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Pulgarcita
Antes de enseñar lo que sea a quien sea,
al menos hay que conocerle. ¿Quién acude,
hoy dĂa, a la escuela, a la universidad?
I
Novedades
Este nuevo alumno, aquella joven estudiante, nunca han visto ni ternera, ni vaca, ni marrano, no saben cĂłmo se ponen los huevos. En 1990, la mayorĂa de los humanos, en todo el planeta, trabajaba en los campos y en los pastos; en 2011, en diversos paĂses de Europa, apenas hay campesinos, sĂłlo un uno por ciento. Sin duda, hay que ver en esto una de las rupturas histĂłricas mĂĄs importantes desde el NeolĂtico hasta nuestros dĂas. Centradas antaño en las prĂĄcticas geĂłrgicas, nuestras culturas, de repente, cambiaron. A pesar de que, en nuestro planeta, todavĂa comemos de la tierra.
Aquella o aquel a quien hoy os presento ya no vive cerca de los animales, ya no habita la misma tierra, ya no tiene la misma relaciĂłn con el mundo. Ella o Ă©l admira Ășnicamente una naturaleza que es como una Arcadia, la del ocio o el turismo.
Vive en la ciudad. De sus antecesores, mĂĄs de la mitad vivĂan en los campos. Pero ella ahora, sensible al medio ambiente, prudente y respetuosa, produce menos poluciĂłn que nosotros, adultos inconscientes y narcisistas.
Ya no tiene la misma vida fĂsica, ni su mundo es igualmente numeroso: de golpe, la demografĂa ha saltado de dos mil a siete mil millones de humanos, en el transcurso de una sola vida humana; ella o Ă©l habita un mundo mĂĄs lleno.
AquĂ, su esperanza de vida se acerca a los ochenta años. El dĂa de su boda, sus bisabuelos se juraron fidelidad por apenas un decenio. Ăl y ella, si se plantean vivir juntos, ÂżjurarĂĄn acaso lo mismo por sesenta y cinco años? Sus padres heredaron hacia la treintena, ellos esperarĂĄn a la vejez para recibir este legado. Ya no conocen, ni las mismas edades de la vida, ni el mismo matrimonio, ni la misma transmisiĂłn de bienes.
Cuando iban a la guerra, con la flor en la punta del fusil, sus padres ofrecĂan a la patria una esperanza de vida breve; ÂżirĂĄn ellos igualmente, teniendo ante sĂ la promesa de seis decenios?
Desde hace sesenta años, intervalo inédito en la historia occidental, ni él ni ella han conocido la guerra, y pronto tampoco la habrån conocido ni sus dirigentes ni sus maestros.
Como se benefician de una medicina al fin eficaz y encuentran en la farmacia analgĂ©sicos y anestĂ©sicos, han sufrido menos, estadĂsticamente, que sus antecesores. Hambre, Âżla han pasado? Pero es que, ya sea religiosa o laica, toda moral es al fin y al cabo una serie de ejercicios destinados a soportar un dolor inevitable y cotidiano: enfermedad, hambre, crueldad del mundo.
No tienen ya ni el mismo cuerpo, ni la misma conducta; ningĂșn adulto les ha sabido inspirar una moral adaptada.
Mientras que sus padres fueron concebidos a ciegas, el nacimiento de ellos fue programado. Debido a que, en cuanto a tener el primer hijo, la edad promedio de la madre ha aumentado entre diez y quince años, los padres de los alumnos de hoy han cambiado de generación. Mås de la mitad se han divorciado. ¿Habrån abandonado, quizås, a sus hijos?
Ni Ă©l ni tampoco ella tienen ya la misma genealogĂa.
Mientras que sus antecesores se reunĂan en aulas culturalmente homogĂ©neas, ellos ahora estudian en un colectivo donde conviven diversas religiones, lenguas, orĂgenes y costumbres. Para ellos y para sus maestros el multiculturalismo es la regla. ÂżPor cuĂĄnto tiempo se podrĂĄ cantar todavĂa, en Francia, la «sangre impura» de un extranjero?
Ya no tienen el mismo mundo mundial, ya no tienen el mismo cuerpo humano. A su alrededor, los hijos y las hijas de inmigrantes, que han acudido a paĂses mĂĄs ricos, han vivido experiencias contrarias a las suyas.
Balance temporal. ¿Qué literatura, qué historia comprenderån, felices, sin haber vivido la rusticidad, los animales, la cosecha estival, cien conflictos, cementerios, heridos, gente hambrienta, patria, bandera sangrienta, monumentos a los muertos... sin haber experimentado el sufrimiento, la urgencia vital de una moral?
Notas:
II
Esto en cuanto al cuerpo;
y esto, al conocimiento
Sus ancestros basaban su cultura en el horizonte temporal de unos miles de años, embellecidos por la AntigĂŒedad grecolatina, la Biblia judĂa, algunas tablillas cuneiformes y una prehistoria corta. El horizonte temporal de Pulgarcita, que ahora se cuenta por miles de millones de años, se remonta hasta la barrera de Planck, pasa por la formaciĂłn del planeta, la evoluciĂłn de las especies y una paleoantropologĂa millonaria.
Ellos, que ya no habitan el mismo tiempo, viven una historia muy diferente.
Son formateados por los media, difundidos por adultos que han destruido meticulosamente su facultad de atenciĂłn reduciendo la duraciĂłn de las imĂĄgenes a siete segundos y el tiempo para responder a preguntas a quince, segĂșn cifras oficiales; medios en los que la palabra mĂĄs repetida es «muerte» y la imagen mĂĄs representativa la de los cadĂĄveres. Desde los doce años, estos mismos adultos les obligaron a ver mĂĄs de veinte mil asesinatos.
Formateados por la publicidad: ÂżcĂłmo se les puede enseñar que la palabra «relais», en lengua francesa, se escribe «-ais», si por todas partes, en los anuncios, la encuentran escrita «-ay»? ÂżCĂłmo se les puede enseñar el sistema mĂ©trico, si de la manera mĂĄs estĂșpida, la SCNF les vende SâMiles?
Nosotros, adultos, hemos convertido nuestra sociedad del espectĂĄculo en una sociedad pedagĂłgica que eclipsa la escuela y la universidad con su c...