El futuro es libre
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El futuro es libre

Buen karma, mal karma y más allá del karma

Chögyam Trungpa

  1. 256 pages
  2. Spanish
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El futuro es libre

Buen karma, mal karma y más allá del karma

Chögyam Trungpa

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El karma se ha convertido en un término popular en Occidente. A menudo se ha relacionado con ideas un tanto ingenuas o deterministas del renacimiento y la reencarnación, o se ha equiparado con concepciones de moralidad y culpabilidad.Chögyam Trungpa desentraña en este magistral texto este tema intrigante y malinterpretado. Para Trungpa, una buena comprensión del karma es una gran noticia, al mostrarnos que la liberación es posible y que el futuro nunca está predeterminado.Su original enfoque para presentar las enseñanzas budistas se presta a una visión profunda y perspicaz del karma, de sus causas y efectos, y de cómo cortar la raíz del propio karma.

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Information

Year
2020
ISBN
9788499887838

Parte II: La dolorosa realidad del samsara

5. El karma, el ego y la naturaleza búdica

La práctica de la meditación no es ningún estudio de la estructura de la iluminación. De hecho, en cierto sentido es bastante peligroso hablar de una mente iluminada en relación con la meditación. Podría ser bastante engañoso porque esto nos crearía expectativas, y el objetivo del camino espiritual es trascender la ambición o la batalla.22 Por lo tanto, presentar la meditación en términos de lo bueno que podrías llegar a ser en ella y lo emocionante que será una vez que alcances la iluminación parece ser una forma autodestructiva de presentar las enseñanzas. Con este enfoque, una persona no podría disfrutar del viaje, sino que estaría constantemente soñando con la meta.
Si no ves el proceso de tu viaje tal como es, te parecerá que el viaje no tiene ningún valor o ninguna razón. Cuando pones el foco sobre el deseo de alcanzar el estado de la iluminación y en lo que serás capaz de hacer cuando llegues allí, incluso antes de que empieces el viaje, ya estás soñando con el final del camino. Esperar a que se presente la situación ideal antes de empezar algo es siempre una fuente de problemas, tanto en la vida diaria como en la práctica de la meditación. Si tienes en mente toda suerte de planes emocionantes o ideas paranoicas, ni siquiera puedes empezar algo. Y si lo empiezas, la idea de lo que sería o debería ser se interpone en el camino. Así que necesitamos un peldaño que se llama yana, o vehículo, en sánscrito. El transporte es muy importante. Este peldaño o yana en particular es una forma de ver nuestro estado psicológico básico.
Cuando empezamos algo, siempre nos preguntamos si debemos lanzarnos y esperar lo mejor, o si debemos saber en qué nos estamos metiendo antes de empezar. Esos son los dos estilos de fe: la fe ciega y la fe inteligente. Esos dos enfoques de la fe siempre están implicados en el camino espiritual. La fe ciega se basa en el sueño, o la fantasía, de lo bueno que será el objetivo. Por lo tanto, no nos preocupa lo que sucede en el momento presente. Puede que ni siquiera nos molestemos en buscar un peldaño. La fe inteligente es una forma científica y crítica de ver el camino que estamos recorriendo. Es asegurarse de que el patrón del camino o la sustancia de lo que se está trabajando va a ser interesante o creativo.
Muchas veces, la gente se opone a la idea de aprender en el momento. Tratan de salirse de este enfoque científico o basado en la experiencia. En cambio, están buscando resultados inmediatos, que es el enfoque de la fe ciega. Esto es algo que tenemos que vigilar en nosotros mismos. Sin embargo, cuando las personas empiezan su viaje espiritual y todo su compromiso con el camino, el enfoque es siempre científico, seamos o no conscientes de ello, en el sentido de que nuestro viaje tiene que estar basado en una investigación personal de algún tipo. Muchas personas que se interesan por la meditación no provienen de un contexto en el que la meditación es parte de la cultura, como ocurre en el caso del budismo o del hinduismo. Muchos de nosotros hemos crecido en una tradición o ambiente que difiere mucho de esto. Pero casi todo el mundo, tanto de Oriente como de Occidente, llega a una conclusión común: la insatisfacción con la vida materialista. Esa insatisfacción también presenta una visión muy creativa: que en la vida debe haber algo más que esto. En general, eso es lo que nos lleva a la práctica de la meditación.
El enfoque natural y abierto de la mente en Occidente es, en gran medida, sano. Sin embargo, una vez que hemos encontrado una disciplina como la meditación, no debemos detener nuestra búsqueda. No deberíamos considerar la práctica como un alivio. Solo porque hayamos descubierto la meditación o el camino espiritual, ¡no podemos renunciar a todo lo que hay en nuestra vida, incluyendo nuestra inteligencia, y limitarnos a seguir ciegamente el camino! Tenemos que mantener el patrón de investigación que nos ha permitido lograr este descubrimiento. Más allá de esto, tenemos que seguir trabajando con nosotros mismos en el mismo estilo. Esto es muy importante.
A menudo se produce un conflicto entre el intelecto y la intuición. Tenemos que usar el intelecto como una forma de abrirnos al camino. En este caso, el intelecto se basa en la experiencia personal, en lugar de ser un enfoque seco y filosófico. Partiendo del descubrimiento intelectual y personal, podemos involucrarnos con la intuición. La intuición es la experiencia real de cómo nos sentimos y cómo exploramos lo que hemos descubierto con nuestro intelecto.
Parece importante saber algo acerca del medio hábil de la meditación y de su aplicación. De acuerdo con las enseñanzas budistas básicas, para aprender a meditar y aprender la filosofía básica de la meditación, primero debes saber cómo funciona la mente confundida –el ego, el yo o como quieras llamarlo–. Así que podríamos empezar por observar la confusión, o la mente samsárica, y luego ver cómo se aplica y se usa la meditación como una parte del patrón o del camino. La meditación es básicamente un proceso de desaprendizaje. Trata de deshacer y desenmarañar las reacciones kármicas en cadena que han sido generadas por la neurosis psicológica.
La evolución del ego no es algo que una vez sucedió. Funciona continuamente, se construye de forma constante. El nacimiento y el desarrollo del ego tienen lugar todo el tiempo. Tampoco el ego es una cosa sólida. Es un proceso que se da momento a momento y que ocurre todo el tiempo. Por ejemplo, supongamos que mencionas un río, pongamos el río Ohio. La próxima vez que vayas al río Ohio ya no estará allí. El agua que estaba allí cuando nombraste el río ha desaparecido. Ha ido al océano o a donde quiera que vaya. Así que el río no existe de una forma sólida. Es el nacimiento constante, la muerte constante. El ego es comparable a una colección de energía. Es como una luz que irradia todo el tiempo, que se mueve todo el tiempo. Por esto tenemos la oportunidad de insertar otras ideas en él, como la meditación. Si el ego fuera una cosa sólida, no habría forma de penetrar en él.
Todos empezamos nuestro compromiso con el camino desde la experiencia de la insatisfacción. Podríamos decir que la insatisfacción conduce a cuestionar, o que en sí misma es una pregunta embrionaria. Es decir, la pregunta contiene la respuesta. Así que nuestra insatisfacción es una forma de hacer esta pregunta. Yo no diría que la pregunta es una expresión de la confusión. Más bien, es un tipo de inteligencia. Es instinto básico, espacio básico, espacio abierto: sentimos que existe un tipo de espacio. Desde ese lugar y ese espacio, sentimos que podríamos asomarnos y, por lo tanto, hacemos preguntas. Tal vez ya tenemos la sensación de que las respuestas también se encuentran ahí dispuestas. Hacemos preguntas muy básicas, acerca de la vida y las enseñanzas, y cualquier pregunta que hagamos también contendrá espacio básico.
Si las situaciones están extremadamente saturadas, entonces no hay espacio para moverse. Pero en ocasiones nos encontramos con huecos en nuestra experiencia de la mente. Surge espacio, de vez en cuando. Es como si hubiéramos tirado una piedra a la superficie de un lago y la piedra hubiera generado una onda y la onda se expandiera y se expandiera y se expandiera. Es así. De repente, hay espacio y surge la inspiración, y empezamos a hacer todo tipo de preguntas.
Nos adentramos cada vez más en los detalles del significado del ser básico. Esa base23 fundamental, o espacio, que todos tenemos, se conoce como naturaleza búdica o tathagatagarbha. Es la inteligencia fundamental que percibe la respuesta, y, por lo tanto, también hace las preguntas. Hay algo muy positivo en ese espacio básico. Muchas personas, particularmente cuando son jóvenes, experimentan bastante a menudo un destello de ese espacio básico de iluminación. Ocasionalmente, el ego se olvida de cubrirse, por así decirlo. Así que aparece un hueco, un espacio, y entonces tratamos de cubrir ese hueco.
Hay apertura, pero también hay una tendencia a la sospecha. «Si descubro que no existe un yo sólido, no quiero saber nada más sobre ello. No quiero entrar en detalles.» Así que la pregunta básica o la inteligencia conduce tanto al miedo como a la inspiración.
Ese tipo de miedo abstracto o paranoia es la fuente de reacciones kármicas en cadena. Esa incomodidad fundamental es la sensación de que algo anda mal. Es posible que no descubras nada en absoluto. Es muy posible que no obtengas ninguna respuesta. A menudo tememos así a la confusión definitiva. La ignorancia consiste en esta actitud fatalista, este sentimiento de desesperación final. Cuando tratas de confirmar lo que eres, la respuesta paranoica final es que no existe nadie que tenga alguna experiencia en absoluto. Como no existe ningún «tú» sólido, no puedes aprender nada. Ese es el miedo a la inexistencia del yo. El estado sin ego se convierte en una amenaza para nosotros. La posibilidad de que no exista un ego, de que no exista un yo, como tal, es una amenaza muy poderosa. Supón que eso es cierto. Y, entonces, ¿qué? A partir de este miedo, queremos crear algo sólido básico. Pero para hacer algo sólido se necesita algún material con el que trabajar. Lo único que tienes que trabajar es la experiencia del espacio. Así que intentas solidificar ese espacio. Tratas de congelar el espacio.
Esa es la noción básica del nacimiento del ego. Experimentamos un vislumbre repentino de conciencia, de apertura, de nuestra inexistencia de identidad inherente.24 Entonces surge el miedo de descubrir dicha inexistencia por completo, así que tratamos de aferrarnos a algo y congelar esa inexistencia del ego. Tratamos de congelar el espacio que experimentamos. Ese es el principio del ego y el punto de partida del karma. La ignorancia en este caso no es una cuestión de estupidez. En este caso, la ignorancia es una cuestión de terquedad, en cierto sentido. De repente, nos sentimos desconcertados por el descubrimiento de la inexistencia de identidad inherente y no queremos aceptarlo. Queremos congelarlo. Queremos aferrarnos a ello de forma terca. Esa es la ignorancia básica.
En esta fase, no existe ningún proceso de relación, por así decirlo, en absoluto. Es una especie de ignorancia subdesarrollada. Más allá de eso, tratamos de expandir la ignorancia, intentando extender su existencia congelando o solidificando el territorio que se encuentra fuera de esa experiencia. Así que, desde la ignorancia básica, el siguiente paso es proyectar, lo cual se basa en algún tipo de fascinación. Estamos tratando de aprovechar al máximo nuestra separación, nuestra soledad. En otras palabras, intentamos encontrar una manera de ocuparnos, de distraernos de nuestra soledad. Ahí es donde comienza la reacción kármica en cadena.
El karma depende por lo general de la relatividad de esto y de aquello –es decir, de mi existencia y de mis proyecciones–. Así que el nacimiento del karma trata de mantenerse todo el tiempo muy ocupado. En otras palabras, existe un temor de estar desocupado. Debes tratar de demostrar todo el tiempo: «Yo existo. Soy lo que soy». La fascinación en este caso es una especie de medida patética de tratar de entretenerse con el pánico con un estilo muy torpe.
Este proceso de congelar el espacio y luego fascinarse es lo que se llama el primer skandha, el skandha de la forma, que es la primera fase en el desarrollo del ego. El siguiente proceso es que el ego desarrolla tres estrategias, que son la agresión, la pasión y la indiferencia o neutralidad. La primera estrategia empleada por el ego se basa en la neutralidad –la indiferencia–. Es una especie de ignorancia que trata de salir y extender sus tentáculos para percibir el territorio que hay a su alrededor. No obstante, desarrollas una especie de máscara o armadura, como si esos tentáculos estuvieran entumecidos. Desarrollas ese entumecimiento de manera que, si tocas una zona sensible, no tienes que involucrarte con ella y no te lastimas. Así que hay un entumecimiento natural –que va de la mano con el ego– que extiende sus tentáculos. Esta cualidad de ignorar es una ignorancia más activa que el proceso inicial de congelamiento o solidificación del que hablamos anteriormente.
A veces, es necesario algo más. Hay que comer para vivir. Esto está relacionado con la estrategia básica de la pasión: ¡tratar de agarrar las cosas y zampárselas! La pasión en este caso es un proceso muy general y fundamental de magnetizar y captar las cosas. No lo haríamos si ya nos sintiéramos lo suficientemente prósperos. Pero tenemos un sentimiento de pobreza o de hambre, un sentimiento de que no somos lo suficientemente fuertes o de que no estamos demostrando básicamente nuestra existencia, una sensación de que el mecanismo de supervivencia del ego no es suficiente. Así que hacemos un gesto patético, con intención de agarrar, de magnetizar otras cosas, tratando de etiquetar cosas como nuestra propiedad y agarrarlas, sujetarlas, aferrarnos a ellas. Dicho mecanismo de agarre es como un ciempiés con cientos de tentáculos que se extienden para sentir las cosas y tratar de agarrarlas.
La tercera estrategia, la agresión, es otra experiencia de pobreza. Sentimos que no podemos sobrevivir; por consiguiente, tenemos que protegernos de cualquier cosa que amenace nuestra propiedad o nuestra comida. También sentimos que tenemos que lanzarnos lo más rápido posible hacia las situaciones. Este tipo de velocidad básica está implicada en la agresión. Si somos conscientes de que algo amenaza la existencia de nuestro yo o de nuestro ego, lo desesperado es tratar de correr cada vez más rápido, con la intención de encontrar todas las formas posibles de alimentar nuestro ego. Esa velocidad básica es una expresión de nuestra agresión y no es más que otro esfuerzo patético. Estas tres estrategias son una forma de establecer el territorio del ego. Son lo que se llama el segundo skandha, o etapa, del ego: el skandha de las sensaciones. Sentir que se está aquí obviamente es bastante primitivo, y muy diferente de las sensaciones en el sentido de las emociones.
En este punto, el ego todavía se encuentra muy subdesarrollado y siente que necesita algo más para mantenerse a sí mismo y funcionar correctamente. La siguiente etapa es reforzar este tipo de sentimiento rudimentario a través de la percepción. Una vez establecido su territorio, intentarás desarrollar una red de comunicaciones eficiente. Es como si hubieras establecido tu territorio y ahora establecieras tu sede en el territorio para comunicarte con las áreas que se encuentran a tu alrededor. Por lo tanto, se trata de una cuestión de tomar conciencia del centro. El egocentrismo es la base de la percepción: ¡estableces que tienes algo de lo que ser egocéntrico! Con el primer skandha, te estableciste a ti mismo y también estableciste tu territorio. Con el segundo skandha, elaboraste tu estrategia para gestionar tu territorio utilizando la agresividad, el aferramiento y la ignorancia. Ahora, con el tercer skandha, la perspectiva o la visión del ego se vuelve más sólida. El tercer skandha, el de la percepción, se basa en la sensación de autoconciencia de que hay que informar de manera eficaz a los cuarteles generales de lo que está ocurriendo y también hay que ordenar cada situación organizando otra estrategia que los cuarteles generales a su vez envían a los territorios. Así que la pro...

Table of contents

  1. Cubierta
  2. Portada
  3. Créditos
  4. Dedicatoria
  5. Introducción
  6. Prefacio
  7. Parte I: El nacimiento del karma
  8. Parte II: La dolorosa realidad del samsara
  9. Parte III: El futuro es libre
  10. Coda: el karma en la vida cotidiana
  11. Agradecimientos
  12. Fuentes
  13. Libros relacionados de Chögyam Trungpa
  14. Acerca del autor
  15. Notas
  16. Contracubierta