El mejor lĂ­der de la historia
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El mejor lĂ­der de la historia

Lucas Leys

  1. 128 pages
  2. Spanish
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El mejor lĂ­der de la historia

Lucas Leys

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Desde una Ăłptica hispanoamericana actual y post-posmoderna Lucas Leys captura de manera aguda, simple y electrizante las diferentes facetas que hicieron a JesĂșs el mejor lĂ­der de la historia humana.

Las metĂĄforas de JesĂșs han sido utilizadas para movilizar multitudes, voluntades individuales, ejĂ©rcitos y alianzas y sin dudas le han convertido en la persona mĂĄs influyente que este planeta haya visto en su historia

. Por eso, independientemente de cuĂĄl sea la convicciĂłn religiosa que alguien tenga respecto a Ă©l, es muy difĂ­cil argumentar en contra de que se sigue tratando del personaje mĂĄs trascendente en la historia del globo terrĂĄqueo y quien merece ser revisado en este milenio desde la dimensiĂłn del liderazgo por una pluma hispana y joven.

ÂżQuĂ© fue lo que hizo a JesĂșs tan influyente? ÂżCĂłmo logrĂł un carpintero judĂ­o tal impacto mundial de manera sostenida? ÂżQuĂ© hĂĄbitos podemos aprender de Ă©l para alcanzar nuestro potencial en nuestros ĂĄmbitos privados a la vez que intentamos ser de influencia en medio de una aldea global? JesĂșs ha sido el mejor lĂ­der de la historia y hoy sigue sin haber un modelo mĂĄs relevante para los lĂ­deres de la nueva generaciĂłn.

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Informations

Éditeur
Vida
Année
2015
ISBN
9780829754513

1
EL PRESAGIO DE UNA AMENAZA

 
Si hay una fecha que hemos romantizado en Occidente es Navidad. Muchos no pueden visualizar el pesebre sin el ĂĄrbol iluminado, el gordo vestido de rojo, las canciones, los regalos y los “Tres Reyes Magos” adornados con oro y trajes esplĂ©ndidos. Es todo tan lindo 
 lo cierto es que lo hemos convertido en un momento de plena satisfacciĂłn de nuestros sentidos.
En contraste, al mirar el relato que hace la Biblia acerca de la natividad, nos damos cuenta que si hay una nota comĂșn en cada una de esas escenas, es que son ocasiones que amenazan la comodidad de los hombres. La primera escena tiene un ĂĄngel que le avisa a una adolescente soltera que estĂĄ embarazada en una sociedad donde tal hecho es condenado con pedradas. El obvio acto seguido es que hay un novio que considera abandonar a su novia en medio de la vergĂŒenza de lo que estĂĄ ocurriendo. Luego hay un rey cuya seguridad es amenazada por el surgimiento de un probable nuevo soberano. Sabios de oriente que viajan siguiendo una estrella 
 Una pareja que no encuentra “hotel” y termina durmiendo en un establo. Un nacimiento con el marco y los aromas de animales de campo. Un grupo de pastores que se pegan el susto de su vida y de broche de oro, una pareja cruzando un caluroso y peligroso desierto en burro con un reciĂ©n nacido a cuestas, ya que tienen que escapar a exiliarse a un paĂ­s extranjero porque alguien les quiere matar al hijo.
No es muy romántico ni “lindo” lo que ocurre; es más bien una amenaza, una confrontación, un cambio de estilo de vida.
Es que incluso a partir de la Navidad, ya JesĂșs es Dios interviniendo.
Un llamado a la humildad.
Un grito de revoluciĂłn.
El comienzo de un cambio.
Un reordenamiento de prioridades.
La llegada de un lĂ­der distinto.

SU IDENTIDAD HUMANA

No pretendo que este sea un libro de historia ni harĂ© una apologĂ­a profunda de la historicidad de JesĂșs. Autores mĂĄs versados en historia y diestros que yo han hecho eso en otros libros. Sin embargo, sabiendo que es probable que este sea uno de los pocos libros acerca de JesĂșs que algunos hayan leĂ­do hasta ahora (algo que espero cambie como resultado de leer estas pĂĄginas), necesito dejar en claro que estamos ante un personaje tan real como JosĂ© de San MartĂ­n, SimĂłn BolĂ­var, El Che Guevara, Juan Ponce de LeĂłn, Frida Khalo o Steve Jobs.
Lejos de los prejuicios nacidos de la sociedad secularizada que desestima cualquier cosa que le parezca de origen religioso, y aun de los prejuicios de la Iglesia de los Ășltimos siglos, JesĂșs fue un joven de rasgos raciales propios del Medio Oriente que, segĂșn confirmaciones de historiadores paganos, que nada tuvieron de cristianos, caminĂł por la Judea dominada por el Imperio Romano del siglo I.
Por ejemplo, Cornelio TĂĄcito, historiador latino, escribiĂł sobre JesĂșs en sus Anales, en el año 116. O Suetonio, historiador romano, que tambiĂ©n lo hizo a travĂ©s de su obra Vida de Claudio, en el año 120. AllĂ­ dice que el emperador “expulsĂł de Roma a los judĂ­os en continua agitaciĂłn a causa de Cretos (Cristo)“ (Ă©nfasis agregado). Plinio, llamado “el Joven", gobernador de Bitinia en el año 112, le escribe a Trajano, uno de los hombres mĂĄs ricos de la ciudad, que los cristianos “tienen por costumbre reunirse un dĂ­a determinado, al amanecer, para alabar a Cristo a quien consideran su Dios". Sin embargo, quizĂĄ el historiador mĂĄs citado sea Flavio Josefo, un fariseo que fue trasladado a Roma como prisionero y llegĂł a ser el historiador favorito de la familia imperial Flavia (y por eso su nombre no judĂ­o). Él es normalmente usado como fuente histĂłrica para describir las costumbres, ciudades, gobernantes y guerras de la Ă©poca. En su obra AntigĂŒedades JudĂ­as, por ejemplo, escribiĂł acerca de JesĂșs lo siguiente:
“Por aquella Ă©poca apareciĂł JesĂșs, hombre sabio, si es que se le puede llamar hombre, fue autor de obras maravillosas, maestro para quienes reciben con gusto la verdad".
Lo que queda claro, entonces, es que JesĂșs no fue un personaje imaginario; fue un hombre real, de carne y hueso, que se criĂł como hijo de un carpintero y por quienes su seguidores llegaron a dar la vida.
Habiendo dejado eso mĂĄs claro, hay algo mĂĄs que corregir.
JesĂșs tampoco fue ese hombre languideciente, insĂ­pido, ojos de cachorrito y con una fabricada cara de mĂĄrtir que nos pintĂł el arte bizantino. Tampoco fue ese hombre blanco, de ojos claros y mentĂłn cuadrado con sonrisa polĂ­tica, que nos mostraron por años en las pelĂ­culas de Semana Santa. Ni ese hippie que imaginĂ© de niño, por haberme criado en la dĂ©cada de 1970, que ponĂ­a con sus dedos el sĂ­mbolo de la victoria y solo sabĂ­a decir amor y paz.
El actor y director Mel Gibson lo dijo muy bien en una entrevista con la Revista Time cuando explicaba por quĂ© habĂ­a hecho la pelĂ­cula La PasiĂłn de Cristo: “Cuando era niño, la historia de Cristo me parecĂ­a un cuento de hadas. En la iglesia me la contaban de manera tan salubre que, por años, no pude diferenciarla con otras historias de mi infancia. Pero al leer la Biblia me encontrĂ© con la historia real y luego me di cuenta que esta historia estĂĄ confirmada con el mĂĄs serio rigor cientĂ­fico por muchos otros libros de historia de aquel entonces".
ÂżSalubre? El actor de Mad Max da en el clavo al usar esa palabra, porque eso es lo que hemos hecho con la imagen de JesĂșs. La hemos limpiado. La perfumamos con tradiciĂłn, cultura anglosajona y modales.
JesĂșs fue un lĂ­der peligroso. Lo fue para los polĂ­ticos y los religiosos de su tiempo. Lo fue para los pecadores y lo fue para sus discĂ­pulos. JesĂșs enseñó que todo buen lĂ­der debe pasar por la escuela del quebrantamiento. Enseñó que habĂ­a que amar a los enemigos y poner la otra mejilla. Enseñó que el amor al dinero es el principio de todos los males y que solo al mirar a una mujer que no es la propia y codiciarla con el corazĂłn ya se es un adĂșltero.

SU INFLUENCIA Y EFECTO

JesĂșs es inevitable. EstĂĄ en el calendario, en el gĂ©nesis de la historia de Europa, en la confluencia de religiones semitas, en las carabelas que cruzaron el AtlĂĄntico para descubrir el Nuevo Mundo, en los peregrinos que fundaron AmĂ©rica del Norte y los Jesuitas que acompañaban a los buscadores de oro en las selvas del Cono Sur. JesĂșs sigue apareciendo en los discursos polĂ­ticos y en los de los artistas que reciben un Oscar o Grammy por sus pelĂ­culas o canciones. Su persona da nombre a paĂ­ses y miles de ciudades. JesĂșs sigue siendo pelĂ­cula y obra de teatro de Broadway. Sigue siendo canciĂłn, industria, literatura y pintura. Sigue estando en una taza de leche que recibe un huĂ©rfano, en la mano que toca a un leproso en Calcuta y la persona que visita a un anciano sin familia en un hospital pĂșblico. Por buenas o malas interpretaciones, JesĂșs sigue apareciendo en las contiendas deportivas, las bĂ©licas y las familiares, y los testimonios sobrenaturales de millones y millones de personas a travĂ©s de veinte siglos. Independientemente de creencias religiosas, JesĂșs fue y sigue siendo el lĂ­der mĂĄs influyente de la historia humana.
LA PROPUESTA
Por todo esto es que hay al menos cinco dimensiones del liderazgo de JesĂșs que son poderosamente urgentes de analizar e implementar en el contexto de IberoamĂ©rica. Digo “al menos” porque siempre que nos refiramos a JesĂșs tenemos que admitir que sus enseñanzas son inagotables. Él es la fuente que nunca deja de dar agua. No podemos limitarlo. No es un objeto de estudio. Es un sujeto que no se sujeta. Un alfa que no tiene omega y una omega que no tiene alfa.
Pero nosotros, siendo finitos, sĂ­ necesitamos un parĂĄmetro y por eso propongo en este libro que analicemos estas cinco dimensiones o estilos de liderar:
‱ Liderazgo de autoridad
‱ Liderazgo de servicio
‱ Liderazgo de redención
‱ Liderazgo de resistencia
‱ Liderazgo de esperanza
El grandioso Mike Yaconelli, un lĂ­der que me enseñó mucho acerca del liderazgo de JesĂșs, solĂ­a decir poco tiempo antes de morir que “JesĂșs habĂ­a arruinado su vida". Claro que la primera vez que lo escuchĂĄbamos todos lo mirĂĄbamos buscando quĂ© era lo que en realidad nos querĂ­a decir con esa frase. Luego de tener la atenciĂłn de sus oyentes de turno, explicaba: “ArruinĂł mi vida para darme la de Ă©l". Una nueva, diferente, con otros valores, menos ingenua y menos cĂłmoda. Una que claramente divide lo que es la humanidad sin Ă©l y lo que es cuando Ă©l nace en nuestras vidas.
Por eso este libro tambiĂ©n tiene el potencial efecto de “amenazar” tu liderazgo. SĂ­. Estas dimensiones del liderazgo de JesĂșs no necesariamente producen la clase de Ă©xito que ambicionan los hombres. No tengo duda que generan plenitud interior en el protagonista y beneficia a los liderados, y por eso me entusiasma tanto escribir estas pĂĄginas. No obstante, hay un presagio que debo hacerte y es que si lideramos como JesĂșs lo hizo, no siempre seremos los mĂĄs populares ni serĂĄ mĂĄs fĂĄcil el camino. JesĂșs mismo dijo que el suyo era un camino estrecho.

2
LIDERAZGO DE AUTORIDAD

Autoridad no es sinĂłnimo de poder. Friedrich Nietzsche escribiĂł en su clĂĄsico libro El crepĂșsculo de los Ă­dolos que las ansias de poder son el instinto bĂĄsico del ser humano. SegĂșn este corrosivo filĂłsofo alemĂĄn, el anhelo de controlar nuestro destino a fin de protegerlo de cualquier interferencia es la mĂĄs bĂĄsica de todas las tendencias humanas. Siendo un ferviente ateo, Nietzsche entendiĂł mejor que muchos cristianos modernos que estas ansias de poder no pueden estar en amistad con un estilo de vida sano y cristiano.
JesĂșs tenĂ­a poder pero, aun asĂ­, su liderazgo fue de autoridad. Nunca forzĂł a nadie a seguirlo. Hizo una invitaciĂłn, pero no una amenaza. Esa es la diferencia entre un lĂ­der que solo tiene poder y uno que tiene autoridad. El primero llega a un resultado por una reacciĂłn negativa a su liderazgo, que usualmente es el temor; pero el segundo, en cambio, produce una reacciĂłn positiva, que incluye algĂșn aspecto del amor. En otras palabras, cuando un lĂ­der logra persuadir a otros de obedecerle porque quieren obedecerle, es que tiene autoridad. Cuando le obedecen porque tienen temor a una represalia, lo que ese lĂ­der tiene es solamente poder.
Cuando se mira a JesĂșs, se pueden notar tres razones cruciales respecto a de dĂłnde emerge su autoridad:
Identidad
Perspectiva
Integridad
UNA SOLA AUDIENCIA
JesĂșs tuvo mucho pĂșblico, pero una sola audiencia. Él no fue un lĂ­der con el corazĂłn dividido que mendigaba aprobaciĂłn y popularidad en las “redes sociales". Solo le interesaba la opiniĂłn de uno.
En Juan 5:30, lo encontramos asegurando:
“Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta; juzgo sĂłlo segĂșn lo que oigo, y mi juicio es justo, pues no busco hacer mi propia voluntad sino cumplir la voluntad del que me enviĂł".
JesĂșs sabĂ­a quiĂ©n era, quĂ© resultado buscaba y a quiĂ©n respondĂ­a.
El nombre JesĂșs era la forma griega del nombre YeshĂșa, tambiĂ©n usado como JosuĂ© en el Antiguo Testamento, y en aquel tiempo su significado era conocido por todos. JosuĂ© y JesĂșs significaban “Dios salva", pero habĂ­a una gran diferencia entre lo que el pueblo interpretaba que debĂ­a ser salvado y lo que JesĂșs sabĂ­a que venĂ­a a hacer. Meditando acerca de esto con mi papĂĄ en la Iglesia de la AnunciaciĂłn, en Nazaret, tuve una chispa de luz en algo que puede ser muy obvio para otros, pero que nunca habĂ­a observado. En Mateo 1:20-21, el ĂĄngel le explica a JosĂ© lo que estĂĄ ocurriendo con MarĂ­a:
“JosĂ©, hijo de David, no temas recibir a MarĂ­a por esposa, porque ella ha concebido por obra del EspĂ­ritu Santo. DarĂĄ a luz un hijo, y le pondrĂĄs por nombre JesĂșs, porque Ă©l salvarĂĄ a su pueblo de sus pecados” (Ă©nfasis agregado).
El pueblo querĂ­a un lĂ­der que le salvara de los pecados de otros y no de los propios. El mesĂ­as esperado en ese tiempo por Israel venĂ­a a reparar la gloria de los tiempos de David y echar a los romanos, pero JesĂșs tenĂ­a una expectativa superior a la establecida por aquel pueblo. JesĂșs hablaba con autoridad porque tenĂ­a una agenda divina. Su “producto” era eterno y no pa...

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