca nos emborrachamos alrededor de una grabadora y mandamos el casete para horror de su polola, que tuvo que escuchar una serie de guarradas adolescentes en boca de gente que se suponía ya era adulta. Daniel volvió a México un par de años más tarde, lo paseamos, lo fotografiamos, y prometimos que se repetiría pronto.
Pero no nos volvimos a ver hasta que, en 1997, Daniel me contó que estaba ya trabajando como geólogo, que ganaba bien y que me invitaba a pasar unas semanas con él y Carola, su pareja. Viajé en el verano austral de ese año. Bebí cantidades vergonzosas de pisco, conversé con más geólogos que nunca en mi vida, visité los cafés «con piernas», en los que las meseras atienden medio desnudas a oficinistas que se comportan con una indiferencia perturbadora; hice un viaje de varios días a Temuco con Scarlett, y al volver a México publiqué una crónica de mi viaje en Etcétera. Era un texto lleno de estupor y de coraje por ver la manera en que se regodeaba una dictadura triunfante a pesar de haber perdido en las urnas, y trataba de diseccionar lo que había visto con las herramientas que había adquirido estudiando Ciencias Políticas. Titulé la crónica «La tarde de un día difícil. Chile a mitad de su transición».
Tardaría otros quince años en volver a Chile.
Al volver de este último viaje recuperé la crónica de entonces, el recuento de unas cuantas semanas de uno de los últimos veranos de la dictadura enquistada.

La tarde de un día difícil

Chile a mitad de su transición (versión menardizada)1
Para Daniel y Carola

Bienvenido a la democracia

Santiago. El 25 de noviembre de 1997, más de cuatro mil personas se manifestaban frente al cerro Santa Lucía contra el jefe de las Fuerzas Armadas chilenas. No era la única muestra de repudio del día; por la mañana un grupo de jóvenes había entregado simbólicamente en la sede del Ejército un boleto de ida sin regreso hacia España para el general Augusto Pinochet. Era el día de su cumpleaños. Mientras el exdictador lo celebraba en las lujosas instalaciones de Casapiedra, la manifestación en el centro de Santiago se había tornado violenta con la aparición de un grupo de anarquistas —molotovs en mano— que dio a los pacos, los carabineros, los miembros de la policía nacional chilena, el pretexto para reprimir cuando el primero de los tres discursos anunciados recién comenzaba. Los manifestantes se replegaron hacia la Plaza de Armas y la plaza Bulnes, y en grupos de trescientas, cuatrocientas personas, intentaron reorganizarse. Los pacos cargaron contra la multitud dispersa a golpe de macana y gases lacrimógenos. En ese momento pasaba por el bandejón central un transeúnte ajeno al mitin, que al ver la desbandada caótica de los manifestantes se asustó y corrió, con tal mal tino que en vez de guarecerse fue a dar frente a un paco que no dudó ni un segundo en descargarle la luma sobre el cráneo. El rostro del transeúnte se cubrió enseguida de sangre. Eran las nueve de la noche, pero bajo la luz diáfana del verano austral un grupo de estudiantes de la Universidad de Chile que levantaba una barricada observó todo claramente y encaró a los pacos para evitar que detuvieran al herido. Lo rescataron y llevaron a una farmacia cercana, donde la dependienta intentó pararle la hemorragia. Ahí descubrieron que era sordomudo.
Furiosos, aunque una ambulancia ya se había llevado al herido, los estudiantes se dirigieron a la sede de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile para que los ayudaran a presentar una denuncia, pero ahí la confusión imperaba: los pacos detuvieron a un gran número de universitarios y todos sus esfuerzos se encaminaban a liberarlos. Un abogado les aconsejó ir a la sede del Partido Demócrata Cristiano. Así lo hicieron, junto con la madre del sordomudo. En el edificio de la DC los abogados se indignaron al escuchar la historia —también miembros de su juventud fueron reprimidos durante la jornada— y prometieron ayudar. Nosotros los llamamos, dijeron. Hasta donde yo supe, nunca lo hicieron.
La noticia no apareció en la prensa, que dedicó brevísimos y semiocultos comentarios a lo ocurrido en el centro de Santiago y páginas enteras a explicar en detalle los pormenores de la celebración. Distintos medios tuvieron la delicadeza de brindarle al público una infografía con la distribución de las mesas y los cientos de invitados a la fiesta en Casapiedra. Dos frecuencias de televisión por cable fueron contratadas especialmente para transmitir el suceso en vivo.

Los colores del consenso

La omnipresencia de las fuerzas del orden (en toda conversación que tuve con jóvenes santiaguinos apareció alguna mención a los pacos), la brutalidad ciega que los caracteriza, la decisión de los partidos de la Concertación de no hacer olas, la resistencia universitaria; todo en la historia del sordomudo sirve como emblema del Chile de hoy. A casi nueve años del plebiscito que devolvió el país a la democracia, el equilibrio en que esta se sostiene pasa por el respeto a las prerrogativas y privilegios que los grupos dominantes se asignaron a sí mismos a la hora de «entregar» el poder.
Tomás Moulian, autor de Chile actual: Anatomía de un mito, libro que en unas cuantas semanas se convirtió en un fenómeno editorial sin precedentes para una obra sociológica, afirmaba que «el Chile actual proviene de la fertilidad de un ménage à trois, es la materialización de una cópula incesante entre militares, intelectuales neoliberales y empresarios, nacionales o transnacionales. Coito de 17 años, donde lo social es construido como natural y donde (hasta ahora) solo hay paulatinos ajustes». En efecto, el acuerdo que regía las relaciones políticas y económicas de los chilenos era presentado como ...

Table of contents

  1. Portada
  2. Página legal
  3. Yergue el Ande
  4. Intervalo de luma y pingüinos