Mística y humanismo
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Juan Martín Velasco

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Mística y humanismo

Juan Martín Velasco

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Estas páginas se proponen ofrecer algunas razones en apoyo de las afirmaciones de Rahner -"El cristiano de mañana será místico o no será cristiano"- y Malraux -"El problema capital del final de siglo será el problema religioso"-. En ellas se trata de justificar la hipótesis o, tal vez mejor, de expresar la doble convicción de que el cultivo de la dimensión mística es condición indispensable para la supervivencia de las religiones, y en especial del cristianismo, en las actuales circunstancias socio-culturales; y de que una religión, en concreto un cristianismo, que desarrolla su dimensión mística está en condiciones de contribuir, en colaboración con el resto de las espiritualidades de nuestros días, a la construcción de un humanismo digno del hombre.El libro empieza describiendo, mediante algunas alusiones, la actual situación religiosa, con el fin de mostrar que, a pesar de determinadas apariencias, la mística no tiene nada de anacrónica ni de "impertinente" para nuestro tiempo. Se aborda después la inevitable tarea de eliminar en lo posible la "infinita confusión" que encierra la palabra "mística", ofreciendo los resultados de una elemental fenomenología del hecho místico. En el tercer capítulo se sitúa el elemento místico en el conjunto del fenómeno religioso. Para terminar abordando la cuestión de la relación entre mística y realización del ser humano, humanismo y mística. El capítulo quinto constituye un corolario en el que se trata de mostrar cómo una figura extraordinariamente significativa y característica de nuestro tiempo ha vivido su condición de místico en perfecta consonancia con el espíritu del siglo XX y ha conseguido, gracias a la experiencia espiritual que describen sus "Confesiones", encontrar un camino de respuesta a una de las cuestiones fundamentales de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, el "misterio" del sentido último de la vida.

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Information

Publisher
PPC Editorial
Year
2010
ISBN
9788428822473
1
ACTUALIDAD Y PERTINENCIA DE LA MÍSTICA EN TIEMPOS DE CRISIS DE LA RELIGIÓN
La elección del tema «mística y humanismo» para el Aula «Joan Maragall» requiere alguna justificación. Porque la Fundación tiene uno de sus fines principales en la promoción y el fomento del diálogo del cristianismo con la sociedad y la cultura contemporáneas y cabe preguntarse si tiene algo que aportar a este objetivo un tema como el elegido. Nadie duda de que determinados aspectos del fenómeno religioso son de palpitante actualidad. Pensemos, por ejemplo, en las muy vivas discusiones sobre la religión y su presencia en las sociedades contemporáneas, la constante aparición de nuevos movimientos religiosos, los debates sobre la conveniencia y la modalidad del estudio de la religión, o las suscitadas hace unos años sobre la conveniencia de mencionar el cristianismo en el texto de la fallida Constitución Europea, las preocupaciones y los temores que suscita el fundamentalismo religioso, el hecho del encuentro entre las religiones y la promoción del diálogo interreligioso como medio para la instauración de una ética mundial como base para la promoción de la paz en el mundo. Estos aspectos de la situación están mostrando la actualidad y la vigencia de un fenómeno, el religioso, que las teorías de la secularización de hace solo medio siglo habían declarado condenado a la desaparición, o al menos a la insignificancia, a muy breve plazo.
Pero esa actualidad parece deberse a la presencia en las religiones de unos elementos: el ético, el político, el institucional, estrechamente vinculados con la religión como hecho social, como tradición y parte de la cultura, que conserva una poderosa capacidad de influjo sobre los grupos sociales, de movilización de recursos en las personas, con repercusiones importantes sobre sus vidas y las vidas de las sociedades de las que forman parte. De ahí que reflexionar sobre la religión o el cristianismo desde el punto de vista de las teologías políticas o de la liberación, o desde la perspectiva de su presencia en sociedades laicas como las actuales, o de su realización en una sociedad intercultural, o de su aportación a un mundo globalizado, o de su posible influjo en la búsqueda de respuestas al problema, al drama ingente de la injusticia en el mundo, reflexionar sobre la religión desde cualquiera de estas perspectivas sería visto unánimemente como un problema actual digno de ser abordado por una institución que promueve el diálogo del cristianismo con la cultura.
Pero ¿qué puede significar para personas con los pies en el suelo de los problemas y las preocupaciones actuales la religión como mística? ¿En qué puede contribuir a la vigencia del cristianismo en nuestras sociedades y en nuestra cultura la dimensión mística de la religión, es decir, su aspecto más íntimo, aquel que remite a su condición de camino para la relación personal, interior como ninguna otra, de sus miembros con el misterio de Dios? ¿Qué puede aportar a la sociedad y a la cultura una consideración de la religión que, por debajo de sus aparatos institucionales, de sus sistemas doctrinales, de sus estructuras rituales, la descubre, en palabras de María Zambrano, como «viviente hálito que en múltiples formas indefinibles, incaptables ante la razón, levanta la vida humana, la incendia o la serena, llevándola por secretos lugares, engendrando esas vivencias que resume el término “mística”» [1]. No faltará quien considere un sarcasmo que, cuando vivimos problemas tan acuciantes como la convivencia en paz, la injusticia y sus secuelas para masas de personas de la población mundial, los estudiosos de la religión dediquemos nuestra atención y nuestro tiempo a reflexionar sobre aspectos del fenómeno religioso tan sutiles, dirán algunos, tan inútiles, dirán otros, en todo caso tan ajenos a esas preocupaciones de una urgencia extrema que hemos enumerado.
El gran estudioso suizo de la mística alemana, Alois M. Haas, se refería de pasada en un estudio sobre la tipología de la mística a la opinión de un teólogo católico, compatriota suyo, que le parecía abundar en la idea de la aparente «impertinencia» y extemporaneidad del problema de la mística en nuestro tiempo. Refiriéndose a la fórmula patrística: «Dios se hizo hombre para que el hombre se haga Dios», que ha inspirado la mística cristiana tanto oriental como occidental, Hans Küng se expresaba en uno de sus más difundidos libros en estos términos: «¿Pero qué hombre razonable quiere hoy llegar a ser Dios?». La fórmula en cuestión chocaría según él «con una incomprensión casi completa. El tema, altamente actual para el hombre de cultura helenista, del intercambio entre Dios y el hombre... no es, para un tiempo que vive tan agudamente la experiencia del “eclipse de Dios” y de su ausencia, tema en absoluto. Nuestro problema hoy no es la divinización, sino la humanización del hombre» [2]. Es decir, que la mística, para este teólogo cristiano, carecería de toda actualidad y pertinencia; sería sencillamente anacrónica.
Para ser justos con el autor de tales afirmaciones, hay que hacer constar que inmediatamente después añadía: «La multiforme deshumanización del hombre a escala individual y social, unida a la moderna desdivinización de Dios y a las deshumanizadas divinidades que lo han sustituido: partido, Estado, raza, ciencia, dinero, culto a la personalidad, poder, muy bien pueden dar motivo de mayor apertura a la antigua verdad de que sin Dios no es posible una verdadera humanización del hombre en la esfera individual y social» [3].
Por la misma época y desde la conciencia aguda de la crisis de las religiones establecidas, sus instituciones y prácticas, K. Rahner había escrito en forma de profecía: «El hombre religioso de mañana será un místico, una persona que ha experimentado algo, o no podrá seguir siendo cristiano». Poco después precisaría: «El cristiano de mañana será místico o no será cristiano» [4]. Numerosos estudios más recientes, sobre todo en el área de habla alemana, vienen mostrando lo atinado del pronóstico de Rahner, y lo justifican sobre todo porque la crisis de las instituciones religiosas y la secularización de la sociedad y la cultura hacen que solo una religión personalizada tenga la posibilidad de sobrevivir[5].
En otro contexto, y en la estela de los muchos autores que a lo largo del siglo xx han venido lamentando y denunciando la deshumanización que ha supuesto la extensión en Occidente de una cultura centrada exclusivamente en el progreso de la ciencia, el avance de la técnica y el crecimiento económico, con un descuido casi total de la razón abierta a las preguntas relativas a los fines, al sentido y al cultivo de los valores espirituales, A. Malraux había afirmado ya en 1955: «El problema capital del final de siglo será el problema religioso». «Se trata –añadía– de reintegrar a los dioses frente a la más terrible amenaza que haya conocido la humanidad». Posteriormente, en 1975, reaccionando a la atribución que venía haciéndosele de la rotunda afirmación: «El hombre del siglo xxi será religioso o no será», precisará: «Se me ha hecho decir que el siglo xxi será religioso. Jamás he dicho tal cosa... Lo que digo es algo más incierto. No excluyo la posibilidad de un acontecimiento espiritual a escala planetaria» [6]. En todo caso parece claro que el célebre escritor y político francés mantenía la convicción de que solo el cultivo de la dimensión espiritual, que constituye con frecuencia otro nombre para la mística, supondrá una barrera eficaz contra el peligro de deshumanización que amenaza a la humanidad de nuestros días.
Las páginas que siguen se proponen ofrecer algunas razones en apoyo de las afirmaciones de Rahner y Malraux. En ellas me propongo justificar la hipótesis o, tal vez mejor, expresar la doble convicción de que el cultivo de la dimensión mística es condición indispensable para la supervivencia de las religiones, y en especial del cristianismo, en las actuales circunstancias socio-culturales; y de que una religión, en concreto un cristianismo, que desarrolla su dimensión mística está en condiciones de contribuir, en colaboración con el resto de las espiritualidades de nuestros días, a la construcción de un humanismo digno del hombre. La validación de esta convicción-hipótesis hace indispensable comenzar preguntándose por la actualidad de la mística y por las diferentes formas de mística en la actualidad. Porque algo tan decisivo para que el hombre viva religiosamente y tan indispensable para que el sujeto religioso esté en condiciones de colaborar a la humanización de la humanidad como es la mística puede, en un determinado momento, eclipsarse culturalmente, no corresponder a las corrientes más superficiales, los gustos del momento o las modas culturales, pero en modo alguno será insignificante ni anacrónico para la causa del hombre y para aquellos que están interesados en su futuro.
Por creer que una descripción fiel de la situación de la mística requiere la referencia al marco más amplio de la situación religiosa en que se inscribe, intentaré a continuación la descripción a gran escala y a grandes rasgos de la situación religiosa en nuestras sociedades llamadas avanzadas.
1. La situación religiosa de los países europeos
en el umbral del tercer milenio
No necesito advertir que soy consciente de que no existe una situación, sino una notable pluralidad de situaciones, incluso a la reducida escala de nuestro continente, y de que todas ellas son extraordinariamente complejas y presentan aspectos que parecen contrarrestarse y contradecirse, dando lugar a diagnósticos variados y hasta contradictorios. Pero estoy convencido de que los acontecimientos de la segunda mitad del siglo xx han generado en toda Europa una serie de cambios socio-culturales, económicos, políticos y religiosos que configuran una nueva situación religiosa.
a) Una situación radicalmente nueva
No quiero caer en la ilusión de pensar que nuestros tiempos son únicos; ni siquiera que son especialmente graves: los cristianos de todos los tiempos parecen haber tenido la impresión de que también los suyos lo eran. San Agustín, san Buenaventura, santa Teresa de Jesús, son testigos fehacientes de ello. Pero no cabe duda de que en la historia hay épocas de cambios especialmente radicales; cambios de época, cambios de paradigma, que llevan o producen verdaderas mutaciones históricas. Nuestro tiempo en los países europeos está viviendo un cambio de ese estilo. Para dar cuenta de su alcance, algunos hablan de un nuevo «tiempo eje». Porque en la segunda mitad del siglo xx ha eclosionado, extendiéndose a la masa de los ciudadanos y de los miembros de la Iglesia, un cambio que venía gestándose desde hace varios siglos, los que dura la época moderna[7].
El cambio se refiere a una forma de cristianismo que, aunque con transformaciones impor...

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