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El almuerzo desnudo
William S. Burroughs, Mariano AntolĂn Rato
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- 256 pages
- Spanish
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El almuerzo desnudo
William S. Burroughs, Mariano AntolĂn Rato
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El almuerzo desnudo, una de las novelas mĂĄs mĂticas de la literatura norteamericana, es un descenso a los infiernos de la droga y una denuncia horrorizada y sardĂłnica, onĂrica y alucinatoria de la sociedad actual, un mundo sin esperanza ni futuro. Burroughs dispara sus flechas contra las religiones, el ejĂ©rcito, la universidad, la sexualidad, la justicia corrupta, los traficantes tramposos, el colonialismo, la burocracia y la psiquiatrĂa representada por el siniestro Dr. Benway, el gran manipulador de conciencias, el experto en control total.
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Sujet
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Literatura generalISLAM INC. Y LOS PARTIDOS DE INTERZONAS
Yo estaba trabajando en una empresa que se llamaba Islam Inc., y que financiaba A. J., el famoso Mercader de Sexo que escandalizó a la buena sociedad internacional cuando se presentó en el baile del Duc de Ventre disfrazado de pene andante y cubierto con un enorme condón que llevaba escrito el lema de A. J.: «¥No pasarån!»
âDe bastante mal gusto, amigo mĂo âdijo el duque.
A lo que replicĂł A. J.:
âLevante el suyo con vaselina Interzonas âaludiendo al escĂĄndalo de la vaselina que todavĂa estaba incubĂĄndose por entonces. Las agudezas de A. J. se refieren frecuentemente a sucesos futuros. Es un maestro del corte de efecto retardado.
Salvador Hassan OâLeary, el rey de las secundinas, estĂĄ metido tambiĂ©n. Es decir, una de sus sociedades filiales ha hecho algunas contribuciones no especificadas, y una de sus personalidades subsidiarias ha sido agregada a la organizaciĂłn en funciones de asesoramiento sin compromiso ni colaboraciĂłn algunos con la polĂtica, acciones u objetivos de Islam Inc. Hay que mencionar tambiĂ©n a Clem y Jody, los Hermanos Ergot, que diezmaron la RepĂșblica de Hassan con trigo envenenado, Ahmed Autopsias y Hal Hepatitis, el mayorista de frutas y verduras.
Los militantes que asisten a las reuniones (de las que los mandarines se abstienen con gran prudencia) forman una chusma de mulays y muftĂes y mussines y caids y glauĂes y jeques y sultanes y santones y representantes de todos los partidos ĂĄrabes imaginables. A la entrada de cada reuniĂłn se registra cuidadosamente a los delegados, pero a pesar de ello, terminan invariablemente en un tumulto. Es frecuente rociar con gasolina a los oradores y prenderles fuego hasta que mueren, o que algĂșn rĂșstico jeque del desierto abra fuego contra sus oponentes con una ametralladora que habĂa escondido en la barriga de su oveja mascota. MĂĄrtires nacionalistas con granadas metidas en el culo se mezclan entre los asistentes a la reuniĂłn y de repente hacen explosiĂłn y causan fuertes bajas... Y hubo una vez que el presidente Ra tirĂł al primer ministro britĂĄnico al suelo y lo sodomizĂł por la fuerza, espectĂĄculo televisado en directo para todo el mundo ĂĄrabe. Los alaridos de felicidad se oĂan en Estocolmo. Una ordenanza de Interzonas prohĂbe cualquier reuniĂłn de Islam Inc., a menos de diez kilĂłmetros de los lĂmites de la ciudad.
A. J. (que en realidad es de una oscura extracciĂłn del PrĂłximo Oriente) posĂł un tiempo de gentleman inglĂ©s. Su acento inglĂ©s se desvaneciĂł con el Imperio BritĂĄnico, y despuĂ©s de la Segunda Guerra Mundial se convirtiĂł en americano por ley del Congreso. A. J. es un agente como yo, pero nadie ha podido descubrir de quiĂ©n o de quĂ©. Se rumorea que representa a un trust de insectos gigantes de otra galaxia... Yo creo que estĂĄ del lado factualista (como yo mismo); naturalmente, podrĂa ser agente licuefaccionista (el programa licuefactor versa sobre la eventual fusiĂłn de todos en el Uno a travĂ©s de un proceso de absorciĂłn protoplasmĂĄtica). En este negocio no se puede estar seguro de nadie.
ÂżLa tapadera de A. J.? Playboy internacional y bromista inofensivo. A. J. fue el que puso las pirañas en la piscina de Lady Sutton-Smith, y durante una recepciĂłn del Cuatro de Julio en la Embajada de Estados Unidos alegrĂł el ponche con una mezcla de ayahuasca, hachĂs y yohimbina, precipitando una orgĂa. A consecuencia de ello, diez eminentes ciudadanos (norteamericanos, por supuesto) murieron de vergĂŒenza. Morirse de vergĂŒenza es una hazaña exclusiva de indios kwaiutl y norteamericanos (otros dicen simplemente «Zut alors» o «Son cosas de la vida»* o «AlĂĄ el Todopoderoso me ha jodido»).
Y cuando la AsociaciĂłn Anti-FlĂșor de Cincinnati se reuniĂł para festejar su victoria con agua pura de la fuente, se les cayeron todos los dientes al instante.
âYo os digo, hermanos y hermanas del movimiento AntiFlĂșor, que en este dĂa hemos dado un gran paso por la pureza, un paso que ya nunca se desandarĂĄ... ÂĄFuera, proclamo, esos cochinos fluoruros extranjeros! Dejaremos esta hermosa tierra limpia y dulce como el tenso flanco de una adolescente... Y ahora vamos a cantar nuestro himno «El viejo cubo de roble».
Aparece un manantial iluminado por luces fluorescentes que juegan sobre Ă©l a base de colores espantosos de mĂĄquina de discos. Los antifluoristas pasan en fila junto al pozo y cantan mientras van tomando su bebida del cubo de roble...
«El viejo cubo de roble, el dorado cubo de roble...
El glubylubleogle...»
A. J. habĂa adulterado el agua y metido una raĂz sudamericana que convierte las encĂas en purĂ©.
(Oigo hablar de esa planta a un viejo buscador de minas alemĂĄn que se estĂĄ muriendo de uremia en Pasto, Colombia. Se cree que crece en la regiĂłn de Putumayo. Nunca localizĂł ninguna. No la buscĂł demasiado... El mismo individuo habla de un bicho parecido a un saltamontes grande que se llama xiucutil:
âEs un afrodisĂaco tan potente que si se te posa uno encima y no puedes encontrar una mujer inmediatamente, te mueres. He visto a los indios correr de un lado a otro para escapar del contacto de ese animal.
Por desgracia, yo nunca pude conseguir un xiucutil...)
Noche de estreno en la Ăpera de Nueva York. A. J. protegido por un olor repelente suelta un enjambre de xiucutiles. La señora VanderBligh espantando a manotazos un xiucutil:
âÂĄOh...! ÂĄOh...! ÂĄOoooooooh!
Gritos, cristales rotos, telas rasgadas. Intenso crescendo de gruñidos y chillidos y lamentos y gemidos y jadeos... Hedor a semen y coño y sudor y el olor rancio de los rectos penetrados... Brillantes, pieles, trajes de noche, orquĂdeas, smokings y paños menores salpican el suelo cubierto por una masa resollante de cuerpos desnudos, contorsionados, frenĂ©ticos.
Una vez, A. J. reservĂł mesa con un año de antelaciĂłn en Chez Robert, donde un gourmet enorme y gĂ©lido cuida de la mĂĄs exquisita comida del mundo. Tan venenosa y despectiva es su mirada, que mĂĄs de un cliente ha caĂdo fulminado y se ha revolcado por el suelo meĂĄndose por encima en un intento convulsivo de obtener gracia.
AsĂ que llega A. J. con seis indios bolivianos que mascan coca entre plato y plato. Y cuando Robert se apoya con toda su majestad gastronĂłmica sobre la mesa, A. J. mira por arriba y dice a grandes voces:
âÂĄHombre, macho! TrĂĄeme un poco de ketchup.
(Variante: A. J. saca un frasco de ketchup y riega con Ă©l la haute cuisine.)
Treinta gourmets paran de masticar al unĂsono. PodrĂa oĂrse bajar un soufflĂ©. Robert, por su parte, suelta un berrido de rabia como de elefante herido, corre a la cocina y se arma de un gran machete de carnicero... El sommelier lanza horribles rugidos, la cara se le pone de un extraño morado iridiscente... Rompe una botella de champĂĄn brut del 26... Pierre, el jefe de rango, agarra un cuchillo de trinchar. Los tres persiguen a A. J. por el restaurante entre gritos entrecortados de rabia inhumana... Mesas derribadas, vinos escogidos y viandas incomparables se estrellan contra el suelo. Gritos de «¥Hay que lincharlo!» surcan el aire. Un gourmet anciano, con ojos inyectados en sangre de mandril enloquecido, prepara una soga de ahorcado con un cordĂłn de cortinaje de terciopelo rojo... Al verse acorralado y en peligro de inminente descuartizamiento como mĂnimo, A. J. juega su Ășltimo triunfo. Echa la cabeza atrĂĄs y lanza una llamada de cerdos, y cerdos famĂ©licos que habĂa situado en las cercanĂas se precipitan en el restaurante, hozando en la haute cuisine. Robert cae como un gran ĂĄrbol, derribado por un infarto, y los cerdos lo devoran en el suelo:
âPobres cabrones, no entienden lo suficiente para apreciarlo âdice A. J.
Paul, el hermano de Robert, emerge de su retiro en un manicomio de la localidad y toma posesión del restaurante para servir algo que se llama «Cocina Trascendental»... La calidad de la comida va descendiendo imperceptiblemente hasta llegar a ser basura en sentido literal; los clientes estån demasiado intimidados por la reputación de Chez Robert y no se atreven a protestar.
Ejemplo de menĂș:
La Sopa Clara de Meados de Camello
con Lombrices de Tierra al vapor
![](https://book-extracts.perlego.com/3174953/images/imagen1-plgo-compressed.webp)
El Filete de Raya Madurado al Sol,
macerado en Eau de Cologne
y guarnecido de ortigas
![](https://book-extracts.perlego.com/3174953/images/imagen1-plgo-compressed.webp)
La Suprema de Boeuf a la Placenta en aceite
de caja de cambios usado, servida con una salsa
picante de yemas de huevo podrido
y puré de chinches
![](https://book-extracts.perlego.com/3174953/images/imagen1-plgo-compressed.webp)
El Queso de Limburgo curado al azĂșcar de orina
de diabético y bañado
en Matarratas Casero Flameado
AsĂ que los clientes van muriendo discretamente de botulismo... Un dĂa A. J. vuelve rodeado de ĂĄrabes refugiados del Oriente Medio. Toma un bocado y grita:
âÂĄBasura, maldita sea! ÂĄCocinadme a ese listo en sus propias inmundicias!
Y asĂ la leyenda de A. J., el simpĂĄtico, el encantador, el excĂ©ntrico, creciĂł y creciĂł... Fundido a Venecia... CĂĄnticos de gondoleros y gritos patĂ©ticos se elevan desde San Marcos y Harryâs.
Encantadora anécdota veneciana de viejos tiempos sobre este puente: parece ser que algunos navegantes venecianos hacen un viaje alrededor del mundo y todos se vuelven maricas y se follan al camarero del barco y cuando llegan de vuelta a Venecia es necesario que pasen por el puente mujeres con los pulmones al aire para despertar los deseos de tan poco claros ciudadanos. Un batallón de choque travestido ocupa San Marcos.
âChicas, estamos en la OperaciĂłn Todo al Aire. OTA. Si vuestras tetas no los detienen, destapad los coños y confundid a esos maricones.
âÂĄOh, Gertie, era verdad! ÂĄTodo era ver...
Table des matiĂšres
- PORTADA
- INTRODUCCIĂN
- UNO
- BENWAY
- JOSELITO
- LA CARNE NEGRA
- HOSPITAL
- LĂZARO VUELVE
- LA SALA DE JUEGOS DE HASSAN
- CAMPUS DE LA UNIVERSIDAD DE INTERZONAS
- LA FIESTA ANUAL DE A. J.
- REUNIĂN DEL CONGRESO INTERNACIONAL DE PSIQUIATRĂA TECNOLĂGICA
- EL MERCADO
- GENTE NORMAL Y CORRIENTE
- ISLAM INC. Y LOS PARTIDOS DE INTERZONAS
- EL OFICIAL DEL JUZGADO
- INTERZONAS
- EL RECONOCIMIENTO
- ÂżHAS VISTO A ROSA PANTOPON?
- PARANOIAS DE LA COCA
- EL EXTERMINADOR HACE UN BUEN TRABAJO
- EL ĂLGEBRA DE LA NECESIDAD
- HAUSER Y OâBRIEN
- PREFACIO ATROFIADO ÂżY TĂ NO?
- APĂNDICE
- NOTAS
- CRĂDITOS
Normes de citation pour El almuerzo desnudo
APA 6 Citation
Burroughs, W. (2006). El almuerzo desnudo ([edition unavailable]). Editorial Anagrama. Retrieved from https://www.perlego.com/book/3174953/el-almuerzo-desnudo-pdf (Original work published 2006)
Chicago Citation
Burroughs, William. (2006) 2006. El Almuerzo Desnudo. [Edition unavailable]. Editorial Anagrama. https://www.perlego.com/book/3174953/el-almuerzo-desnudo-pdf.
Harvard Citation
Burroughs, W. (2006) El almuerzo desnudo. [edition unavailable]. Editorial Anagrama. Available at: https://www.perlego.com/book/3174953/el-almuerzo-desnudo-pdf (Accessed: 15 October 2022).
MLA 7 Citation
Burroughs, William. El Almuerzo Desnudo. [edition unavailable]. Editorial Anagrama, 2006. Web. 15 Oct. 2022.