Kim
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Kim

Rudyard Kipling

  1. 187 pages
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Kim

Rudyard Kipling

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"Quien sepa leer la causa de una acciĆ³n habrĆ” ya recorrido la mitad del camino que lleva a la libertad."Publicada en 1901, "Kim" narra la historia Kimball O'Hara, un huĆ©rfano de padre soldado y madre blanca y pobre, que sobrevive mendigando en la Ć©poca de la India colonial. Durante su niƱez, Kim conoce a un lama, al que se le une en un viaje por India. Durante este viaje, los dos empiezan a familiarizarse con el conflicto polĆ­tico entre el Imperio Ruso y el Imperio BritĆ”nico llamado "El Gran Juego". Poco despuĆ©s, llega a los oĆ­dos del capitĆ”n del regimiento del que el padre de Kim formaba parte, que Kim se ha convertido en el discĆ­pulo de un lama, y en contra de su voluntad, pero con el apoyo moral y financiero del lama, le manda a estudiar a una prestigiosa escuela britĆ”nica en India. DespuĆ©s de aƱos de estudio y despuĆ©s de asegurarse un puesto en el gobierno donde Kim trabajarĆ” con las operaciones oficiales de "El Gran Juego", el muchacho visita el Himalaya con el lama, donde acabarĆ”n involucrados en una trama de espionaje sin darse cuenta.La trama de "Kim" estĆ” repleta de elementos dignos de las mejores historias de espionaje y aventuras, lo que convierte esta novela en una de las mejores obras escritas por el premio Nobel de literatura Rudyard Kipling. Sin embargo, uno de los elementos mĆ”s fascinantes de esta obra es el elemento que juega la religiĆ³n y misticismo principalmente a manos del lama, y su anhelo por conseguir la iluminaciĆ³n espiritual a travĆ©s de la bĆŗsqueda del legendario RĆ­o de la Flecha. Esta combinaciĆ³n de gĆ©neros literarios y temĆ”ticas que a primera vista no parecen estar conectados, se entrelazan en perfecta harmonĆ­a para presentar al lector/a un autĆ©ntico clĆ”sico de la literatura. "Kim" ha sido adaptada tanto a la televisiĆ³n como al cine varias veces, incluyendo una primera adaptaciĆ³n estrenada en 1950 y dirigida por Victor Saville.-

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Information

Publisher
SAGA Egmont
Year
2021
ISBN
9788726672350

CapiĢtulo 1

Ā”Oh vosotros que caminaĢis por la Senda estrecha Junto a los resplandores del infierno hasta el DiĢa del Juicio Sed amables cuando los paganos oren Al Buda en Kamakura! El Buda en Kamakura
Desafiando las ordenanzas municipales estaba sentado a horcajadas sobre el canĢƒoĢn Zam-Zammah en su plataforma de ladrillo, frente a la vieja Ajaib- Gher, la Casa de las Maravillas, como los nativos llamaban al Museo de Lahore. Quien posea el Zam-Zammah, Ā«El dragoĢn con aliento de fuegoĀ», posee el Punyab, porque la gran pieza de bronce verde es siempre el primer botiĢn del conquistador.
Kim ā€”que habiĢa echado a patadas al chico de Lala Dinananth de los munĢƒones del canĢƒoĢnā€” teniĢa una cierta justificacioĢn, ya que los ingleses dominaban el Punyab y Kim era ingleĢs. Aunque su piel era de un moreno carboĢn, como la de cualquier nativo; aunque hablaba de preferencia la lengua nativa y se expresaba en su lengua materna con un deje entrecortado e inseguro; aunque estaba en teĢrminos de perfecta igualdad con los ninĢƒos pequenĢƒos del bazar; Kim era blanco, un blanco pobre entre los maĢs pobres. La mestiza que lo cuidaba (fumaba opio y aparentaba regentar una tienda de muebles de segunda mano en la plaza donde esperaban los carruajes de alquiler baratos) les contoĢ a los misioneros que ella era hermana de la madre de Kim; pero la madre de este habiĢa sido ninĢƒera en la familia de un coronel y se habiĢa casado con Kimball Oā€™Hara, un joven sargento portaestandarte de los Mavericks, un regimiento irlandeĢs. Tras la boda, Oā€™Hara aceptoĢ un puesto en la liĢnea de ferrocarril Sind-Punyab-Delhi y su regimiento regresoĢ a casa sin eĢl. La esposa murioĢ de coĢlera en Ferozepore y Oā€™Hara empezoĢ a beber y a vagabundear arriba y abajo de la liĢnea de ferrocarril con el ninĢƒo de tres anĢƒos de ojos vivarachos. Preocupados por el ninĢƒo, las sociedades filantroĢpicas y los capellanes intentaron arrebataĢrselo, pero Oā€™Hara se mantuvo a distancia, hasta que se cruzoĢ con la mujer que fumaba opio y, a traveĢs de ella, le cogioĢ el gusto, y murioĢ como los hombres blancos pobres mueren en la India. En el momento de su muerte, sus posesiones consistiĢan en tres papeles. A uno de ellos le llamaba su ne varietur, porque estas palabras estaban escritas en el papel y sobre ellas echoĢ su firma; otro de los papeles era su certificado de exencioĢn. El tercero era el certificado de nacimiento de Kim. En sus gloriosas horas bajo el efecto del opio soliĢa decir que, un diĢa, esos papeles conseguiriĢan hacer del pequenĢƒo Kimball un hombre. Bajo ninguĢn concepto debiĢa Kim separarse de ellos, ya que eran parte de una gran magia ā€”una magia como la que los hombres practicaban por alliĢ, tras el museo, en el gran Jadoo-Gher blanquiazul, la Casa MaĢgica, como llamamos a la Logia masoĢnicaā€”. Todo acabaraĢ bien alguĢn diĢa, deciĢa el padre, y el cuerno de Kim seriĢa exaltado entre columnas, monstruosas columnas de belleza y fuerza. El mismo coronel, montando a caballo, a la cabeza del mejor regimiento del mundo, se ocupariĢa del chico, del pequenĢƒo Kim, el cual deberiĢa ser maĢs afortunado que su padre. Novecientos demonios de primera clase, cuyo dios era un toro rojo sobre campo verde, se ocupariĢan del ninĢƒo, en recuerdo de Oā€™Hara, del pobre Oā€™Hara, que fue capataz de cuadrilla en la liĢnea ferroviaria de Ferozepore. En ese punto soliĢa llorar amargamente hundido en la silla de junco rota de la veranda. Por ello, tras su muerte, la mujer cosioĢ el pergamino, el papel y el certificado de nacimiento dentro de una pequenĢƒa funda de cuero a modo de amuleto que atoĢ alrededor del cuello de Kim.
ā€”Y alguĢn diĢa ā€”dijo la mujer, recordando confusamente las profeciĢas de Oā€™Haraā€”, vendraĢ por ti un gran toro rojo sobre campo verde y el coronel montando un gran caballo, siĢ, y ā€”pasando al ingleĢsā€” novecientos demonios.
ā€”Ah ā€”dijo Kimā€”, lo recordareĢ. VendraĢn un toro rojo y un coronel a caballo, pero primero dijo mi padre que vendraĢn los dos hombres que prepararaĢn el terreno para esas cosas. AsiĢ es como mi padre deciĢa que haciĢan siempre; y siempre es asiĢ cuando los hombres hacen magia.
Si la mujer le hubiera enviado al Jadoo-Gher local con esos papeles, la Logia provincial habriĢa acogido sin duda a Kim y lo habriĢa enviado al orfanato masoĢnico en las montanĢƒas; pero la mujer desconfiaba de lo que habiĢa oiĢdo sobre la magia. Kim tambieĢn teniĢa sus ideas al respecto. Al alcanzar la edad de la indiscrecioĢn, aprendioĢ a evitar a los misioneros y a los hombres blancos de aspecto serio que queriĢan saber quieĢn era y lo que haciĢa. Porque Kim no haciĢa nada, y esto con un eĢxito inaudito. Es cierto que conociĢa la maravillosa ciudad amurallada de Lahore desde la Puerta de Delhi hasta el foso exterior del Fuerte; que estaba a partir un pinĢƒoĢn con hombres cuyas vidas eran maĢs extranĢƒas que cualquiera que Haroun al Rachid sonĢƒara jamaĢs; que viviĢa una vida tan aventurera como la de Las mil y una noches, pero ni los misioneros ni los secretarios de las sociedades filantroĢpicas podiĢan apreciar la belleza en ello. El mote de Kim en los barrios era PequenĢƒo Amigo de todo el Mundo y, muy a menudo, gracias a su agilidad y a su facilidad para pasar desapercibido, llevaba a cabo encargos nocturnos por las azoteas abarrotadas de gente por cuenta de joĢvenes de moda, refinados y galantes. Se trataba, naturalmente, de intrigas amorosas ā€”estaba tan seguro como de que habiĢa conocido todo lo malo desde que aprendioĢ a hablarā€”, pero lo que a eĢl le gustaba era el juego en siĢ: el deslizarse a escondidas a traveĢs de los oscuros canales y las callejuelas, el trepar por una canĢƒeriĢa, la vista y el ruido del mundo femenino en las terrazas de los tejados y la huida precipitada de azotea en azotea bajo el manto de la caliente oscuridad. Luego estaban los hombres santos, los faquires embadurnados de cenizas junto a sus altares de ladrillo bajo los aĢrboles a la orilla del riĢo, con quienes teniĢa un trato familiar; Kim los saludaba cuando regresaban de una peregrinacioĢn mendicante y, cuando no habiĢa nadie por alliĢ, comiĢa de su mismo cuenco. La mujer que cuidaba de eĢl, le apremiaba, entre laĢgrimas, para que llevara ropas europeas: pantalones, una camisa y un sombrero desgastado. Kim encontraba maĢs faĢcil ponerse la vestimenta hinduĢ o la musulmana cuando se ocupaba de ciertos asuntos. Uno de esos senĢƒoritos finos ā€”el que fue hallado muerto en el fondo de un pozo la noche del terremotoā€” le habiĢa dado una vez una indumentaria hinduĢ completa, la ropa de un chico de la calle de casta baja, y Kim la teniĢa guardada en un lugar secreto bajo algunas vigas en el almaceĢn de madera de Nila Ram, detraĢs de la Corte Suprema del Punyab, donde los troncos del fragante deodar reposan secando despueĢs de haber descendido el curso del Ravi. Cuando habiĢa negocio o jolgorio a la vista, Kim echaba mano de sus pertenencias, regresando al alba a la veranda exhausto de gritar de juĢbilo detraĢs de una procesioĢn de boda o de chillar en un festival hinduĢ. A veces habiĢa comida en la casa, pero lo contrario era lo maĢs frecuente y entonces Kim volviĢa a salir para comer con sus amigos nativos.
Mientras golpeteaba con sus talones contra el flanco del Zam-Zammah, Kim interrumpiĢa de vez en cuando su juego del rey del castillo con el pequenĢƒo Chota Lal y Abdullah, el hijo del vendedor de dulces, para soltarle alguna insolencia al policiĢa nativo que vigilaba las filas de zapatos a la entrada del museo. El obeso punyabiĢ sonreiĢa con tolerancia: conociĢa a Kim desde haciĢa mucho tiempo. Lo mismo le sucediĢa al aguador, que rociaba con el agua de su odre de piel de cabra la carretera seca. Y otro tanto a Jawahir Singh, el carpintero del museo, inclinado sobre nuevos embalajes. A Kim lo conociĢa todo el mundo de vista, excepto los campesinos de la regioĢn, que se apresuraban camino de la Casa de las Maravillas para contemplar las cosas que la gente fabricaba en su provincia y en las otras. El museo estaba dedicado a las artes y manufacturas indias, y cualquiera que buscara la sabiduriĢa podiĢa pedirle al conservador del museo que le explicara alguĢn detalle.
ā€”Ā”Abajo! Ā”Abajo! Ā”DeĢjame subir! ā€”gritaba Abdullah, trepando por la rueda del Zam-Zammah.
ā€”Tu padre era un pastelero, tu madre robaba el ghi ā€”canturreaba Kimā€”. Ā”Todos los musulmanes se cayeron del Zam-Zammah hace mucho tiempo!
ā€”Ā”DeĢjame subir! ā€”chilloĢ el pequenĢƒo Chota Lal con su casquete bordado en oro. La fortuna de su padre ascendiĢa quizaĢs a medio milloĢn de libras esterlinas, pero la India es el uĢnico paiĢs democraĢtico del mundo.
ā€”Los hinduĢes tambieĢn se cayeron del Zam-Zammah. Los musulmanes los empujaron. Tu padre era un pastelero...
Se quedoĢ quieto porque, doblando la esquina del ruidoso bazar Motee, veniĢa, arrastrando los pies, un hombre como Kim, que creiĢa conocer a todas las castas, no habiĢa visto auĢn. TeniĢa casi seis pies de altura, llevaba una vestimenta de pliegues superpuestos de una tela color marroĢn sucio, parecida a una manta de caballo, y ninguĢn pliegue le daba a Kim una pista sobre un oficio o una profesioĢn conocidos. De su cinto colgaban un gran plumier de hierro calado y un rosario de madera como los que llevan los hombres santos. En su cabeza llevaba una especie de gorro gigante en punta y con orejeras. Su cara era amarilla y arrugada, como la de Fook Shing, el chino que fabricaba botas en el bazar. Los extremos de sus ojos se arqueaban hacia arriba y pareciĢan pequenĢƒas hendiduras de oĢnice.
ā€”ĀæQuieĢn es ese? ā€”preguntoĢ Kim a sus companĢƒeros.
ā€”QuizaĢs sea un hombre ā€”dijo Abdullah, miraĢndolo pasmado con el dedo en la boca.
ā€”Eso sin duda ā€”replicoĢ Kimā€”, pero no es un hombre de la India que yo ya haya visto.
ā€”Un sacerdote, a lo mejor ā€”dijo Chota Lal, notando el rosarioā€”. Ā”Mirad! Ā”Entra en la Casa de las Maravillas!
ā€”Nay, nay ā€”dijo el policiĢa, negando con la cabeza, al hombreā€”. No entiendo vuestra lengua. ā€”El alguacil hablaba en punyabiĢā€”. Oh Amigo de todo el Mundo, ĀæqueĢ dice este hombre?
ā€”MaĢndale para aquiĢ ā€”dijo Kim y se bajoĢ del Zam-Zammah, volteando sus talones desnudosā€”. EĢl es un extranjero y tuĢ eres un buĢfalo.
El hombre impotente se dio la vuelta y se acercoĢ hacia donde estaban los chicos. Era viejo y su caftaĢn de lana todaviĢa apestaba a la artemisa maloliente de los pasos de montanĢƒa.
ā€”Oh ninĢƒos, ĀæqueĢ es esta casa grande? ā€”les preguntoĢ en un urdu bastante bueno.
ā€”Ā”El Ajaib-Gher, la Casa de las Maravillas! ā€”Kim no le dio ninguĢn tratamiento, como Lala o Mian. No podiĢa adivinar el credo del hombre.
ā€”Ā”Ah! Ā”La Casa de las Maravillas! ĀæPuedo entrar?
ā€”EstaĢ escrito sobre la puerta. Todos pueden entrar.
ā€”ĀæSin pagar?
ā€”Yo entro y salgo. Y no soy ninguĢn banquero ā€”se rio Kim.
ā€”Ā”Vaya! Soy un hombre viejo. No lo sabiĢa. ā€”Entonces, pasando su rosario entre los dedos, se volvioĢ de lado hacia el museo.
ā€”ĀæCuaĢl es tu casta? ĀæDoĢnde estaĢ tu casa? ĀæVienes de lejos? ā€”preguntoĢ Kim.
ā€”Vine por Kulu, maĢs allaĢ del Kailas, pero ĀæqueĢ sabeĢis vosotros? Vengo de las montanĢƒas, donde ā€”suspiroĢā€” el aire y el agua son puros y frescos.
ā€”Ā”Aha! Khitai (un chino) ā€”dijo Abdullah con orgullo. Una vez Fook Sing le habiĢa echado de su tienda por escupir a un iĢdolo chino colocado sobre las botas.
ā€”Pahari (un montanĢƒeĢs) ā€”dijo el pequenĢƒo Chota Lal.
ā€”SiĢ, ninĢƒo; un montanĢƒeĢs de unas montanĢƒas que nunca veraĢs. ĀæHas oiĢdo alguna vez hablar de Bhotiyal (TiĢbet)? No soy un khitai, sino un bhotiya (un tibetano), si quereĢis saberlo, un lama, o, digamos, un guruĢ en vuestra lengua.
ā€”Un guruĢ del TiĢbet ā€”dijo Kim. No habiĢa visto todaviĢa un hombre asiĢā€”. ĀæHay entonces hinduĢes en el TiĢbet?
ā€”Nosotros somos seguidores de la Senda Media, vivimos en paz en nuestras lamaseriĢas, y yo voy a visitar los cuatro lugares sagrados antes de morir. Ahora sabeĢis vosotros, que sois unos ninĢƒos, tanto como yo, que soy viejo. ā€”Y les sonrioĢ con benevolencia.
ā€”ĀæHas comido?
El lama revolvioĢ entre los pliegues alrededor de su pecho y extrajo una escudilla de madera desgastada para mendigar. Los ninĢƒos asintieron. Todos los sacerdotes que conociĢan mendigaban.
ā€”No quiero comer todaviĢa. ā€”GiroĢ su cabeza como una tortuga vieja al solā€”. ĀæEs cierto que hay muchas imaĢgenes en la Casa de las Maravillas de Lahore? ā€”RepitioĢ las uĢltimas palabras como quien quiere asegurarse de una direccioĢn.
ā€”Es verdad ā€”dijo Abdullahā€”. EstaĢ lleno de buts paganos. TuĢ tambieĢn eres un idoĢlatra.
ā€”No le hagas caso a este ā€”dijo Kimā€”. Esa es la casa del Gobierno y no hay idolatriĢa en ella, sino soĢlo un sahib de barba blanca. Ven conmigo y te lo ensenĢƒo.
ā€”Los sacerdotes forasteros comen a los ninĢƒos ā€”le susurroĢ Chota Lalā€”. Y eĢl es un forastero y un but-parast (idoĢlatra) ā€”dijo Abdullah, el musulmaĢn.
Kim se echoĢ a reiĢr.
ā€”Es alguien nuevo. Corred al regazo de vuestras mamas y poneos a salvo.
Ā”Vamos!
Kim giroĢ el torniquete del registro automaĢtico; el anciano le siguioĢ y se paroĢ asombrado. En el vestiĢbulo de entrada estaban las figuras maĢs grandes entre las esculturas greco-budistas esculpidas, soĢlo los sabios saben cuaĢndo, por artesanos olvidados cuyas manos habiĢan intentado representar, y no sin talento, el toque griego que les habiĢa sido misteriosamente transmitido. HabiĢa cientos de piezas, frisos de figuras en relieve, fragmentos de estatuas y losas llenas de figuras que una vez recubrieron las paredes de ladrillo de los stupas y los viharas budistas de la regioĢn del norte y que ahora, desenterradas y etiquetadas, constituiĢan el orgullo del museo. Con la boca abierta en eĢxtasis, el lama se volviĢa haciĢa una cosa y la otra, y finalmente se detuvo absorto frente a un altorrelieve que representaba la coronacioĢn o la apoteosis del Gran Buda. El Maestro apareciĢa sentado sobre un loto cuyos peĢtalos estaban cincelados tan profundamente que pareciĢan casi desprendidos de la base. A su alrededor habiĢa una jerarquiĢa de reyes, ancianos y antiguos Budas adoraĢndole. Debajo habiĢa aguas cubiertas de lotos, con peces y paĢjaros acuaĢticos. Dos dewas con alas de mariposa sosteniĢan una guirnalda sobre su cabeza; sobre ellas, otro par sosteniĢa una sombrilla, sobre la cual despuntaba la diadema enjoyada del Bodhisattva.
ā€”Ā”El SenĢƒor! Ā”El SenĢƒor! Es el Sakya Muni mismo ā€”casi gemiĢa el lama y en voz baja empezoĢ la maravillosa invocacioĢn budista:
A eĢl la Senda, la Ley, solo
A quien Maya sostiene bajo su corazoĢn,
El SenĢƒor de Ananda, el Bodhisattva
ā€”Ā”Y estaĢ aquiĢ! La Ley maĢs Excelsa estaĢ aquiĢ tambieĢn. Mi peregrinacioĢn ha comenzado bien. Ā”Y queĢ obra de arte! Ā”QueĢ obra de arte!
ā€”Por alliĢ estaĢ el sahib ā€”dijo Kim, y se deslizoĢ de lado entre las vitrinas del ala de artes y oficios. Un ingleĢs de barba blanca estaba mirando al lama; este se volvioĢ hacia eĢl con gravedad, lo saludoĢ y, tras revolver un poco, sacoĢ un cuaderno de notas y un trozo de papel.
ā€”SiĢ, este es mi nombre ā€”dijo el ingleĢs sonriendo ante los caracteres infantiles y torpes.
ā€”Uno de nosotros, que hizo una peregrinacioĢn a los lugares santos y es ahora abad del monasterio Lung-Cho, me lo dio ā€”balbuceoĢ el lamaā€”. EĢl me habloĢ de estos. Su mano delgada se moviĢa temblorosamente senĢƒalando alrededor.
ā€”Bienvenido entonces, oh lama del TiĢbet. AquiĢ estaĢn las imaĢgenes y aquiĢ estoy yo ā€”el ingleĢs contemploĢ el rostro del lamaā€” para recoger el saber. Ven a mi oficina un momento. ā€”El anciano temblaba de excitacioĢn.
La oficina no era maĢs que un pequenĢƒo cubiĢculo de tabiques de madera, separado de la galeriĢa llena de esculturas. Kim se tumboĢ en el suelo con la oreja pegada a una rendija de la puerta en madera de cedro agrietada por el calor y, siguiendo su instinto, se estiroĢ para escuchar y atisbar.
Gran parte de la charla escapaba a su comprensioĢn. El lama, vacilando al principio, le habloĢ al conservador de su propia lamaseriĢa, el Such-zen, frente a las Rocas Pintadas, a una distancia de cuatro meses de marcha. El conservador del museo sacoĢ un gran libro de fotos y le mostroĢ el monasterio encaramado en un penĢƒasco, por encima del enorme valle con muchos estratos de tonalidades diversas.
ā€”Ā”SiĢ, siĢ! ā€”El lama se ajustoĢ un par de anteojos de cuerno fabricados en Chinaā€”. AquiĢ estaĢ la pequenĢƒa puerta a traveĢs de la cual traemos la madera antes del invierno. Y tuĢ... Āælos ingleses saben de estas cosas? El que ahora es abad de Lung-Cho me lo dijo, pero no lo creiĢ. El SenĢƒor, el Excelso, Āærecibe honores aquiĢ tambieĢn? ĀæSe conoce su vida?
ā€”EstaĢ todo grabado en las piedras. Ven a verlo si estaĢs descansado.
Arrastrando los pies el lama fue hacia la sala principal y, con el conservador del museo a su lado, examinoĢ toda la coleccioĢn con la reverencia de un devoto y el instinto apreciativo de un entendido en arte.
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  1. Kim
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  3. CapiĢtulo 1
  4. CapiĢtulo 2
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  6. CapiĢtulo 4
  7. CapiĢtulo 5
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  9. CapiĢtulo 7
  10. CapiĢtulo 8
  11. CapiĢtulo 9
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  17. CapiĢtulo 15
  18. Sobre Kim
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Kipling, R. (2021). Kim ([edition unavailable]). SAGA Egmont. Retrieved from https://www.perlego.com/book/2980691/kim-pdf (Original work published 2021)

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Kipling, Rudyard. (2021) 2021. Kim. [Edition unavailable]. SAGA Egmont. https://www.perlego.com/book/2980691/kim-pdf.

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Kipling, R. (2021) Kim. [edition unavailable]. SAGA Egmont. Available at: https://www.perlego.com/book/2980691/kim-pdf (Accessed: 15 October 2022).

MLA 7 Citation

Kipling, Rudyard. Kim. [edition unavailable]. SAGA Egmont, 2021. Web. 15 Oct. 2022.