Albert Camus, periodista
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Albert Camus, periodista

De reportero en Argel a editorialista en ParĂ­s

MarĂ­a Santos-Sainz

  1. 336 pages
  2. Spanish
  3. ePUB (adapté aux mobiles)
  4. Disponible sur iOS et Android
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Albert Camus, periodista

De reportero en Argel a editorialista en ParĂ­s

MarĂ­a Santos-Sainz

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"Este libro es una llamada de alarma. Es una invitaciĂłn a que el periodismo se levante y reencuentre altura y grandeza, rechace la facilidad y combata las corrupciones que lo minan y desacreditan. En nuestros tiempos de incertidumbre el periodismo corre el riesgo de someterse a los embates de la propaganda y a las trampas de las ofensivas cruzadas del dinero y el poder. La autora, siguiendo las huellas de Albert Camus, invita a practicar el periodismo crĂ­tico". Edwy Plenel, fundador y director de 'Mediapart'.

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Informations

Année
2016
ISBN
9788416881642

CapĂ­tulo 1

Apunte biogrĂĄfico

Infancia en Belcourt

«Nadie de mi alrededor sabía leer. Tenga eso en cuenta»[14], comentó Albert Camus a los dieciocho años a su profesor universitario Carl. A. Viggiani tras entregarle un trabajo en la Facultad de Letras de Argel. Esta anécdota recogida por su amigo periodista de Combat Roger Grenier[15], reclamando una lectura indulgente de su primer trabajo universitario impreso, revela mucho del largo itinerario que recorrería Camus, que le llevaría desde Argel hasta Estocolmo. Es un recorrido que durarå poco mås de veinte años.
Nada le predestinaba a cursar estudios. Su madre y su abuela querĂ­an que dejase la escuela para ser aprendiz y ganarse la vida en vez de perder el tiempo en los banquillos de la escuela. Impensable tambiĂ©n ir a la universidad. Y aĂșn menos ser periodista y mĂĄs tarde ocupar un lugar preferente en la RepĂșblica de las Letras francesa. E inimaginable era llegar a ser Premio Nobel de Literatura. Nada de su entorno social presagiaba el destino al que su humilde cuna no le encaminaba en principio. Su madre, su abuela y sus tĂ­os maternos Joseph y Étienne, con quienes vivĂ­a, no sabĂ­an leer, y en la casa no habĂ­a ningĂșn libro. En su hogar hablaban poco y cuando lo hacĂ­an era en un francĂ©s rudimentario mezclado con expresiones de un dialecto menorquĂ­n. Albert Camus aprenderĂ­a el francĂ©s casi como una lengua extranjera en la escuela.
Para entender a Camus, hay que volver la vista a su niñez: «el ĂĄmbito donde se producen todas las batallas interiores», el origen de la construcciĂłn de la identidad. El territorio de la infancia: el barrio de Belcourt, un arrabal proletario donde conviven familias de inmigrantes, el sol, el mediterrĂĄneo, la pobreza, las dificultades, pero tambiĂ©n la felicidad, la camaraderĂ­a, la enfermedad, el ansia de vivir, la Ă©poca espinosa y dramĂĄtica que le tocĂł transitar. Ver sus pasiones: la lectura, la escritura, el teatro, el fĂștbol[16], los amigos, la palabra, el pensamiento y el compromiso. Él mismo lo reconoce en sus diarios en 1945: «El hombre que serĂ­a si yo no hubiese sido el niño que fui»[17].
En su obra Bodas, Camus recoge la expresión de Píndaro retomada por Nietzsche: «No es fåcil convertirse en lo que uno es»[18]. Su experiencia de vida y de pensamiento gira en torno al mismo imperativo existencial: convertirse en lo que es. Camus hizo de las dificultades una manera de construirse.
Ser fiel a Albert Camus implica entender tambiĂ©n la adecuaciĂłn entre la obra, sus escritos periodĂ­sticos y su existencia, la reflexiĂłn y el engagement. La singularidad de la obra —tanto periodĂ­stica como literaria— de Camus reside en su intento de comprender el mundo, en su sensibilidad ante la causa de los oprimidos, en el sufrimiento de los inocentes y, ante todo, en ser un hombre libre, a menudo a contracorriente. En su equipaje siempre lleva Camus su pasiĂłn por la justicia y la libertad. EntendĂ­a que «la libertad no es nada mĂĄs que una oportunidad para ser mejor». Ese serĂĄ un hilo conductor que le conducirĂĄ como periodista a denunciar los abusos del poder y como escritor a cuestionarse el absurdo de la existencia, proponiendo la rebeldĂ­a como contrapeso a las injusticias de la vida.
El acceso a la cultura se convertirå en el pasaporte que le permitirå llevar a cabo su singular viaje, marcado por el compromiso, primero con el periodismo y luego con el mundo intelectual. Cuando su abuela materna le inscribe en la biblioteca del barrio y se convierte en un lector voraz y cuando mås tarde descubre la colección de obras clåsicas de la literatura francesa en casa de su tío Gustave, el niño Camus decide su vocación: ser escritor.
MĂĄs tarde confesarĂĄ no haber conseguido nunca «superar una infancia difĂ­cil y austera». Aunque en su primera obra, El revĂ©s y el derecho (1937), escrita con tan sĂłlo veintidĂłs años, matiza en el prĂłlogo que «la pobreza, en primer lugar, nunca me pareciĂł una desgracia: la luz derramaba sobre ella sus riquezas. IluminĂł incluso mi rebeldĂ­a. Fueron casi siempre, creo poder decirlo sin hacer trampa, rebeldĂ­as por y para todos y para que la vida de todos creciera en la luz»[19]. Pero era un universo alejado de la cultura, donde nadie sabĂ­a leer ni escribir, y apenas hablar un francĂ©s correcto. Un ambiente donde reinaba el silencio. Su madre tenĂ­a problemas de locuciĂłn, su vocabulario se restringĂ­a a unas cuatrocientas palabras[20], y ademĂĄs era sorda. Como tambiĂ©n lo era su tĂ­o, Étienne, sordomudo de nacimiento, tonelero de oficio, quien vivĂ­a con ellos junto a la abuela, bastante taciturna y autoritaria, que pegaba mĂĄs que hablaba, segĂșn relata el propio Camus en su novela autobiogrĂĄfica El primer hombre: «La abuela pasaba detrĂĄs de Ă©l, cogĂ­a el lĂĄtigo llamado vergajo, que colgaba detrĂĄs de la puerta, y le daba tres o cuatro fustazos en las piernas y en las nalgas que le quemaban hasta hacerle gritar»[21]. Camus recuerda cĂłmo su abuela —quien llevaba la voz cantante en la casa— le prohibĂ­a jugar al fĂștbol durante el recreo para evitar gastar la suela de los zapatos ya que el patio del colegio era de cemento:
Ella misma compraba para sus nietos unos duros y pesados zapatos cerrados que esperaba que fueran inmortales. De todas formas, para aumentar su conservaciĂłn, mandaba a poner en las suelas unos enormes clavos cĂłnicos que presentaban una doble ventaja: hacĂ­a falta gastarlos antes de gastar la suela y permitĂ­an verificar las infracciones a la prohibiciĂłn de jugar[22].
La madre de Camus se habĂ­a instalado en casa de la matriarca del clan nada mĂĄs partir su marido a la guerra en 1914. Camus apenas tenĂ­a un año. AtrĂĄs quedaba una vida en el campo, en el pueblecito de Mondovit, donde su progenitor era obrero agrĂ­cola en una bodega de vinos. El padre es enviado al frente como otros muchos pieds-noirs para combatir en la batalla del Marne nada mĂĄs desencadenarse la Primera Guerra Mundial. Un obĂșs le estalla en la cabeza, le deja ciego y una semana mĂĄs tarde, el 14 de octubre de 1914, fallece en el hospital de Saint-Brieuc.
Huérfano, nunca llegó a conocer a su padre. Una ausencia que le marcarå para siempre y le dejó una herencia: el rechazo a la guerra, un pacifismo de por vida. El mensaje postmortem de su padre le había enseñado el significado de ser un hombre: «lo contrario a la barbarie»[23]. En su obra El hombre rebelde escribirå: «Un hombre sin ética es una bestia salvaje arrojada sobre el mundo»[24]. En su libro póstumo e inacabado El primer hombre, Camus rememora a su progenitor: «Cuando le movilizaron, mi padre nunca había visto Francia. La vio y lo mataron. Es lo que una humilde familia como la mía aportó a Francia»[25].
Muchos años mås tarde Camus irå a visitar la tumba de su padre por expreso deseo de su madre, aunque ella «casi nunca hablaba del desaparecido». Allí, delante de la låpida de ese «muerto desconocido», leyó las fechas 1885-1914 e «hizo automåticamente el cålculo: veintinueve años». Camus tenía cuarenta.
El hombre enterrado bajo esa låpida, y que había sido su padre, era mås joven que él. Y la ola de ternura y compasión que de golpe le llenó el corazón no era el movimiento del ånimo que lleva al hijo a recordar al padre desaparecido, sino la piedad conmovida que un hombre maduro siente ante el niño injustamente asesinado, algo había ahí que escapaba al orden natural y, a decir verdad, ni siquiera existía orden, sino sólo la locura y el caos del momento en que el hijo es mås viejo que el padre[26].
Para la madre, Albert Camus se parecía físicamente a su padre[27], y decía de él que «había muerto en el campo de honor». Camus trata de imaginar «lo que podía haber sido un hombre que justamente le había dado esa vida para ir a morir poco después a una tierra desconocida, al otro lado de los mares»[28].
Con su mutismo trĂĄgico, la madre guarda en una cajita de bizcochos la cruz de guerra y la medalla militar de su marido, asĂ­ como la esquirla del obĂșs que le estallĂł en la cabeza. TambiĂ©n guardaba algunas postales que le habĂ­a mandado desde el frente, ya que el padre de Camus aprendiĂł a leer y escribir siendo ya adulto. «En el orfanato no les enseñaban nada. La Ășltima postal: “Estoy herido. Nada grave. Tu marido”. Y muriĂł al cabo de unos dĂ­as», segĂșn narra Camus en El primer hombre. Y la enfermera escribiĂł: «Es lo mejor. Hubiera quedado ciego o loco. TenĂ­a mucho coraje»[29].
Camus intenta reconstruir su infancia, la vida de sus padres, ayuda a su madre a recobrar la memoria de lo que voluntariamente ha querido olvidar, en su vida de abnegaciĂłn y silencio. Y apunta:
La memoria de los pobres estå menos alimentada que la de los ricos, tiene menos puntos de referencia en el espacio, puesto que rara vez dejan el lugar donde viven, y también en el tiempo, con una vida uniforme y gris[30].
Su madre, Catherine SintĂšs, de ascendencia española, provenĂ­a de una familia de inmigrantes de Menorca. La abuela materna de Camus, MarĂ­a Catalina Cardona, habĂ­a nacido en el pueblecito menorquĂ­n de Sant LluĂ­s, y tambiĂ©n se habĂ­a quedado viuda muy joven, a cargo de nueve hijos. EmigrĂł a Argelia como muchos otros españoles sin recursos[31], en su mayorĂ­a braceros y jornaleros —de las Islas Baleares pero tambiĂ©n de la regiĂłn de Alicante y de AndalucĂ­a—, que iban a trabajar en las tierras de los colonos franceses en busca de una vida mejor.
Criada por sus padres mahoneses en una pequeña finca del Sahel, se había casado muy joven con otro mahonés, delgado y frågil, cuyos hermanos se habían instalado en Argelia en 1848 después de la muerte trågica del abuelo paterno, poeta en su tiempo, que componía versos montado en una burra y recorriendo los caminos de la isla entre los muretes de piedra seca que separan los huertos[32].
Emigrantes e hijos de emigrantes[33], la historia de los Sintés y de los Camus. Analfabeta y sorda, su madre, Catherine Sintés, trabaja a destajo como mujer de la limpieza para sacar adelante al clan familiar. Una mujer bondadosa, sin conocimiento de la maldad, que vivía su destino con cierta resignación. La madre se convierte en el interlocutor de los escritos de Camus[34]: la pobreza, la miseria, el silencio, la sumisión. Y la describe así: «Dulce, cortés, conciliadora, incluso pasiva, y sin embargo jamås conquistada por nada ni por nadie, aislada en su semisordera, en su dificultad de lenguaje, bella seguramente pero casi inaccesible»[35].
Una madre omnipresente, imagen poderosa en la que se mirarĂĄ toda la vida. En su nombre y en el de todos los oprimidos, tomarĂĄ Camus partido. Pero siempre sin venganza ni resentimiento:
[
] cómo aguantaba ella sola la dura jornada de trabajo al servicio de los demás, los suelos limpiados de rodillas, la vida sin hombre y sin consuelo entre los restos engrasados y la ropa sucia de los otros, los largos días de faena acumulados en una existencia que, privada de esperanza, había perdido todo resentimiento, una vida ignorante, obstinada, resignada a todos los sufrimientos, tanto los suyos como los ajenos[36].
Por las mañanas Catherine limpia en una fåbrica de municiones y por la tarde hace de asistenta por horas en casas y comercios. Una vida de criada, trabajando para los demås, llena de abnegación y dignidad, que les permite salir adelante no sin muchas dificultades. Una herencia que retoma el propio Albert Camus: «En cualquier caso», explica, «aquel hermoso calor que imperó en mi infancia me vedó cualquier resentimiento»[37].
De ella dirĂĄ Albert Camus: «Ante mi madre siento que pertenezco a un noble linaje: el que no envidia nada. Bastaron el silencio, la reserva, el orgullo natural y parco de aquella familia, que casi no sabĂ­a leer, para darme, a la sazĂłn, las lecciones mĂĄs elevadas, esas que duran siempre»[38]. Pero tambiĂ©n subrayarĂĄ mĂĄs tarde Camus que la Ășnica aristocracia que reconoce es «la del trabajo y la inteligencia»[39]. De su madre aprenderĂĄ a desconfiar de los salones del poder. Cuando el 14 de julio de 1951 le invitan al ElĂ­seo y se lo comenta a su madre ella, en vez de deslumbrarse por tal invitaciĂłn, le responde: «Eso no es para nosotros. No vayas, hijo, no te fĂ­es. Eso no es para nosotros»[40]. Y la cuestiĂłn queda zanjada. Camus nunca irĂĄ al ElĂ­seo, al palacio de la RepĂșblica. DesconfĂ­a de los oropeles del poder.
Camus destacó por su precocidad en el colegio, en el liceo y después en el terreno literario. Comienza a escribir su primer libro El revés y el derecho siendo estudiante de Filosofía, en 1934, con apenas 21 años. La obra, que serå rescatada en Francia veinte años mås tarde por Gallimard, contiene ya la génesis en torno al misterio de la madre y el silencio. Camus se pasa toda la vida interpretando sus silencios, ese mutismo casi patológico. Numerosos especialistas[41]de Camus reconocen el impacto de su madre en su obra, hasta el punto de considerarlos indisociables: «símbolo del universo en su totalidad» o «aquella en la que todo estå contenido».
Muchas de las claves de su niñez se encuentran en Le premier homme, la obra con la que arranca su Ășltima etapa «de vuelta a los orĂ­genes», a la infancia, a la felicidad, al amor. En ella explica el motivo principal que le mueve: «En resumen, voy a hablar de aquellos a los que quis...

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  1. Portada
  2. Créditos
  3. TĂ­tulo y autor
  4. Dedicatoria
  5. Citas
  6. PrĂłlogo
  7. Nota de intenciones
  8. IntroducciĂłn
  9. CapĂ­tulo 1. Apunte biogrĂĄfico
  10. CapĂ­tulo 2. Reportero en Argel
  11. CapĂ­tulo 3. La aventura periodĂ­stica en Combat
  12. CapĂ­tulo 4. HĂĄbil polemista
  13. CapĂ­tulo 5. Reflexiones sobre el periodismo
  14. Capítulo 6. Columnista en L’Express
  15. CapĂ­tulo 7. Periodismo y compromiso
  16. Anexos
  17. CronologĂ­a
  18. Referencias bibliogrĂĄficas
  19. Agradecimientos
  20. Mecenas
  21. Contraportada
Normes de citation pour Albert Camus, periodista

APA 6 Citation

Santos-Sainz, M. (2016). Albert Camus, periodista ([edition unavailable]). Editorial Libros.com. Retrieved from https://www.perlego.com/book/1916386/albert-camus-periodista-de-reportero-en-argel-a-editorialista-en-pars-pdf (Original work published 2016)

Chicago Citation

Santos-Sainz, MarĂ­a. (2016) 2016. Albert Camus, Periodista. [Edition unavailable]. Editorial Libros.com. https://www.perlego.com/book/1916386/albert-camus-periodista-de-reportero-en-argel-a-editorialista-en-pars-pdf.

Harvard Citation

Santos-Sainz, M. (2016) Albert Camus, periodista. [edition unavailable]. Editorial Libros.com. Available at: https://www.perlego.com/book/1916386/albert-camus-periodista-de-reportero-en-argel-a-editorialista-en-pars-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Santos-Sainz, MarĂ­a. Albert Camus, Periodista. [edition unavailable]. Editorial Libros.com, 2016. Web. 15 Oct. 2022.